FILOSOFIA: Javier del Arco
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Kosmología

Junto a lo que está fuera de las cosas, la parte exterior de los holones individuales y sociales que hemos presentado, tenemos también que mostrar el interior de las cosas, lo que está dentro de los propios holones. Esta idea podría parecer, a primera vista, un poco extraña. Por ejemplo, ¿cómo podemos conocer la “interioridad” de una célula? Desde nuestro punto de vista, la respuesta reside en el hecho de que las células son partes de nosotros mismos, integramos las células dentro de nuestra individualidad compuesta. Es decir, nada en los estadíos precedentes de la evolución nos puede ser totalmente extraño ya que todos ellos están, en alguna medida, en nosotros mismos, como parte de nuestro propio ser. A través del sentimiento interior de mis propias sombras podría llegar a conocer razonablemente las sombras de otros holones, y es de esta forma como ellos me conocen también. En última instancia, estamos unos dentro de otros, en distintas medida, en este mismo momento. La gravedad atrae a los minerales de nuestros huesos al igual que a los lejanos planetas; el hambre provoca la secreción de nuestros jugos gástricos al igual que le sucede a un lobo hambriento; el terror que aparece en una gacela atacada por un grupo de leonas no nos es extraño; y es alegría lo que transmite el trinar de un jilguero en primavera.


Fig. 8. Los cuatro cuadrantes (versión adaptada de Sex, Ecology and Spirituality)
Fig. 8. Los cuatro cuadrantes (versión adaptada de Sex, Ecology and Spirituality)
La realidad vista desde dentro.

Dicho esto, somos plenamente conscientes que la “retrotensión” –interpretar los pensamientos y sentimientos humanos a partir de los animales simplemente porque nosotros, los humanos, los sentimos así- conduce a la falacia antropocéntrica. Pero la ciencia de la evolución, que ya ha trazado la cartografía de las formas externas de los diversos holones en cada estadío de su desarrollo, no permite hacer una correlación razonable entre las formas externas y la percepción interna. Por ejemplo, parece probable que la lógica intencional simbólica sea posible allí donde se haya desarrollado la forma exterior conocida como neocortex complejo que ya hemos visto anteriormente.

Cualquier otro holón viviente que carezca de esta formación anatómico-fisiológica, ya sea planta lagarto o caballo, no tendrá un interior que contenga la lógica simbólica intencional. De forma similar, aquellos animales que no posean sistema límbico, tampoco tendrán un interior que posea emociones diferenciadas, y así sucesivamente. Esto pone un límite preciso a nuestras “tendencias retrotensivas” y nos ayuda a profundizar en nuestros propios sentimientos, para descubrir hasta qué punto esos sentimientos –y cuales de ellos, naturalmente- tienen lugar en la profundidad de otros seres.

Evidentemente queremos evitar retrotensiones; pero desde una perspectiva ciertamente distinta de los empiristas clásicos, que miran una rosa con una mirada vacía, preguntándose porqué nunca podrá cerrarse la brecha epistemológica, como si estuvieran contemplando a una extraña criatura materializada desde una dimensión totalmente diferente. A este proceso lo denominan conocimiento del mundo externo. Pero precisamente tenemos la facultad de conocer el mundo externo porque este está ya en nosotros y también nos podemos conocer, si bien con cierta dificultad, a nosotros mismos.

Todo conocimiento de otros es un grado diferente de autoconocimiento, ya que el yo y lo otro están hechos esencialmente del “mismo tejido”, de la misma materia y se comunican entre si. Este planteamiento no es nuevo. En occidente, encontramos planteamientos similares ya desde Aristóteles como también en Spinoza y Leibniz; En oriente ocurre lo mismo con Aurobindo y Radhakrishnan. Sin embargo estas ideas no aparecen ni en el empirismo, ni en el positivismo, ni en la teoría “holística” de sistemas que siempre quiere ser muy empírica. Trataremos de compensar este desequilibrio utilizando ideas de los pensadores mencionados.

Interioridad y conciencia

Spinoza, Leibniz, Schelling, Schopenhauer, Aurobindo y Radhakrishnan son algunos de los pensadores que han reconocido explícitamente que “el dentro de las cosas”, la interioridad de los holones individuales, es esencialmente conciencia, aunque utilicen diferentes nombres con significados ligeramente diferentes. El término aprehensión describe el contacto y por tanto la reacción sensible de un objeto por parte de cualquier sujeto, sin importar lo primitivo que sea, pues incluye también a los átomos. Spinoza utiliza la palabra “cognición” para referirse al conocimiento de un suceso “desde dentro” y “extensión” para el conocimiento de ese mismo “suceso desde fuera”.

Leibniz utiliza el término “percepción” para designar al interior de sus mónadas (holones) y “materia” para el exterior, con la advertencia añadida de qué sólo el interior es auténticamente real y puede ser conocido directamente. La materia o extensión es únicamente una apariencia vacía de realidad sustancial; es sólo la apariencia mental externa. Digamos que dentro de una unidad fundamental funcional, el interior de las cosas es la conciencia y el exterior la forma que son inseparables y complementarias en la medida que la forma es responsable de la conciencia y, sin esta última no hay posibilidad de forma porque no es percibida, aprehendida, sustanciada.

