Notas

“Los amigos de Jesús. Juan hijo de Zebedeo, en Hechos de apóstoles”. Los discípulos de Jesús (XII) (898)

Redactado por Antonio Piñero el Jueves, 24 de Agosto 2017 a las 10:09

Escribe Antonio Piñero
 
 
De un personaje tan importante al que la tradición atribuye nada menos que la composición de todo el corpus johánico (Cuarto Evangelio y tres cartas, 1 2 3 Juan) solo sabemos algo más de cierto (¿?) a través de Gálatas 2,7-9 (poco: que era una “columna” = un dirigente de la iglesia de Jerusalén) y de los Hechos de apóstoles canónicos, obra que se ocupa parcialmente de Pedro y de Juan en su primera parte (grosso modo hasta el capítulo 13). En Hechos y en Gálatas el apóstol Juan no habla, sino que solo lo hace Pedro. Juan actúa como de comparsa y ayuda.
 
 
Mi hipótesis al respecto es conocida: los Hechos (prescindo de Gálatas por el momento; diré algo al final) están compuestos con la intención de presentar una imagen más o menos idílica de  la Iglesia primitiva y sobre todo para promover que el paulinismo –al que pertenece el autor y que es la corriente más importante de los seguidores de Jesús– aparezca unido a la comunidad madre de Jerusalén.
 
Indirectamente también que no tenía nada absolutamente en contra de la expansión del judeocristianismo en Samaria y la periferia de Jerusalén (considerando así ciudades de la costa como Jope, que hoy denomina Jafa o Haifa) que estaban relativamente alejadas del poder de Santiago, el hermano de Jesús. Pedro no aparece como si esta estuviese dirigiendo la comunidad de Jerusalén, sino como su embajador, cuestionado, en todo caso. Léase el comienzo del capítulo 11, al principio, en donde se dice que “los apóstoles y los hermanos que había por Judea”  controlan perfectamente a Pedro. En este cuadro o paisaje espiritual, Juan no pinta realmente casi nada.
 
 
Los textos que afectan a Juan son los siguientes:
 
 
1. Hechos 3,1-11 Lo que nos interesa de este texto  es:
 
3,1: Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la hora nona (las quince horas actuales)
 
3,2-3. 5-11: un hombre, tullido desde su nacimiento ve a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, les pidió una limosna, esperando recibir algo de ellos. Pedro lo cura, en presencia de Juan y el ex tullido no soltaba a ninguno de los dos (Pedro y Juan) y entra con ellos en el Templo. El que pronuncia un discurso importante es Pedro vv.12-26.
 
 
2.  Hechos 4. En ese capítulo completo (4,1-33) aparece Juan, de nuevo al lado de Pedro, pero permanece en silencio. El autor de Hechos procura presentar a Pedro y a Juan como “ellos dos” en gran sintonía; pero en realidad es Pedro el que actúa y habla. Así: Estaban hablando al pueblo, cuando se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y los saduceos… les echaron mano y les pusieron bajo custodia hasta el día siguiente, pues había caído ya la tarde. Los llevan a la cárcel y al día siguiente se reunieron en Jerusalén sus jefes, ancianos y escribas…  pusieron en medio y les preguntaban: «¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho vosotros eso?». Y entonces es Pedro, quien, lleno del Espíritu santo, pronuncia su tercer gran sermón. Juan está a su lado, pero nada dice.
 
Los grandes jefes y los que presenciaban la escena, (v. 13) al ver la valentía de Pedro y Juan, y sabiendo que eran hombres sin instrucción ni cultura, estaban maravillados. Reconocían, por una parte, que habían estado con Jesús… y al mismo tiempo veían de pie, junto a ellos, al hombre que había sido curado; de modo que no podían replicar. Les mandaron salir fuera del Sanedrín y deliberaban entre ellos. Temían que las noticias sobre Jesús se divulgara entre el pueblo y aumentara el número de seguidores del Crucificado. Por eso, llaman a Pedro y Juan y les mandaron que de ninguna manera hablasen o enseñasen en el nombre de Jesús. Pero  Pedro y Juan les contestaron: «Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios.  No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.» Ellos, después de haberles amenazado de nuevo, les soltaron, no hallando manera de castigarles, a causa del pueblo, porque todos glorificaban a Dios por lo que había ocurrido,
 
 
Una vez libres, Pedro y Juan vinieron a los suyos y les contaron todo lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y ancianos. La comunidad da gracias a Dios por lo ocurrido y pide que conceda a sus siervos, principalmente a Pedro y a Juan  que puedan predicar tu Palabra con toda valentía. La comunidad supone que los dos apóstoles van a continuar realizando curaciones, señales y prodigios por el nombre de Jesús. Y concluye la parte del capítulo 4 que nos interesa con la afirmación siguiente: “Acabada la oración del grupo de judeocristianos, retembló el lugar donde estaban reunidos, y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y predicaban la palabra de Dios con valentía.
 
 
La interpretación de este pasaje es que estamos en un contexto altamente legendario, como indica la repetida mención de milagros, y un terremoto. Y de un contexto legendario es difícil obtener una verdad histórica. Pero sí podemos deducir que Juan apenas es nada más que un soporte silente de Pedro.
 
