El amor como pulsión que surge en cualquier punto y lo convierte en centro, eje, corazón de vida. Pulsión que nace impulsada desde una consciencia de creador que piensa en lo que aún no ha creado. Pulsión que es dinamismo orientado hacia su objetivo, del que no será desviado por fuerza alguna, porque su resolución de ser es un poder indestructible. Pulsión como fuente permanente que genera, desarrolla, nutre, sostiene y libera lo que crea para que su criatura se constituya en creador. Pulsión que es patrón y ley interna de todo lo que cohesiona, mueve, relaciona y coopera en el latido de la existencia.
El corazón de la madre es uno de los lugares en que se sitúa el amor. Al lado de ese corazón, las fuentes de la nutrición de su criatura. Ese espacio está sostenido por un pecho que protege, un regazo que sostiene, unos brazos que circundan. En ese cuenco humano, metáfora del cuenco del Universo, se desarrolla la interacción entre el origen y el destino de todo ser. Cada acción proveniente de uno de sus elementos se acopla a la receptividad de los otros; cada estímulo original encuentra una respuesta.
Este movimiento circular que se desenvuelve en la esfera formada por la madre y el hijo, refleja de manera sintética el movimiento complejo de la esfera cósmica, en la que se mueve todo lo que es y lo que existe. Una esfera que late al ritmo que demanda cada uno de sus puntos de anclaje, permitiendo a cada pulsación la conexión con todas las demás pulsaciones que se transforman en destinos posibles, sólo con que haya receptividad e intención para dar y tomar.
El corazón de la madre es uno de los lugares en que se sitúa el amor. Al lado de ese corazón, las fuentes de la nutrición de su criatura. Ese espacio está sostenido por un pecho que protege, un regazo que sostiene, unos brazos que circundan. En ese cuenco humano, metáfora del cuenco del Universo, se desarrolla la interacción entre el origen y el destino de todo ser. Cada acción proveniente de uno de sus elementos se acopla a la receptividad de los otros; cada estímulo original encuentra una respuesta.
Este movimiento circular que se desenvuelve en la esfera formada por la madre y el hijo, refleja de manera sintética el movimiento complejo de la esfera cósmica, en la que se mueve todo lo que es y lo que existe. Una esfera que late al ritmo que demanda cada uno de sus puntos de anclaje, permitiendo a cada pulsación la conexión con todas las demás pulsaciones que se transforman en destinos posibles, sólo con que haya receptividad e intención para dar y tomar.
Alicia Montesdeoca
Editado por
Alicia Montesdeoca
Licenciada en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, Alicia Montesdeoca es consultora e investigadora, así como periodista científico. Coeditora de Tendencias21, es responsable asimismo de la sección "La Razón Sensible" de Tendencias21.
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