Algo debe quedar claro: en biología, fisiología y morfología son las dos caras de la misma moneda, porque un órgano, un tejido, una célula o un gen, no funcionan correctamente si no están correctamente estructurados morfológicamente (la separación y guerra entre fisiólogos y morfólogos que yo llegué a vivir, no es sino una más de las aberraciones de la modernidad) luego el cerebro y sus funciones, como la conciencia son así mismo inseparables anatómica y funcionalmente. Como anteriormente dijimos, el dentro de las cosas es “profundidad” y el fuera es “superficie”. Pero todas las superficies son superficies de profundidad, lo que significa tambien que todas las formas son formas de conciencia.

No es el caso discutir si los holones más básicos están totalmente o tan sólo mayoritariamente privados de formas rudimentarias de conciencia o aprehensión. En primer lugar, y esto es muy importante, no hay un límite inferior conocido en la secuencia de holones, no hay un fondo absoluto que pueda servir de referencia. En segundo lugar, todos los holones son formas de profundidad y por tanto la cantidad real de conciencia en ellos es una cuestión totalmente relativa.

Por eso, sea cual sea el holón que consideremos arbitrariamente como más inferior o más primitivo –los quarks, por citar un ejemplo grosero- simplemente diremos que tienen, comparativamente, la menor profundidad y la menor conciencia la cual, en tanto que existente en su estadío más básico, la llamaremos aprehensión. No importa hasta que punto se quiera descender en el nivel de conciencia; la aprehensión sería el grado de conciencia más elemental. Lynn Margulis sostiene que las células poseen un cierto estadío de conciencia; muchos botánicos mantienen que las plantas tienen protosensaciones.

Los zoólogos insisten –ciertamente con razón- en que en la escala zoológica hay diferentes grados de conciencia y, por lo tanto, de alegría o de sufrimiento; pero no sufrirá lo mismo una serpiente pitón que un perro, por lo que no se puede meter a todos los animales en el mismo saco. Defender los derechos de los perros y los gatos y establecer las obligaciones para con ellos, es un síntoma de cultura, de civismo, de equilibrio, de sociedad avanzada y madura; lo contrario lo es de brutalidad, crueldad, primitivismo y, en ciertos casos, de sadismo.

Y si como buenos ciudadanos civilizados no hallamos –o deberíamos hallarnos, no me fío del medio rural o suburbano, embrutecido por ancestrales costumbres y por la pésima educación- proclives a defender los derechos de los animales en virtud de su grado de conciencia, seremos especialmente sensibles hacia los mamíferos de compañía, en especial perros y gatos y, como no, los grandes simios asumiendo en su totalidad el estatuto que para ellos plantea el filósofo Peter Singer en su más que interesante “Proyecto gran simio”. Pero para nosotros la cuestión principal no es dónde trazar la línea divisoria –que cada cual la trace donde mejor le parezca-, sino que la línea misma implica una distinción entre lo interno y lo externo.

Desde el Bing Bang

La distinción interior/exterior no es una cualidad emergente, sino que existe desde el momento mismo en que es trazada una demarcación, es decir, desde el Big Bang si aceptamos este suceso como el comienzo del tiempo y del Universo. Conviene aclarar una cosa: lo que la mayoría de los pansíquicos entienden por conciencia no es a lo que nos referimos nosotros cuando empleamos el término conciencia, es decir, profundidad. Como la conciencia es profundidad, es en si misma literalmente inclasificable. Es profundidad, no un nivel particular, cualificable, de profundidad –sensación, impulso, percepción o intención-; formas todas ellas de conciencia, no conciencia en sí.

La profundidad no es una cualidad como la sensación, el impulso o la idea, sino una relación o apertura entre holones; Nunca nos hemos sentido satisfechos con ninguna teoría pansíquica porque cualifican la profundidad con sus manifestaciones particulares –tales como sensaciones, sentimientos o intenciones-; estas no existen a lo largo de toda la holarquía de seres, sino que únicamente emergen en niveles concretos de profundidad, mientras que la profundidad misma está presente desde el principio o donde quiera que haya una delimitación.

De ser algo lo lógico, sería ser panprofundista porque lo cierto es que la psique misma emerge únicamente en un nivel concreto de profundidad. Esta es la razón por la que decimos que no importa realmente hasta dónde los distintos autores quieran llevar la conciencia y que tampoco importa el hecho de que las plantas tengan sensaciones…porque por conciencia la mayoría de la gente se refiere a una de sus formas de conciencia favoritas –razonamientos, sensaciones, intenciones o deseos- y ninguna de ellas llega hasta el fondo, pero la profundidad se pierde en el fondo que carece de límite, calificación y sentido; es incalificable. Se trataria de algo así como del vacío absoluto.

Cuando decimos que la profundidad o conciencia es incalificable, queremos evocar el concepto de vacío o de vacuidad, ese concepto de Shunyata oportunamente recatado para la filosofía contemporánea por Keiji Nishitani, procedente del budismo mahayana. Las filosofías orientales, en concreto la forma de budismo llamada yogachara, llega a la conclusión de que conciencia pura, última o global y vació puro, son sinónimos. La conciencia última no es una cosa o un proceso.

Podemos, junto con William James, negar su existencia porque, en última instancia, es vacío, la apertura en la que la forma de los seres se manifiesta, y no es una manifestación en particular, un tipo de reconstrucción zen de Heidegger en la que, al diluirse en última instancia el Dasein tras haberse desocultado, desantropocentraliza la profundidad. El ser de los seres es la profundidad que, al ser incalificable en sí misma, es en última instancia vacío como tal; pero como tal Dasein participa de forma autorreflexiva en la profundidad, puede realizar el vacío.

