NEGOCIACIÓN: Blas Lara

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En numerosas circunstancias de la vida el no prepararse para un encuentro es absolutamente injustificable. A veces es inmoral.
Prepárense seriamente para negociar. Acorten si fuera preciso el tiempo de la propia negociación y empléenlo para prepararse.]b
En su lenguaje conceptista, que se ha de leer sin prisas, Baltasar Gracián, nuestro Maquiavelo español, ilustra el tema de la preparación con espléndidas sentencias


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Gracián: Hacen algunos mucho caso de lo que importa poco y poco de lo que mucho … El sabio piensa que hay tal vez más de lo que piensa. La Verdad siempre llega la última y tarde, cojeando.

Busquemos la información que conviene. Estudiemos la situación a fondo y con cuidado. No todo es evidente. Ni es cosa fácil dar con lo esencial de los en-juegos y las actitudes del Otro.
Escojamos si es posible el momento y el lugar de la confrontación.

Sun Tse : Un ejército victorioso acumula ventajas en su favor ya desde antes de haber comenzado la batalla. Entre los generales que brillaron en tiempos pasados, la lectura y el estudio precedían a la batalla y les preparaban para ella.

Gracián: Hombre sin noticias, mundo a oscuras. No pensando se pierden todos los necios. Nunca conciben en las cosas la mitad, y como no perciben el daño o la conveniencia, tampoco aplican la diligencia.
Sondeos estadísticos han demostrado que las dos primeras características del negociador excelente son el cuidado con que preparan la negociación y el conocimiento del dossier.

Gracián: No hay más dicha ni más desdicha que prudencia o imprudencia.
Si las cosas salen mal, no hay que echar la culpa ni al azar ni a otras personas. Si perdemos, en muchísimas ocasiones, nos lo hemos ganado el perder por falta de visión y precaución a tiempo.

Atrapar las ocasiones y saberlas crear
La mayoría de la gente, a lo largo de su vida, pasa al lado de posibilidades fantásticas sin ni siquiera apercibirse. Como un perro en la Galleria degli Uffici de Florencia pasa delante de La Primavera de Boticelli, sin enterarse de la maravilla que tiene ante sus ojos caninos. Saber descifrar el entorno y los acontecimientos clave del momento, es cosa y es privilegio de pocos.
No ir a la rastra de los acontecimientos. Anticipar el momento y la manera de negociar. No dejarse sorprender, sin tiempo para reaccionar adecuadamente, es decir, con la preparación conveniente.
Pero la vida no nos deja tiempo para prepararnos. Hay que procurárselo. No reaccionar de súbito e intercalar pausas.

Siempre es recomendable la preparación remota.
Es decir estar atento y vigilante, saber escrutar el entorno para verlas venir, para no dejarnos sorprender ni dejar escapar oportunidades. Hay evoluciones de las personas y de las situaciones que son previsibles.
Preparación remota para la negociación quiere decir también cultivar reflejos, integrar réplicas instantáneas correspondientes a los diferentes tipos de invasiones, agresiones, latentes o claras. Al ataque por sorpresa. Dotarse de una panoplia de armas de uso instantáneo, tanto defensivas, como si hace falta ofensivas

Pero la vida no puede ser una sucesión de partidas de ajedrez con los otros
No se ha de preparar uno hasta para ir a comprar calcetines en el Corte Inglés.
Por otra parte no ser cándido en el trato con los amigos más próximos es algo que incomoda la sensibilidad. Tampoco se ha de preparar uno para hablar con sus padres.
En el caso banal de la compra de un par de calcetines, preparar sería un sinsentido; en el caso de padres y amigos, preparar es por lo menos una falta de elegancia ética. (Cuidado sin embargo. ¡Hablar con los hijos es otra cosa!)

¿Y de qué sirve prepararse con tanta diligencia, si después, cuando llegue el momento del encuentro, todo puede irse al traste por mil circunstancias imposibles de prever?

Una de esas batallas históricas que han decidido el destino de Occidente fue la batalla de Salamina. De ganarla, el imperio persa se hubiera adueñado de Grecia, llave del Mediterráneo. La flota del emperador persa Jerjes era, numéricamente, cuatro veces superior a la de los griegos. La batalla se presentaba extremadamente desfavorable para la flota griega.
Herodoto cuenta que el general ateniense Temístocles, tras haber preparado minuciosamente el lugar y el momento de la confrontación, incluyendo la desinformación y toda clase de artimañas estratégicas, arengó a sus hombres diciéndoles: “Ya hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos. Ahora nuestro destino reposa enteramente en la voluntad de los dioses”. Y la inteligencia de Temístocles y el buen placer de los dioses fueron decisivos para la victoria.

Hubo sin embargo momentos en la Historia en los que, a pesar de una larga y cuidadosa preparación, no tornaron tan bien las cosas. Se dice que Felipe II tras el desastre de la Armada Invencible contra Inglaterra reaccionó con estas sabias palabras:"Yo no envié mis barcos a luchar contra las tempestades”.
Las divinidades pueden decidir que la negociación nos salga mal por causas imprevistas. Pero somos responsables ante nuestra empresa o ante nuestros gobernados si no hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos.

No sería justo exigir en cada caso los mejores resultados del negociador, como tampoco del decisor político. Lo que sí se les puede exigir a ambos es que tanto la negociación como la decisión sean minuciosamente preparadas. Tanto el decisor político, como los negociadores ordinarios, somos responsables de los malos resultados si no hemos realizado precedentemente un trabajo de buena preparación. Preparación quiere decir, un buen análisis de la situación, de las opciones, de los intereses, de las alternativas, etc.

