Madrid se plantea de nuevo acoger los Juegos Olímpicos, en este caso en 2020. Los políticos insisten en su rentabilidad económica: turismo, infraestructuras, imagen de marca país... algunos economistas, en cambio, se fijan en los precedentes, y no les salen las cuentas. Quizás el quid de la cuestión sea que unos Juegos no son una inversión financiera... sino más bien una fiesta, una fiesta gigantesca y global, irrepetible.
Bien, es cierto que se mueve dinero (pero no está claro quién se lo queda), que se crea empleo (temporal, sin contar con que mucho trabajo lo hacen voluntarios), que se construyen infraestructuras (que luego se quedan vacías e inutilizadas), que viene gente de otros países (los deportistas, porque los turistas huyen del follón que se monta)... todo es cierto, salvo seguramente lo de que es rentable económicamente.
Algunos economistas, como Luis Carlos de Euros y balones, han hecho concienzudos análisis sobre este tema, y en concreto demuestran que Barcelona'92 no trajo el maná que se anunciaba (la crisis posterior en el país fue morrocotuda, aunque ahora nos parezca cosa de nada). Stefan Szymanszki, la pareja profesional de Simon Kuper, también ha analizado los informes encargados por los políticos, encontrando que en general son humo.
Yo no tengo tiempo ni ganas de ponerme a hacer cuentas, así que intentaré explicarlo usando el sentido común. Pongamos a un señor que se dedica a organizar fiestas. Tiene sus proveedores, sus lugares contratados, sabe a quién tiene que llamar, qué hacer, cuándo, como... controla el tema. Organiza fiestas de tamaño razonable con asiduidad, va aprendiendo y mejorando el proceso, es todo un experto y casi no tiene ni que pensar. Así es como se consigue rentabilidad con algo: haciéndolo habitualmente, minimizando el esfuerzo y maximizando el beneficio.
Luego imaginemos a ese señor, o a otro, que pretende organizar una fiesta gigantesca, invitar a miles de personas, usar instalaciones que no ha usado nunca, contratar un catering nuevo, hacer juegos y animaciones que nunca había probado antes... por muy listo que sea, seguro que van a salir muchas cosas mal: vendrá gente que no estaba invitada, o sea, gorrones, la gente romperá alguna cosa, la comida no estará en la cantidad adecuada, faltarán bebidas de algún tipo... y cuando la gente se vaya, se quedará solo, con todo por recoger, sin saber muy bien por qué se metió en ese fregado. Por muy bien que vaya todo, es imposible que le salga rentable. Eso sí, la fiesta será inolvidable, habrá conocido gente interesantísima, y se lo habrá pasado muy bien.
Ahora llevemos estos ejemplos al mundo de los eventos deportivos. Organizar un evento todas las semanas, o meses, o incluso años, puede salir rentable, incluso aunque haya que construir instalaciones. Ejemplo: el Madrid Open de tenis, que atrae a un público fiel al tenis, que crea una cierta costumbre, que ya forma parte del paisaje y que contribuye a promocionar la marca Madrid. Seguramente faltará mucho tiempo para amortizar la Caja Mágica, pero digamos que económicamente tiene sentido. Es un trabajo, algo rutinario, que puede llegar a ser aburrido: o sea, que se puede ganar dinero con ello.
En cambio, organizar unos Juegos Olímpicos es organizar un fiestorro sin precedentes, construyendo instalaciones que seguramente no se vuelvan a usar, con una organización en cuestiones de seguridad complejísima, a la que hay que dedicar mucho tiempo, dinero y esfuerzo, y que cuando parece que ya se consigue entender cómo funcionan, chas, se acaban. En el caso de Madrid, casi parecería que ya es algo rutinario, de tantas veces como se ha presentado; muchas instalaciones están hechas ya, por ejemplo. Pero aún así, no es nada comparado con la preparación definitiva.
