INNOVACIÓN: Mónica Edwards Schachter


Innovar significa transformar conocimiento en algún tipo de valor. Pero existe la tendencia a pensar en una innovación de "primer orden" asociada a la generación y/o desarrollo de conocimientos científicos y tecnológicos que es la que "realmente" produce valor (sobre todo económico). En contraposición y fuera de las fronteras académicas, vibra una innovación "light" más emparentada al todo vale de la propaganda mediática, donde conviven sin conflicto los discursos políticos de la tríada I+D+i y el living innovation.



La cuestión reside en pensar cuáles son las fuentes de conocimiento de las que se alimenta la innovación para dar lugar a nuevos productos, a usos de nuevas fuentes de materia prima, la introducción de mejoras o nuevos métodos de producción o una nueva forma de mercadear, como decía Joseph Schumpeter hace ya mucho tiempo (1934). Y ya más en sintonía con las épocas actuales, habría que pensar en qué clase de conocimiento da lugar a innovaciones organizacionales, sociales y culturales. En este sentido, me complace compartir las profundas reflexiones realizadas hace poco por Javier Echeverría en un pequeño artículo que tituló Innovación sin ciencia

Como bien dice, "La ciencia es importante para la industria, pero muchas actividades industriales no están basadas en conocimiento científico, sino en otras modalidades de conocimiento. La enseñanza de la ciencia también es importante, pero la cultura innovadora requiere de otras habilidades y destrezas, algunas de ellas basadas en las artes, las humanidades y las ciencias sociales, que han sido las hermanas pobres de las políticas científicas".

"Los sistemas de innovación (locales, regionales, nacionales) son más complejos y abigarrados que los sistemas de I+D. No hay innovación sin conocimiento, pero hay conocimientos no científicos que generan importantes innovaciones, en particular innovaciones sociales y culturales. Como bien sabe la CEPAL de la ONU y su programa de innovación social, que tiene gran éxito en América Latina, las fuentes de la innovación social y cultural son muy diversas y muy pocas provienen de los laboratorios científicos. Sólo una parte ínfima de la innovación social está basada en conocimiento científico. Es cierto que la ciencia ha generado mucho desarrollo tecnológico e importantes innovaciones. Sin embargo, ni toda la tecnología proviene de la ciencia ni tampoco todas las innovaciones. Otras modalidades de conocimiento también son fuentes de innovación, por ejemplo las artes (Picasso, Almodóvar), las humanidades (J. Rowling y su Harry Potter), la música (los Beatles) y, last but not the least, los conocimientos generados por los pueblos indígenas. América Latina no es la vanguardia en la innovación tecnológica basada en conocimiento científico, pero aventaja a otras muchas regiones del mundo en la innovación oculta de la que habla el NESTA británico. Dicha institución contrapone la innovación basada en conocimiento científico a la hidden innovation (innovación oculta) que no suele ser contabilizada por el Manual de Oslo ni por el de Bogotá, pero que sin embargo existe, y sigue creciendo. Lo notable es que el Gobierno británico ha hecho suyas estas tesis, incorporándolas como una aportación estratégica relevante al Libro Blanco sobre la innovación en el Reino Unido, el informe i[Nation Innovation (2008)"]i

En esto de la innovación el conocimiento puede provenir de científicos, tecnológos, ingenieros y sus correspondientes y menos difundidas homólogas femeninas pero también de los propios usuarios/as y distribuidores del conocimiento, que Echeverría llama la sociedad civil del conocimiento, por oposición a la preponderante versión aristocráctica.

"En Gran Bretaña distinguen el sector público, el sector privado y lo que allí denominan el tercer sector, compuesto por organizaciones no gubernamentales, movimientos sociales, ecologistas, cooperativistas, comunidades solidarias e incluso algunas variantes del emprendizaje social tan publicitado en los últimos años. Conviene expandir esta distinción, que surge de las sociedades industriales, a las sociedades iberoamericanas de la información y el conocimiento. Habría entonces tres sectores del conocimiento: el público, el privado y un tercer sector complejo y variopinto, la sociedad civil, que también genera innovaciones relevantes".

Aquí me vino a la cabeza un artículo reciente que he leído de Björn Asheim donde hace referencia a las bases de conocimiento diferenciadas para innovar, incluyendo el papel del conocimiento explícito y tácito, clasificándolas en tres tipos: analítica, sintética y simbólica.

