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En la sección Cielo Único de esta publicación digital he escrito un artículo sobre cómo afecta el incremento del precio de los carburantes a la navegación aérea. En nuestra vida diaria podemos comprobar que esto también afecta a nuestro comportamiento social y ambiental.


El alza del precio del crudo afecta a nuestro comportamiento y al medio ambiente
Cuando nos acercamos a una gasolinera para rellenar comprobamos con estupor que el dinero que empleábamos para llenar el depósito ahora, casi (y exagerando un poco) nos queda a medias. Esto hace que el dinero que previsíblemente íbamos a emplear en nuestro medio de locomoción no sea suficiente para nuestras actividades diarias. Tenemos dos opciones: una, reducir el gasto por otro lado y dedicarlo a este fin o bien, dos, cambiar nuestro modo de transporte.

Muchas de las personas que estáis leyendo este texto estaréis pensando que la opción segunda es, quizás, la más viable en ámbito urbano. En cambio, si por tu trabajo necesitas desplazarte a menudo no tienes más remedio que reducir gastos en otras cosas.

Sea como lo sea, lo cierto es que nuestros comportamientos cambian. Si no estamos dispuestos a gastar más dinero en carburante, tomaremos la opción de usar la bicicleta, el autobús, el tren o caminar, entre otras opciones. Todas estas opciones tienen el gran beneficio de ser mejores a nivel medio ambiental ya que siempre van a implicar un menor gasto de carburante y una menor cantidad de emisión de dióxido de carbono (entre otras sustancias) a la atmósfera. El gran inconveniente que generan es una enorme cantidad de tiempo gastada en la espera del autobús, en llegar al metro, en el traslado en bicicleta, etc. Téngase presente que actualmente el tiempo es dinero y, a no ser que seamos personas que disponemos del tiempo al libre albedrío, el gasto de tiempo que empleemos en nuestro transporte diario resulta tener gran importancia. Por esta razón es posible que, a causa de todo esto, el debate sobre el estado del transporte público volverá a cobrar fuerza, puesto que los ciudadanos comprobarán, al usarlo a menudo, los problemas existentes.

Fijémonos ahora en la segunda opción: No podemos reducir nuestro uso del automóvil. En ese caso, como dije antes, nos vemos en la obligación de derivar cierta cantidad de dinero para este fin (algo que antes no hacíamos). No obstante, también es posible que pensemos que podemos minimizar este impacto económico si, por ejemplo, repostamos con un carburante menos eficiente. De esta manera nos ahorraremos algo de dinero y el impacto económico no será tan grande. El problema de esta opción es que eso va a traer consigo un efecto medioambiental, ya que las emisiones de estos carburantes de segundo nivel son mayores.

Cabe la posibilidad de que esto haya sido pensado por los responsables del Gobierno del Estado, y con el objetivo de tamponar el uso de carburantes menos eficientes, hayan tomado la opción de reducir la velocidad máxima en las grandes vías de transporte. Aunque también cabe la posibilidad, como se ha afirmado en distintos medios, de que sea por afán recaudatorio. No lo sé. Con el paso del tiempo comprobaremos en que queda la cosa.

Miércoles, 2 de Marzo 2011
Nota

BITÁCORA