Mundo clásico
 

Este verano canicular he estado leyendo a Antonio de Torquemada -siguiendo una relectura de Mª Rosa Lida de Malquiel- y aquí os presento dos textos divertidos. Dicen así...


HERODOTO, libro II, 111

A la muerte de Sesostris-me dijeron los sacerdotes, heredó el reino su hijo Ferón, que no llevó a cabo ninguna expedición militar, sufriendo, en cambio, la desgracia de quedarse ciego por elsiguiente motivo: bajaba el Nilo, a la sazón, en una de sus mayores crecidas, hasta el extremo de que alcanzó dieciocho codos de altura e inundó los labrantíos; y, al soplar el viento, el río levantó oleaje. Y cuentan que, entonces, el susodicho rey, presa de insensata temeridad, tomó una lanza y la arrojó en medio de los remolinos del río; y poco después enfermó de los ojos quedándose ciego. Durante diez años estuvo, pues, ciego; pero, el año undécimo, le llegó de la ciudad de Buto un oráculo según el cual se había cumplido el tiempo de su castigo y recobraría la vista, si se lavaba los ojos con orina de una mujer que sólo hubiera mantenido relaciones con su marido y no conociera a otros hombres. El probó primero con su propia mujer y después, al no recobrar la vista, fue probando sucesivamente con muchas; y cuando al fin recuperó la vista, reunió a las mujeres con las que había hecho la prueba (salvo a aquella con cuya orina se había lavado recobrando la vista) en una ciudad que en la actualidad se llama Tierra Roja; y, una vez congregadas allí, prendió fuego a esa ciudad con todas ellas dentro...

ANTONIO DE TORQUEMADA lo relata de esta manera:i (Coloquios satíricos, p. 485-486 de la edición de Lina Rodríguez Cacho, Madrid: Fundación de Castro):

Y fue que uno llamado Ferón, hijo de un rey de Egipto que llamaron Sosis, tubo una rezia y muy grande enfermedad de la cual vino a quedar del todo ciego, que fue para el la mayor persecución y trabajo que le podía venir en el mundo, tanto que no la tenía en menos que la muerte. Y haziendo por su parte todas las diligencias posibles para saber si podría tornar a cobrar la vista que tenía perdida, y no hallando en los médicos consejos que le aprovechase, acordó de consultar con grandes sacrificios los oráculos de sus dioses, los quales le dieron por respuesta que después que ubiese sacrificado con gran devoción a un dios que estonces era reverenciado y servido en la ciudad de Eliópoli, porque dezian ellos que hazía grandes milagros en aquel tiempo, que pusiesse los ojos en una muger tan casta que no ubiese tenido pendencia sino con solo su marido, y que luego sería sano del mal que en ellos tenía. Ferón cumplió luego lo que los dioses le dixeron sin faltar nada, y teniendo confianza en su propia muger, trayéndola delante de sí para cobrar por ella la salud que le faltaba, quedó como de antes sin ver ninguna cosa. Y luego hizo traer todas las principales mugeres del reyno de Egipto, las quales no le aprovecharon más de lo que su muger avía hecho. Y viéndose por esto affligido y fatigado, perdiendo del todo la esperanza de cobrar la vista, començó a provar de poner los ojos en todas las mugeres comunes sin que le aprovechase, hasta que le traxeron una muger de un hortolano, y poniéndolos en ella, tornó luego a ver de la manera que de antes, como si no ubiera tenido mal alguno. Y haziendo quemar por esto a su muger con otras muchas de las más principales, se casó con esta. Aunque no faltaron maliciosos que dixeron que en aquel mismo día que la avían traýdo se avía casado con el hortolano, y que si esperaban a otro día, por ventura Ferón no viera ni tuviera la salud tan deseada, porque no turra en ella la castidad tanto tiempo.



Como buen leonés, Torquemada (a quien no debemos confundir claro está con el famoso Inquisidor)
intercala su texto de algunos leonesismos, lo cual no impide que le podamos seguir en su lectura.

Sabrosas son especialmente las tres últimas líneas que añade Torquemada a su relato.

Seguiremos otro día. Saludos

Martes, 8 de Septiembre 2009
Redactado por Antonio Guzmán el Martes, 8 de Septiembre 2009 a las 17:54