CONO SUR: J. R. Elizondo

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Los errores de Lagos en Cancillería José Rodríguez Elizondo


Adelanto del libro "Las crisis vecinales en el gobierno de Lagos". El miércoles 7 de junio, Juan Emilio Cheyre y Juan Gabriel Valdés presentarán esta publicación del analista José Rodríguez Elizondo.



Cuando Bill Clinton vino a Chile, dijo que debíamos "trabajar en conjunto con otros países de la región" para compartir nuestro éxito. También efectuó un intencionado reconocimiento en primera persona: "Es imposible que la gente esté siempre de acuerdo con uno (...) incluso los líderes más brillantes cometen errores colosales".

Pero no estaba en el carácter de Lagos aceptar que su política vecinal tuvo errores. Esto quedó demostrado en mayo de 2005 cuando afirmó que las relaciones con Bolivia y Perú no se tensionaron durante su gobierno y estaban "igual que siempre". A mayor abundamiento, apeló a ese "gran triunfo diplomático para Chile" que significó la elección de José Miguel Insulza como secretario general de la OEA.

Pero cualquier experto sabía que su victoria no significó un espaldarazo del hemisferio a la política exterior de Chile. Sólo significó -nada más, pero nada menos- que era el mejor candidato y que la Cancillería chilena hizo un excelente lobby para que eso pudiera apreciarse.

Cancillería en la mira

En 1994, Lagos manifestó su pretensión de ser canciller, pero el Presidente Frei lo designó en la cartera de Obras Públicas. Esto indica que en él coexistían la vocación presidencialista con la internacionalista. Como prueba, ya había consignado su visión sobre el mundo en un libro publicado durante el gobierno de Aylwin.

En esa obra, Lagos muestra una comprensión cabal del regionalismo: "América Latina es la comunidad natural de Chile y nada puede hacernos perder de vista que nuestro destino y posibilidades de inserción exitosa en el mundo pasan por la interrelación con las demás naciones que forman nuestro entorno histórico y cultural".

Además, Lagos postulaba un Sistema Nacional de Política Exterior, con la Cancillería como "gran ente articulador", destinado a proveer al jefe de Estado "las herramientas que necesita".

Pero había un problema grande para su proyecto: el de la Cancillería realmente existente, que ya llevaba tres años bajo la dirección de Enrique Silva Cimma. Para Lagos, su estructura y dinámica de funcionamiento seguía siendo "la misma que bajo la dictadura". Era un organismo difícil de mover, con un alto porcentaje de personal no calificado para funciones diplomáticas y una cultura institucional decimonónica.

La teoría y la vida

En 1999 el presidenciable Lagos dio señales de que su canciller sería el internacionalista Heraldo Muñoz.

Sin embargo, la vida tenía otro pleito pendiente contra la teoría.

El estrecho resultado de las elecciones obligó a una segunda vuelta entre Lagos y Lavín y ahí surgió la estrella refulgente de Soledad Alvear, clave en la victoria, destinada a tener el ministerio que quisiera.

Para sorpresa de muchos, la rutilante Soledad optó por la Cancillería. Puede que, como Lagos a inicios del gobierno de Frei, pensara que esa cartera sería una mejor plataforma presidencial (ambición legítima, dada su capacidad). Pero había una diferencia evidente. Ella carecía de experiencia en la materia y tampoco hablaba idiomas con la fluidez que esa posición requería. Designarla canciller implicaba arriesgar un período de aprendizaje y subordinar la tecnicidad de ese cargo estratégico.

La segunda sorpresa vino cuando el Presidente aceptó su pretensión. Al hacerlo, cedió a las pulsiones de su propia personalidad. Posiblemente creyó que, si él dominaba las materias de esa cartera, no le era imprescindible un canciller experto. Por lo demás, la tranquila eficiencia de Alvear, en carteras anteriores, indicaba que podía ser una gran ejecutora. De todos modos, un chispazo de prudencia advirtió a Lagos sobre la conveniencia de designarle un subsecretario experto... ¿y quién mejor que el propio Heraldo Muñoz?

Así, Lagos cometió tres errores en uno. El primero, no prever que las abrumadoras tareas de la Presidencia le impedirían estar disponible para los "detalles" de una agenda de carácter estratégico. El segundo, ignorar que el demonio está en los detalles. El tercero, el lapsus de sensibilidad de asignar a Alvear un segundo de su entorno. Para la ministra, Muñoz sería una especie de policía. Para Muñoz, el cargo sería una decepción profunda. Él esperaba ser canciller.


EL MERCURIO, Domingo 4 de junio de 2006.


José Rodríguez Elizondo
Lunes, 5 de Junio 2006



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Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





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