Antología de textos básicos para el tema “Reencarnación y cristianismo primitivo”. Pistis Sophía (9-10-16; 691)
Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero
Pístis Sophía I 7,12-13
Descubrí a Isabel, la madre de Juan el Bautista, antes de que lo hubiera concebido y eché dentro de ella una potencia que había recibido del Pequeño Iao, el Bueno, que está en el Medio, para que él pudiera predicar antes que yo, preparar mi camino y bautizar con agua de perdón (MT 3.11). Ahora esa potencia está en el cuerpo de Juan.
Y así en lugar del alma de los arcontes que debía recibir, encontré el alma del profeta Elías en los eones de la esfera, y la recibí y tomé su alma de nuevo. Se la di a la Virgen de la Luz y ella se la dio a sus recibidores. Ellos se la dieron a la esfera de los arcontes y la pusieron en la matriz de Isabel. Pero el poder del pequeño Iao, el del Medio, y el alma del profeta Elías se juntaron en el cuerpo de Juan el Bautista (...). Y cuando me di cuenta de que no habíais entendido lo que os dije sobre el alma de Elías, que se había unido a Juan el Bautista, os respondí abiertamente al hablar frente a frente diciendo: “Si queréis admitir a Juan el Bautista, él es Elías, del que he dicho que iba a venir”.
Pístis Sophía III 294-296
Si el alma abandona el cuerpo y va por el camino con el espíritu remedador y no ha encontrado el misterio de la liberación de todas las ataduras y de sellos que la atan al espíritu remedador, de modo que deje de estarle asignado (...), el espíritu remedador lleva al alma ante la presencia de la Virgen de la Luz, la juez. Y la juez, la Virgen de la Luz, examina el alma y si encuentra que ha pecado y no encuentra en ella los misterios de la luz, la entrega a uno de los recibidores. Y su recibidor la toma y la mete en un cuerpo, y no abandona los cambios de cuerpo hasta que haya hecho el último ciclo que se le ha asignado.
Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero
Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero
Pístis Sophía I 7,12-13
Descubrí a Isabel, la madre de Juan el Bautista, antes de que lo hubiera concebido y eché dentro de ella una potencia que había recibido del Pequeño Iao, el Bueno, que está en el Medio, para que él pudiera predicar antes que yo, preparar mi camino y bautizar con agua de perdón (MT 3.11). Ahora esa potencia está en el cuerpo de Juan.
Y así en lugar del alma de los arcontes que debía recibir, encontré el alma del profeta Elías en los eones de la esfera, y la recibí y tomé su alma de nuevo. Se la di a la Virgen de la Luz y ella se la dio a sus recibidores. Ellos se la dieron a la esfera de los arcontes y la pusieron en la matriz de Isabel. Pero el poder del pequeño Iao, el del Medio, y el alma del profeta Elías se juntaron en el cuerpo de Juan el Bautista (...). Y cuando me di cuenta de que no habíais entendido lo que os dije sobre el alma de Elías, que se había unido a Juan el Bautista, os respondí abiertamente al hablar frente a frente diciendo: “Si queréis admitir a Juan el Bautista, él es Elías, del que he dicho que iba a venir”.
Pístis Sophía III 294-296
Si el alma abandona el cuerpo y va por el camino con el espíritu remedador y no ha encontrado el misterio de la liberación de todas las ataduras y de sellos que la atan al espíritu remedador, de modo que deje de estarle asignado (...), el espíritu remedador lleva al alma ante la presencia de la Virgen de la Luz, la juez. Y la juez, la Virgen de la Luz, examina el alma y si encuentra que ha pecado y no encuentra en ella los misterios de la luz, la entrega a uno de los recibidores. Y su recibidor la toma y la mete en un cuerpo, y no abandona los cambios de cuerpo hasta que haya hecho el último ciclo que se le ha asignado.
Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero