Acabamos de nacer y ya, de ese cuerpito pequeño, emana una personalidad que atrae por su diferencia. ¿Cómo somos y por qué?
"Lo esencial es invisible a los ojos". Fuente: combonianos.es
Instintivamente luchamos por sobrevivir, obligando a los que nos rodean a tenernos en cuenta, a no olvidarnos. Día a día se despiertan nuestras facultades, nuestro aprendizaje físico, emocional y mental evoluciona a gran velocidad.
Todos los procesos vitales se asemejan pero en cada niño y en cada niña se pone de manifiesto una esencia diferente que no emerge, aparentemente, de su experiencia de nacer en ese presente. Los procesos, individuales dependen de muchos factores. Unos evidentes y muchos desconocidos.
¿A qué venimos? Por lo observado, a aprender. Todo tiene como resultado un aprendizaje que se encadena con los siguientes, en una trama multidimensional sin fin. ¿Cuál es el objeto de ese aprendizaje? Por qué el ser inocente que nace y que crece en un tiempo tan corto (aunque la media de vida tienda al siglo), acumula tantas experiencias a tanta velocidad que le colocan en tantas etapas diferentes, con tantos objetivos por cubrir en cada una de ellas, en las que desarrolla tantas capacidades y, a la vez, con tanto esfuerzo y sufrimiento.
Si bien la experiencia tiene sentido para cada individuo -pasa por su cuerpo, despierta sus emociones, convoca a su inteligencia, reúne a sus capacidades, cuenta con lo que ofrece su entorno y, también, con lo que carece- al mismo tiempo implica una intensa interrelación con toda la especie y con la sociedad y sus instituciones.
¿Qué se consigue y quién puede evaluar esos logros que se materializan, tras una larga o corta vida humana? ¿Cuál es la trascendencia de tan compleja experiencia? La historia nos muestra, documentalmente, los pasos dados por la humanidad desde su nacimiento hasta el momento presente. Desde una perspectiva evolutiva, no estamos en el mismo momento… pero tampoco se ve una meta.
Los instintos se mantienen, los patrones se repiten, los logros materiales no alcanzan erradicar la enfermedad, el sufrimiento, la incertidumbre, los miedos, las desconfianzas… El conocimiento de hoy no es certeza, es un paso “mientras tanto” no se construye el siguiente paso a dar.
Para erradicar las incertidumbres, también mientras tanto, se echa manos de las creencias, de las religiones, de la ciencia, de la magia, de la superstición o simplemente de la racionalidad o del llamado sentido común, si no se acaba abandonándonos en los brazos del cinismo. Todo para sobrevivir y aceptar que la vida terrestre tiene un sentido, un significado, aunque para ello tengas que aferrarte a las propias luchas o seguir las consignas de las luchas de los otros,
Todos los procesos vitales se asemejan pero en cada niño y en cada niña se pone de manifiesto una esencia diferente que no emerge, aparentemente, de su experiencia de nacer en ese presente. Los procesos, individuales dependen de muchos factores. Unos evidentes y muchos desconocidos.
¿A qué venimos? Por lo observado, a aprender. Todo tiene como resultado un aprendizaje que se encadena con los siguientes, en una trama multidimensional sin fin. ¿Cuál es el objeto de ese aprendizaje? Por qué el ser inocente que nace y que crece en un tiempo tan corto (aunque la media de vida tienda al siglo), acumula tantas experiencias a tanta velocidad que le colocan en tantas etapas diferentes, con tantos objetivos por cubrir en cada una de ellas, en las que desarrolla tantas capacidades y, a la vez, con tanto esfuerzo y sufrimiento.
Si bien la experiencia tiene sentido para cada individuo -pasa por su cuerpo, despierta sus emociones, convoca a su inteligencia, reúne a sus capacidades, cuenta con lo que ofrece su entorno y, también, con lo que carece- al mismo tiempo implica una intensa interrelación con toda la especie y con la sociedad y sus instituciones.
¿Qué se consigue y quién puede evaluar esos logros que se materializan, tras una larga o corta vida humana? ¿Cuál es la trascendencia de tan compleja experiencia? La historia nos muestra, documentalmente, los pasos dados por la humanidad desde su nacimiento hasta el momento presente. Desde una perspectiva evolutiva, no estamos en el mismo momento… pero tampoco se ve una meta.
Los instintos se mantienen, los patrones se repiten, los logros materiales no alcanzan erradicar la enfermedad, el sufrimiento, la incertidumbre, los miedos, las desconfianzas… El conocimiento de hoy no es certeza, es un paso “mientras tanto” no se construye el siguiente paso a dar.
Para erradicar las incertidumbres, también mientras tanto, se echa manos de las creencias, de las religiones, de la ciencia, de la magia, de la superstición o simplemente de la racionalidad o del llamado sentido común, si no se acaba abandonándonos en los brazos del cinismo. Todo para sobrevivir y aceptar que la vida terrestre tiene un sentido, un significado, aunque para ello tengas que aferrarte a las propias luchas o seguir las consignas de las luchas de los otros,
Alicia Montesdeoca
Editado por
Alicia Montesdeoca
Licenciada en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, Alicia Montesdeoca es consultora e investigadora, así como periodista científico. Coeditora de Tendencias21, es responsable asimismo de la sección "La Razón Sensible" de Tendencias21.
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