¿Significa eso que los Juegos son una estafa? Hombre, preferiría que terminaran las obras de la piscina del Polideportivo Barrio de la Concepción (Madrid), que lleva años inutilizada. Pero no estoy en contra de que se organicen los Juegos: si nos olvidamos del montón de cosas que van a salir mal, de que nos van a costar un dineral y de que se nos llenará la casa de gorrones, podremos centrarnos en la cantidad de gente fantástica que vamos a conocer, en que viviremos una experiencia única, en que durante unos días nos olvidaremos de los problemas cotidianos, y en que cuando vayamos a otros países tendremos siempre a alguien que nos reciba en su casa y quiera recordar con nosotros aquel verano de 2020.
Un tercio de los grandes jugadores de béisbol son zurdos. En la esgrima, el boxeo y el tenis de mesa también son bastantes más del 10%, que es la media de la población en general; en cambio, en otros como el golf son muy escasos. Un estudio sostiene que se debe a que determinados deportes se basan en el choque directo, mientras que otros potencian la colaboración. Una sociedad donde predomina la cooperación tiende a que todos sus individuos se parezcan, en este caso en ser diestros, pero la competitividad favorece a la minoría zurda.
Grandes boxeadores como Cassius Clay, futbolistas como Maradona, Pelé y Messi, y tenistas como McEnroe y Navratilova son zurdos. Y no son pura anécdota: en el deporte abundan los “siniestros” más que en otros ambientes. Un estudio de la Northwestern University, de Chicago, ha analizado el tema y ha sacado conclusiones muy interesantes.
Los zurdos siempre han sido un poco un rompecabezas, recuerda la nota de prensa. Representando sólo el 10% de la población humana en general, los zurdos han sido vistos con sospecha y perseguidos a través de la historia.
Dos investigadores de la Northwestern University han descubierto que es el alto grado de cooperación de la especie humana, y no algo extraño o siniestro, lo más influye en la escasez de zurdos. Han desarrollado un modelo matemático que muestra que el bajo porcentaje de zurdos es el resultado del equilibrio entre cooperación y competencia en la evolución del hombre.
El profesor Daniel M. Abrams y su estudiante de postgrado Mark J. Panaggio -ambos diestros- han usado datos del mundo real (de los deportes de competición) para probar y confirmar la hipótesis de que el comportamiento social está relacionado con el mundo de las manos.
"Cuanto más social es el animal -y por tanto más valora la cooperación- más tenderá la población en general hacia un lado", explica Abrams, profesor asistente de ingeniería y matemáticas aplicadas en la McCormick School. "El factor más importante para una sociedad eficiente es un alto grado de cooperación. En los seres humanos, esto ha resultado en una mayoría de diestros."
Si las sociedades cooperativas fueran totalmente colaboradoras todo el mundo tendría la misma mano dominante, continúa Abrams. Pero si la competencia fuera más importante, se podría esperar un reparto 50-50. El nuevo modelo puede predecir con exactitud el porcentaje de zurdos en un grupo -los seres humanos, los loros, los jugadores de béisbol, los jugadores de golf- sobre la base de los grados de cooperación y competencia en la interacción social.
El modelo ayuda a explicar nuestro mundo de diestros, ahora e histórcamente: la relación 90-10 de diestros a zurdos se ha mantenido igual desde hace más de 5.000 años. También explica el predominio de atletas zurdos en muchos deportes donde la competencia puede conducir el número de zurdos a un nivel desproporcionado.
La cooperación favorece un uso común de las manos -para compartir las mismas herramientas, por ejemplo. La competencia física, por el contrario, favorece lo distinto. En una pelea, un zurdo en un mundo de diestros tiene ventaja. Rafa Nadal es diestro de nacimiento pero decidió ejercitar la izquierda para convertirse en un tenista zurdo.
Abrams y Panaggio buscaron en el mundo de los deportes datos para apoyar su teoría del equilibrio entre la cooperación y la competencia. Su modelo predijo con exactitud el número de deportistas zurdos en el béisbol, boxeo, esgrima y tenis de mesa - más del 30% entre los mejores jugadores de béisbol y muy por encima del 10% (la tasa de la población en general) para el resto de los citados, todos ellos de choque directo entre competidores.