El hombre de acción, el ejecutivo, tiende a preferir la acción al pensamiento.
No es raro que la gente de poder llegue a la negociación negligentemente preparada, con el pretexto de que tienen cosas más importantes que hacer. Como si hubiese muchas ocupaciones más importantes que la de negociar.
Lo inaceptable, lo inmoral es que una persona responsable de una institución política o económica juegue con el porvenir de sus subordinados decidiendo y negociando con frivolidad. El porvenir de sus subordinados no es su propiedad, sino que él está en el cargo para servirles.

ConcluimosAcorte si es preciso el tiempo que destina a negociar y empléelo para prepararse a la negociación.
No preparar la negociación es un error. El aducir que se tiene mucho que hacer y ningún tiempo para preparar. Es muchas veces una excusa con la que ocultamos la pereza para pensar. Un dirigente político que por pereza o por engreída creencia en su carisma y superioridad personal, no prepara sus decisiones, no es digno de ejercer el poder. No lo merece.

Blas Lara Lunes, 1 de Noviembre 2010 - 17:19

Considero de primera necesidad levantar una cruzada social contra los abusos en el ámbito de la salud. Ahí sí que se pisotea de verdad la dignidad de las personas.
Precisando: se violan los derechos inalienables del paciente a la información y a la codecisión. El miedo tapa las bocas de los pacientes. Hay que exigir que Sanidad se ocupe de vigilar el respeto a unas normas éticas por parte del personal sanitario. De verdad y no sólo sobre el papel.



Un indignante juego de interacción

Acabo de conocer el caso de una señora de alto nivel de formación, ya entrada en los setenta, a la que ha tratado con arrogancia increíble un joven doctor negándose a la informarla e impidiendo así que ella pueda participar en las decisiones terapéuticas que le conciernen. No entraré en los detalles porque no es el caso.
Contra esta trasgresión, que está muy lejos de ser caso único, me sublevo y me rebelo con toda la fuerza de mi alma. Estas trasgresiones de los derechos individuales me parecen muy graves y el denunciarlas es más urgente que denunciar las trasgresiones de los derechos políticos. A la señora que menciono, ¿qué más le da que sea Zapatero, Sarkozy o Berlusconi el que gobierna el país? Lo que le importa más que todo es que el médico la atienda como a una persona cultivada que es y que se respeten sus derechos fundamentales.

El derecho a la información y a la codecisión son derechos del enfermo, respaldados ética y jurídicamente por un contrato implícito entre paciente y médico. Y antes que nada son derechos que emanan de la dignidad de la persona humana. Porque el paciente que acude al médico no trae un automóvil a reparar, sino que trae su cuerpo, su vida.
Al médico se le exige más que a un técnico. Se deposita en él una confianza última, al ponerse enteramente en sus manos. Pero que no pidan los médicos fe absoluta en todas las circunstancias. Sabemos de sobra que la medicina a fin de cuentas perderá todas las batallas. Así ha de ser. La ciencia médica tiene unos límites que los médicos verdaderamente sabios conocen y reconocen.

La tentación del poder

En la labor técnica del médico frente a su paciente hay que distinguir dos aspectos. El más evidente es el que deriva de los conocimientos específicos de la ciencia médica. Pero hay otro trabajo intelectual que lógicamente le precede, y es el proceso metodológico que gobierna las fases de diagnóstico y de prescripción terapéutica. Esa fase tan importante, no es específica ni mucho menos a la práctica médica. Se trata de un proceso de resolución de problemas, que por muy esencial que sea en el diagnóstico y en la terapia médica, lo hallaríamos también - exactamente el mismo -en otras profesiones. El hecho de que existan personas que saben enfocar y buscar soluciones tan bien como los médicos, justifica ampliamente su participación a un proceso que tan de cerca les concierne. Participación, o mejor dicho, codecisión entre el médico y un paciente cualquiera, con tal de que por teoría y por experiencia esté capacitado y lo desee. (Entiendo por codecisión, decisión conjunta entre médico y paciente, no sólo puntual para descargarse de responsabilidades a la hora de una operación quirúrgica, sino permanente a lo largo de las fases del proceso clínico).

Condiciones previas para la codecisión proporcionada

Las condiciones previas son:
Primero. Que el paciente disponga de las informaciones que vayan apareciendo a través de la exploración, análisis y pruebas relativas a su caso. Sin esas informaciones no podría participar a la decisión. Y que quede claro que nadie tiene más derecho que el paciente a la información sobre su propio cuerpo. Una información que además paga.

Segundo. Se trata de una exigencia, un requisito: Que el paciente disponga de los elementos de formación suficiente para desenvolverse en la semántica médica. Es frecuentemente el caso, gracias a entre otros a internet y a una difusión mayor de los conocimientos médicos entre personas de cierto nivel cultural. La codecisión que reclamo debe ser proporcionada a esos conocimientos. El médico no tiene que ser un profesor de medicina.

Un obstáculo: el miedo a la claridad

Lo más importante que se ha de apuntar aquí es que hay médicos que temen que se les pueda enjuiciar en su real valor profesional. Para evitarlo envuelven conscientemente sus palabras en el misterio de una terminología oscura. (¡ Y qué satisfacción para algún histérico paciente la de padecer de una dolencia con un nombre exótico a consonancia anglosajona o tal vez griego!). Otra maniobra con la que se protegen algunos médicos es la de crear distancias. Para ello interponen al paciente barreras de enfermeras jefes y subjefes, secretarias y ayudantes. Misterio y distancia, son dos viejas artimañas empleadas por la alta dirección de las empresas en las relaciones con sus subordinados. Un fenómeno que se está extendiendo en el mundo de la medicina, paralelamente a la tecnificación. Cuando debiera ser al revés. Debiera haber más tiempo para ocuparse de la dimensión humana de la tarea.

