Mundo clásico
 
OVIDIO SE CONVIERTE EN UN POETA RUSO: ALEXANDER PUSHKIN
No me canso de repetir en mis clases que una historia literaria no es sólo un manual académico, sino, y fundamentalmente, un complejo relato con diversos héroes y episodios en torno a una idea más o menos concreta de nación. Quienes se acercan a tales historias, antiguas y modernas, suelen elegir a alguno de estos héroes, a menudo identificándose con él. Ovidio y su melancólico destierro alimentó el imaginario de muchos poetas posteriores, incluyendo a grandesautores como el poeta ruso Alexander Pushkin, y el mismo Pushkin se ha convertido, a su vez, en héroe casi fundador de su respectiva literatura nacional. Todavía recuerdo la primera noticia que tuve del poeta ya estando en tierra rusa, el año 2006. Una joven guía fue a buscarnos a mi pareja y a mí al aeropuerto de Moscú. Durante el trayecto, le conté cuál era nuestra profesión y estudios, y ella acudió pronto al recuerdo escolar del poema que Pushkin había dedicado al horaciano "exegi monumentum aere perennius". Dos días más tarde recorrimos la céntrica calle Arbat, donde pudimos ver la casa del mismo Pushkin bajo la sombra de los rascacielos estalinistas. Asimismo, habíamos acudido a Rusia para llegar, desde Moscú, en el tren llamado "Flecha Roja", a la ciudad de San Petersburgo. Quería saber dónde había vivido también el poeta Ossip Mandelstam en la ciudad del Neva. Mi colega Jesús García Gabaldón me había hecho conocer su libro Tristia (poco más tarde llegué también a los Cuadernos de Voronec), y necesitaba comprender, en el mismo contexto vital de aquel poeta desterrado de comienzos del siglo XX por qué había se había sentido un nuevo Ovidio. Naturalmente, entre los textos fundamentales que sustentan la poesía ovidiana de Mandelstam está, además del propio poeta latino, la propia impronta que este poeta dejó en Pushkin. La puntual y enigmática referencia a Delia que hace Mandelstam en su poema “Tristia” nos remite al texto de la tercera elegía del libro primero del poeta elegiaco Tibulo. El verso 20, «vuela ya, descalza, Delia», es casi el mismo que el siguiente verso latino: obvia nudato, Delia, curre pede (Tib. I 3 91). El estrecho paralelo del verso ruso y del latino se debe al conocimiento que el poeta tuvo de la elegía de Tibulo gracias a una traducción del poeta Constantín Batiushkov. No obstante, en su fundamental estudio sobre Ovidio y los modernos, Ziolkowski ha trazado una vía de interpretación más compleja al afirmar que esta referencia a Delia pasaría de manera más inmediata por Pushkin, no en vano traductor de los clásicos y autor de un importante poema titulado «A Ovidio». Esta circunstancia abre una doble referencia tanto a la tradición poética clásica como a la rusa. De la misma forma, el cuarto verso de la última estrofa (v. 28) también aludiría a Pushkin, concretamente a su Eugenio Onegin, mientras que el propio final del poema recuerda mucho a otro del mismo Mandelstam que lleva por título «Casandra». Casandra, la profetisa troyana condenada por Apolo a no ser creída en sus predicciones, es la figura en la que el poeta encarna a su amiga Anna Ajmátova.
El hecho de estar trabajando durante el año 2006 en las visiones sobre el poeta Ovidio que se reflejaban en tres autores modernos (el polaco-ruso Mandelstam, el chileno Gonzalo Rojas y el italiano Tabucchi) me llevó, a su vez, hasta el fundamental poema que el propio Pushkin había dedicado al poeta romano:

Ovidio, vivo al lado de las riberas plácidas
a las cuales tus dioses paternos desterrados
trajiste en otro tiempo y dejaste tus cenizas.
Tu desolado llanto celebró estos lugares
y de tu tierna lira la voz no ha enmudecido. 5
Están estos parajes de tu rumor repletos.
Tú en mi imaginación vivamente imprimiste
este oscuro desierto, cárcel para un poeta,
las brumas de los cielos y las perpetuas nieves
y la breve tibieza de los cálidos prados. (...) 10

Ovidio marcó en Pushkin la imagen de un poeta infeliz que añoraba Roma, la ciudad a la que jamás pudo volver. Sin embargo, no debe olvidarse que el poeta romano también fue feliz en otro tiempo:

¡Asómbrate, Nasón, de la suerte mudable!
Tú que el bélico esfuerzo, ya mozo, desdeñabas,
pues con rosas solías ceñir tu cabellera 25
y las horas sin cuitas pasar en la molicie (...)

Disiente de Ovidio en su percepción del paisaje, que Pushkin describe mucho más apacible que aquel que describió el romano. Finalmente, Pushkin pasa a hablar de su propia condición vital, de su circunstancia y de su fama, en clara identificación con Ovidio:

Ay, yo, cantor perdido entre la muchedumbre, 85
seré desconocido para los venideros
y víctima sombría, se extinguirá mi débil
genio, con la penosa vida y rumor efímero (...)”

(Alexandr Pushkin, “A Ovidio”, en Antología lírica. Traducción, estudio preliminar y notas de Eduardo Alonso Luengo. Epílogo de Roman Jakobson, Madrid, Hiperión, 1999, pp. 52-59)

Así es como Ovidio se convirtió en un poeta ruso y, sobre todo, así es como Ovidio ha llegado a ser un poeta universal, más allá de su tiempo.

Franisco García Jurado
Universidad Complutense de Madrid

Miércoles, 7 de Octubre 2009
Redactado por Antonio Guzmán el Miércoles, 7 de Octubre 2009 a las 12:42