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Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas.

Redactado por Antonio Piñero el Lunes, 2 de Diciembre 2013 a las 00:29

Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

HOMILÍA II

La pasada semana dejamos el repaso de la Homilía II en la referencia del enfado de Simón con la actitud crítica de sus antiguos amigos Niceta y Aquila. Cumplían los dos hermanos el requerimiento de Pedro y Clemente acerca de la personalidad y la doctrina del Mago para tener un acceso más fácil a sus bases dialécticas. Como ya hemos dejado constancia, Niceta y Aquila habían sido amigos de Simón y fieles seguidores de su doctrina hasta que Zaqueo los recuperó para la amistad de Pedro y sus posturas doctrinales. El testimonio requerido por Pedro y Clemente no podía ofrecer mejores garantías.

Niceta y Aquila son los hermanos de Clemente

Adelantando algunos datos de la historia de la familia de Clemente, quiero que quede claro que Niceta y Aquila son en realidad los dos hermanos de Clemente, perdidos en el naufragio, raptados por unos piratas. La piadosa Justa la cananea se los compró a los piratas y los educó como hijos. Sus verdaderos nombres eran Faustino y Faustiniano, mientras que el de su padre era Fausto. Esto, en el texto de las Homilías, porque para el autor de las Recognitiones el nombre del padre era Faustiniano, los nombres de los hermanos eran Faustino y Fausto.

Los prodigios de Simón Mago

Simón tenía unas ideas un tanto peregrinas sobre Dios y el Mesías. Él se consideraba superior al Dios creador del mundo, y presumía ser el verdadero Mesías, salvador de la humanidad. Pero su autoridad se basaba no tanto en sus afirmaciones cuanto en los prodigios que realizaba. Curiosamente, sus mismos enemigos reconocían que se trataba de obras reales, pero que eran fruto de la colaboración de los demonios. Pero era lógico que los “milagros” de Simón conmovían a sus oyentes por su espectacularidad.

Cuando Aquila mencionó el detalle de los prodigios realizados por Simón, los dos hermanos contestaron al unísono: “Hace caminar a las estatuas, pasea sobre fuego sin quemarse, algunas veces hasta vuela y hace pan de las piedras, se transforma en serpiente, se metamorfosea en cabra, adquiere doble cara, se convierte en oro, abre las puertas que están cerradas, disuelve el hierro, en las comidas presenta formas de imágenes de todas clases. En la casa hace ver que las vasijas se mueven espontáneamente para el servicio, sin que se vean los que las llevan”. (II 32,2). El “yo, Clemente”, autor de la pregunta, manifiesta su sorpresa ante los relatos de los hermanos. La respuesta de los adversarios de Simón, aun admitiendo la realidad de sus prodigios subrayan el hecho de la inutilidad de unos prodigios que nada ayudan a los fieles que buscan la verdad y el camino del reino de Dios. Destacan el detalle de que más que milagros salvíficos, son poco más que casos de exhibición.

Doctrina de los pares o emparejamientos

Antes de comentar Pedro el valor de los prodigios mágicos de Simón, introduce en el relato la doctrina de los pares, que debe ser un sistema para no cometer errores. La mejor exposición de la doctrina es la que Pedro presenta con sus propias palabras: “Todas las cosas funcionan por parejas y sus contrarios. Y como primero es la noche, después el día; primero la ignorancia, luego el conocimiento; primero le enfermedad y después la salud, así primero llegan a la vida los aspectos del error, después del mismo modo sobreviene la verdad, como a la enfermedad sobreviene el médico” (II 33,2). En la lista de los pares, en los que lo negativo ocupa el primer lugar, un caso paradigmático es la pareja Simón y Pedro. Simón llega primero con sus engaños; luego viene Pedro con sus verdades.

En este contexto da respuesta Pedro al desafío de Simón con sus “milagros”: “Si hace prodigios inútiles, es servidor de la maldad; pero si realiza obras provechosas, es guía del bien” (II 33,5). El que conoce y sigue la doctrina de los pares sabe que Simón es el “servidor de la maldad”; Pedro, su contrario, es “el guía del bien”. Los signos y prodigios de Simón no fomentan la salud de los hombres ni su salvación, sino que tienen la intención de engañarlos y desviarlos del camino recto. Frente a estos signos están los realizados por Cristo y ahora por su apóstol Pedro. Favorecen a los necesitados. Pedro recurre al argumento de evidencia de cuantos tuvieron la suerte de contemplar los que Cristo, y pueden seguir contemplando los que hace el mismo Pedro, que, además, los atribuye a la gracia y al poder de Dios.

Del ya citado autor HILGENFELD, ADOLF, puede ser provechosa la lectura de su artículo en la revista Zeitschrift für wissenschaftliche Theologie 49 (1906) 66-133, “Der Clemens-Roman”.

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro







Lunes, 2 de Diciembre 2013
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