SEGURIDAD Y DEFENSA: Manuel Sánchez Gómez-Merelo




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La Seguridad Privada pasa, en la actualidad, por el debate y discusión política de una nueva Ley que sustituirá a la ya obsoleta del año 1992.
Es fácil detectar con frecuencia la poca labor de investigación periodística y escaso rigor que, en general, se observa en los medios de comunicación sobre el tratamiento de los temas de seguridad, y sorprende asimismo comprobar lo poco que se valora la repercusión y consecuencias que el desconocimiento o la mala gestión de esa información puede tener sobre la sociedad, hasta bordear incluso el peligro de generar alarma social.


Manuel Sánchez Gómez-Merelo
Consultor Internacional de Seguridad
Miembro experto de la Comisión Nacional de Seguridad Privada del Ministerio del Interior

 
Transcurría 1849 cuando se creó la figura de “Guarda Municipal de Campo”, la primera figura de seguridad privada en la historia reciente de España. Eran Guardas Jurados por una Orden de la Reina Isabel II, del Ministerio de Agricultura con el concurso del Ministerio de Gobernación. Guardas Jurados que debían ser hombres que gozasen de buena opinión y fama, que nunca hubiesen sido condenados por delito alguno, y que no hubieran sido despedidos por alguna infracción disciplinaria de su trabajo. Tenían reputación de hombres buenos que terciaban en pleitos y discusiones. Siempre juraron (de formas distintas según las épocas) proteger los intereses puestos bajo su custodia, con lealtad al poder establecido.
 
El sábado 10 de Noviembre de 1849 la Gazeta de Madrid publicaba en su número 5.581 el “Reglamento para los guardas municipales y particulares del campo de todos los pueblos del reino”.

 
De ahí a nuestros días se ha venido desarrollando la actividad hasta 1992 donde se aprueba la Ley 23/92 de Seguridad Privada que regula la actividad y es primera norma de rango legal que regula todo el sector.
Ley que, por primera vez en casi siglo y medio, no contempla el carácter de agente de la autoridad; separa la habilitación de vigilante de la licencia de armas; crea las especialidades de escolta privado y de vigilante de explosivos, así como las figuras de los Jefes de Seguridad y los Directores de Seguridad; y sigue manteniendo la figura de los guardas de campo, con las variantes de pesquerías marítimas, caza y piscifactorías.
 
Con todo ello, “la Ley de Seguridad Privada pasa de poner el acento en el principio de la subordinación a desarrollar más eficazmente el principio de complementariedad a través de otros que lo desarrollan, como los de cooperación o de corresponsabilidad…” y, en resumen, ratifica que, en el modelo español, la seguridad privada es auxiliar, complementaria, subordinada, colaboradora y controlada por la Seguridad Pública.
 
A efectos de esta ley se entiende por seguridad privada: “el conjunto de actividades, servicios, funciones y medidas de seguridad adoptadas por personas físicas o jurídicas, públicas o privadas realizadas o prestadas por empresas de seguridad… Todo ello, para hacer frente a actos deliberados o riesgos accidentales… con la finalidad de garantizar la seguridad de las personas, proteger su patrimonio y velar por el normal desarrollo de sus actividades”

 
Una actividad amplia y compleja dentro de un gran catálogo de riesgos y amenazas, por lo que constituyen actividades de seguridad privada principalmente: la vigilancia y protección de bienes y establecimientos públicos o privados, así como de las personas que pudieran encontrarse en los mismos; el acompañamiento y protección de personas físicas determinadas; el transporte, depósito y custodia de monedas y valores; el transporte, depósito y custodia de explosivos, armas y cartuchería; la instalación y mantenimiento de sistemas de seguridad; la gestión de centrales para la conexión, recepción y verificación y, en su caso, transmisión y respuesta ante las señales de alarma; la investigación privada con relación a personas, hechos o delitos solo perseguibles a instancia de parte.
 
Todo ello, subrayando el especial carácter preventivo de estas actividades de seguridad privada.
Por tanto, y según se expresa en la exposición de motivos del Proyecto de la nueva Ley, “… la seguridad privada se ha convertido en un verdadero actor de las políticas globales y nacionales de seguridad”.

 
Así, hasta el momento, ni el conocimiento y tratamiento periodístico otorgado al asunto, ni la discusión política están a la altura de la importancia y repercusión social que corresponde a un tema de esta envergadura.
 