La fuente de conocimiento analítico hace referencia a escenarios industriales en los que cobra relevancia el conocimento científico (generalmente explícito) y en los que la creación de conocimientos se basa a menudo en modelos formales, poniendo como ejemplo la biotecnología y la nanotecnología. Aquí cabría el conocimiento generado en la visión tradicional de los departamentos de I+D, en las universidades y en centros de investigación.

La base de conocimiento sintético hace referencia a la ubicación industrial, a través de la aplicación de conocimientos existentes o por medio de nuevas combinaciones de conocimiento, incluyendo la participación de clientes y proveedores. El conocimiento no se crea tanto a través de la abstracción y la deducción sino a través de la prueba, el ensayo y el error y el conocimiento tácito, el know-how adquiere mayor relevancia.

La base de conocimiento simbólico, dice Asheim, reside en los atributos estéticos de los productos, en la creación de diseños e imágenes y la cultura en sentido general. Considera que existe una mayor dependencia del conocimiento tácito, de destrezas y habilidades prácticas especializadas más en la interpretación de símbolos culturales en lugar del procesamiento de la información.

Una industria como el cine, por ejemplo, produce innovaciones con bases de conocimiento simbólica y sintética, aunque ello no quita que desde la base analítica provenga alguna apuesta radical. Esto quiere decir que , en la práctica, las fronteras entre las distintas fuentes de conocimiento son más "difusas", dependiendo mucho del tipo de industrias o sector de actividad que se lleve a cabo.

Lo importante, y con esto vuelvo a lo que afirma Echeverría, es que los estudios de innovación deberían tener en cuenta las propuestas y resultados que provienen de la sociedad civil del conocimiento, tradicionalmente silenciado en los estudios de I+D. Las políticas de innovación deberían considerar la diversidad de fuentes de conocimiento que generan valor porque la "i" minúscula de la I+D+i es mucho más extensa y diversa que la que surge de la investigación científica e incluso a veces no tiene ninguna relación con ella. Como bien dice Echeverría "Hay mucha innovación sin ciencia, que también hay que detectar, analizar y promover".


Referencias para leer algo más ...

Asheim, B. T. (2007). Differentiated Knowledge Bases and Varieties of Regional
Innovation Systems. Innovation – The European Journal of Social Science Research, 20,
3, 223-241.

Asheim, B.T. (2007). Sistemas regionales de innovacion y bases de conocimiento
diferenciadas: Un marco teorico analitico. En Buesa, M. y Heijs, J. (Eds.), Sistemas
regionales de innovacion: Nuevas formas de analysis y medicion. Fundacion de las Cajas
de Ahorros, Madrid, 65-89.


Redactado por Mónica Edwards el Jueves, 22 de Julio 2010 a las 08:13 | Comentarios



Editado por
Mónica Edwards
Monica Edwards Schachter
Mónica Edwards Schachter es investigadora, educadora, consultora, escritora y emprendedora, aunque prefiere definirse como una mujer apasionada por aprender y compartir proyectos para mejorar el mundo. Doctora Cum Laude por la Universidad de Valencia con la tesis doctoral ‘La atención a la situación del mundo en la educación científica’ (2003) y Especialista en Proyectos de Ingeniería e Innovación por la Universidad Politécnica de Valencia (2006). Es Ingeniera en Electrónica, Licenciada en Matemática y Física y posee Diplomas de pos-grado en Gestión del Conocimiento por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (México) y Planificación, Gestión y Evaluación de Proyectos Educativos (Universidad Nacional de Córdoba, Argentina). Con más de 20 años de experiencia en formación y consultoría, ha participado en más de 20 proyectos de investigación a nivel nacional e internacional. Es autora y co-autora de más de un centenar de publicaciones, entre libros, capítulos de libros y artículos en prestigiosas revistas científicas en temas de innovación tecnológica e innovación social, innovación colaborativa, empoderamiento, living-labs, innovación educativa, educación científica y desarrollo y evaluación de competencias, especialmente creatividad, innovación y emprendimiento. Ha recibido seis distinciones literarias en poesía y en 2004 le fue concedido el segundo premio en el Concurso de Ensayo Manuel Castillo (patronato Nord-Sud de la Universidad de Valencia) con la obra “Redes para la Paz”, publicado en 2007 por el Seminario Gallego de Educación para la Paz y la Fundación Cultura de Paz.




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