Los protagonistas han de ser ellos y ellas Fuente:elhijomenor.blogspost.com
Los nuevos patrones que portan las nuevas generaciones, hijos y nietos de los nacidos en el siglo XX, toman el testigo para dibujar el futuro que les corresponden colorear.
Gran parte de la resistencia a lo nuevo procede de aquellos que en su tiempo juvenil propusieron alternativas a las formas caducas que les venían dadas, las cuales lograron transformar porque era su responsabilidad histórica. Hicimos lo que nos tocaba hacer: dar el paso a formas democráticas de funcionamiento social y político. Esa fue la misión y, a partir de los recursos heredados, la llevamos a cabo.
Pero la evolución social no acaba mientras exista mundo, y cada generación ha de perfeccionar lo hecho por la anterior y proponer nuevos horizontes. Ahora nos toca colocarnos detrás de la nueva -nuestros hijos y nuestros nietos- para que apoyen sus espaldas sobre nuestra experiencia, miren con decisión el futuro y den los pasos hacia el horizonte al que les corresponde aspirar.
Para lograr que ellos desarrollen la responsabilidad que les corresponde llevar a cabo, hemos de aceptar que, en su momento, nosotros ocupamos el lugar que a ellos y a ellas les corresponden hoy ocupar: es el protagonismo de las energías renovadoras de la nueva generación. Nuestra función es, mientras la vida siga alentando vida en nosotros, apoyarles con nuestra experiencia y nunca sustituirles.
Si nos resistimos en exceso a que vivan y maduren con las nuevas experiencias, dificultamos sus pasos. No defendamos, pues, hasta el ahogo, aquello que fueron los frutos de nuestras luchas. Esos frutos ya han generado nuevas semillas: son las nuevas perspectivas de los recién llegados –las nuevas generaciones- que portan, además, una nueva consciencia. Su inexperiencia no es un hándicap, es la cualidad mejor que tienen para innovar y madurar, mientras experimentan nuevas formas de materializar sus ideales. Ideales que fueron los nuestros y que serán los de sus hijos y nietos también, porque son los anhelos de felicidad, igualdad, fraternidad, libertad y justicia para todos, que motivan el andar por la vida de nuestra especie humana. Unos ideales y unos anhelos que hasta ahora no han podido ser alcanzado plenamente para que puedan ser gozados por todos y cada uno de los hombres, las mujeres, las niñas y los niños de este planeta.
Gran parte de la resistencia a lo nuevo procede de aquellos que en su tiempo juvenil propusieron alternativas a las formas caducas que les venían dadas, las cuales lograron transformar porque era su responsabilidad histórica. Hicimos lo que nos tocaba hacer: dar el paso a formas democráticas de funcionamiento social y político. Esa fue la misión y, a partir de los recursos heredados, la llevamos a cabo.
Pero la evolución social no acaba mientras exista mundo, y cada generación ha de perfeccionar lo hecho por la anterior y proponer nuevos horizontes. Ahora nos toca colocarnos detrás de la nueva -nuestros hijos y nuestros nietos- para que apoyen sus espaldas sobre nuestra experiencia, miren con decisión el futuro y den los pasos hacia el horizonte al que les corresponde aspirar.
Para lograr que ellos desarrollen la responsabilidad que les corresponde llevar a cabo, hemos de aceptar que, en su momento, nosotros ocupamos el lugar que a ellos y a ellas les corresponden hoy ocupar: es el protagonismo de las energías renovadoras de la nueva generación. Nuestra función es, mientras la vida siga alentando vida en nosotros, apoyarles con nuestra experiencia y nunca sustituirles.
Si nos resistimos en exceso a que vivan y maduren con las nuevas experiencias, dificultamos sus pasos. No defendamos, pues, hasta el ahogo, aquello que fueron los frutos de nuestras luchas. Esos frutos ya han generado nuevas semillas: son las nuevas perspectivas de los recién llegados –las nuevas generaciones- que portan, además, una nueva consciencia. Su inexperiencia no es un hándicap, es la cualidad mejor que tienen para innovar y madurar, mientras experimentan nuevas formas de materializar sus ideales. Ideales que fueron los nuestros y que serán los de sus hijos y nietos también, porque son los anhelos de felicidad, igualdad, fraternidad, libertad y justicia para todos, que motivan el andar por la vida de nuestra especie humana. Unos ideales y unos anhelos que hasta ahora no han podido ser alcanzado plenamente para que puedan ser gozados por todos y cada uno de los hombres, las mujeres, las niñas y los niños de este planeta.
Alicia Montesdeoca
Editado por
Alicia Montesdeoca
Licenciada en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, Alicia Montesdeoca es consultora e investigadora, así como periodista científico. Coeditora de Tendencias21, es responsable asimismo de la sección "La Razón Sensible" de Tendencias21.
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850
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