Una Seguridad Privada que no es nueva ni fruto de ninguna tendencia política significada, ni debe ser planteamiento alternativo a las posibles carencias de la Seguridad Pública o la potencial privatización de ésta.
 
En este sentido, y teniendo en cuenta que no es defendible ni planteable la privatización de la seguridad pública, las voces altisonantes, quizá desconocedoras de la realidad y evolución de la seguridad privada como desarrollo de la sociedad y no como alternativa a las posibles carencias de la seguridad pública, deberían de pararse un momento a analizar lo qué sería un día normal sin la seguridad privada.
 
Un día sin la Seguridad Privada
Si un día al despertarnos observáramos que las empresas y profesionales de la seguridad privada dejaron sus puestos y misiones… las armas, la vigilancia, la protección de los bienes y personas… ¿qué pasaría? Pues, sencillamente, que tendríamos un caos de tamaño descomunal. 
 
Un caos por la desaparición sin alternativa de una seguridad privada, donde en España trabajan, según datos del Ministerio del Interior, más de 1.500 empresas acreditadas, con más de 100.000 profesionales habilitados, y en la que, sólo en el año 2011, se llegaron a realizar más de cuatrocientos mil contratos y más de un millón cien mil servicios, con un resultado en materia de colaboración de más de sesenta mil actuaciones o comunicaciones a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad sobre auxilios, colaboraciones, informaciones y detenidos.
 
Pero, más allá de unas cifras globales, y a modo simplemente de ejemplo, ¿cómo sería un día normal de actividad en un aeropuerto como el de Madrid donde trabajan más de 600 vigilantes de seguridad, o en el Metro de Barcelona y Madrid donde desarrollan su actividad más de 600 y 1.500 vigilantes de seguridad, respectivamente?
 
¿Qué pasaría en una Central Nuclear donde hay habitualmente más de 70 vigilantes de seguridad? ¿Y en los centros comerciales, áreas industriales, polvorines, transporte público, etc.? ¿Cómo se gestionarían grandes eventos culturales o deportivos donde pueden llegar a trabajar más de 500 vigilantes de seguridad en uno solo de ellos?
 
Igualmente ¿cómo se desarrollarían los más de 9.000 servicios anuales de transporte y custodia de dinero y valores o los más 1.600 transportes de explosivos?, ¿Cómo se realizaría el control y la gestión de más de un millón y medio de sistemas de alarma monitorizados por las centrales de alarmas privadas que generan en conjunto más de 200.000 señales de alarmas falsas o no deseadas?, ¿Quién efectuaría el  acompañamiento y protección de personas determinadas? O ¿quién protegería nuestros pesqueros que están faenando en el Océano Índico?
 
En todo caso, se incrementarían los riesgos de actos violentos, robos, atracos, agresiones, vandalismo, o incluso podría colapsarse la actividad normal en donde las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad no podrían ni deberían estar presentes. Y no podrían principalmente porque no poseemos esos recursos, y, sobre todo, no deberían porque, en la mayoría de los casos, son actividades privadas, incluso con ánimo de lucro, en las que no procede poner a disposición esos recursos públicos para nada que vaya más allá de su misión superior de garantizar la seguridad ciudadana.
 
A modo de conclusiones
Es evidente que la sociedad depende de la Seguridad Privada como auxiliar y complementaria de la Seguridad Pública. Su misión, especialmente preventiva, abarca todas aquellas actividades que precisan seguridad preventiva, como son principalmente las infraestructuras de transporte, industriales o comerciales, o, caso especial, el correspondiente a la  mayoría de las infraestructuras críticas o estratégicas del país,  en las que su seguridad interna y de funcionamiento debe ser costeada por sus propios operadores. Actividad y competencia aparte tendrán los recursos de Seguridad Pública para garantizar la Seguridad Ciudadana de los entornos correspondientes.
 
Finalmente, no se hagan lío los que piensen que la especialización y el crecimiento paralelo de la seguridad privada es una forma de privatización de la seguridad pública. El normal desarrollo de la sociedad, presenta nuevas complejidades, retos y demandas que sólo se puede afrontar correctamente con soluciones nuevas y cooperativas. No es eficiente plantear que sea la Seguridad Pública la que preste atención a este vastísimo campo de especialización, sino que los nuevos desafíos han de contar con un sector privado reforzado, bien formado y dotado de medios específicos para realizar su complementaria labor de la mejor manera posible y con la mejor capacitación.
 