Pero ese fenómeno del alejamiento entre médico y paciente no tiene nada de extraño. La medicina está corriendo el peligro de dejar de ser una vocación para convertirse en una empresa, en un comercio. Un comercio en el que demasiado frecuentemente se vende aire. Esa es la verdad. Por más que seamos infinitos los ex pacientes agradecidos a nuestros amigos médicos y a la medicina contemporánea. Una ciencia que tanto debe, todo hay que decirlo, al generoso y nunca bien remunerado trabajo de hombres de ciencia en campos como la biología y la física.

Otro obstáculo: el maldito dinero

Muchos médicos no informan al paciente, o no lo informan suficientemente, porque compartir información y explicar las decisiones toma tiempo, y ellos no pueden perder tiempo. Nunca más verdad aquello de que “time is money”. En esta profesión médica como en otras, el dinero está socavando valores, carcomiendo las profesiones. No hay justificación económica posible para que algunos profesionales de la medicina ganen miles de dólares por hora. Frecuente, amigo lector. (Ni que fueran prostitutas o futbolistas). Ni hay tampoco se justifica que midan y escatimen por razones de tiempo, léase de dinero, las explicaciones debidas y la motivación del paciente para que siga la terapia que se le propone. Hay que explicar, porque, finalmente, eso de la infalibilidad sirve para la gente con fe de carboneros. Y exigir una fe ciega es arrogancia estúpida e infundada. Y falta de respeto a las personas.

Precisiones finales

Un deber de justicia es poner las cosas en su punto y evitar generalizaciones.
El paciente de que hablo es una persona excepcionalmente cultivada e inteligente, pero en situación de inferioridad a causa de sus dolencias.
El médico al que me refiero, pequeño dios de una clínica, es un personaje excepcionalmente arrogante. Luego, probablemente, poco inteligente.
Pero hay un gran pero. Ni todos los pacientes cumplen las condiciones requeridos para entrar en un proceso de codecisión plena. Ni todos los médicos son arrogantes.
Lo grave que es que estas situaciones de violación de derechos elementales, lleguen a poderse producir. Algo falla o falta en los contrapoderes sociales.
Porque no hay que olvidar que las tentaciones del poder y del dinero son tan difícilmente resistibles como el apetito sexual.
Ultima nota: Que Sanidad vigile el respeto a la ética en la práctica médica. Y que sancione severamente las trasgresiones. Es una urgentísima necesidad. Más que ocuparse de los hábitos sexuales de los ciudadanos. Por favor.
Blas Lara Viernes, 1 de Octubre 2010 - 00:16

Artículos

¿Negociar, cortar, dejar correr?¿Quién se ha creído que las enésimas sesiones actuales de negociación convocadas por Obama traerán la paz final entre israelitas y palestinos? En el seno de la familia como en la política o en las relaciones de trabajo, es bueno saber en qué casos y momentos hay que cortar en seco. No siempre se puede saber de inmediato. Y es necesaria una buena dosis de lucidez para saber cuándo es oportuno cortar. Las reflexiones que siguen pueden ahorrarnos tiempo y quizás decepciones y sinsabores.


Negociar

La negociación, en el sentido estricto de término, se aplica en situaciones en las que se intercambia algo concreto, positivo y tangible (una casa, una empresa, un coche, una patente de fabricación, et.).
Pero también se negocia para crear ambientes de buena voluntad que permitan llegar a un modus vivendi en la pareja o en la oficina, o entre países aunque sólo sea para un ir tirando. Es parte del negociar, el hacer aceptar ideas y facilitar acercamientos de voluntades que hagan posibles la convivencia y eventuales futuros intercambios. Pero hay que subrayar que sin una convergencia aunque sea mínima en una base de ideas o de valores comunes aceptados por ambas partes, no hay apalancamiento posible para negociar, ni hay cimientos para construir nada serio y permanente.

En las escenas políticas nacional e internacional

Estamos viviendo largos y penosos conflictos que requerirían negociación. El lector los conoce de sobra y citar ejemplos sería más que superfluo. Lo que hay que ver y examinar es si en tal o tal situación particular y concreta la negociación es pertinente o si negociar en esas circunstancias es perder el tiempo.
La pregunta sobre la oportunidad de continuar negociando se plantea también, frecuentemente, en el ámbito de la familia, entre marido y mujer, padres e hijos. O si hay que plantarse de una vez.
¿Hay que zanjar o seguir prolongando situaciones de conflicto latente? Ejemplo: en prolongadas situaciones de tensión que terminan en divorcio.

« CASOS BANALES DE NEGOCIACIONES INUTILES »

Cuando el objeto disputado es único e indivisible
En una negociación económica habitual, como la venta de una casa, la compra de un automóvil de segunda mano, etc.,…, no sólo el dinero es negociable, sino que pueden incorporarse en el paquete ciertas ventajas laterales (garantías, facilidades de pago, etc.) como objeto de intercambio. Es decir que el objeto no es único. Y el dinero admite más y menos, es decir es fraccionable.
Pero la negociación es imposible cuando el “enjuego” es único e indivisible. Un ejemplo muy simple- Si dos mujeres se enfrentan por conquistar a un hombre (o viceversa dos hombres por una mujer), alguien ha de ganar, y alguien tiene que perder. O alguien flaquea, o no hay arreglo ni negociación posible. La persona no se parte en dos. Lo mismo sucede en problemas de independencia regional en los que se plantea una situación parecida de indivisibilidad del núcleo de enjuego principal. O es sí a la independencia o es no.

