Tendencias 21. Ciencia, tecnología, sociedad y cultura



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¿Cómo acabaron en un libro los sueños y pesadillas del mundo occidental?

En “En busca de Mary Shelley. La joven que escribió Frankenstein”, Fiona Sampson intenta explicar el genio de la autora británica


En 2018 la editorial Galaxia Gutenberg publicó “En busca de Mary Shelley. La joven que escribió Frankenstein”, de Fiona Sampson. Como ya señala el propio título, se trata de una biografía que busca la verdadera identidad de la autora de “Frankenstein”; en un intento de comprender cómo esta, siendo tan joven, llegó a escribir una obra que sintetiza los sueños y pesadillas del mundo occidental, también del presente. Por Carmen Anisa.




Desde hace dos años, en clase Literatura Universal de primero de Bachillerato, leo y analizo con mis alumnos Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley. El estudio en profundidad de esta obra nos revela su compleja dimensión y lo que ha supuesto para la literatura, la cultura y la ética de la ciencia. Además, a través de Frankenstein, nos adentramos en el espíritu de una época: el Romanticismo.
 
En 2018, la editorial Galaxia Gutenberg publicó En busca de Mary Shelley. La joven que escribió Frankenstein, de Fiona Sampson, traducida por Andrés Catalán y con una edición al cuidado de Jordi Doce. ¿Qué aporta esta nueva biografía de Mary Shelley? En primer lugar, como indica su título, se trata de una búsqueda, similar a la que hacemos los lectores de esta novela. ¿Quién era Mary Shelley?, nos preguntamos. ¿Cómo, siendo tan joven llega a escribir esta obra trascendental, tan profunda en sus ideas y su significado? ¿Cómo pudo crear dos “arquetipos imperecederos”, el del doctor  Frankenstein, el “investigador arrogante”, y el de su criatura?
 
Una niña criada por el zeitgeist intelectual
 
Mary Shelley nace el 30 de agosto de 1897. Su madre es la escritora y pensadora Mary Wollstonecraft –autora de Vindicación de los derechos de la mujer– y su padre, el librepensador William Godwin, –autor de Investigación sobre la justicia política–. Mary y Godwin se casan cuando ella estaba embarazada de cuatro meses. La escritora aportaba al matrimonio una hija, Fanny, fruto de su historia de amor con Gilbert Imlay, un aventurero norteamericano. Tras dar a luz a su segunda hija, Mary Wollstonecraft sufriría una terrible septicemia, de la que moriría once días después.
 
Al poco tiempo Godwin publica Memorias de la autora de “Vindicación de los derechos de la mujer”. La obra resultó un escándalo pues, llevado por su celo biográfico y su afán de pasar a la posteridad, Godwin se recreó en detalles como los intentos de suicidio de su mujer, desesperada ante el abandono de Imlay.
 
En el hogar de los Godwin, Mary Wollstonecraft era la sombra de una madre  ausente pero viva en la memoria. El poeta Coleridge, amigo de Godwin y asiduo visitante de la casa, habla en una carta del encanto y la educación de las dos niñas, y de su tristeza: “El cadavérico Silencio de las hijas de Godwin me resulta bastante sepulcral”.
 
Godwin se casa en 1801 con Mary Jane Clairmont, que aporta dos hijos al matrimonio. De esta unión nacerá otro hijo. Fanny y Mary dejarán de ser las niñitas de papá. Las tensiones con Mary Jane provocarán que Godwin envíe a la ya adolescente Mary a pasar una larga temporada en Escocia. Los problemas económicos acuciarán siempre a la familia. No obstante, Mary encontrará una amiga y hermana en Jane –Claire Clairmont–, la hija de Mary Jane.
 
Mary “es una niña criada por el zeitgeist intelectual”, por el espíritu de la época. La palabra “romanticismo ha entrado en escena; ya no es Dios sino el individuo el que “ocupa el centro de su propio universo”. Pero la libertad existencial del individuo lo conduce también a la soledad.
                                                                      
Un viaje de seis semanas  
 
Con dieciséis años Mary se considera una intelectual “excepcionalmente dotada”. Percy Bysshe Shelley, el revolucionario hijo de un baronet y ferviente admirador de William Godwin, quedará fascinado con la joven. En julio de 1814 Mary se fuga con Shelley; él es un hombre casado, con un hijo, y con su mujer embarazada de nuevo. Como señala Fiona Sampson:
 
Es de la hija de estos famosos pensadores de quien se ha enamorado Percy. Pero al marcharse de casa y convertirse en la pareja de un poeta joven y casi desconocido, Mary Godwin ha elegido labrarse su propio camino en la vida.
 