Veamos ahora unas simples correlaciones. La Fig. 6 nos muestra una lista de los puntos significativos en la evolución de la forma externa de los holones individuales; junto a ellos aparecen algunas de las correspondientes formas de conciencia emergente.

Cada nuevo holón, por supuesto, trasciende pero incluye a sus predecesores; incorpora lo esencial de lo que ha ocurrido antes y, después añade sus propios patrones distintivos emergentes. La interioridad de un estadío es asumida, mejor dicho subsumida, en la interioridad del siguiente y así se hace la forma externa dentro de esa interioridad, un detalle del ajedrez tridimensional que comentaremos en algún momento. Observamos que esos holones no tienen nada que ver con el tamaño o la extensión espacial; un símbolo no es mayor que una imagen, una imagen no es mayor que un impulso; aquí es donde la aplicación de las ciencias físicas distorsiona la realidad.

Átomos…………………………………………………………Aprehensión
Células…………………………………………………………. Irritabilidad
Organismos metabólicos (plantas)………………………… …... Sensación rudimentaria
Organismos protoneuronales (celentéreos)……………………...Sensación
Organismos neuronales (anélidos)………………………………Percepción
Médula espinal (peces/anfibios)…………………………………Percepción/impulso
Tronco cerebral (reptiles)………………………………………..Impulso/emoción
Sistema límbico (paleomamímeferos)……………………………Emoción/imagen
Neocortex (primates)……………………………………………Símbolos
Neocortex complejo (humanos)…………………………………Conceptos

Fig. 6, exterior e interior.

Nuevos mundos

Lo importante, de momento, es tener claro que cada nuevo holón interno emergente trasciende pero incluye, y por lo tanto opera sobre, la información ofrecida por los holones menores y, de esta forma presenta algo nuevo dentro de la corriente continua de cognición interna. Por tanto cada nuevo paso en el desarrollo de la conciencia no es sólo el descubrimiento de algo más de un mundo previamente dado, sino la cocreación de los nuevos mundos mismos, lo que Popper llama “fabricar y combinar” nuevos dominios epistemológicos, el descubrimiento/creación de mundos superiores y más amplios. Lo sentimos por los Platónicos pero no todo viene dado.

No vamos a discutir en detalle la Fig. 6, la elección de los términos o su emplazamiento preciso. La mayoría de los lectores, incluso si no están de acuerdo con los detalles, les parecerá coherente que algo así ocurra realmente. Cada vez mayor profundidad, mayor interioridad, mayor conciencia. Hemos dicho repetidamente que la evolución biológica carece de propósito pero si parece que se desplaza en algunas de sus líneas, de alguna manera, hacia una mayor complejidad lo que indefectiblemente significa mayor conciencia/profundidad; y ello, insistimos, no implica “telos final” sino un sendero evolutivo que, en cualquier momento, puede truncarse o bifurcarse.

La mayoría de los términos expresados en la Fig. 6 se explican por si mismos o recurriendo a un diccionario de Ciencias Naturales. No obstante, nos parece oportuno mencionar que una imagen es una construcción mental que representa un objeto por semejanza –la imagen de un perro “se asemeja” a un perro real-; un símbolo representa un objeto por correspondencia, no por semejanza. Las palabras “Ada” y “West” representan a mis perritas, a las que adoro por cierto, pero las palabras mismas no se les parecen en absoluto ya que el símbolo representa una tarea cognitiva más difícil; y un concepto representa toda una clase de semejanza y la palabra perro representa la clase de todos los perros, una tarea cognitiva aún más difícil todavía.

Cuando un zorro descubre a un conejo tras la tela metálica de un corral, correrá a lo largo de ésta para intentar cazarlo hasta quedar extenuado. Dicho zorro, presumiblemente lleva una imagen o protoimagen del conejo en su cerebro-mente. Ascendiendo en la escala zoológica hay muchas pruebas de que grandes simios como los chimpancés, son capaces de formar paleosímbolos, por lo que evidentemente se les puede enseñar a usar un lenguaje denotativo simple. Por lo que hasta ahora sabemos, sólo los seres humanos pueden crear y utilizar conscientemente conceptos plenamente formados o universales, y estos conceptos, entre otras muchas cosas, alcanzan, diferencian y colorean todos los niveles previos del ser humano individual compuesto. Un paleomamífero puede sentir ira, pero sólo los humanos serán capaces de elaborar conceptualmente esa ira en enfado, odio y resentimiento, un largo y lento desasosiego mantenido conceptualmente.

Los límites desde el punto de vista externo

Con anterioridad, hemos dicho que las teorías holísticas de sistemas no contemplan la interioridad de los holones que describen. Precisemos más: algunas de las teorías intentan tener en cuenta lo que aproximadamente podríamos denominar como “el interior del universo” en tanto que mencionan cuestiones como sentimientos, símbolos e ideas, pero a renglón seguido se somete este “interior” a un análisis idéntico al que aplican a las superficies lo que crea errores y controversias. Veamos esta cuestión más en detalle.

La afirmación de la teoría general de sistemas es que, aunque ninguno de estos niveles pueda ser reducido a ningún otro, las leyes generales o regularidades de los patrones dinámicos son las mismas en los tres dominios. Son llamadas “leyes homólogas”, no “leyes análogas”, lo que significa que son las mismas leyes, no simplemente similares.