En este sentido, hay un importante capítulo aparte aún nada debatido, y merece la pena subrayar que, para el normal desarrollo de la Seguridad Privada, es imprescindible también una revisión y ampliación rigurosa de los programas de formación básica y de especialización, de todos los niveles profesionales del sector, en lógico acercamiento a los niveles de capacitación que son exigidos en la Seguridad Pública. El incremento de formación y capacitación profesional es una asignatura pendiente imprescindible de modificar y aprobar.
 
Hay que insistir en un concepto muy básico a tener en cuenta, como es que la Seguridad Humana en general, y la Seguridad Ciudadana en particular, requieren del concurso y cooperación de la Seguridad Pública más la Seguridad Privada, logrando pasar de la simple “acción preventiva” al “compromiso preventivo coordinado”, con una seguridad única que aporte sinergias, y sobre la base de los nuevos recursos implantados y en desarrollo, dentro de redes y planes específicos de la Policía y Guardia Civil , arbitrados por el Ministerio del Interior, de quien depende finalmente la regulación y control centralizado de toda la seguridad, incluida la privada.

08/01/2014

MANUEL SANCHEZ GÓMEZ-MERELO

Leía hace unos días, una idea interesante desarrollada por Rolf Dobelli sobre que “la acumulación de noticias informativas que nos llegan perjudican la salud” y yo, rápidamente, me vi obligado a reflexionar sobre que también perjudica seriamente la seguridad humana.


Las más que habituales y profusas malas noticias hacen, según Dobelli, “que nos volvamos más temerosos y agresivos y disminuyen la creatividad y la capacidad de reflexión. Si deja de leer los periódicos por completo, se sentirá más feliz. Está demostrado”.

La base de ello es que ya se encargan los medios de comunicación con sus dramáticos titulares, sus contenidos morbosos y sus insistencia de generar, en muchos casos, alarma social con lo que ello conlleva de inseguridad humana a nivel personal, ciudadana y global.

Y, como se ha dicho y demostrado, aunque parezca que simplemente nos mantienen informados, las “malas noticias” nos llenan el cerebro de hechos que carecen de utilidad práctica o teórica alguna para nuestras vidas, que se escapan de nuestro ámbito de acción y que, a menudo, no nos conciernen en absoluto y nos generan una importante situación de inseguridad.

En este sentido, como los medios de comunicación en general se vuelcan y regodean en las malas noticias, éstas directamente se convierten en tóxicas para nuestro cerebro y, consecuentemente, para la salud y la seguridad.

Pero, el morbo es productivo y vende, es una información fácil, rápida y barata de producir, aunque mejor sería hacer investigación y análisis y no simplemente toxicidad, pero esa es otra historia.

El peligro de esta profusión de malas noticias y su comunicación superficial, genera a la sociedad inseguridad y falsea nuestra apreciación verdadera  del riesgo.

Por ejemplo, y por culpa del protagonismo que tienen unas u otras noticias en la prensa y los telediarios, según Dobelli, se sobreestima el riesgo de morir en un atentado terrorista y, sin embargo, se subestima el de morir por estrés crónico o situación cotidiana.

Así, parece demostrado que el abuso de malas noticias es realmente tóxico para nuestro cerebro, y el único modo de protegernos sería dejar de consumirlas por completo.

Con todo ello, no nos está permitido ni es posible actuar de forma racional u objetiva ante las imágenes emitidas en los medios de comunicación que se presentan cada vez con más crudeza de exposición de la realidad con el simple aviso de que “las imágenes pueden herir la sensibilidad humana”.

Por tanto, las malas noticias son inútiles casi por definición. Dice Dobelli en su estudio: “De entre las 10.000 noticias que haya leído o escuchado en los últimos doce meses, cite una que le haya ayudado a tomar una decisión más acertada con relación a su vida privada o profesional”.

La respuesta no es muy positiva y, consecuentemente, el consumo sobre todo de malas noticias, no tiene ninguna utilidad práctica.

Lo peor es que nos hacen creer que por acumular un gran número de noticias en nuestro cerebro, llegaremos a entender mejor el mundo que vivimos. Y ocurre lo contrario. Todo lo importante que debemos saber sobre la vida no está en las noticias, ni siquiera en las buenas, sino que surge de nuestras propias reflexiones, nuestras actitudes ante la vida y crecimiento personal.