 
En segundo lugar puede inferirse que los seguidores de Jesús tiene éxito entre el pueblo porque un crucificado por los romanos era un héroe nacional. Las palabras que se dijeran sobre él tendrían éxito seguro en el ambiente exaltado de Jerusalén que habría de conducir unos treinta años más tarde al inicio de la guerra de los judíos contra Roma. El punto de vista de los evangelistas a este respecto es inverosímil. En efecto, pintan a un pueblo de Jerusalén que pasa de ser un fervoroso seguidor de Jesús, a odiar tremendamente a Jesús y luego ir detrás de Pedro y Juan con gran fervor –llegan a convertirse de un golpe más de 5.000 jerusalemitas a la fe en Jesús como mesías (Hch 4, ) y a proclamarse seguidores de él.
 
A mi parece que goza de gran probabilidad la hipótesis interpretativa de que al principio Jesús crucificado fue un héroe de las multitudes jerusalemitas (antes de  ser reinterpretado por Pablo), alentadas por Pedro y Juan, porque había sido un profeta que –por predicar el reino de Dios y sus consecuencias político-sociales–  había sido crucificado por el Imperio Romano, con la ayuda de los jefes supremos del pueblo judío en ese momento. Esta imagen no es a que los cristianos normales que leen hoy los Hechos de apóstoles obtienen de la lectura  de los capítulos que comentamos.
 
 
Los textos del Nuevo Testamento al respecto son:  
 
 
“Faltaban dos días para la Pascua y los Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle.  Pues decían: «Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo» = Mc 14,1-2) a pedir que Poncio Pilato lo crucifique (sobre todo en Mateo cuando grita: con más fuerza: «¡Sea crucificado!», cuando Poncio Pilato se declara inocente de la sangre de Jesús vuelve a gritar «¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»: Mt 27,22-25), y Hch 4,4)
 
 
3. El siguiente pasaje que nos interesa respecto a Juan está en el capítulo 8 de Hechos desde el principio:
 
 
“En aquel día se desató una gran persecución contra la iglesia de Jerusalén. Y todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria…4 Los que habían sido dispersados iban por todas partes anunciando la palabra. 5 Entonces Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba al Mesías. 6 Las multitudes, de modo unánime, escuchaban atentamente lo que Felipe decía al oír y ver los signos que realizaba. 7 De muchos posesos salían los espíritus impuros dando grandes gritos; muchos paralíticos y cojos eran curados. 8 Y se produjo una gran alegría en aquella ciudad.
 
14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan, 15 quienes bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu santo. 16 Porque todavía no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús.
 
 
El comentario a vuela pluma muestra que es imposible tanto éxito de la predicación sobre Jesús en Samaria, por parte sobre todo del apóstol Felipe, si Jesús hubiese dicho tal cual lo que le atribuye el evangelista Mateo: “A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos” (Mt 10,5).
 
 
Dejo de lado, de momento, una reconstrucción plausible de las palabras y de la mentalidad de Jesús aquí para concentrarme en lo que puede afectar al apóstol Juan: ¿Cómo iban a contravenir palabras tan claras de Jesús sus seguidores más íntimos? No es posible. Y lo que nos importa: los que mandaban en Jerusalén confiaron a Pedro y Juan que fueran a Samaria y confirmaran con sus bendiciones, más la venida del Espíritu santo, el ingreso de samaritanos en el grupo de seguidores de Jesús. El apóstol Juan es también el ayudante de campo de Pedro.
 
 
4. El último texto que afecta a Juan en Hechos de apóstoles es el capítulo 12: durante la persecución anti judeocristiana de Herodes Agripa I (reinó del 41 al 44 d. C.), muere asesinado Santiago / Jacobo, el hermano de Juan, Pedro se escapa y no se sabe a dónde va… y de Juan no se dice ni una palabra.
 
He aquí el texto:
 
 
“Por aquel tiempo el rey Herodes tomó la iniciativa de dañar a algunos miembros de la Iglesia. 2 Mató a espada a Jacobo, el hermano de Juan. 3 Al ver que aquello resultaba agradable a los judíos, pasó a detener también a Pedro…” este  es liberado por un ángel… y llegó a la casa de María, la madre de Juan, de sobrenombre Marcos, donde había muchos reunidos y orando…. Cuando abrieron y lo vieron, quedaron estupefactos. 17 Y haciéndoles señas con la mano para que guardaran silencio, les explicó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. Luego añadió: ‘Anunciad esto a Jacobo y a los hermanos’ Y Pedro salió y se dirigió a otro lugar….” (Hch 12,1-17)
 
 
Y se acabó prácticamente la intervención de Pedro en la vida de la comunidad de Jerusalén y en la que estaba por entonces Pablo (en Antioquía) hasta el denominado “concilio de los apóstoles” (Hch 15). Y allí Juan debió de desempeñar una función prominente, pero no sabemos cuál era en concreto.
 
El capítulo 2 de Gálatas (vv. 7-9) le reconoce esa importancia… pero sin especificar… y por tanto nos quedamos sin saberlo. He aquí el texto:
 
 
“Antes al contrario, viendo que me había sido confiada la evangelización de los incircuncisos, al igual que a Pedro la de los circuncisos, –pues el que actuó en Pedro para hacer de él un apóstol de los circuncisos, actuó también en mí para hacerme apóstol de los gentiles–  y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: nosotros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos.
 
 
Solo queda claro que el apóstol Juan no estaba en absoluto comprometido con la predicación del Evangelio a los paganos.
 
 
Nos queda solo un apartado –aunque amplio–– sobre el apóstol Juan: la enorme expansión de su figura en a) la tradición neotestamentaria y b) la tradición apócrifa de la que tenemos constancia escrita desde finales del siglo II.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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Jueves, 24 de Agosto 2017
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