TEMPUS

Bitácora

Lunes, 10 de Julio 2006


Continuamos en esta nota la exposición de diferentes aspectos relativos a la denominada conciencia pura. En este caso analizaremos la relación de la misma con los otros estados habituales de conciencia: vigilia, dormir con sueños y dormir profundo, así como con los patrones oscilatorios propios de la actividad del cerebro, como primer contacto con el estudio de los caracteres neurofisiológicos implicados en la conciencia pura.



1. Los estados de conciencia

En el Vedânta Advaita (ver texto de la mandukya upanishad) se otorga una notable importancia al estudio de los estados de conciencia durante el tiempo en que dormimos y soñamos (estado de dormir con sueños, svapna), y cuando dormimos y no soñamos (estado de dormir profundo, sushupti), además del tiempo en que permanecemos despiertos (estado de vigilia, jagrat).

Mientras dormimos y soñamos (svapna) la conciencia muestra un estado que comporta un universo perfectamente válido dentro de su propio marco de espacio y tiempo. Mientras dormimos y no soñamos (sushupti) se pone de manifiesto un estado de conciencia muy distinto; las experiencias sensoriales y las imágenes mentales carecen de contenido específico, se detiene la actividad representacional de la conciencia cognoscitiva (chitta) y se impone una especie de paz de las profundidades que caracteriza la conciencia pura (Chit) sin conocimiento de lo particular, pero plenamente consciente en Sí Misma.

Cuando la conciencia reemprende su actividad es incapaz de recordar ese estado de dormir profundo del que realmente estuvo ausente. A pesar de ello, el Vedânta afirma que es posible reproducir de un modo plenamente consciente ese estado de conciencia pura (Lahiry, 2003: 11).

2. El “cuarto” estado

Además de los tres estados ya señalados (jagrat, svapna y sushupti), se considera la existencia de un “cuarto” estado (turiya) en el que el sujeto “despierta” de los otros tres. Suponiendo que esos tres estados (vigilia, dormir con sueños y dormir profundo) formasen juntos un largo sueño, turiya (el cuarto) representaría “el despertar” que pone fin a ese sueño. Por ello, se dice de él que es más profundo que el dormir profundo, y al mismo tiempo más despierto que el estado de vigilia. Ramana Maharshi se refiere a turiya como el estado de “dormir-despierto” (jagrat-sushupti).

Se trata de un estado de conciencia pura; de conocimiento sin conciencia de nada particular, pero plenamente consciente en Sí. Es conocimiento que no particulariza. El estado turiya es la condición natural de âtman, que en él se hace evidente a Sí Mismo como conciencia pura (Chit) sin la participación de la conciencia cognoscitiva (chitta).

3. Ilusión e ignorancia

Quien realiza el cuarto estado, siquiera por un instante, alcanza la evidencia de la identidad entre âtman, su propio Sí mismo inmutable bajo la representación del yo cognoscente, y Brahman, el Ser (Sat). No hay nada más allá de este cuarto estado. De hecho, no hay ningún otro estado más que éste; los otros tres estados mencionados tienen su origen en la ilusión (mâyâ) y sólo aparecen como consecuencia de la ignorancia (avidyâ) que vela la posición del sujeto.

La superación de esta ignorancia otorga únicamente realidad a ese estado de conciencia pura, más allá del ego fragmentario (ahamkâra). Se trata, pues, de un conocimiento carente de pensamientos y representaciones, que puede identificarse con lo que genéricamente se entiende por samadhi (Ballesteros, 1996), el estado de “éntasis” en el que el meditante ya no es consciente ni siquiera de meditar. En tal estado, la distinción entre el sujeto meditante y el objeto de la meditación se pierde.

La aprehensión de este cuarto estado (turiya) tiene lugar directamente desde âtman, que los vedantinos suelen denominar también el Testigo. En él se detienen la actividad de la conciencia cognoscitiva (chitta), no persiste la representación del yo cognoscente y la conciencia pura (Chit) brilla sola sin conocimiento alguno de objetos internos ni externos (“toda ciencia transcendiendo”, en palabras de San Juan de la Cruz).

4. Oscilaciones mentales

La cuestión que nos planteamos ahora es si disponemos de alguna indicación o dato de experiencia que permita una aproximación empirista a ese cuarto estado (turiya), enseñado por los yoghis y los rishis (“videntes”; es también el nombre genérico que reciben los autores de los textos védicos y upabishádicos). Al parecer, así es.

