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Nuestro imaginario popular sobre los profesores de latín sigue estando apegado, curiosamente, a la figura negra y enjuta del dómine Cabra de Quevedo. Cuesta a los no iniciados pensar en posibles relaciones entre el latín y la modernidad, pero aquí vengo hoy dispuesto a mostraros dos ejemplos realmente curiosos que ligan el recuerdo de la enseñanza de la lengua latina a la estética surrealista y a la literatura de creación verbal.
Publicado por Francisco García Jurado


LATÍN Y SURREALISMOS
No es aventurado afirmar que el aprendizaje del latín ha dejado innumerables huellas en los recuerdos y la creación literaria de nuestros más reputados escritores. Antonio Muñoz Molina, sin ir más lejos, nos lo evoca de la siguiente manera:

“Con el paso del tiempo, de lo que uno se arrepiente sobre todo es de las cosas que no hizo cuando tuvo ocasión. Yo me arrepiento ahora de no haber aprendido latín, de no poder sumergirme como en un continente de maravillas y prodigios en los hexámetros de la Eneida, en los epigramas amorosos de Catulo, en la prosa de Tácito.”

Esta impronta del las letras latinas en los escritores modernos irá cambiando (mejor dicho, disminuyendo), a medida que los planes educativos vayan dejando cada vez más mermado el contenido destinado a estas materias. Es intereante que leamos dos curiosos testimonios, uno de comienzos del siglo XX y otro de finales, donde el recuerdo del latín se conjuga con las modernas estéticas de cada momento.

En primer lugar, tenemos a Rafael Alberti también pasó, como James Joyce o Ramón Pérez de Ayala, por un colegio de jesuitas, como podemos leer en esta inesperada evocación de la gramática :

“NOMINATIVO: la nieve
GENITIVO: de la nieve
DATIVO: a o para la nieve
ACUSATIVO: a la nieve
VOCATIVO ¡oh la nieve!
ABLATIVO con la nieve
de la nieve
en la nieve
por la nieve
sin la nieve
sobre la nieve
tras la nieve

La luna tras la nieve
Y estos pronombres personales extraviados por el río
Y esta conjugación tristísima perdida entre los árboles

BUSTER KEATON”

Observamos cómo la estética moderna, en este caso el surrealismo y el cine mudo, se combina sorprendentemente con la latinidad, y se pone fin al poema con el nombre de un gran actor de cine mudo, a quien se atribuyen los recuerdos del propio Alberti. No de manera diferente, el novelista madrileño Juan García Hortelano supo utilizar sus conocimientos de latín, recibidos de los escolapios, para adentrarse en nuevos caminos literarios llenos de imaginación e ironía. Admirador de Virgilio, sin su aprendizaje del latín ahora no podríamos disfrutar de los complicados e irónicos nombres latinos que muestran muchos de sus personajes, tanto los de sus cuentos como los de los niños que aparecen en su novela Gramática Parda (1982), tales como “Fabulae Centum, Virtus Deserta, Bonus Eventus, Venus Carolina Paula, Boni Mali, Miseria Honorata, Corcordia et Salus, Omnia Quibus, Laetitia Rubicunda, Armis et Litteris, Vtrumque Tempus, Dotes Corporis, Dotes Animi, Sine Vivere, Orbem Terrarum, Spe tantum Relicta, Arma Virumque, Ignorantia Destra, Parthenope Horrida...”, nombres extraordinarios que dejan boquiabierto al desprevenido lector, haciendo del nominalismo un arte irónicamente culto , como podemos ver en este pasaje donde se pasa lista a los niños:

“-Orbem Terrarum...
-Servidor y presente -respondió Orbem Terrarum.
-Spe Tantum Relicta...
-Servidora y presente -respondió Spe Tantum Relicta.
-Bonus Eventus...
-Servidor y presente -respondió Bonus Eventus.
-Arma Virumque...
-Cano -respondió Arma Virumque (...)”

Estamos, por tanto, ante dos notables recuerdos literarios del paso por las clases de latín. Me pregunto cuántos recuerdos de este tipo nos deparará nuestra literatura en el futuro.

Francisco García Jurado


Sábado, 12 de Septiembre 2009
Redactado por Antonio Guzmán el Sábado, 12 de Septiembre 2009 a las 19:03