La pareja no viaja sola. Claire Clairmont se unirá a ellos, con el beneplácito de Mary y Percy. Esto iba a socavar la reputación, ya bastante maltrecha, de los Godwin. Y aún más, cuando se supo que Shelley había entregado mil quinientas libras a Godwin. Por Londres se extendió el rumor de que Godwin había vendido a sus dos hijas a Percy.
 
Durante el viaje de seis semanas, lleno de dificultades, Mary había cumplido diecisiete años y Shelley veintidós. A su regreso el trío se instala en Londres, en una vivienda de alquiler, de la que Shelley tiene que escapar acuciado por los acreedores. Mary y Percy solo podrán estar juntos los domingos.  No obstante, Claire y Percy suelen salir a menudo a pasear. Para completar los problemas de Mary, Percy, partidario del amor libre –como lo fue Godwin–, quiere que ella se acueste con su amigo Thomas Jefferson Hogg, a lo que Mary se niega. Su avanzado embarazo será la mejor excusa para ello.
 
En febrero Mary da a luz a Clara, una niña prematura, que muere a los doce días. Ni su familia ni la de Shelly quieren saber nada de la pareja. A pesar de tanta agitación y tantas mudanzas, Mary no deja de leer y de estudiar. Se queda de nuevo embarazada y en enero de 1816 nace su segundo hijo, su querido William.
 
El año sin verano
 
Convencidos por Claire, Mary y Percy, junto con el pequeño William, vuelven a emprender un viaje hacia Suiza para encontrarse con lord Byron, del que Claire se había quedado embarazada. Esta había llegado a escribirle a Byron acerca de Mary: “Me atrevo a decir que te enamorarás de ella; es muy hermosa y muy afable y sin duda tendrás suerte en tu relación”.
 
1816 es el “año sin verano”, debido a la erupción del volcán Tambora en Indonesia, que había llenado las capas altas de la atmósfera de ceniza volcánica, bloqueando el sol. El clima traerá consecuencias fatales en Europa. Las tormentas y el mal tiempo obligarán a nuestros protagonistas a recluirse y buscar distracciones en villa Diodati –la casa que Byron ha alquilado, y que los Shelley visitan con frecuencia–. Byron no se enamorará de Mary; en su lugar será Polidori, escritor y médico personal de Byron, quien sienta una atracción especial hacia ella.
 
La noche del 16 de junio, en Villa Diodati, Mary, Percy, Claire, Byron y Polidori se reúnen para leer historias de fantasmas. Byron propone que cada uno escriba un relato de terror y todos se muestran de acuerdo. Por otra parte, entre Byron, Shelley y Polidory eran frecuentes las conversaciones sobre galvanismo y sobre la posibilidad de insuflar vida a un ser muerto. Toda la historia está bien documentada gracias a lo que escribieron sus protagonistas, en especial Mary y Polidori. En este verano nació Frankenstein.
 
Muertes y nacimientos
           
Mary, Percy y Claire se marchan de Suiza a finales de agosto y, para ocultar el embarazo de Claire, se instalan en Bath. Allí les llegó la noticia de que Fanny se había suicidado tomando láudano. Se ha especulado con que estaba enamorada de Shelley. Lo cierto es que Fanny desapareció de la historia, al igual que un personaje que sobra en una película.
 
En diciembre, Harriet, la esposa de Percy, que estaba embarazada, se suicida arrojándose al lago de Hyde Park. El 30 de ese mismo mes, Mary se casa con Percy en Londres. Desde entonces, Godwin, presente en la ceremonia, cambiará su actitud hacia la pareja y tendrá vía libre para pedir dinero a Shelley, hasta la muerte de este, sin el menor tacto o consideración.
 
Mary escribe Frankenstein en una casa llena de niños pequeños: su hijo William, Allegra, la hija de Claire y, un nuevo bebé, Clara, la tercera hija de Mary, que nace en septiembre de 1817. Mary debía sentirse terriblemente agotada. Como escribe Fiona Sampson:  
 
Lo trágico de la vida de la pareja es que, mientras que ella es digna hija de su madre y da por sentado la participación de las mujeres como iguales intelectuales, él permanece atrapado en los papeles tradicionales.
 
