Notas

“Personalmente no me conocían las Iglesias de Judea que están en Cristo” (Gálatas 1,22) (3-06-L)

Redactado por Antonio Piñero el Sábado, 7 de Febrero 2009 a las 07:05

Hoy escribe Antonio Piñero


En nuestra opinión, y a pesar del denodado esfuerzo de Hengel por demostrar lo contrario, el centro del problema en torno a la primera estancia jerosolimitana de Pablo -testimoniada sólo por Lucas/Hechos de los apóstoles y de la que hemos estado hablando en notas anteriores- permanece aún sin resolver.

La bien trabada argumentación del profesor Hengel (me parece admirable la solidez de su reconstrucción partiendo de ciertos supuestos) no nos llega a convencer en su conjunto. Afirmamos que el núcleo de la dificultad radica en la discusión de Gál 1,13ss y en especial de 1,17-23. De la conclusión que se obtenga de este texto depende si merece la pena o no seguir argumentando largamente en pro de esa estancia previa de Pablo en Jerusalén y de su formación sinagogal farisaica en lengua griega, en la ciudad santa.

A pesar del hilo argumentativo del libro que comentamos, y del que nos hemos hecho eco hasta ahora, las claras palabras del Apóstol en Gál 1,17ss: "Ni subí a Jerusalén...", "Personalmente era desconocido de la iglesias de Judea que vivían en Cristo..." (v. 22) me siguen pareciendo imposibles de casar con el relato de los Hechos de los apóstoles canónicos.

Es evidente que en una iglesia en sus orígenes, tan exigua en su número de adeptos, se conocían prácticamente todos los miembros de ella, sobre todo aquellos sobresalientes por su celo y temperamento y elaboración ideológica, precisamente como Pablo. El v. 22 de Gál 1 ha de referirse sobre todo a la iglesia de Jerusalén, la más notable entre las pocas que había a la sazón en Judea (había otras en Galilea, pero sobre ellas apenas si tenemos noticias).

Tampoco me resulta absolutamente claro que Rom 15,19b sea una argumento definitivo en pro de esa primera estancia de Pablo en Jerusalén. El texto dice así:

« "De forma que desde Jerusalén y, describiendo un círculo, hasta el Ilírico, he llevado el evangelio de Cristo hasta el final" (Rom 15,19b) »

Hengel refiere estas palabras a Hch 9,26-28:


« “Llegó Pablo a Jerusalén e intentaba juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo. Entonces Bernabé lo tomó y lo presentó a los apóstoles y les contó cómo había visto al Señor en el camino y que le había hablado y cómo había predicado con valentía en Damasco en el nombre de Jesús. Pablo andaba con ellos por Jerusalén, predicando valientemente en el nombre del Señor ”. »

En mi opinión, las discusiones de Pablo con los judeocristianos "helenistas" en Jerusalén descritas en ese texto no encuentran hueco entre los acontecimientos descritos en Gál 1,17-22.

Y el texto de Rom 15,19b tampoco es una prueba en este sentido, es decir, que refrende la idea de una estancia formativa de Pablo en Jerusalén durante años y empezara allí mismo, en la capital de Judea, su etapa de predicador cristiano. El pasaje de Romanos tiene un sentido global, generalizante, en la acepción de "desde un extremo a otro", pero no es una prueba irrefutable (de modo que haya que forzar y reinterpretar Gálatas) de una primera etapa en Jerusalén, es decir, que Pablo empezara allí a predicar a Jesús.

Por tanto, la frase “Desde Jerusalén y en todas direcciones hasta el Ilírico he dado cumplimiento al Evangelio de Cristo” no hay que entenderla como una indicación que Jerusalén fue su punto de partida para su tarea misionera, de su ligazón personal con esa ciudad que había desempeñado en su vida una función especialísima, y a la que desea volver, a pesar de los peligros que comporta para su vida, antes de viajar al lejano occidente.

No veo ningún argumento constriñente para entenderlo así, a pesar que gustosamente hay que conceder que Jerusalén desempeñó una función especial en su vida, como se deduce por otra parte de Gálatas 1 y 2, puesto que la comunidad originaria de donde procedía el cristianismo estaba allí, allí residían los apóstoles también originarios (Pedro y Juan) y allí se había celebrado el llamado “concilio de Jerusalén” (Hch 15).

El texto de Hch 8,1-5 que habla de una persecución de Pablo "a la iglesia" permite una exégesis diversa a la propuesta por Hengel. El pasaje es el siguiente:

« Saulo aprobaba su muerte (la de Esteban, narrada en el capítulo 7). Aquel día se desató una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria. Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él. Pero Saulo hacía estragos en la Iglesia; entraba por las casas, se llevaba por la fuerza hombres y mujeres, y los metía en la cárcel. Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Buena Nueva de la Palabra. Felipe bajó a una ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo. Llegados a Salamina anunciaban la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Tenían también a Juan que les ayudaba. »

Como se observa, Lucas sitúa también a Pablo en el contexto de la primera persecución “anticristiana” que comienza contra la iglesia de Jerusalén (propiamente sólo contra la rama judeocristiana helenista).

Pero –obsérvese también- después de “hicieron gran duelo por él”, el pasaje sigue con un “Pero” (en griego: de que significa aquí tanto “pero” como “entretanto”, como traduce la Biblia de Jerusalén). Además tras la dispersión de los creyentes por "Judea y Samaría", la frase adquiere un tono general: se habla de Samaría y Salamina de Chipre. De ello concluyo que todo el episodio de la persecución de Saulo/Pablo del que habla el texto arriba transcrito de los Hechos de los apóstoles no tiene por qué referirse precisa y exclusivamente a la iglesia en Jerusalén.

Ciertamente, esta persecución es histórica en el sentido de que Pablo la admite en sus cartas y se denomina a sí mismo "perseguidor"( Gál 1,13s), pero lo que está en juego en la discusión en torno a la fiabilidad histórica de los Hechos de los Apóstoles es precisamente esa estancia previa de Pablo en Jerusalén que parece negada por la epístola a los Gálatas.

Todo este conjunto nos lleva de la mano a tratar con más detenimiento el último aspecto del Saulo/Pablo precristiano: su faceta de perseguidor de la Iglesia.

Seguiremos, pues. Saludos cordiales de Antonio Piñero.

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Sábado, 7 de Febrero 2009
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