Negociaciones huecas
Otro caso de negociación inútil se presenta cuando los enjuegos están realmente huecos. Si el Otro no tiene nada que dar, tú no tienes nada que ganar por mucho que negocies. Inversamente, si no tienes nada que dar, porque el Otro no necesita de tí, - porque quizás haya un gran desequilibrio de poder; en ese caso el contendiente poderoso, si es lúcido e inteligente, no perderá su tiempo contigo y sería vano que insistas en negociar. En esas situaciones, los procesos de negociación son de por sí carentes de sentido.

« ¿SON INFRANQUEABLES LOS OBSTACULOS A LA NEGOCIACION? »

Lucidez
Empecemos por encontrar las verdaderas raíces del problema que no siempre son aparentes. Por supuesto que hace falta lucidez para saber lo que uno y otro realmente pretenden. Así como también para descubrir dónde se halla el núcleo duro de las resistencias reales para que cedan una u otra de las partes. Calibremos por tanto el espesor y consistencia de esas dificultades.
Toda negociación encierra un núcleo central que justifica el que se discuta o se dispute. No siempre resulta fácil identificar dónde está. Sin embargo podemos reducir la problemática al siguiente dilema: Las dificultades o son objetivas, es decir, debidas a una situación problemática, o son subjetivas, es decir, debidas a la idiosincrasia de las personas intervinientes.

Pura filosofía: No todos los conflictos tienen solución negociada
Es un grave error filosófico pensar que todo conflicto tiene solución negociada, estable y permanente. No es así. Al contrario, las necesidades y apetitos de los hombres, que siempre están ahí, nos llevan forzosamente a la competición y a la confrontación. A ello hay que añadir las dificultades de la comunicación entre las personas.
Sólo la racionalidad, la ética, el amor en sus diferentes formas, la civilización, la cultura, la ley y las instituciones, son capaces de limitar el enorme potencial de conflicto entre personas y grupos.

No nos ocuparemos hoy de cuándo es posible negociar y menos aún de cómo habría que hacerlo en cada caso.
Vamos a restringir nuestro cometido. Analizaremos más modestamente cuándo vale más quitarnos de la cabeza la idea de negociar. Porque si las dificultades para negociar fructuosamente fuesen infranqueables, sería vano insistir. En nuestra propia experiencia de vida, todos nos hemos topado con casos en los que es inútil, contraproductivo y poco inteligente persistir en querer negociar.
Y aviso al lector que al escribir estas líneas estoy pensando en situaciones muy concretas y reales. Pero le dejo a él imaginarlas y aplicarlas a su situación (en Iberoamérica, en España, en EE UU, o en otros países) a medida que expongo mis posiciones de principio.

Un esquema simplificado
Permítaseme un pequeño salto especulativo. En la estructura de la persuasión, o de la resolución conjunta de los problemas, subyace un silogismo implícito. Ni que decir tiene que las argumentaciones de la vida real nada tienen que ver con los silogismos. Pero si analizamos los procesos discursivos siempre son reductibles a la estructura lógica elemental del silogismo.

Un ejemplo simplista pero fácil de entender:
Mayor: Se ha de condenar al que vulnera los derechos legítimos de un pueblo
Menor: En el caso de X (léase el país que se quiera) hay violación de los derechos de un pueblo
Conclusión: Luego …

Bajo la premisa mayor de ese silogismo hipotético e implícito subyace un principio universal, ley o norma, considerado como aceptable por todos, y consiguientemente por las partes contendientes.
La premisa menor es un enunciado en el que se enjuicia y califica una situación particular, un estado de cosas que es el contexto de la negociación.


Para que el silogismo tenga vigor lógico es condición sine qua non, que se apalanque en ciertas coincidencias entre los actores: A saber:
a) Que existan valores, principios éticos, sentido de la justicia, etc. que puedan ser invocados como la premisa mayor implícita en nuestro razonamiento porque son comunes a las partes.
b) Que las dos partes acepten el enunciado de la premisa menor como reflejo de la situación. Lo que supone que los mismos datos y hechos, sean interpretados con objetividad por las dos partes. Si las interpretaciones fuesen radicalmente opuestas – ver caso Israel y Palestina en Gaza, el ataque a la flotilla, etc. – es que alguien, o los dos, se apartan de la objetividad en virtud de a prioris subjetivos. Así no hay manera de entenderse.

Cuando no hay coincidencias posibles
En otro artículo, expusimos la necesidad absoluta que tiene el individuo de basarse en esquemas de pensamiento preexistentes y heredados para poder interpretar los hechos y mucho más las situaciones sociales e históricas. De esas herencias trasmitidas por las culturas dependemos absolutamente. En caso de visiones culturales antagónicas es imprescindible una dosis de espíritu crítico, es decir de inteligencia, es decir de relativismo cognitivo. No hay esperanza de llegar a enjuiciar la situación de manera objetiva y mutuamente aceptable si les falta a los oponentes un gramo de relativismo para cuestionar sus propias bases de razonamiento y admitir lo que en el Otro pude haber de objetivo, “la parte de razón del Otro”. (Casos: de nuevo el conflicto israelo-palestino, los nacionalismos irredentistas, el jacobinismo, etc.)


« CUANDO EL OTRO HACE LA NEGOCIACION IMPOSIBLE »

La negociación es imposible cuando existe una gran distancia, un foso, entre A y B, y ese foso es infranqueable. No hay puente levadizo que valga, por el que pudieran pasar las razones más concluyentes o los sentimientos o emociones (positivas o negativas) más intensas que ayudarían a persuadir.