Frankenstein se publica el 1 de enero de 1818, sin el nombre de la autora, pero con una dedicatoria a Godwin y un prefacio escrito por Shelley. Aunque Mary no disfrutará de su éxito literario, porque un nuevo viaje la alejará de Inglaterra durante varios años.

El Grand Tour
 
En marzo de 1818, con la excusa de que Claire debía acercar a Allegra hasta Byron, los Shelley emprenden el tercer viaje al continente. Italia les permitirá huir de los acreedores y de la mala reputación. Además podrán realizar su versión del Grand Tour y complementar con ello su educación clásica. Para el matrimonio fue una época de intensas lecturas y de gran creatividad, pero también de grandes zozobras. Viajar al sur, durante la primera pandemia de cólera, era un peligro para niños tan pequeños.
 
Desde que llegan a Italia, los Shelley viven una vida nómada, que los lleva desde la primera casa en Bagni di Lucca –la localidad balneario de la Toscana en la que en su día se había alojado Montaigne– hasta Venecia, donde muere la pequeña Clara. Viajan a Roma y a Nápoles, y allí se desarrolla un episodio oscuro de sus vidas, que ha dado muchos quebrantos a los biógrafos: la inscripción de una niña, registrada y bautizada como hija de Mary y Percy.
 
Los viajeros regresan a Roma y, en junio de 1819, cuando Mary está embarazada de cuatro meses, el pequeño William muere de malaria y es enterrado en el  cementerio protestante. Mary ha entrado en una profunda depresión: “Siento que no soy capaz de nada y por tanto me encuentro incapaz de vivir pero de qué estará hecho ese corazón que no se ha roto con todo lo que he sufrido”. El dolor por la pérdida de sus hijos ha abierto poco a poco un abismo entre Percy y Mary, que ahora comprende que Harriet fue una esposa abandonada, lejos de la versión que Percy le había hecho creer.
 
En noviembre de 1819 Mary da a luz en Florencia a su cuarto hijo, Percy Florence, el único que sobrevivió. En 1822 la hija de Claire muere en un convento de Bagnacavallo. La presencia continua de Claire, su carácter impulsivo y apasionado, y los sentimientos que despierta en Shelley, van minando también la relación del matrimonio. Sin méritos propios, Claire Clairmont se estaba creando su hueco en la historia de la literatura.
 
Los Shelley acaban asentándose en Pisa, donde irrumpen en sus vidas nuevas amistades, personajes secundarios que parecen preparar la escena final del drama. Entre ellos se encuentran Edward Williams y Jane, su pareja, y Edward Trelawny, algo aventurero y manipulador. El último hogar de los Shelley –que compartirán con los Williams y con Claire– será la no muy amplia Casa Magni en San Terenzo. Allí Mary sufre un aborto espontáneo que está a punto de costarle la vida.
 
En ese ambiente enrarecido, Shelley dedica sus últimos poemas a Jane Williams –no era el primer enamoramiento del poeta–, y se queja a sus amigos de la frialdad de Mary. Dos días después del aborto, Shelley escribe en una carta que se siente solo: “Con independencia de la proximidad y la continuidad del trato doméstico”, Mary no le “cree ni entiende”.
 
Percy deseaba tener un barco y se hizo construir el Don Juan, una pequeña embarcación que sería el equivalente a una lancha motora. El 1 de julio de 1822, acompañado de Williams, zarpa rumbo a Pisa para visitar a otros amigos, los Hunt. A su regreso una tormenta provoca el naufragio de la embarcación. Los cuerpos aparecen días después. Al mes siguiente, cuando les entregan el cadáver de Shelley, Byron, Hunt y Trelawny se encargarán de la cremación, tarea difícil y nada romántica. Trelawny aprovechó para quedarse con unos fragmentos del cráneo;  y el corazón, o algo parecido, se lo dan a Mary, que lo conservó en su escritorio, en una bolsita de seda, hasta su muerte. Las cenizas de Percy son enviadas al cementerio protestante de Roma, para ser enterradas junto al pequeño William, pero la tumba de este había desaparecido.  
 
“La autopromoción vía Percy había comenzado”, señala Fiona Sampson. Sus amistades se muestran dispuestas “a apropiarse de él en la muerte como lo hicieron en vida”. No creen en el dolor de Mary. Solo Byron permanece leal. Es el único que triunfa por méritos propios y admira a Mary como la autora de una gran novela,  Frankenstein.
 