Y la razón, según Dobelli, es que “las noticias no hacen que reflexionemos, ya que lo único que hacen es ayudar a consolidar nuestros prejuicios. Para reflexionar necesitamos concentración, lo que requiere que no nos interrumpan ni distraigan”. Sin embargo, las noticias están especialmente diseñadas para interrumpirnos.

Lo cierto es que, tales interrupciones permanentes no ocurren solamente en los canales de información 24 horas, con sus incesantes titulares sobre todo lo malo especialmente. También los artículos de los informativos de internet están hoy en día plagados de enlaces y anuncios de manera que mientras lee el texto, su atención se desvía del tema.

En este sentido, investigadores canadienses han demostrado que por el simple hecho de que el texto contenga enlaces, el nivel de comprensión disminuye, pues su cerebro se ve constantemente distraído al tener que tomar la decisión de hacer o no hacer clic en ellos, lo cual provoca que se desvíe del tema.

Las noticias envenenan el cuerpo y nos predisponen al pensamiento negativo. Según Dobelli, “Las noticias activan de forma constante el sistema límbico del cerebro. Las catástrofes que se nos anuncian en los titulares todos los días liberan altas cantidades de glucocorticoides (cortisol). Esto altera el sistema inmunitario y reduce la producción de la hormona del crecimiento, que se encarga de regenerar el organismo”.

Por tanto, las noticias pueden, por sí solas, someter a una persona con una vida equilibrada y tranquila a una situación de estrés crónico por acumulación de situaciones de inseguridad, incluso percibir alarma social provocada por temas permanentemente referenciados.

Añadiendo que otro efecto particularmente lamentable de las noticias es que nos ahogan con sucesos respecto a los cuales no podemos hacer nada. Al escuchar historias sobre las catástrofes varias que asolan todos los rincones del mundo, nos volvemos pasivos y nos vemos sumergidos en un estado de ánimo negativo, pesimista, fatalista, pudiendo incluso perder toda capacidad emotiva o de compasión hacia los demás, así como la ilusión por el futuro y nos genera angustia e inseguridad.

Pero, todo ello no quiere decir que en este mundo no necesitemos las noticias y la información de lo que ocurre, más bien al contrario. Las noticias son necesarias para dar a conocer los hechos más importantes relacionados con nuestro entorno local y mundial, especialmente, escuchando las buenas noticias y leyendo artículos que ayudan al mejor conocimiento.

Así que hablemos de buenas noticias pues, no son generalmente los medios de comunicación los que más ayudan por este camino.

En este sentido, y sin ir más lejos, hablemos de España. Esa España que todos los días nos retratan con bombas fétidas a través de los medios de comunicación, las tertulias interesadas y morbosas y que todos tratan sobre la crisis de la deuda, de la banca, de la construcción, del incremento de la prima de riesgo, de la incesante corrupción, del desempleo, del rescate financiero…

¿Por qué no hablamos de las buenas noticias?, ¿por qué no vemos que “la botella está medio llena y no medio vacía?

España es un país lleno de oportunidades y con buenos resultados de los que no hablamos, de los que no nos hablan, más allá de que somos campeones del mundo y de Europa de fútbol.

Y tenemos muchos y buenos ejemplos. España está actualmente en el segundo lugar del mundo en visitantes turísticos con más de 57 millones de personas anuales, ingresos que suponen un 10 por ciento del PIB español.

Y con respecto a la manida y maltratada internacionalización, del año 2009 al 2011 hemos incrementado nuestras exportaciones en más del 18 por ciento y reducido notablemente nuestro déficit comercial y seguimos doblando nuestros esfuerzos a nivel internacional.

Así, lideramos las obras de construcción del nuevo Canal de Panamá; estamos implantando, mediante un consorcio de empresas españolas, la línea de alta velocidad en Oriente Medio entre La Meca y Medina; gestionamos importantes aeropuertos como el de Londres, Orlando y otros muchos; estamos construyendo parques eólicos en Escocia y otros países, suministrando aerogeneradores a las principales economías del mundo; instalamos plantas desalinizadoras en Adelaida o el desierto de Atacama, etc.

España está liderando proyectos de todo tipo a nivel internacional, desde gestionar reservas de vuelo a nivel mundial, controlar el espacio aéreo en Alemania o desarrollar vacuna contra el Alzheimer, hasta instalar y controlar la especial estación meteorológica del Curiosity Mars Rover.

También tenemos, pese a las crisis, dos de las mejores entidades bancarias del mundo y lideramos las telecomunicaciones y todo, con empresas y esfuerzos españoles.