¿Qué actitudes personales lo impiden?

a) Los ciegos
Los fanatismos religiosos y los fanatismos políticos impiden la relativización de las propias posiciones.
Y eso es muchas veces un problema de formación o de inteligencia. La inteligencia y el desarrollo mental es proporcional a la capacidad de poner en cuestión los propios constructos mentales, los juicios y los valores. En el capítulo de la ceguera entran en primer lugar los fanatismos religiosos e ideológicos. También las actitudes radicales como el machismo o el feminismo. Faltan la formación y/o el grado de inteligencia necesario para cuestionar y sobrepasar sus propios presupuestos. De igual manera la infatuación de algunos profesores, médicos, jueces, y de otros que detienen indiscutibles posiciones de poder sobre los demás, les inhabilita para cuestionar los presupuestos en que basan su sistema de juicio y de valores.

b) Los que no quieren ver por mala fe
Estemos igualmente atentos a la mala fe. Es cosa distinta a la ceguera. Estar en posición de cuestionar y sobrepasar sus propias premisas puede ser un problema de buena fe. Porque la gente prostituye con frecuencia la verdad a los propios intereses. Sin embargo, al que es de buena fe no le ciegan los intereses.
Sí que hay gente con mala fe. Una mala fe tan clara evidente y desvergonzada como la que exhiben algunos personajes en los debates televisivos. (En España hay algunos ejemplares de mala fe sistemática en la emisión 59”, mala fe que demuestran con la cínica utilización de la mentira, las falacias lógicas, las desviaciones partidistas en la presentación e interpretación de hechos, la argumentación “ad personam”. Y otras sórdidas maniobras dialécticas).

c) Los egoístas incapaces de pensar en los demás
Nada, ningún intercambio, se puede esperar del Otro cuando nada lo mueve, ni razones, ni ética, ni sentimientos, sino que es sólo apetito de la ganancia personal lo que le motiva. No hay que perder el tiempo con esos voraces individuos.

d) Los que vienen con malas intenciones
¿Quién puede aceptar negociar con alguien que viene con malas intenciones abiertamente o de manera camuflada?


« Y CUANDO NEGOCIAR ES INSENSATO … ¿QUE HACER? »

Hay veces en que se aconseja abrir el juego de la negociación con aperturas lentas, con cesiones limitadas y cautelosas para explorar si existen en el Otro disposiciones reales de buena fe y de inteligencia sobre las podremos apoyarnos más adelante. Vale. Pero sabiendo de antemano que hay personas con las que no sirve aquello tan cristiano de “donde no hay amor, pon amor y encontrarás amor”.
En toda circunstancia es preciso determinar lo antes posible si las dificultades para negociar son invencibles o no. Si no lo son, especialmente a causa de la persona que tenemos enfrente, el juego de la negociación tal como se nos presenta, no puede ni debe ser aceptado. Y entonces cortar por lo sano.

Por consiguiente, una de dos opciones se nos abren:

1. O abandonar una batalla en la que sólo se puede perder o en la que nada hay que ganar. Y aunque teóricamente hubiese algo que ganar, hay que alejarse sin dilación cuando se está convencido de que el Otro, por ceguera o por egoísmo, nunca abrirá la mano para ceder.
2. O la solución de la firmeza. (No hablo de violencia física). Hay quienes no entienden otro lenguaje que el de la fuerza o el despliegue del poder. ¿Qué se puede obtener de ellos con razonamientos o apelando a valores, a principios éticos, a la equidad o a los buenos sentimientos?

¿DEJARSE HACER?

• El “buenismo “con los vecinos molestos -y eso tanto en la política como en la vida- no es sano relativismo, es flojedad y tiene malos efectos. Relativismo y apertura muy bien, pero con energía para que el Otro no abuse. El diálogo, la tolerancia y la comprensión, y hasta el concepto cristiano del amor al prójimo, son actitudes perfectas, pero tienen un límite. A la larga nunca se arregla nada con el espíritu de Munich, cuando el adversario es fanático, tiene mala fe, etc. (El ejemplo histórico de las negociaciones sobre los Sudetes de Chamberlain y Daladier ante Hitler en 1939 lo demuestran. Cediendo no consiguieron sino retrasar la guerra de unos semanas).

Cuando existe una gran diferencia de poder, en nuestra vida de todos los días, por ejemplo ante un médico, ante un funcionario público, un gendarme, etc., lo más prudente -y frecuentemente lo único que puede hacer -, es someterse e ir tirando para evitar males mayores. Los espíritus superiores no se doblegarán en su interior ante los abusos del poder, pero se someterán en apariencia porque tampoco hay que amargarse la vida con combates inútiles.

• Otros casos de figura se presentan en el seno de la familia. Por ejemplo, cuando contra toda lógica, justicia y razón algunos padres, particularmente algunas madres, se someten a todas las voluntades de un hijo. En ese caso se someten porque sólo cuenta la razón del amor. ¿Tienen razón? Es una ley general de vida que la biología corfirma:" las generaciones precedentes sobrepasen con mucho en altruísmo (inversión afectiva) a la generación siguiente". Completamente normal.
Blas Lara Viernes, 17 de Septiembre 2010 - 09:22

En algunos momentos de nuestra Historia ha existido, como existe hoy también, una sediciente cultura en clara connivencia con determinadas ideologías políticas. La finalidad es domesticar las masas y arrinconar a la opinión disidente. Para ello, los medios de comunicación no dudan en fabricar imágenes e interpretaciones distorsionadas de la realidad social. Esa cultura instrumentalizada por la política es claramente antidemocrática en sus contenidos y en sus finalidades. Blas Lara




Cultura
Entendámonos. En su sentido amplio, la palabra cultura recubre un conjunto de interpretaciones del mundo y, sobre todo, de pautas de comportamiento. El hombre necesita orientaciones en su vida de todos los días para posicionarse, decidir y actuar en un mundo complejo y azaroso. Si además religión y cultura entran en alianza, la independencia del individuo deviene casi ilusoria y la emancipación personal requiere un esfuerzo titánico del que muy pocos son capaces.
En un sentido restringido, la cultura de una época son sus modos de lenguaje, su música, su arte, su saber literario. En fin, lo que siempre se ha entendido por cultura "in recto".