En cambio, el número de golfistas zurdos de éxito en la PGA es muy bajo, sólo el 4%. El modelo también predijo esto con precisión, puesto que los golfistas compiten individualmente, sin enfrentamiento directo, y utilizando herramientas que están diseñadas para diestros.
Del mismo modo, escasean los zurdos entre los quarterbacks del fútbol americano. Los equipos deben proteger su lado débil, y por tanto las estrategias son más eficaces cuando los quarterbacks de un equipo tienen la misma mano dominante.
En el hockey ocurre algo curioso: mientras que abundan los zurdos (más del 30%) en defensa y en ataque (puestos simétricos), los laterales derechos son mayoritariamente diestros (más del 90%) y los izquierdos, zurdos (más del 60%). En otros deportes de equipo como el fútbol (soccer) también tienen ventaja los laterales que dominan la pierna correspondiente.
En todos los casos el modelo matemático se ajusta a la realidad con mucha precisión. "La precisión de las predicciones de nuestro modelo cuando se aplica a datos deportivos apoya la idea de que estamos viendo el mismo efecto en la sociedad humana", deduce Abrams.
La lateralidad manual, la preferencia para el uso de una mano sobre la otra, es en parte genética y en parte ambiental. Los gemelos idénticos, que comparten exactamente los mismos genes, no siempre comparten la misma lateralidad.
La victoria de Nico Rosberg en el Gran Premio de China de Fórmula 1 es la primera de su carrera pero no es ninguna sorpresa si se atiende a los datos más allá de las apariencias: es uno de los pilotos más regulares, y el piloto en activo que más partido saca a sus coches, en comparación con sus compañeros de equipo. Supera incluso a Fernando Alonso, considerado por muchos como el mejor. En la historia solo Nelson Piquet mejora las cifras de ambos.
El porcentaje sólo lo hemos calculado para los pilotos de la época moderna, desde 1978, porque antes de esa fecha la puntuación del campeonato de constructores era muy compleja, y muchas veces corrían más de dos pilotos en cada equipo. Está claro que Fangio, con cinco campeonatos del mundo y 24 victorias en 51 pruebas disputadas, estaría muy arriba de la lista.
Pero ojo: comparamos a los pilotos solo con el otro miembro del equipo, no con el resto de sus rivales. Se da el caso de que grandes pilotos tengan compañeros de muy alto nivel, que les "roben" puntos: es el caso de Alain Prost y Ayrton Senna, que compartieron escudería algunos años.
A continuación aparece Senna, quizás perjudicado por la competencia con Prost, y luego Kubica (otro de los grandes pilotos actuales según los expertos, a falta de un coche ganador), Schumacher, Prost, Vettel, Mika Hakkinen, Kimi Raikonnen, Button superando por poco a Hamilton, Keke Rosberg (el padre de Nico), Mansell... y después ya pilotos que no han ganado mundiales: Andrea de Cesaris, el más peligroso de la historia (abandonaba casi todas las carreras), Alguersari, Webber, Coulthard, Berger, Fisichella, Barrichello, Massa y Patrese.
Vemos que la diferencia entre un gran piloto como Schumacher y sus compañeros es de un 60-40; o sea, que el piloto aporta en torno a un 30% de los puntos que consigue. Claro que entre pilotos tan buenos, las diferencias son mínimas. Alonso es mejor que sus colegas... pero por muy poco, y si el coche no corre, hay poco que hacer.
Alonso, Hamilton y Vettel consiguieron ser campeones del mundo muy jóvenes, pero otros como Button solo lo lograron cuando se dieron las condiciones. Nos quedamos con una apuesta: Rosberg o Kubica, si tienen un gran coche, ganarán el mundial algún día. Puede que Rosberg lo consiga si Mercedes sigue funcionando bien.
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850





