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La capacidad de seguir el ritmo es una forma de interacción humana

En el resto del reino animal no sucedió lo mismo, aunque los bonobos parecen una excepción


Los científicos sospechan que, en el caso de nuestra especie, las habilidades musicales y rítmicas evolucionaron para fortalecer lazos sociales, como un medio de coordinación e interacción. Diversos estudios con animales sugieren que, con la gran mayoría de estos, no sucedió lo mismo. Aunque hay sorprendentes excepciones, como han demostrado diversos estudios con bonobos. Por Marta Lorenzo.


Marta Lorenzo
18/12/2014

Metrónomo. Fuente: Flickr.
Metrónomo. Fuente: Flickr.
En 1837, Charles Darwin, recién llegado de su viaje en el HMS Beagle, fue al zoológico de Londres para ver su primer gran simio, una orangután llamada Jenny, y allí se puso a tocar la armónica para ella.
 
El animal no reaccionó a esta interpretación, pero cuando Darwin le entregó el instrumento, Jenny se lo llevó a la boca. Nada ocurrió, pero Darwin, fascinado, dedicó 10 páginas en su obra El origen del hombre a la música y la evolución. Podría achacarse la actitud de Jenny a mera imitación, pero el ejemplo sirve para cuestionarse si los animales tienen o no alguna capacidad musical.
 
Capacidad para ‘seguir el ritmo’
 
El investigador Edward Large, de la Universidad  de Connecticut (EEUU) estudia esta cuestión, informa esta semana Newscientist. Large está especializado en el análisis de sistemas dinámicos y, más específicamente, en las dinámicas temporales del comportamiento. Así defiende, por ejemplo, que la atención es dinámica e, inherentemente, un proceso rítmico.
 
En cuanto a otra característica del comportamiento, el proceso dinámico de la comunicación animal, el enfoque de análisis de los sistemas dinámicos está permitiendo estudiar factores determinantes sobre dicha comunicación, y arrojando evidencias de que muchas de las características del comportamiento comunicativo de diversas especies están influidas por el tiempo. También ha abierto la siguiente cuestión: hay animales capaces de sincronizarse con un ritmo externo.
 
Tal y como explicaba Large el pasado mes de febrero en un encuentro de la American Association for the Advancement of Science, celebrado en Chicago, esta capacidad no está generalizada en el reino animal, pero sí en algunas especies. De hechos, diversos estudios han demostrado que algunos animales pueden sentir y responder a un ritmo musical, y moverse en sintonía con la música.
 
Large y su equipo experimentaron en este sentido con un bonobo (Pan paniscus). En su estudio, un individuo humano realizó una serie de pruebas con un metrónomo que produjo señales regulares de entre 160 y 280 pulsos por minuto, delante del animal.
 
Los resultados señalaron que este bonobo prefería el tiempo más rápido (aproximadamente de 230 pulsos por minuto), que jugaba más despacio cuando el metrónomo iba más lento, y que era capaz de sincronizar el tiempo del estímulo sonoro con el de su interacción social.
 
Hace unos años, otra investigadora, Patricia Gray, de la Universidad de Carolina del Norte en  Greensboro, trabajó también con un grupo bonobos. Uno de estos, llamado Kanzi, se había hecho famoso por su capacidad para responder a las lenguas. Gray afirmó que estaba golpeando rítmicamente el cristal de la jaula de Kanzi cuando el bonobo se puso a repetir los golpes, como para responderle. Y que cuando Gray cambió el ritmo de sus golpes, Kanzi también lo hizo.

Sincronización humana
 
A tenor de esto resultados, no hay que olvidar que los bonobos son parientes cercanos de los humanos, y que con ellos compartimos el 98% de los genes. Pero, ¿qué sucede con otras especies?
 
Hay algunos casos sorprendentes. Por ejemplo, el investigador Peter Cook trabajó hace unos años en la Univesidad de California en Santa Cruz con un león marino que fue entrenado para mover su cabeza al ritmo de la música y que era capaz incluso de reaccionar a tiempos musicales que nunca antes había escuchado. También está el caso de la cacatúa Snowball, capaz de seguir el ritmo de la música. Pero estas son excepciones.

Los científicos sospechan que, en el caso de nuestra especie, las habilidades musicales y rítmicas evolucionaron para fortalecer lazos sociales, como un medio de coordinación e interacción.  Según Large, los niños se sincronizan con el ritmo eventualmente como parte de un proceso de socialización, de la capacidad de interactuar con otros. Esto podría explicar el origen evolutivo de dicha capacidad.   
 
 



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