La nueva sociocultura
Digo siempre, porque ahora la cultura se ha convertido en un ectoplasma, una "doxa" colectiva, un estado de opinión, una "sensibilidad" como dirían algunos. En la gran paellera de la cultura nueva se ha echado de todo: En primer lugar una buena dosis de relativismo nietzscheano para eliminar el gusto rancio de los valores tradicionales. Relativismo moral pero no negro y nihilista, sino muy aligerado con la frivolidad, la movida; más diversión, más ecoturismo, un bouquet de dogmas políticos, una dosis de candoroso buenismo en política interna y externa, y ante todo nuevos y simplistas credos democráticos. Todo ello removido y agitado por algunos medios de comunicación televisivos y radiofónicos.
De esta manera, lo cultural, en su versión de contrabando, se convierte en político-socio-cultural.
A esta nueva forma de cultura, la llamaré “neocultura” para entendernos. Se venden como cultura, un cine que de ninguna manera refleja nuestra realidad social, la tontería intrascendente de muchos programas de televisión y una banalidad sin límites en el lenguaje, tanto en los medios como en la calle, en subasta permanente para ver quién es el más grosero. Ese será el más gracioso y el más listo. A la altura de los niños de siete años dándoselas de mayores en el patio de la escuela.

Los problemas centrales son otros
Nuestra sociedad española de hoy está aquejada de males graves, muy graves, como el paro y una crisis endémica de la que vamos a tardar mucho tiempo en salir. Más durablemente nos afligen otras crisis en profundidad como la crisis de los valores que socaba los fundamentos de nuestra vida en común, la familia y el Estado.
Ese es el centro de lo que debiera ser el debate social. Pero no se preocupen. Aquí no hay problema. Para curar nuestros males disponemos de un cataplasma universal que es la cultura, en su versión irrisoria de hoy, la neocultura.

LA CULTURA, PRETEXTO Y TERGIVERSACION
Pan y circo, decían los romanos. Hoy le basta al pueblo con cultura de circo. Cultura festiva y carnavalesca, como la de los días del orgullo gay, versión
amable - acomodada al aire del tiempo- de las grandes paradas militares de nazis y fascistas. Sin olvidar el montaje mediático de los multitudinarios fervores en honor de los héroes deportivos. Otro opio del pueblo del que la política hizo uso en otros tiempos hoy denostados. Otros tiempos, pero siempre con la misma idea de descerebrar a las masas.
Los hombres políticos están ahí para inventar sentido a las cosas. Ese sentido es la médula de una propaganda destinada a comprar adhesiones.
Lo grave es hacer propaganda adulterando la realidad, alisando con descaro sus perfiles hirientes y dolorosos. Y vendiendo un slogan: ¡Aquí todo va bien y viva la fiesta, porque podemos pagárnosla!.
En esa labor, los forjadores de las doxas colectivas se han apoderado del lenguaje a través de la prensa y las televisiones artífices permanentes de la opinión pública. Se falsifica el sentido de las palabras.
Es muy significativo el mal uso de la palabra "democracia", uno de los conceptos-claves en las sociedades occidentales contemporáneas.
Pues bien, ahí tenemos a la obra a los mercenarios de la ideología redefiniendo lo que es democrático y lo que no lo es. Una apropiación semántica vergonzosa. Por dar un ejemplo concreto: hay que ver con qué furor han tachado de antidemocráticos a quienes han querido debatir sobre la oportunidad de las mencionadas gays parades, que aparte de ser objeto de la carcajada universal, debieran ser un serio tema de debate.

La neocultura es una religión
La nueva cultura se reviste de formas religiosas. Tiene su alto y bajo clero, fervientes apóstoles que tergiversan todo, inventando falsos focos de interés para el pueblo. Pregunto y espero no equivocarme demasiado: ¿Qué interés fundamental tienen hoy para ese pueblo, y para el 20% de parados, tanto arte contemporáneo, tantos museos de arte moderno, tantos óscares y goyas, tantos polideportivos en las aldeas, el almodovarismo y las penélopes, etc.? Y ese aire de nuevos ricos parvenus que nos ha hecho creer que somos; tan espléndidamente dadivosos con la miserias lejanas, y tan poco conscientes de la magnitud de la propia miseria.

Pero cuidado con disentir y criticar, porque a los que apartan de la “orto-doxia”, ( en traducción hodierna de las raíces griegas sería “lo políticamente correcto”), a esos heterodoxos se les cuelgan sambenitos como hacían los inquisidores de antaño. Para esa labor, ahí andan siempre alerta, como el brazo armado de lo políticamente correcto, unas escuadras de pseudointelectuales, mercenarios bien remunerados, al servicio de la opinión correcta. Dispuestos a cebarse, con el humor y la irrisión, contra cualquier oponente a la doxa que manifieste opiniones desviantes.