De momento vamos a aceptar esta posición. Anteriormente ya hemos presentado veinte principios o “leyes homólogas” que caracterizan a los holones allí donde quiera que aparezcan. Hasta aquí todo encaja.

Pero los de la principios de la Teoria Holónica tienen que ser de una naturaleza muy general para que se puedan aplicar a los tres dominios, y eso significa, esencialmente, que son aplicables al dominio que hemos llamado A, ya que A es lo único que los tres dominios tienen en común. Podemos decir que A parte de sí mismo y pasa por el núcleo de B y por el núcleo de C; de esta forma lo que valga para A será válido –aunque no cubrirá totalmente- lo que ocurra en los tres niveles. Así en el nivel 1, o A, encontraremos estructuras autoorganizadas o disipativas, holones con profundidad y amplitud, emergencia creativa, complejidad creciente, desarrollo evolutivo, diferenciación, autotrascendencia, atractores teleológicos, y así sucesivamente. Cuando presentamos los veinte principios, utilizamos ejemplos de los tres dominios, pero todos esos principios se pueden encontrar, hasta cierto punto, en la fisiosfera misma, reconociendo así un cierto grado de continuidad en el proceso evolutivo general, no sólo en el específicamente biológico que, por otra parte, es el mejor estudiado. Hasta aquí todo continúa sin problema alguno.

Pero ninguno de esos principios, a pesar de ser tan importantes, describe de una forma específica lo que ocurre en B y en C. En la medida se que B y C están compuestos de holones, y al estarlo seguirán la senda de los principios. Pero los holones que mencionamos, situados en los dominios B y C, tienen vida interna, hacen algunas cosas que no pueden hacer los holones en A, tales como la reproducción sexual, la comunicación metabólica, la autopreservación autopoiética, etc.; y los holones que tienen la mente introyectada en sí mismos hacen otras cosas que los holones B no pueden hacer como la comunicación verbal, la autoexpresión conceptual, tareas artísticas, etc. Las cualidades, funciones y cogniciones de B y de C seguirán los mismos principios que se aplican en A, pero seguirán igualmente otras leyes, patrones y acciones no derivables específicamente de los principios holónicos. No hay nada en los estos principios que nos diga como resolver el complejo de Edipo, o por qué el orgullo se puede sentir herido, o lo que significa honor, o si la vida merece la pena ser vivida.

Los principios son los pilares más fundamentales de todo desarrollo y por lo tanto los menos interesantes, los menos significativos, los que menos información nos dan, especialmente cuando llegamos a los niveles B y C. La teoría de sistemas, precisamente por su pretensión y por su deseo de abarcar a todos los sistemas, cubre necesariamente el mínimo común denominador y por ello no hay nada en dicha teoría que no sea aplicable igualmente al eslabón más débil. Y los eslabones más débiles, los holones más bajos, tienen la profundidad, la interioridad y la conciencia, menores. Por lo tanto, la ciencia que se refiera a ellos será la más sencilla; será una “ciencia de superficies”.

Cuando abordamos la evolución social e histórica en sentido amplio, los veinte principios pueden decirnos bastante poco, tan sólo pueden hablarnos de complejidades crecientes, de irreversibilidades y poco más. Pero eso ya lo sabemos porque es lo que le ocurre a todo sistema complejo alejado del equilibrio. Las ciencias sistémicas nos pueden decir muy poco de aquellas cosas que hacen que la historia sea la historia y no simplemente una estructura disipativa. Del sistema A+B+C, no señalará los patrones que forman el mínimo común denominador, los cuales, repetimos una vez más, son los más fundamentales y los menos significativos de los patrones de los niveles superiores.

Antes de continuar con todo este, ciertamente, dificultoso razonamiento, hay que decir algunas cosas respecto del nivel B, fundamentalmente. Hay teóricos de sistemas que utilizan la dinámica del nivel B, el de los sistemas vivos, y la convierten en paradigma para todos los niveles, obteniendo pobres resultados en ambos sentidos: B subexplica C y sobreexplica, o es retrotensivo con A cuando, por ejemplo, intenta encontrar la autopoiesis en la fisiosfera. Todos estos resultados se producen debido a un intento de privilegiar un dominio dado. La cuestión es que casi todos los teóricos que utilizan la teoría dinámica de sistemas, absolutizan B; es decir absolutizan los sistemas vivos o la biosfera.

Inteligentemente, el filósofo y teórico social Jürgen Habermas, último gran exponente, además vivo, de la Escuela de Francfort, ha intuido que lo que hacen no es absolutizar A, lo que conduciría a hacer metafísica. Al absolutizar B, lo que hacen es metabiología con la que intentan explicar la evolución cultural –el planteamiento de Niklas Luhmann, otro gran sociólogo alemán, que por cierto tuvo una famosa disputa con Habermas, es con diferencia el más sofisticado- pero estos teóricos excluyen precisamente aquellas cosas que hacen que la cultura sea cultura y no simplemente vida.