Y hay más, estamos a la cabeza mundial del sector de energías renovables y somos los primeros en energía solar.

En España somos creativos, innovadores y emprendedores, aunque los medios de comunicación solo destaquen diariamente las malas noticias y las crisis (… que las hay). Somos un país divertido y con gran diversidad, con una gastronomía reconocida y, lo más importante, con un sistema social y sanitario modelo -que esperemos que las malas gestiones no lo destruyan- y con una esperanza de vida que nos sitúa en el tercer país del mundo.

España es un país para vivirlo, trabajar, disfrutar y comérselo…  no dejemos que nos lo destruyan y nos generen inseguridad solo con malas noticias.

Entonces, ¿por qué no hablamos de las buenas noticias y creamos seguridad y confianza?

Analizados los aspectos generales sobre el hacinamiento y sus consecuencias, a continuación veamos destacadas situaciones críticas en algunos países latinoamericanos derivadas del elevado hacinamiento y la Emergencia Social que se está provocando, más allá de la simple Emergencia Carcelaria declarada en algunos países. [...]

Manuel Sánchez Gómez-Merelo
Consultor Internacional de Seguridad
Ex Coordinador de Seguridad de Instituciones Penitenciarias

 

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El hacinamiento origina condiciones inhumanas para los recluidos, corrupción y violencia por la lucha de un espacio mínimo en donde vivir y pernoctar, factor que, a su vez, entorpecen el cumplimiento del tratamiento penitenciario para la reinserción social del recluso y disminuye ostensiblemente las oportunidades de trabajo, educación, cultura, deporte y recreación para los internos, además de dificultar la capacidad de control y la gobernabilidad por parte de las autoridades penitenciarias comprometiendo la obligación de los Estados de garantizar la vida e integridad física de las personas privadas de la libertad.
Estamos ante una emergencia social… mucho más que una emergencia carcelaria ya declarada en algunos países de la Región.

Manuel Sánchez Gómez-Merelo
Consultor Internacional de Seguridad
Ex Coordinador de Seguridad de Instituciones Penitenciarias

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Para hablar de la inseguridad ciudadana, una vez más, antes hemos de hablar de la seguridad como amplio concepto, la seguridad que es, ante todo, un estado de ánimo y como tal, una cualidad intangible, cambiante, mejorable y empeorable por cuestiones puramente derivadas de la afectividad, la sensibilidad, el estado personal y, sobre todo, por la percepción diferente de la información que, en cada momento y circunstancia recibimos y procesamos o emitimos.


También, en general, hay que tener en cuenta que, el término seguridad se asocia con naturalidad a otros secundarios con el objeto de calificar tal seguridad. Así sucede con términos como “seguridad pública”, o “seguridad ciudadana”, y también con otros más recientes como “seguridad sostenible” o “seguridad integral”.

Pero, en cualquier caso, es la sensación de estar en peligro, así como la incertidumbre y la insatisfacción lo que incrementan los niveles de estrés, angustia y ansiedad. Nos asusta todo aquello que atente contra nuestro sentido de pertenencia, integridad y aceptación. Todo aquello que ponga en peligro nuestra seguridad física, emocional y material que puede entrar en el menú de las amenazas contra nuestro bienestar.

En este sentido, hemos de estar atentos a la vulnerabilidad que es el grado en que las personas o bienes son susceptibles de pérdida, daños, sufrimiento o muerte en caso de una agresión. La vulnerabilidad varía según las circunstancias y cambia con el tiempo. Las vulnerabilidades son siempre relativas pero, el daño, es absoluto, y todas las personas y grupos son vulnerables en cierto grado. Sin embargo, toda persona posee su propio nivel y tipo de vulnerabilidad, acorde a sus circunstancias.

Como también hemos de hablar de la incidencia de la globalización, antes deberíamos de definir el concepto “seguridad” como terreno común de actividad de los diferentes actores y sectores. En este sentido, repensar los conceptos de bienestar, desarrollo, democracia y seguridad, desde el ángulo de la sostenibilidad, ha pasado a convertirse en una tarea vital, pero sigue siendo una asignatura pendiente.

Por otro lado, a pesar de que existe la percepción social de que el aumento de población inmigrante tiende a elevar la delincuencia, esto no es cierto en el caso de España. A esta conclusión han llegado investigadores de la Universidad Carlos III de Madrid a partir de un estudio en el que se analizó, utilizando un modelo empírico con la asociación entre el aumento de la inmigración y el incremento de la delincuencia en nuestro país, sobre todo entre los años 1999 y 2009.