¿QUIERES EMPLEO? TOMA NEOCULTURA
Eso es política. Ante la tragedia del desmoronamiento del empleo, se ve poca reforma estructural. Todo lo que se ha sabido hacer es crear batallones de agentes de desarrollo, de acompañantes sociales, de empleos ficticios de jóvenes para encuadrar minorías, etc. etc. Y promover el fútbol que se convierte en preocupación mayor de la población. La euforia ha sido tal tras el triunfo en el Mundial que hasta los viejos vuelven a recuperar su perdido vigor para hacer el amor. (¡Emotiva información que ha difundido el Canal Sur de Andalucía!). Nota de estilo: digo hacer el amor. ¡Qué cursilería! Hoy se habla más claro, en el lenguaje de la neocultura.
Entre tanto, la desdichada oposición al gobierno no tiene contrapropuesta cultural que ofrecer al pueblo como alternativa. Una nueva filosofía para nuevos tiempos. Absolutamente nada de eso que hemos definido como cultura ni en el sentido amplio, ni en el restringido. Es desolador. Son incapaces de ir más allá de unos planes económicos cuya eficacia queda por probar, mientras que lo que hace falta es una auténtica refundación, una "Restauración”. ¿Se acuerdan de la Historia? ¡Pobre e intelectualmente harapienta oposición!

En la memoria de todos está una época reciente en la que la política de otro signo se adueñó de la cultura durante varias décadas. Pero que quede claro: Hoy por hoy, de este auténtico estado terminal de nuestra democracia, el mayor responsable es el partido en el poder, sea cual sea su sigla. Responsable por haber hecho de la cultura un instrumento de domesticación de las masas. La cultura debiera ser, a través del arte y de la música, de la bella escritura, del hondo pensamiento filosófico, un luminoso camino del hombre hacia el centro de sí mismo, para encontrar allí, en su intimidad, las razones personales del pensar y del hacer y simplemente de vivir.
No es así. La cultura confiscada por la política se ha convertido en material de consumo, en droga colectiva. Que masifica, despersonaliza y, claro está, es inmisericorde con el disidente.

Concluyo con un silogismo

Si democracia es libertad de pensamiento y de expresión para cada uno,
y si lo contrario de la democracia es el fascismo …
Díganme, ¿con la neocultura en manos de la política, no estaríamos de nuevo ante fascismo puro?


Blas Lara Lunes, 30 de Agosto 2010 - 01:30

Artículos

¿Es legítimo ganar en detrimento del otro?



Las ganancias excesivas van casi siempre en detrimento directo o indirecto de otro u de otros. La cuestión de si es legítima o no la ganancia sin techo ni limitaciones es difícil de responder en teoría. Pero es muy importante para la práctica porque cada día se nos presentan situaciones que vamos a resolver mejor o peor en función de nuestra manera de juzgar lo que es legítimo y lo que no lo es.

Hay dos posiciones extremas. Por un lado, la de la voracidad por ganar; voracidad que no se detiene ni ante nada ni ante nadie. Por otro la de la bondad evangélica que te dice que al que te pidió tu chaqueta, porque tiene frío, le des también tu camisa.

¿Cómo juzgar cuestiones concretas y tan delicadas como la de la limitación de los beneficios o ganancias comerciales? Ganancias que, si son excesivas, redundan en detrimento del público. Los legisladores no pueden ni quieren frenarlas o regularlas estrictamente. O porque no lo conseguirían, o por a prioris ideológicos.

Tendría que existir una medida, unas respuestas, unos principios basados en consideraciones ético-filosóficas para podernos posicionar al menos sobre el plan teórico. Y también para que podamos aplicarlos en la práctica cotidiana.

“Quítate tú, para que me ponga yo”.

Hay quien no tiene rubor en llevarse la mejor parte ignorando a los otros; ni en sentarse en los mejores asientos en un espectáculo, o en el autobús; ni a buscar lo mejor para sí mismo (pagando o sin pagar, eso es casi secundario). A los demás que les zurzan.

Tendría que haber un límite, si no, la sociedad se convertirá, y se está de hecho convirtiendo, en un mundo de lobos depredadores.

Tristes constataciones: la ausencia, la liquidación del amor, la ya trasnochada consideración por el otro, y hasta el descrédito de las formas simples y espontáneas de cortesía social, como el anacrónico “pase usted primero”.
A la misma cadencia, el romántico amor conyugal de nuestros abuelos va derivando hacia una forma de partnership (partenariado) en el que se intercambian entre los cónyuges servicios y prestaciones de varias clases.

Entre dos posiciones extremas

Entre las dos posiciones extremas, esquemáticamente hablando, entre Jesús y Darwin, entre el don total y la competición sin freno, existe una amplia gama de estrategias y tácticas. (Por hoy vamos a dejar las tácticas de las que hablaremos ampliamente otro día).

Las varias estrategias posibles se juzgan y se evalúan en función de dos criterios mayores que son la eficacia y la ética.
Eficacia quiere decir obtener mejores resultados, acarrearse ventajas. En ese sentido hay estrategias que son más productivas que otras según quien se tenga enfrente. La eficacia de una estrategia dependerá en gran parte de la personalidad del otro.
La ética por el contrario es esencialmente un asunto personal, una opción de cada uno de nosotros.