Los ecoteóricos llevan esta absolutización metabiológica más allá, y no sólo intentan explicar la cultura en sus términos sino que ven la cultura como una lamentable desviación de estos términos: todas sus conclusiones están garantizadas por esa absolutización previa. Y esta es un crítica severa al ecologismo, que no a la Ecología, ciencia transdisciplinar y de imprescindible conocimiento para todos

La evolución del interior del holón humano

Hemos esbozado la evolución del holón individual externo hasta llegar al triple cerebro complejo –que abarca y envuelve a todos los exteriores previos-, así como la evolución correlativa de los mismos holones hasta llegar a los conceptos, que abarcan o envuelven a todos los interiores previos. Ahora es el momento de retomar la historia desde la emergencia de los primeros animales humanos con cerebro complejo que producían conceptos o protoconceptos y vivían en el holón social grupo/familia.

Llegados a este punto -y nos imaginamos que con la discrepancia de muchos que de antemano comprendemos y respetamos- nos vemos obligados a recurrir a Jürgen Habermas y sus observaciones sobre la evolución de la conciencia humana y la comunicación social. Las visiones de Habermas sobre la comunicación social y la evolución social se fundamentan en su teoría de la acción comunicativa (Véase su Teoría de la acción comunicativa, Vols. I y II. Taurus, Madrid, 1999), que también podríamos denominar acción dirigida a la mutua comprensión como telos o, si se nos permite la expresión, “punto omega” teilhardiano.

Pero antes se plantea un problema fundamental: ¿es correcto en términos biológicos hablar de evolución humana a partir de la aparición del Homo Sapiens? Los últimos descubrimientos de la paleontología y la genética humana parecen vedarnos esa posibilidad, al menos en términos estrictamente darvinianos de los que no desearíamos desviarnos. Habrá entonces que matizar a Jean Gebser, aún aceptando buena parte de su argumentación, y hablar de subevolución humana o mucho mejor quizá desarrollo humano.

Dicho esto, reconocemos en el innovador trabajo de Gebser cuatro etapas temporales en el desarrollo humano, cada una de ellas anclada en una estructura particular o mejor dicho, nivel de conciencia individual a la que corresponde –y que fue introducida por- una visión social del mundo particular. A estos estadios generales del desarrollo los llamó Gebser arcaico, mágico, mítico y mental. A partir de Gebser nosotros podemos sugerir que cada uno de estos estadios o estructuras de conciencia generaron algo así como una sensación diferente de lo que, tras Einstein, conocemos como espacio-tiempo.

Pero esa sensación diferente que ha surgido en cada estadío en el desarrollo de la conciencia no se ha limitado al espacio tiempo; también ha afectado a la idea de ley, de moral, de identidad del yo, de estilo cognitivo, de tecnología –o fuerza productiva-, de tipos de impulso o motivaciones, de tipos de patología personal –y de defensa-, de opresión/represión social, de negación de la muerte o, finalmente, de experiencia religiosa. En el holón social, las visiones del mundo arcaica, mágica, mítica y mental están relacionadas con una estructura de conciencia individual concreta. Releyendo a Piaget y al mencionado Habermas, puede relacionarse lo mágico con el pensamiento preoperacional, lo mítico con el pensamiento concreto operacional y lo mental con el pensamiento formal operacional, sin que esta descripción del desarrollo conciencial tenga por qué considerarse finalizada.

Lo arcaico, tanto para Gebser como para nosotros, es un estadío epocal indefinido donde diríase que “cabe todo”, que representa todas las estructuras de conciencia hasta, e incluidos, los primeros homínidos. Sin ninguna dificultad, podríamos haber dividido lo arcaico en decenas de componentes correspondientes a otros tantos estadíos individuales. Lo arcaico es un símbolo de la totalidad de nuestra rica historia evolutiva, pero quizá no sólo sea eso –un símbolo- porque la historia sigue viva en cada uno de nosotros como parte de de nuestra individualidad compuesta actual.

Y en ese sentido, las ciencias sociales-y en particular la historia- son una parte sustancial de las ciencias naturales; el hombre, animal singular pero animal al fin, no es el principio sino la continuidad de ese proceso histórico que, sin interrupciones, comenzó en nuestro querido ancestro común LUCA (simpático acrónimo de Last Unic Common Ancestor o LUCA, fragmento primitivo de RNA…)

Hemos sugerido que existen holones individuales y sociales, y que cada uno de ellos tiene un interior o un exterior. En la evolución en general y en el desarrollo humano en particular estamos en realidad siguiendo la pista de cuatro direcciones distintas, cada una de ellas estrechamente conectada y dependiente de las demás, aunque ninguna de ellas reductible a cualquiera de las otras tres. Las direcciones o ramas –y esto es muy importante para nosotros- son: el interior y el exterior de lo individual y lo social.

A estas alturas de nuestro discurso parece que conviene hacer una breve recapitulación de lo que ya hemos estudiado, a saber:

a) El desarrollo de las formas exteriores de los holones individuales, que van desde partículas subatómicas, átomos y moléculas hasta las células y organismos, en especial a los organismos neurales. Por esa senda hemos llegado hasta el organismo neural complejo que conforma el cerebro trino.

b) El desarrollo de las formas exteriores del holón social, de los enjambres de galaxias estrellas y galaxias a los planetas, Gea, los ecosistemas, los grupos, las familias, que se articulan en pueblos, estados nacionales, plurinacionales y quizá, en un futuro, confederaciones planetarias.

c) El desarrollo interno del holón individual, desde la aprehensión hasta el impulso, la imagen, el símbolo, el concepto y más adelante mencionaremos también su continuación en el pensamiento concreto y en el formal operacional, delineando la existencia de otros posibles, sólo posibles, estadíos superiores.

