TRABAJO Y EMPLEO

Bitácora

06/03/2009

Como han puesto de relieve repetidamente los gurús de la vida económica y empresarial, los cambios en la gestión de las empresas suelen venir orientados la mayoría de las veces por los progresos en la tecnología o por las modas. Nuestra tesis es que el teletrabajo no queda incluido exclusivamente en ninguna de estas categorías sino que, si bien es propiciado por los avances en las tecnologías de la información y la comunicación, su nacimiento y proyección se basa en argumentos de más calado que le confieren una potencialidad de futuro susceptible de superar las distintas modas que, efectivamente, se introducen periódicamente en la vida empresarial y laboral.

De acuerdo con estas premisas, el teletrabajo es un “producto” de la evolución y las tendencias en los campos de:

 La tecnología
 La economía
 La empresa
 El empleo
 El individuo
 La sociedad

La tecnología: actúa en este caso como condición necesaria, pero no suficiente. Las tecnologías de la información y la comunicación permiten enviar a distancia el trabajo sin que se produzca ningún desplazamiento físico (lo que diferencia al teletrabajo del “trabajo a domicilio” tradicional). En concreto, los avances tecnológicos fundamentales han sido:

- La telemática, es decir, la conexión de la informática y las telecomunicaciones que permite la conexión máquina a máquina.
- Las redes telemáticas, de la que es paradigma Internet, que conectan a todo el globo.
- La digitalización de los contenidos, que permite procesar y enviar tanto texto como gráficos e imágenes, además de sonido.

La economía: La mundialización de la economía y el consiguiente incremento de la competencia (tanto en los aspectos financieros como en los comerciales y laborales) obliga a las empresas a adoptar procesos de racionalización de los recursos de todo tipo.

La empresa: Traducida a la empresa, esta nueva situación económica la obliga a la implantación de procesos de aprovechamiento al máximo de los recursos, con el establecimiento de programas de reingeniería, reducción de dimensiones (downsizing), fabricación a medida del cliente (customización), adelgazamiento (producción ajustada). Los procesos empresariales surgen sobre la marcha, dictados por el mercado. Esto obliga a las empresas a adoptar unos sistemas de agilidad y capacidad de reacción que las lleva a crear y disolver grupos de trabajo de acuerdo con la demanda del momento. Un equipo de trabajo de máxima eficacia y rentabilidad hoy puede convertirse en una rémora insalvable mañana. La expresión máxima de este proceso es la empresa virtual, formada por un pequeño núcleo de miembros responsables de las tomas de decisiones y, donde se pueda, de la salvaguardia de los objetivos, valores y cultura de la compañía.

El empleo: Todos estos procesos de reducción de costes, entre ellos los laborales y “sociales” de la empresa, han puesto fin al pacto social tácito existente tradicionalmente entre la empresa y el trabajador: trabajo de por vida a cambio de fidelidad sostenida. Las empresas reducen sus plantillas y las distintas legislaciones facilitan las desvinculaciones de ese pacto social no escrito. Ello tiene como consecuencia la reducción del empleo fijo en todas las economías desarrolladas. El trabajador tiene que pensar en una “carrera” profesional basada en planteamientos totalmente distintos a los tradicionales.

El individuo: En paralelo a la muerte de este pacto social no escrito entre la empresa y el trabajador –y en parte como consecuencia del mismo-, surge un individuo distinto: trabajador del conocimiento, mejor formado y preparado, menos dispuesto a aceptar las rígidas jerarquías y cadenas de mando de la empresa tradicional, dueño de su conocimiento que se traslada con el a donde vaya, más amante de conciliar vida laboral y vida familiar y, desde luego, de su libertad. Se incorporan a la vida laboral los miembros de las que se han catalogado como Generación X y, después, generación Y. Una generación, la X, que ha sufrido las consecuencias negativas de la generación anterior de yuppies obsesionados por el trabajo, enganchados al consumismo, sin tiempo para la vida privada, que ha dado lugar a una ola de divorcios sin precedentes en las naciones desarrolladas. Una generación, la Y, que ha crecido con la informática. Y está para incorporarse otra generación que crece con las redes de telecomunicación. Un trabajador del conocimiento que cambia la aspiración al trabajo de por vida por la de “empleabilidad”, ayudada generalmente por un mayor espíritu emprendedor. Un trabajador que enfrenta estas cualidades a la necesidad que tienen las empresas por retener a los mejores (o por tenerlos a su disposición, cuando no están “en plantilla”) y que aspira a imponer sus condiciones.

La sociedad: La estructuración tradicional de la vida laboral en las sociedades desarrolladas, con la obligación de presencia del trabajador en el lugar de trabajo en unos horarios rígidos, impone altísimos costes financieros, de infraestructuras, energéticos, de medio ambiente y de presión psicológica imposibles de seguir incrementándose al infinito. Al mismo tiempo, la sociedad exige cada vez al mundo empresarial el compromiso (conocido bajo el nombre de “responsabilidad social corporativa”) con la calidad de vida de los ciudadanos que se manifiesta, entre otros aspectos, en la facilitación de regímenes laborales menos deshumanizadores: trabajo a tiempo parcial, flexibilidad de horarios, posibilidad de compaginar vida laboral, vida familiar y ocio. Al mismo tiempo, se imponen cambios en la formación mediante los cuales –sin detrimento de la calidad científica, técnica ni humanística- las instituciones educativas permitan al trabajador tanto la formación básica adaptada a las necesidades del mercado laboral, como la formación permanente.

Francisco Ortiz Chaparro


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