ESPAÑA SIGLO XX: Santos Juliá
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Hace unos días, y con objeto de escribir una crónica sobre lo que ocurre en España, una corresponsal me planteó varias preguntas. Fueron éstas, que aquí van con las respuestas

1. ¿Por qué cuesta tanto en España “digerir” toda la época de la guerra civil y el franquismo? ¿Por qué cuesta tanto a la derecha tocar estos temas?
R.: La guerra civil y el franquismo han sido objeto de multitud de publicaciones de todo tipo, de una incontable cantidad de ciclos de conferencias, debates y congresos, han dado materia para muchas películas y series de televisión y, en fin, de numerosas series de fascículos coleccionables en periódicos y revistas. En ese sentido, creo que está “digerida”. Ocurre, sin embargo que cuando se mira hacia atrás con tanta intensidad como en los últimos años -no solo en España- las memorias son, necesariamente, conflictivas: hubo demasiadas muertes en las cunetas tanto en la zona controlada por los rebeldes como en la que quedó bajo poder de la República y las memorias tienden a honrar a unos y hacer invisibles a los otros: ocurre en la derecha, pero también en la izquierda.

2. ¿Le parece peligroso que se ponga en cuestión cómo se hizo la transición y que se quiera juzgar al franquismo?
R.: Poner en cuestión el pasado es propio de cada generación y, además de inevitable, es higiénico: las cosas pudieron suceder de otra manera y es conveniente no adornar el pasado con el aura de lo inevitable ni contarlo como un mito de los orígenes. El problema no es ese, sino que, en ocasiones, al poner en cuestión el modo en que ocurrió la transición, lo que se pretende es deslegitimar la sustancia, o sea, la Constitución misma. Y este sí puede ser un juego peligroso: la sociedad y el sistema político español podrían soportar una reforma constitucional –que por mi parte considero necesaria en el Título relativo a las autonomía y en algunos artículos que han quedado obsoletos- pero no es previsible que pudiera aguantar sin graves escisiones la apertura de un nuevo proceso constituyente o, como dicen algunos, de una segunda transición. Y por lo que respecta a juzgar al franquismo, treinta años después de la muerte de sus jerarcas, la vía penal no me parece la más adecuada. En todo caso, habría que seguir la vía de las comisiones de la verdad para dar cuenta de todo lo ocurrido en la guerra y en la posguerra

3. ¿Le parece que al final tanto la izquierda como la derecha no están listos para pedir perdón los dos, por lo que pasó en la guerra civil, o por lo menos para rememorar a los dos bandos?
R.:En los años sesenta y setenta del siglo pasado, la política de reconciliación defendida por el Partido Comunista, y la política de diálogo emprendida por grupos de católicos disidentes de la dictadura dieron lugar a la aparición de una nueva cultura política que facilitó el encuentro entre hijos de vencedores y vencidos e hizo posible la transición a la democracia. Ha sido después, a mediados de los años noventa cuando la reivindicación de sus mártires por la Iglesia, con ceremonias de canonizaciones masivas y su completo olvido de las víctimas que ella misma había provocado ha coadyuvado a alimentar las memorias de parte. La Iglesia católica, que sufrió una hecatombe en los primeros meses de la guerra, ha perdido una ocasión histórica para mantener el espíritu de reconciliación vivido durante la transición reconociendo públicamente la parte de responsabilidad que a ella incumbe en las matanzas ocurridas en zona rebelde y en la implacable represión de posguerra.

4. ¿Estima que el Estado tiene una asignatura pendiente con las víctimas republicanas en las fosas comunes?
R.: Sí, sin duda. El Estado está obligado por la Ley de enterramientos a hacerse cargo de la exhumación de cadáveres enterrados ilegalmente. Quizá si el PSOE no se hubiera enredado durante tiempo en la ley llamada de Memoria Histórica y hubiera respondido con diligencia desde el Gobierno, las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos a las demandas de exhumación presentadas por los familiares de las víctimas todo el actual conflicto entre jueces, en el que suenan los ecos de antiguos rencores y de rencillas personales mal resueltas, no habría tenido lugar.

Santos Juliá
Domingo, 25 de Abril 2010 10:32

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Editado por
Santos Juliá
Eduardo Martínez de la Fe
Santos Juliá es catedrático del Departamento de Historia social y del pensamiento politico en la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Durante las últimas décadas ha publicado numerosos trabajos de historia política, social y cultural de España en el siglo XX: República y guerra civil, socialismo, Madrid, intelectuales, Azaña, franquismo, transición y cuestiones de historiografía han sido los principales campos de su trabajo. Premio Nacional de Historia de España 2005 por su libro Historias de las dos Españas, ha editado recientemente las Obras Completas de Manuel Azaña en siete volúmenes y ha publicado Vida y tiempo de Manuel Azaña, 1880-1940. Escribe también, desde 1994, comentarios de política española en el diario El País.



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