Hemos sugerido que, al menos, en desarrollo humano o subevolución humana, el desarrollo interno se evidencia en una serie de visiones del mundo compartidas: la arcaica, la mágica, la mítica y la mental, sin descartar la posibilidad de alguna otra aún más avanzada.

Interioridad compartida

Los niveles inferiores tienen una visión del mundo –un “espacio común en el mundo”- precisamente en la misma medida en que creamos que tienen un nivel de conciencia o de aprehensión. Si los holones menores tienen interioridad –y a nosotros nos parece que la tienen-, y si cualquier holón existe únicamente en un sistema de relaciones de intercambio con otros holones del mismo nivel –lo cual es cierto-, entonces cualquier holón tiene una interioridad compartida con sus semejantes, una “visión del mundo” o “un espacio común en el mundo” en su más amplio sentido.

Como ejemplo, ya hemos acordado que si un holón presenta un cerebro reptiliano, tendrá entonces una interioridad de impulso, y hemos acordado además que esa interioridad no puede ser captada sin más por el lenguaje objetivo y, por tanto, debe tener un espacio subjetivo –o protosubjetivo-, un espacio compartido de los holones de la misma profundidad. No sólo hay superficies compartidas, también hay profundidades compartidas o “espacios comunes en el mundo”.

Dicho de otra forma: si los holones comparten exteriores comunes –lo que es cierto-, entonces comparten también interiores comunes o “espacios en el mundo”. Hasta donde puedan se llevadas estas afirmaciones es algo que permite un desacuerdo razonable, pero resulta ridículo confinarlo únicamente al ámbito humano.

Sin embargo, al igual que antes, cada uno se puede considerar libre de entrar en este debate –se entiende desde un punto de vista evolutivo- cuando entienda que entra en escena alguna forma rudimentaria de conciencia o aprehensión, y aquí las aportaciones que los zoólogos puedan hacer serán de extrema importancia.

Presumiblemente, cuando lleguemos al estadío evolutivo humano, todos estaremos de acuerdo en que existe una visión del mundo compartida y estas visiones del mundo son simplemente el sentimiento interno de un holón social, el espacio interno de una conciencia colectiva en un nivel dado de desarrollo; no sólo es como “yo” me siento, sino como nos sentimos “nosotros”.

Los cuatro cuadrantes de Ken Wilber

En la Fig. 8 (arriba) expresamos lo dicho más expresiva y resumidamente. La parte superior de los diagramas representa a los holones individuales; la parte inferior a los holones sociales o comunitarios. La mitad derecha representa las formas exteriores de los holones: su apariencia externa; y la parte izquierda representa sus interiores: su apariencia desde dentro.

De esta forma tenemos cuatro cuadrantes principales o cuatro aspectos principales de cada uno de los holones.

En la parte superior derecha (SD) se representa la forma exterior o estructura del holón individual. Este cuadrante se expande desde el centro O –que representaría el Big Bang de Hawking- hacia las partículas subatómicas, átomos, moléculas, células, organismos neurales hasta los organismos con cerebro trino; refiriéndonos al ser humano este sería el cuadrante donde pone su énfasis el conductismo o behaviorismo. En él el comportamiento pude ser “visto”, es empírico; esta es la razón por la cual a las ciencias empíricas sólo les preocupa la conducta de los holones –el comportamiento de los átomos, de los gases, de los peces, de los humanos- y no quiere saber nada con la difícil y compleja introspección que implica, obviamente, el interior de los humanos.

El interior de los individuos está representado en el cuadrante superior izquierdo (SI). Este cuadrante –la forma interna del holón individual- va desde el centro O hacia la aprehensión, sensación, impulso, imagen, símbolo, concepto y así sucesivamente. Estos interiores (SI) están relacionados, como vimos, con unos exteriores específicos (SD), de forma que las emociones “van con” sistemas límbicos y los conceptos “van con” el neocortex de los complejos cerebros trinos, y así sucesivamente.

Es decir, cada nivel del lado derecho tiene un nivel correspondiente en el izquierdo; cada exterior tiene su interior. Si nos referimos al ámbito humano, este cuadrante contiene todas las ciencias individuales internas –entre otras cosas-, desde el psicoanálisis a la fenomenología o las matemáticas; y decimos las matemáticas porque nadie ha visto la raíz cuadrada de un número negativo “correteando a nuestro alrededor” de manera que sólo podemos aprehender lo que significa mediante un proceso de interiorización, de abstracción, como tantas cosas.

Pero los individuos existen únicamente en relaciones de intercambio con otros holones de la misma profundidad –micro y macro, individual y social-. En otras palabras, cada nivel de la mitad superior del diagrama tiene su nivel correspondiente en la mitad inferior, de manera que los cuatro cuadrantes tienen puntos que se corresponden entre sí como luego veremos. Consideremos ahora, uno a uno, los dos cuadrantes inferiores.

El cuadrante inferior derecho (ID) abarca, como vimos, desde el Big Bang hasta los grupos de estrellas y las galaxias, los planetas, el sistema Gea, los ecosistemas, las sociedades con división de trabajo y los grupos/familias –cada uno se va haciendo más pequeño debido a la menor extensión simple-.