El supremo objetivo del Yoga fue expuesto ya por Patañjali en el sutra segundo de su libro primero en los términos siguientes: “Yoga chitta vritti nirodha” (“el yoga es la detención de las oscilaciones mentales”). Esta pretensión equivale a lo que el Vedânta llama moksha, el Shamkya kaivalya, el Budismo nirvana, el Zen satori, y a lo que todos ellos en sentido más amplio y general entienden por samadhi. Pero, ¿qué son esas oscilacioneas mentales (chitta vritti) de las que el Yoga intenta conseguir la detención (nirodha)?

5. Actividad cerebral y conciencia del tiempo

La ciencia actual establece que la actividad cerebral se produce en virtud de patrones de oscilaciones de naturaleza bioeléctrica, y que estas ondas presentan básicamente cuatro ritmos o frecuencias diferentes. Todos los psicólogos y neurólogos admiten actualmente que, según opere la conciencia en uno u otro de tales ritmos cerebrales, el individuo se siente más o menos agitado y, lo que es más significativo, tiene una vivencia distinta del tiempo.

Esto tiene un interés notable porque ya los antiguos yoguis sostenían que la variabilidad de las oscilaciones mentales, además del estado de agitación del individuo, modificaba su conciencia de la realidad, estrechamente relacionada con la conciencia del tiempo. No sólo tuvieron constancia de los ciclos de oscilaciones cerebrales, que ellos llamaron vrittis, sino que aseguraron que su actividad podía controlarse por medio de distintos métodos, o mârgas, y aún detenerse por completo.

6. Patrones neuronales

La actividad neuronal exhibe cuatro patrones básicos de frecuencia oscilatoria clasificados como ondas cerebrales beta (a una frecuencia de 14-30 Hz), alfa (8-13 Hz), zeta (3-7 Hz) y delta (1,5 Hz), y cada uno de ellos puede identificarse con distintos niveles de actividad de la conciencia.

Las ondas beta están relacionadas con los estados de peligro y con las reacciones de miedo, angustia, dolor o frustración; las alfa tienen mayor relación con los estados de placer o tranquilidad acompañados de sensaciones de relajación y bienestar; las zeta se producen en situaciones de planteamiento y solución de problemas, en esfuerzos de memorización o en cualquier impulso creativo para planificar una acción futura, etc.; finalmente las ondas delta, de baja frecuencia, están relacionadas con el estado de sueño profundo y con esa extraña actividad (más bien inactividad) de la conciencia conocida como samadhi, que tanto ha ocupado a los pensadores orientales (Ballesteros, 1996).

Puede decirse que el funcionamiento de la conciencia depende del patrón de frecuencia de las ondas cerebrales y que esta frecuencia puede controlarse, sosegarse e incluso detenerse por medio de ciertas prácticas, como la detención controlada de la respiración (kumbhaka), la fijación de la conciencia en un punto (dhyana) o la introversión de la actividad racional (vichâra), entre otras.

7. El camino hacia lo Real

La agitación permanente de la conciencia cognoscitiva revela una capacidad inagotable de inquirir y preguntar; cuando esta capacidad se dirige hacia su propio interior y se indaga de manera profunda en la naturaleza y en el origen de la propia conciencia, esta búsqueda tenaz puede conducir a la detención de las oscilaciones mentales (chitta vritti nirodha), de la que hemos hablado. Este es formalmente el método que los vedantinos denominan jñâna-mârga, o âtma-vichâra, el camino que conduce a la evidencia de lo Real.

Con la detención de las oscilaciones mentales, en la conciencia pura (Chit) se alcanza la íntima evidencia de lo Real, especialmente dichosa (Ananda), que los rishis llamaron samadhi e interpretaron retóricamente como la unión de âtman y Brahman, es decir la unión (yoga) entre la naturaleza profunda del individuo y la Realidad (el Ser, Sat). Conviene advertir que esta unión no implica movimiento alguno de la conciencia cognoscitiva hacia ningún objeto, sino su simple detención y la consecuente desaparición de la representación ilusoria del yo particular que, al sumergirse en âtman (como el turbulento río se sumerge en el tranquilo océano) se disuelve en Brahman.

Referencias

Ballesteros, Ernesto, 1996, “La filosofía occidental moderna y el Vedânta Advaita de Sri Ramana Maharshi”, Primer Encuentro Español de Indología, Salamanca.

Lahiry, Banamali, 2003, La búsqueda de la verdad, Olañeta, Palma de Mallorca.

Mario Toboso
Redactado por Mario Toboso el Lunes, 10 de Julio 2006 a las 13:59