Lo que esta a la espera de ser reconocido. Fuente: neuriwoman.com
No siempre la inspiración se cuela a través del pensamiento. El corazón es un receptor especial de los mensajes que llegan desde las fuentes del conocimiento. El cerebro, la mente, la inteligencia, el pensar, no reciben si no se les sintonizan bien; necesitan estar nutridos y, aun así, se pierden con la especulación, la hipótesis, las referencias conocidas, el ensueño, la recreación de lo que ya conocen.
El corazón, sin embargo, siempre está dispuesto a captar lo que está a la espera de ser reconocido, y no se queda ahí, envía a las otras capacidades, a través de la emoción, la información que recoge para que se materialice en una acción. Así es como siento que se adentra la realidad en mí. Sin que yo tenga que poner la intención, dirigir el proceso de conocimiento.
Intuyo que reconocer este mecanismo natural me libera del dogma de que en el cerebro se encuentra el control de todo y me predispone a aceptar lo sensible, la captación a través de cualquier parte del ser, sea física, intelectual, psíquica o espiritual. También me explica la búsqueda permanente por medio de la inquietud y el afecto, sentimientos que despiertan aquellas realidades que me llevan a mirar hacia los horizontes, las zonas fronterizas. Lugares donde siempre espero encontrar lo que aún no ha podido ser nombrado porque el ser humano está entretenido con lo conocido, esperando que eso sea lo definitivo.
Yo soy un corazón inteligente que tiene puesto su anhelo en la eternidad. Con esa visión me sostengo en la confusión, en el dolor y en las carencias. Las corrientes de alegría que en muchas ocasiones me inundan, sin venir, aparentemente, a cuento, me dicen que va a suceder, que está sucediendo, que no es un espejismo fruto de las fantasías que alimentan los deseos: la humanidad evoluciona hacia la consciencia y yo formo parte de esa humanidad, en ese proceso, con esa consciencia.
El corazón, sin embargo, siempre está dispuesto a captar lo que está a la espera de ser reconocido, y no se queda ahí, envía a las otras capacidades, a través de la emoción, la información que recoge para que se materialice en una acción. Así es como siento que se adentra la realidad en mí. Sin que yo tenga que poner la intención, dirigir el proceso de conocimiento.
Intuyo que reconocer este mecanismo natural me libera del dogma de que en el cerebro se encuentra el control de todo y me predispone a aceptar lo sensible, la captación a través de cualquier parte del ser, sea física, intelectual, psíquica o espiritual. También me explica la búsqueda permanente por medio de la inquietud y el afecto, sentimientos que despiertan aquellas realidades que me llevan a mirar hacia los horizontes, las zonas fronterizas. Lugares donde siempre espero encontrar lo que aún no ha podido ser nombrado porque el ser humano está entretenido con lo conocido, esperando que eso sea lo definitivo.
Yo soy un corazón inteligente que tiene puesto su anhelo en la eternidad. Con esa visión me sostengo en la confusión, en el dolor y en las carencias. Las corrientes de alegría que en muchas ocasiones me inundan, sin venir, aparentemente, a cuento, me dicen que va a suceder, que está sucediendo, que no es un espejismo fruto de las fantasías que alimentan los deseos: la humanidad evoluciona hacia la consciencia y yo formo parte de esa humanidad, en ese proceso, con esa consciencia.
Alicia Montesdeoca
Editado por
Alicia Montesdeoca
Licenciada en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, Alicia Montesdeoca es consultora e investigadora, así como periodista científico. Coeditora de Tendencias21, es responsable asimismo de la sección "La Razón Sensible" de Tendencias21.
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