¿Se calcula solo en clave de conocimiento y experiencia acumuladas?
Nosotros mismos lo aplaudimos porque somos el público más numeroso y directamente afectado.
Es un debate un tanto agónico, ya que nuestra experiencia acumulada no se ve reflejada en las listas sobre los trabajos con más perspectivas de futuro, alineados con la tecnología y las nuevas generaciones. Por eso toca hacer una reflexión con una cierta perspectiva sobre el qué y el cómo de la vida laboral que puede tener más sentido para nuestros próximos años.
En cuanto al qué, la propuesta es pensar en trabajos con nuevos contenidos como Visionario Disruptivo, Dinamizador Ecosistemático, Estratega de Crecimiento Exponencial, Integrador Sociodigital, Transformador Transversal, Optimizador de Etapas Vitales, Osmotizador de Talento, Infantilizador Corporativo. Algunos son autoexplicativos. Otros, enrevesados juegos de palabras de conexiones improbables a comentar.
En el cómo, es momento de interiorizar que ya no vamos a trabajar muchos años como directivos por cuenta ajena ni en carrera ascendente de remuneración. A partir de cierta edad trabajaremos más bien como empresarios de nosotros mismos o de nuestra propia pequeña empresa en filosofía freelance, colaborativamente, en formación y reinvención continua. Estos nuevos formatos demostrarán si realmente tenemos el talento senior que reivindicamos.
Si alguien tiene alguna duda de los cambios que se avecinan, le animo a imaginarse cómo será el homo techis que dejará para la historia al homo sapiens dentro de unos pocos miles de años. Y a activarse. No solo en defensa propia ante la digitalización y robotización. Toca ser creativo, porque además es más divertido.
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La filantropía (“amor a la humanidad”) va poco a poco caminando hacia la filantropía sin fronteras. Paradójicamente, siempre ha tenido un planteamiento mucho más local y menos ambicioso del que su propio nombre indica.
Compartimos un panel sobre innovación: “Nuevas fórmulas de participación ciudadana”. Nuestra aportación fue desde ángulo del compromiso social y las donaciones filantrópicas internacionales, como miembros en España de Transnational Giving Europe. Es una red de veinte grandes fundaciones en distintos países, que facilita las donaciones cuando el donante tiene un país de residencia diferente al de la entidad beneficiaria. El año pasado lo hicimos por un importe de 7,9 millones de euros, para 4.500 donaciones dirigidas a 314 entidades. Un 34% lo fueron en el ámbito social y de la cooperación al desarrollo, un 30% en el de la educación y un 15% en el del arte, cultura y patrimonio. Ejemplos de los primeros capítulos son los programas de la Fundación Rafa Nadal, que cuenta con donaciones procedentes de numerosos países apoyados en una gala anual; los de Burger King y sus franquiciados en apoyo de Room to Read ; o los de diversas Escuelas Internacionales de Negocios, cuyas becas se nutren también de donantes en todo el mundo.
Gracias a que las ideas de colaboración son más que sugerentes y a que ya hay sistemas avanzados que se han ganado la confianza, simplifican el pago y permiten usar la fiscalidad de cada país, este tipo de actividades están evolucionando hacia una mayor participación ciudadana directa. Por ejemplo, visitantes de un gran museo que realizan donaciones en el momento, independientemente de su país de origen, y que obtienen un certificado fiscalmente válido en su país. O campañas de personas físicas en apoyo a una entidad extranjera, cuyos donantes españoles también pueden aprovechar el tratamiento fiscal que ofrece nuestro sistema impositivo. Todo ello bendecido previamente por la AEAT, a la que presentamos dos consultas vinculantes antes de empezar a operar, porque la legislación fiscal española no está precisamente entre las más alineadas con las tendencias europeas sobre la libre circulación.
Como estamos cada vez más conectados, en la Fundación Empresa y Sociedad le damos una prioridad especial a explorar conexiones improbables. En este caso, entre arte, cultura y patrimonio y el resto de las áreas tradicionales de la filantropía. Entre inspiración emocional y ejecución racional. Entre grandes instituciones y ciudadanos de a pie. Entre ideas y tecnología. Partiendo de consultas que desaconsejaban algunas grandes instituciones españolas a las que pedimos consejo previo. No sé si por recelos entre lo legal y lo real. O sea, a contracorriente.
Más información sobre donaciones sin fronteras
Burbujas aparte, el emprendedor B2B de éxito será una de las pocas razas supervivientes en la sociedad envejecida que se avecina. Cuando se jubilen los “millennials” que se hayan mimetizado durante las próximas décadas como directivos de la empresa tradicional, solo tendrán vida propia los primeros. El
resto, vegetarán como su plan de ahorro actual y la menguante pensión pública les permitan. Pero vegetarán.