Si nos referimos a la especie humana, este cuadrante recorre desde las tribus a los pueblos; desde los estados nacionales, hasta el sistema mundial global –que de una u otra manera y de forma más críptica de lo que parece, puede, sólo puede que se esté formando, eso sí, muy irregularmente- haciéndose “mayor” en su propio nivel. Pero ese cuadrante se refiere también a cualquiera de las formas sociales concretas y materiales de comunidad –las formas exteriores de los sistemas sociales-, que incluyen tipos de herramientas y tecnología, estilos arquitectónicos, fuerzas de producción, instituciones concretas, incluso formas escritas –material-, y así sucesivamente.

Dicho en otras palabras, el cuadrante inferior derecho representa todas las formas exteriores de los sistemas sociales, formas que pueden ser vistas, que son empíricas y tienen comportamientos sociales dados –todo lo que hay en la mitad derecha del diagrama es empírico, porque implica las formas exteriores de los holones; en este caso, el holón social. Esta es la razón por la cual el estudio de la sociología –especialmente en los países anglosajones- ha sido generalmente el estudio del comportamiento observable de los sistemas sociales o si se quiere, de “los sistemas de acción social”.

Según esto, una ciencia puede ser considerada como tal, es decir “real”, si sus datos pueden ser “vistos”, verificados sería la palabra técnica, empíricamente, y como todos los holones sociales tienen una forma externa que se puede ver empíricamente, a menudo la sociología ha limitado su campo de estudio a este componente –el cuarto cuadrante (ID)- y ha desconfiado bastante del estudio de cualquier cosa que no fuesen las variables observables y monológuicas de un sistema de acción social.

Para los sociólogos ha sido muy difícil resistirse a la tendencia positivista de estudiar únicamente sistemas de acción orientados al comportamiento, por lo que han estudiado sólo sociedades en vez de culturas, o sistemas de valores compartidos, que constituyen las visiones del mundo compartidas de los diferentes sistemas sociales; es decir, el interior o mejor dicho, los interiores, de los sistemas sociales, el cuadrante inferior izquierdo (II).

Una antología de los años noventa del pasado siglo, denominada Cultural análisis –entendido el concepto análisis cultural como opuesto al de análisis social-, mostró que sólo cuatro pensadores de relieve estaban trabajando o habían trabajado en ese lado de la realidad: Peter Berger, Mary Douglas, Michel Foucault y Jürgen Habermas. A estos se les podría añadir por nuestra cuenta a Charles Taylor y Clifford Geertz, entre algunos otros. Naturalmente, su influencia se va a notar claramente en la parte que ahora abordamos de este libro.

Mensajes

La obra citada contiene importantes mensajes que resumimos a continuación:

-Mientras que las teorías, métodos e investigaciones en otras áreas de las ciencias sociales se han ido acumulando a ritmo acelerado en las últimas décadas, el estudio de la cultura parece haber avanzado poco.

-La razón de lo anterior es que los investigadores teóricos y positivistas se alejaron del mundo efímero de actitudes y sentimientos, necesidades intersubjetivas y valores –el tipo de material del que está hecha la cultura- hacia hechos más perdurables –empíricos- de la vida social: desigualdad de ingresos, desempleo, tasas de fertilidad, dinámicas de grupo, delincuencia y otras variables parecidas.

-En general, sólo sería ligeramente arriesgado el decir que las ciencias sociales están en peligro de abandonar la cultura como campo de investigación. Es decir, abandonar el cuadrante inferior Izquierdo (II) por el inferior derecho (ID)

-Los cuatro pensadores aludidos en un principio han constituido, en las postrimerías del siglo XX, la punta de lanza de una revolución en los planteamientos del estudio de la cultura. Por muy “efímeros” que sea los aspectos de ésta, hay diversas herramientas lógicas, analíticas y estructurales que pueden ser utilizadas para trabajar en esta cuestión. Decir que algo es “subjetivo” no quiere decir que no exista o que no pueda ser estudiado meticulosamente. El estudio revela que los autores aludidos han intentado identificar patrones sistémicos entre los elementos de la cultura misma, o patrones dentro de la cultura. Nosotros expresaríamos esto mismo de una forma un poco diferente: holones culturales, estructuras o patrones internos, no sólo externos. Estos planteamientos que han estado en gran medida fuera de la corriente principal de las ciencias sociales, han sido orientados fundamentalmente hacia los dominios del significado, simbolismo, lenguaje y discurso.

Cada uno de ellos está enraizado en tradiciones filosóficas más profundas, que son diferentes entre sí, pero significativamente ajenas a la llamada tradición positivista de la ciencia social contemporánea. La primera es la fenomenología donde se sitúa Berger; la segunda, la antropología cultural, esta representada por Douglas; la tercera es el estructuralismo donde, inequívocamente, las cosas las dice Foucault; la cuarta, la nueva teoría crítica, es el espacio de Habermas. El impacto de estos planteamientos ha sido grande y creemos contribuye a redituar ciertos excesos en los planteamientos positivistas los cuales, por cierto, muchas veces son eficaces. La distinción entre lo social –sistema de acción social- y lo cultural –visiones del mundo, valores compartidos-, es en gran medida la distinción entre el interior y el exterior de un holón social o comunitario.