La media sonrisa de Mona Lisa
           
Cuando, a punto de cumplir veintiséis años, Mary regresa a Inglaterra, los rumores acerca de su frialdad como esposa ya se habían extendido. Jane Williams había llegado un año antes y se había encargado de ello. Thomas Jefferson Hogg cree todas sus palabras y acabará casándose con Jane, el último amor de Shelley. Cuando más adelante, Mary conozca la traición de su amiga, se hundirá en una inmensa tristeza. Sin embargo, conservará su amistad.
 
La sonrisa de Mary Shelley, en el retrato de 1839 pintado por Richard Rothwell, parece tan enigmática como la de Mona Lisa. Con cuarenta y dos años, Mary ya había sufrido bastante. William Godwin muere en 1836 y ella lo cuida hasta el final. En 1937 comienza el reinado de la reina Victoria. Los tiempos han cambiado y Mary se ha impuesto a sí misma la tarea de “rentabilizar y a la vez crear la reputación de Percy”. Coindice con su suegro, Sir Timothy –que nunca se digna recibirla–, en que Shelley tendrá más éxito si se olvida su vida personal y su pasado revolucionario. Pero la sociedad de la época jamás le va a perdonar a Mary su pasado. Ese es el precio que deberá pagar por haber sido una mujer libre, siguiendo la chispa revolucionaria que un día encendiera su madre.
 
Durante el resto de su vida Mary procurará vivir en una tranquila intimidad doméstica,  junto a su hijo Percy Florence, que nunca tendrá una vocación, ni destacará en nada, a pesar de los esfuerzos de su madre. Mary no escatima en procurarle a su hijo la mejor educación; e incluso, cuando dispone de dinero, viaja con él y sus amigos por Europa.
 
Sin embargo, la vida de Mary no es tan sosegada como ella hubiera querido. Sir Timothy procura escatimar en todo lo posible la ayuda económica. Cuando muere, en 1844, con noventa años, Percy Florence dispondrá al fin de su herencia, aunque cargada de gastos. Los problemas de dinero, las decepciones, la falta de consideración por parte de la familia de Shelley y los chantajes de algún que otro oportunista, le provocarán a Mary etapas de gran ansiedad y depresión.
 
Mary siguió escribiendo novelas, y otros trabajos eruditos, entre los que destacan sus biografías. Poseía una inmensa cultura que había adquirido de forma autodidacta. En una sociedad que relegaba a la mujer al papel de figura doméstica y decorativa, Mary Shelley encontró asidero en su incansable actividad: “Los trabajos literarios, mi superación intelectual y el ensanchamiento de mis ideas son las únicas ocupaciones que me sacan de mi aletargamiento”, escribe. Pero a partir de 1838 deja de publicar ficción y desde 1844 no publica nada:
 
La brillante mente juvenil que aprendió sin ayuda y desde cero griego antiguo; la muchacha que estudió italiano y tradujo literatura italiana renacentista; la novelista y escritora rebosante de creatividad: a mediados de la década de 1840 esta persona prácticamente ha desaparecido.
 
Mary vive con cierta paz en el campo, junto a su hijo y su nuera hasta que el 1 de febrero de 1851 muere de un tumor cerebral.
 
En su biografía, Fiona Sampson incide en la condición de mujer de Mary Shelley, que fue educada como un hombre para después sufrir el menosprecio, al no ajustarse a lo que sociedad esperaba de ella. Por otra parte, Mary buscó siempre la aprobación intelectual de su padre y después la de su marido, aprobación que poco tiene que ver con el amor y la ternura.
 
El monstruo de Frankenstein es una criatura sola en el mundo. Su creador lo ha abandonado; en ello reside el dilema moral de la obra. Mary nunca escribió otra novela que estuviera tan viva. En la introducción a la edición de Frankenstein de 1831, Mary procuró insistir en la moraleja del relato. El doctor Frankenstein cometió un acto de hibris y pagó por ello.
 
Como nos recuerda Fiona Sampson, la huella de Mary es enorme: “Enorme para las mujeres que escriben, para la siempre incipiente, siempre creativa imaginación científica y para los sueños y pesadillas del mundo occidental”.


Jueves, 2 de Abril 2020
Carmen Anisa
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