 
INSEGURIDAD CIUDADANA

Desde mediados de la década de los pasados años setenta, la inseguridad ciudadana no ha dejado de ser en las sociedades occidentales una de las cuestiones sociales más preocupantes.

Los ciudadanos, cuando oyen hablar de inseguridad ciudadana, piensan en múltiples y muy diversos problemas o situaciones, desde el terrorismo, a la venta de droga en la calle, atracos con armas, violaciones o abusos sexuales, agresiones físicas, robos en domicilios, locales, vehículos, carteras y tirones de bolsos, amenazas, actos de gamberrismo, fraudes, estafas, etc., e incluso recientemente piensan en la corrupción.

La inseguridad ciudadana se ha convertido hace ya tiempo en un desafío crucial para la gobernabilidad democrática y el desarrollo humano. Con todo, a pesar de que en el núcleo de esta inseguridad se halle la amenaza de violencia generada por los nuevos conflictos producidos socialmente, lo cierto es que las políticas de seguridad ciudadana siguen estando más ocupadas en contener o reducir los efectos extremos de estos conflictos (preferentemente la actividad delictiva dirigida contra los bienes privados) que no en minimizar los riesgos de exclusión social y de desigualdad económica y, en última instancia, el riesgo de ruptura social en el que cada vez estamos más inmersos.

El problema de la inseguridad ciudadana se ve agravado por la extraordinaria capacidad que han adquirido los medios de comunicación a la hora amplificar y de difundir en tiempo real a nivel mundial -y, por tanto, deslocalizándolos- los desastres y las violencias más extremas y preocupantes.

En la elección de los indicadores de la evolución de la inseguridad ciudadana o la preocupación de estos se trata por tanto, más que en apariencia, de una cuestión metodológica. Un ejemplo lo constituye el barómetro del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) cifras publicadas en noviembre de 2004, situaba a la inseguridad ciudadana, con el 19,1%, como el quinto problema principal que existía en ese momento en España, hoy en el año 2013 este datos es 2,8 %; el desempleo era 61%, hoy es 81,6 %; El terrorismo/ETA, era un 44,8%, hoy es 0,4 %; la vivienda  se situaba en el 21,8%, hoy es el 2,0 %; y la inmigración era el 20,5% y hoy es 2,2 %. En ambos momentos la preocupación por la inseguridad ciudadana era elevada pero, diferente sus datos y su percepción.

Y en esta dirección no podemos ignorar, para abordar y comprender la seguridad ciudadana y específicamente la que está vinculada al desarrollo de turismo y actividad comercial, una perspectiva de enorme interés como es la que podríamos denominar “seguridad subjetiva”, es decir, el grado de percepción de seguridad que experimentan o se construyen los ciudadanos ante múltiples informaciones o contingencias.

Por todo ello, en términos absolutos es claro que la inseguridad ciudadana ha crecido, no obstante, la seguridad subjetiva, la percepción de seguridad que tienen los ciudadanos, actualmente, es mayor en general.
 
2a. Seguridad objetiva
La seguridad objetiva es aquella que puede medirse cualitativa y cuantitativamente y es resultante de las acciones proactivas y reactivas programadas por el Gobierno y las Fuerzas de Seguridad Pública.

Una seguridad objetiva, que por sus datos, hoy puede causar una alarma social por el despunte ocasional de algunos datos resultantes en 2012. Aún así, la incidencia de la criminalidad en España se mantiene entre las más bajas de la Unión Europea.

Según el Balance de Criminalidad del Ministerio del Interior, en el año 2012 se han registrado en España un total de 2.268.665 delitos y faltas, lo que constituye un descenso de un 0,7% con respecto al año anterior.

Los datos sobre criminalidad atienden a unos indicadores de seguridad concretos, como son la cifra total de delitos y faltas, homicidios dolosos y asesinatos consumados, delincuencia violenta, robo con violencia o intimidación, robos con fuerza, sustracción de vehículos a motor, tráfico de drogas, daños, y hurtos. La gran mayoría de estos indicadores se corresponden con los que establece la Oficina Europea de Estadística (EUROSTAT).

En el ámbito que comprende los valores a la baja, se aprecia un descenso importante de las categorías de los homicidios dolosos y asesinatos consumados (-5,7%), que corrobora una tendencia en la disminución de los delitos contra la vida; de los delitos de sustracción de vehículos a motor (-7,8%); y, a continuación, y según la importancia de la disminución de hechos delictivos, les suceden otras tipologías delictivas como el tráfico de drogas (-4,7%), los robos con fuerza (-2,2%) y los daños (-3,1%).