No es un tiro al aire. El centenar de emprendedores B2B punteros que hemos estudiado tienen un alto nivel de motivación en la vida (9,58 sobre 10) y en el trabajo (9,25), por encima de los habituales en estudios dirigidos a otros públicos. Su motivación principal es “mejorar la sociedad desde mi empresa”, seguida por “disfrutar con mi trabajo” y por “crecer personal y profesionalmente”. Dos de cada tres cuentan con programas de apoyo a ONG y proyectos sociales a pesar de ser empresas con dedicación intensiva. Tienen como prioridad “conseguir clientes empresariales”, por delante de “inversión” y de “visibilidad” y consideran más importantes las “empresas clientes” que los “inversores”. Sus áreas de interlocución favoritas para vender su producto son Desarrollo de Negocio, Marketing y Personas. Si añadimos que es habitual que hayan estudiado un MBA, trabajado en multinacionales de servicios profesionales y asumido el riesgo de pasar de la oficina de diseño al garaje, el disparo casual se acerca incluso a lo razonable. Y, aunque lo siguiente no lo sea, apuesto a que el virus que comparten garantiza que serán emprendedores en serie, o sea, empresarios en serie. Como los asesinos más buscados, pero en positivo.
El contraste cuando se sientan con la media de los directivos de las empresas más conocidas es tan evidente como paradójico. Hay ejemplos muy divertidos del día a día de lidiar con interlocutores encorbatados que están respondiendo a sus necesidades con soluciones anacrónicas y mucho más costosas de lo que hoy permite la sociedad, y que no se suelen haber planteado que no está mal mirar por la ventana además de verse en el espejo. Con un concepto de innovación todavía más basado en el procedimiento que en la disrupción y con unas áreas de compras que llegan incluso a pedir un peaje al emprendedor por el honor que les supone decir que tienen una gran empresa como cliente. En representación de una gran empresa que vive protegida en un rascacielos o en una ciudad corporativa blindada, que habitualmente no tiene vida en el mundo de los blogs y de twitter “por si acaso” y con una tecnología de segundo nivel comparada con la que sus propios empleados tienen en casa.
Pues este es el apasionante ecosistema del programa COMPRENDEDOR de la Fundación Empresa y Sociedad, que es un escenario portátil de aceleración de clientes para los mejores emprendedores B2B y de innovación colaborativa entre empresas y emprendedores a través de eventos abiertos y programas incompany. Sus eventos no dejan indiferentes a los que asisten. Incluso se empiezan a apuntar grandes empresas como público curioso que acaba enganchándose. Excepciones a la regla, en búsqueda de la ilusionante vida en el más allá de la empresa y la persona de siempre, que pronto dejará de serlo. En cuanto salgamos por sistema de las burbujas de cristal en las que vivimos.
Un mundo con más de 7.300 millones de personas, en el que la gráfica de edad de los países desarrollados es un rombo alargado que tiende a un cilindro y la de los países en desarrollo (más del 80% de la población mundial) una pirámide, plantea grandes desafíos. También económicos. Y empresariales.
Aunque los grandes cambios económicos tienen dimensión global, es posible que nos cuestionen más algunos datos más cercanos. En España la combinación de grandes números a un par de décadas vista es explosiva. Hoy somos un poco más de 16% de menores de 16 años y un poco más de un 45% de mayores de 45, con una edad legal de jubilación en poco más de 65 años. Un anacronismo, porque estos 65 años datan del siglo XIX, cuando la esperanza de vida estaba más cerca de los 40 que de los 50 años en el año 1900. Además, un jubilado de hoy, al que le suban la pensión pública un 0,25% anual, verá reducida su poder adquisitivo al 55% cuando viva los años que hoy indica su esperanza de vida. Y mientras la población envejece, el gasto en programas sociales públicos aumentará abruptamente.
Pero en algún momento despertará el sector privado. Todos menospreciamos la importancia de los mayores a nivel particular, como si cumplir años no fuera con nosotros. Hasta que empiezan a aparecer las primeras goteras tras unos años con canas, que pensábamos que eran un error estético de la madre naturaleza. Así que alguien se dará cuenta en el mundo empresarial y enseguida las grandes empresas empezarán a prestar atención al último tercio de la vida de las personas, cuyos gastos más importantes son los relacionados con la vivienda (40%) y la alimentación (20%), sin olvidar la salud y los cuidados, o el ahorro, incluyendo la planificación de todo ello a lo largo de la vida.
Triunfarán las aquéllas que mejor entiendan estas nuevas necesidades y permitan cubrirlas con innovaciones disruptivas que recorten drásticamente sus costes, gracias a la tecnología y a una comunicación emocional con componente intergeneracional. Eso sí, dentro de una década se habrá robotizado el trabajo repetitivo, los millennials representarán el 75% de las plantillas de las empresas y se entenderá el segundo trabajo no como el pluriempleo de nuestros padres sino como una nueva forma de trabajar tras la jubilación.
Tiempo de emprendedores. De todas las edades.
Una introducción al poder de los mayores como consumidores
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