Muchas veces tropezamos con las limitaciones que, en si mismas, suponen las propias palabras para expresar ideas; ahora, como veremos, nos hallamos en un caso de esta naturaleza. En efecto, la palabra social nos vemos obligados a utilizarla en un doble sentido:

-Sentido limitado y estrecho como sistema social o patrones externos observables en una sociedad (ID), en contraste con “cultural”, o los valores internos y significados que no pueden verse empíricamente (II)

-Sentido amplio o general donde significa tanto social, en sentido reducido, como cultural; toda la parte inferior del diagrama.

Confiamos en que, en los comentarios subsiguientes, el contexto aclare el significado de cada caso.

En cuanto a la diferencia entre social –sentido estrecho- y cultural, veamos un ejemplo. Imaginémonos que vamos a un país del que desconocemos su lengua. En cuanto llegamos a él, estamos en su sistema social, en los componentes materiales reales de ese país. La gente a nuestro alrededor habla una lengua extraña que no entendemos, pero las palabras habladas suenan en nuestros oídos de la misma forma que en los de los demás. Los habitantes del país en cuestión y nosotros mismos, estamos inmersos en las mismas “vibraciones físicas” del sistema social.

Pero lo cierto es que, aunque no entendamos ni una palabra, estamos en el sistema social pero no en la misma visión del mundo que los naturales del hipotético país, no estamos en su cultura. Sólo oímos lo externo pero no podemos entender su significado interno. Nos afectan todos los significantes sociales –podemos compartir el deseo de fornicar por signos y dar forma a la satisfacción de una atracción, de un deseo compartido y aparecido de manera repentina ya que el sexo es un ayuntamiento entre significantes como decía Lacan- pero no lo harán ninguno de los significados culturales –no podremos compartir con el hombre o la mujer, gozados físicamente, el placer de una conversación, la lectura de un libro, las imprescindibles palabras de amor que humanizan la mera relación fisiológica- Estamos dentro del sistema social pero fuera del cultural.

Sistemas de acción externos

El estudio de los significados culturales internos no puede ser reducido al estudio de los sistemas de acción externos –aunque tienen diversas correlaciones-, o de otra forma podríamos llegar a saber todo lo que se puede saber de una comunidad sin tener que aprender su lengua: simplemente describiríamos el “comportamiento” de sus habitantes –como si fuésemos físicos y estuviésemos describiendo el comportamiento de una partícula gaseosa- y obviaríamos el espinoso asunto del significado; Foucault, durante su periodo de reduccionismo arqueológico, realmente procedió de esta manera, situando “entre paréntesis” tanto la verdad como el significado de las frases, y procedió a describir, únicamente, su comportamiento sistemático.

El método arqueológico de Michel Foucault se focaliza en el comportamiento de los actos serios de discurso –objetos de discurso- dentro de una formación discursiva. No sólo puso entre paréntesis la verdad de estas afirmaciones –la puesta entre paréntesis fenomenológica habitual- sino también, o al menos lo intentó, el significado de las afirmaciones; y después simplemente describió, desde una postura distanciada, el comportamiento de estas formaciones discursivas, de forma similar a como se describiría el comportamiento de las partículas de un gas o el de una colonia de hormigas. Después buscó las formas de rarificación –entiéndase transformación- que gobernaban la formación sistemática misma; un tipo de estructuralismo existencial.

No es que este planteamiento estuviese equivocado, sino que depende de factores que Foucault no tuvo en cuenta, y uno de los principales es que el discurso mismo no puede ser identificado sin al menos una comprensión rudimentaria de su significado, es decir de su interior. Algún tipo de hermenéutica o medida interpretativa tuvo que introducirse en el estudio junto al “cuasiestructuralismo” arqueológico: el estudio desimplicado de formaciones lingüísticas externas tenía que ser complementado por una comprensión interna de su significado; así, la arqueología de Foucault dio lugar a su “análisis interpretativo”, que es más equilibrado. Más tarde, procedió a suavizar su anterior posición y consideró demasiado radical el uso exclusivo de este método. Cada holón tiene un componente en el cuadrante (ID), pero eso no es todo.

El examen del (II) supone el estudio de los significados internos compartidos que constituyen la visión del mundo –o el espacio común- de los holones sociales o comunitarios. En relación a la especie humana, hemos visto que estos van de lo arcaico a lo mágico, lo mítico y lo mental, con todo tipo de variaciones y manteniendo abierta la posibilidad de futuros desarrollos.

En cuanto al espacio en el mundo de los holones menores, simplemente nos referimos a un espacio compartido de aquello a lo que pueden responder: los quarks no responden a todos los estímulos de su entorno porque registran una banda muy reducida de aquello que les es significativo, de aquello que les afecta. Los quarks –y todos los holones- responden sólo a aquello que les encaja en su espacio en el mundo: todo lo demás es como si tratase de una extraña lengua de la que estuviesen excluidos. El estudio de aquello a lo que los holones pueden responder es el estudio de los espacios compartidos en el mundo.

Javier Del Arco
Domingo, 10 de Septiembre 2006
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Editado por
Javier Del Arco
Ardiel Martinez
Javier del Arco Carabias es Dr. en Filosofía y Licenciado en Ciencias Biológicas. Ha sido profesor extraordinario en la ETSIT de la UPM en los Masteres de Inteligencia Ambiental y también en el de Accesibilidad y diseño para todos. Ha publicado más de doscientos artículos en revistas especializadas sobre Filosofía de la Ciencia y la Tecnología con especial énfasis en la rama de la tecno-ética que estudia la relación entre las TIC y los Colectivos vulnerables.




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