Por el contrario, en el año 2012, despunta un incremento de la inseguridad domiciliaria en España.

Varones jóvenes, los que más delinquen, tal y como ocurre en otros países. La proporción de varones jóvenes se asocia con una mayor tasa de delincuencia, responsable de la mayor parte de los delitos.

Por otro lado, se observa que han experimentado un incremento más relevante, en primer lugar, aquellos hechos delictivos que están vinculados a los robos con fuerza en los domicilios (25,4%), y a continuación los robos con violencia e intimidación (10,4%).

Aún así, los robos o los asaltos a viviendas unifamiliares son estadísticamente pocos, pero es evidente que crean gran alarma social y constituyen un problema de seguridad ciudadana. No se dan muchos delitos de este tipo pero su gravedad es alta.

También cabe destacar que el comportamiento al alza del indicador “Robo con Fuerza en Domicilios” se encuentra condicionado por la puesta en marcha de nuevos criterios metodológicos de grabación y cómputo estadístico pues, durante el año 2012 se introdujeron procedimientos mejorados de grabación de información, especialmente en lo que respecta a la naturaleza del lugar donde se cometen las infracciones penales.

Donde anteriormente se computaban en el indicador “Robo con Fuerza en Domicilios” únicamente se tenían en cuenta los espacios habitables de determinadas viviendas (pisos, casas, etc.), en la actualidad se tienen en cuenta otros tipos de viviendas, como pudieran ser casas de campo, segundas viviendas y otras tipologías.
También con aspecto negativo, aunque con una incidencia porcentual menor, se encuentra la denominada delincuencia violenta, con un incremento del 7% respecto a 2011.

Por otro lado, los delitos típicos de las grandes áreas urbanas están comenzando a extenderse a las zonas rurales. Según las propias estadísticas del Gabinete de Coordinación y Estudios de la Secretaría de Estado de Seguridad, el robo en viviendas aumentó el pasado año un 25,4% con respecto a 2011.

Lo más reseñable, junto al aumento generalizado de los robos es que los mayores incrementos en este tipo de asaltos se produjeron en las autonomías más rurales.

En Asturias, por ejemplo, los robos en domicilios crecieron un 65,6% en 2012. En Cantabria, el mismo delito aumentó un 84,9% en el mismo periodo.

En Castilla y León, la tercera comunidad española menos poblada, el incremento de las sustracciones en casas ascendió al 64,9%. Y Extremadura, la segunda en densidad, sufrió una subida del 35,7%. Castilla-La Mancha, con la menor concentración de habitantes de España, fue la excepción, con un incremento de los robos en casas del 17,1%, ocho puntos por debajo de la media.
 
Más delitos en las comunidades más ricas
Tiende a haber más delitos en lugares con mayores oportunidades económicas.

El empeoramiento de la seguridad está siendo más intenso en las regiones del Norte. Además del aumento de los robos en domicilios, Asturias y Cantabria también sufrieron el año pasado un deterioro en otros campos del crimen.

En concreto, el Principado sufrió más robos con violencia e intimidación (30%) y más hurtos (11,4%). Y en Cantabria crecieron los robos con violencia e intimidación (29,7%), los robos con fuerza (11,7%), la sustracción de vehículos a motor (6,4%) y los hurtos (11,7%).

Así, en el País Vasco, los robos con violencia e intimidación aumentaron un 33,7%, y los hurtos otro 4,8%. Por su parte, en Navarra, los robos con violencia e intimidación crecieron un 82,9%, los robos en domicilios, un 35,5%, y los hurtos, un 8,8%.

Por último, La Rioja experimentó un incremento de los robos en domicilios del 92% y mayor número de robos con violencia e intimidación (8%), más delitos por tráfico de drogas (11,3%) y más hurtos (10,1%).
 
2b. Seguridad subjetiva
La seguridad subjetiva es aquella que realmente es percibida por el ciudadano en su propia vivencia y estado de ánimo, más importante si cabe que los resultados de las frías estadísticas y estudios comparativos.

La percepción de la inseguridad, esto es, la interpretación por el sentido común de ciertas situaciones como inseguras, es el resultado de un complejo proceso subjetivo, de definiciones y atribuciones de valor, es una construcción personal y social de la realidad.