Etica es primero evitar la injusticia

Al hablar de ética, nos encontramos inmediatamente con una noción preliminar de hondas raíces filosóficas: la justicia, que es lo primero que se ha de exigir del comportamiento ético. (Para no volver sobre un tema como la justicia de tan amplias ramificaciones - y que ya he tratado en mi blog (1) – me limito a considerarlo exclusivamente desde el punto de vista de la teoría de la negociación).
Lo que es justo puede definirse en términos del cuarto axioma de Nash, el de la simetría o “intercambiabilidad” de los dos agentes. Para decir las cosas simplemente, en realidad este axioma no es sino otra manera de expresar un viejo adagio: “no quieras para el otro lo que no querrías para ti”. Eso es el intercambio de agentes.
El ejemplo escolar clásico fácil de entender. Se ha de distribuir una tarta entre dos hermanos Pepito y Juanita que quieren que su pedazo sea lo mayor posible. La regla clásica dicta que sea uno cualquiera de los dos quien corte la tarta y que sea el otro el que escoja primero su porción. Así la repartición será absolutamente simétrica y justa. Ese procedimiento implica que los dos agentes personas sean intercambiables.

El criterio de repartición justa en la vida real es generalmente no tan claro ni fácil de aplicar como en el ejemplo de la tarta. (Sobre él reflexionaremos otro día en este blog).
Pensemos por ejemplo en el precio de venta de un producto. La cantidad que paga el consumidor final, se la distribuye una larga serie de personas, el o los productores, el distribuidor, el que financia la operación, el vendedor último,
El criterio de repartición justa entre todos los beneficiarios plantea un problema extremadamente complicado. Si cada uno empuja por su parte, habrá guerra entre ellos. Y es de temer que salga pagando el consumidor final y que haya presión para que se le estruje el bolsillo hasta el máximo. Parece como si fuera legítimo ganar lo más posible, aunque sea en detrimento del otro.

En resumen. Ganar a costa de otros tiene que tener unos límites que el día de hoy no están clara y justamente establecidos, ni teórica ni prácticamente. Beneficios como los de la banca, o los de ciertos servicios públicos como las comunicaciones, particularmente en tiempos de crisis, son comparativa y absolutamente injustos, inmorales y destructores de los valores profundos de la sociedad.

La ética es un ingrediente fundamental de la cohesión social

Todo no puede ser ganancias en esta vida. La competición espolea y crea riquezas. Eso queda más que entendido.
Pero no es el interés, sino el amor el ingrediente último de la cohesión social. El amor se presenta bajo diferentes formas (2), pero lo que es cierto es que es absolutamente indispensable para que la sociedad humana funcione. La sociedad, es decir, el matrimonio, la familia con sus relaciones entre padres e hijos. Los amigos. Hasta un país, que va a pedir en casos de invasión extranjera, el sacrificio último de la vida a sus ciudadanos en nombre del amor patrio; es decir de una nación, una lengua, una historia y unas tradiciones comunes.

Las sociedades centroeuropeas, donde el amor está desapareciendo, son sociedades miserables para vivir.
Ejemplos, los hay múltiples y nada edificantes.
Una encuesta realizada hace unos años en un país europeo, revelaba que el 13 % de los encuestados no sabía si sus padres, mayores, vivían aún o no.
Cuando el cónyuge sufre un accidente o padece de una grave enfermedad se le abandona y cada uno vive su vida, ya que el lazo que les unió es un contrato que la parte doliente no puede satisfacer.
En los comportamientos de la vida de todos los días, el egoísmo ya no se encubre, porque no avergüenza. Nadie se ruboriza de escoger con el mayor descaro lo mejor para sí mismo.

Ante tales actitudes y comportamientos …
Aún admitiendo justificaciones filosóficas para el más desaforado relativismo ético. Aún justificando, si eso fuese posible, la total evaporación de los valores, por falta de fundamentación, ¿en qué quedaría la elegancia del espíritu?

La estética por delante de la ética

En última instancia, la estética quizás sea la forma más refinada de la ética, sin que necesite como la ética cuestionables fundamentaciones filosóficas o biológicas.
El gesto de generosidad con el otro sin exigir reciprocidad es simplemente bello. Como el amor de una madre hacia su hijo. Y es fundador y cimiento de la sociedad.
Volviendo a la pregunta inicial: ¿Es legítimo ganar en detrimento del otro?
Es ciertamente legítimo vencer en una competición deportiva, aunque sea el boxeo, porque ambos aceptan libremente unas reglas precisas del juego y sus consecuencias. Nunca es legítimo demoler al otro.
En la lucha económica, en las interacciones sociales de cada día, cuando no hay reglas de juego o cuando son imprecisas, cuando ganar supone despojar al otro, destruirle o aniquilarle, ni hay justicia, ni hay ética, y menos aún elegancia. El egoísmo es inelegante, es villano.

NOTAS
(1) De lo justo y de lo injusto (2): relativismo moral. En www.tendencias21.net/negociacion 15 de marzo 2009
(2) Las muchas formas del amor.
• Para los griegos, maestros fundadores de nuestra cultura: agapé, filía, eros.
• Traducciones actuales: Pasión, escucha del otro, empatía y simpatía, tolerancia, corrección y cortesía. Amor de amistad. Amor a la patria, a la familia, al grupo. Y el amor físico. ( Un ejemplo de las varias formas del amor es el amor conyugal que se transmuta con el paso del tiempo. Probablemente se trata de un proceso de maturación).
• La caridad, agapé, para San Pablo, un personaje tan importante para comprender dos milenios de cultura occidental, agapé es una forma de búsqueda de Dios.
• Patria, viene del latín “patres”. Amor a los padres, al pueblo en el sentido étnico, a los ancestros que reposan en nuestros cementerios.





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Blas Lara Domingo, 1 de Agosto 2010 - 01:18

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Blas Lara
Actividades profesionales ejercidas: Catedrático de la universidad de Lausanne, Jefe del departamento de Informática, Investigación Operativa y Estadística de Nestlé (Vevey). Libros principales: The boundaries of Machine Intelligence; La decisión, un problema contemporáneo; Negociar y gestionar conflictos.

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