La seguridad subjetiva depende, en suma, de las probabilidades de convertirse en víctima involuntaria de un delito, es decir, del miedo a ser víctima de la delincuencia, así como de factores como las condiciones personales, sociales, las redes de socialización y hábitos de vida y la mayor o menor vulnerabilidad o sensibilidad al mensaje de los medios de comunicación.

Restablecer el equilibrio entre las dos visiones o variables (objetiva y subjetiva) se convierte en una finalidad social para que el nivel de incertidumbre al que el ser humano se ve sometido se mantenga soportable.
Así, hay hechos que constituyen una alarma social importante porque el ciudadano normal se puede ver identificado en el lugar de las víctimas, como puede suceder en los robos con violencia o intimidación.

 
3. ALARMA SOCIAL

Pero dentro de la multicausalidad que genera este clima de alarma social, los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, fueron, sin duda, determinantes.

Y este enfoque multidimensional acuñado en la pasada década sigue irradiando buena parte de los emergentes discursos sociales, académicos e institucionales sobre la seguridad, orientándolos hacia los entornos de desarrollo de la ciudadanía democrática y de los derechos humanos, sin los cuáles el concepto de seguridad carece de verdadero sentido.

Cada vez que en cualquier país un nivel de seguridad se descontrola aparece de forma casi automática también un cierto nivel de Alarma Social.

Nada extraño si recordamos que la Seguridad es un estado de ánimo, una percepción personal o colectiva. Percepción de inseguridad que es la sensación de peligro que experimenta un individuo, que se constituye con base en la experiencia individual y colectiva y hace referencia a condiciones de “normalidad” construidas subjetivamente y que sensibilizan a los sujetos respecto de las posibles amenazas del entorno.

No obstante, esto es fácil pensarlo, más fácil decirlo pero sería conveniente hacer algún tipo de reflexión o análisis de la actual realidad antes de que la situación nos genere alarma social o mayor incertidumbre en los ciudadanos.

La alarma social generada en torno a los robos en viviendas del entorno rural y asaltos a viviendas unifamiliares es actualmente, más que una percepción subjetiva de inseguridad que y que las autoridades, en cualquier caso, deben acometer con rigor.

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Editado por
MANUEL SANCHEZ GÓMEZ-MERELO
Eduardo Martínez de la Fe
MANUEL SANCHEZ GÓMEZ-MERELO, es consultor internacional de seguridad, arquitecto técnico y periodista. Completa esta formación con diversos cursos de postgrado en las áreas de seguridad pública y privada, defensa comunicaciones.

Dedicado por más de 30 años a la Consultoría e Ingeniería de Seguridad y Defensa por más de 20 países como asesor para asuntos aeroportuarios, puertos, cárceles hospitales, entidades bancarias, museos, transporte ferroviario, servicios de Correos y puertos.

Es socio fundador y presidente para Europa de la Federación Mundial de Seguridad (WSF), Director para Europa de la Secretaría Iberoamericana de Seguridad, Asesor gubernamental en materia de integración operativa de seguridad pública y privada en diversos países latinoamericanos.

Como experiencia académica es profesor de postgrado en ICADE (Universidad Pontificia Comillas de Madrid) desde 1986, codirector de postgrado en la Facultad de Psicología (Universidad Complutense de Madrid) y director del Curso de Seguridad en Infraestructuras Críticas del Instituto General Gutierrez Mellado de la UNED, así como conferenciante habitual y profesor en más de 20 países sobre Seguridad y Defensa.

Su representación institucional es principalmente como Miembro Experto de la Comisión Mixta de Seguridad del Ministerio del Interior, Director para Europa de la Federación Panamericana de Seguridad (FEPASEP), representante “ad honores” de la Federación de Empresas de Seguridad del MERCOSUR (FESESUR), asesor del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) para asuntos de Seguridad Ciudadana y Observatorio de Delincuencia en Panamá, socio fundador y de honor del Observatorio de Seguridad Integral en Hospitales (OSICH), socio fundador y vicepresidente de la Asociación para la Protección de Infraestructuras Críticas (APIC)

Autor y director de la BIBLIOTECA DE SEGURIDAD, editorial de Manuales de Proyectos, Organización y Gestión de Seguridad

Actualmente es presidente y director del Grupo de Estudios Técnicos (GET), socio-senior partner de TEMI GROUP Consultoría Internacional y socio-director de CIRCULO de INTELIGENCIA consultora especializada.