HACIA UN NUEVO CONCILIO. Javier Monserrat
Blog de Tendencias21 sobre el paradigma de la modernidad en el cristianismo

Nos referimos aquí en este escrito al libro de Roger Penrose “Cycles of Time: An Extraordinary New View of the Universe” (2010), cuya versión en inglés y en español (noviembre 2010) ha sido publicada un poco después del ensayo de Hawking titulado El Gran Diseño. Hawking, años atrás, presentó en “Historia del Tiempo”, una visión cíclica del universo que en 2010 parece haber sido sustituida por una cosmología de multiversos. Sin embargo, la concepción cosmológica de Penrose en 2010 parece más similar (aunque distinta) a la primitiva cosmología de Hawking y del mismo Penrose en el momento de su conjunta contribución relativista al concepto de singularidad y a la teoría de los agujeros negros. La edición en español (“Ciclos del Tiempo. Una extraordinaria nueva visión del universo”, Debate, Barcelona 2010) ha hecho llegar de inmediato al público en lengua española estas nuevas propuestas de Penrose. En el fondo, Penrose quiere también hablarnos de multiversos, pero no parecen ser los multiversos de Hawking, ni los universos “burbuja” ordinarios en la cosmología moderna, sino otros multiversos “cíclicos” que permitirían también ofrecer una explicación a las evidencias del Principio Antrópico. Las especulaciones de Penrose son sin duda intelectual, científica y filosóficamente, no sólo legítimas sino también lógica y argumentativamente viables, aunque den la impresión de hallarse en un estadio bastante inmaduro. No dejan de presentar problemas (que el mismo Penrose reconoce) y, además, distan mucho de poderse considerar probadas por las evidencias empíricas o experimentales. Se trata, como ocurre también con la propuesta de multiversos en Hawking, de una pura especulación. Posible, eso sí, pero que no puede exigir en lógica científica que le concedamos el estatuto de realidad, ni de “verdad” científica, mucho más cuanto que no se trata de una especulación única, sino que tiene otras alternativas especulativo-metafísicas (vg. la de Hawking) que son también viables y que tienen el derecho de ser respetadas como propuestas racionales alternativas para desentrañar el enigma de un universo cuya metafísica fundante todavía desconocemos.


LOS MULTIVERSOS CÍCLICOS DE ROGER PENROSE Hawking y Penrose, dos modelos alternativos de multiuniversos
El mismo Penrose es consciente de que su propuesta es sólo una alternativa teórica, de que se trata de una visión cíclica del universo y de que la sucesión de ciclos o eones que en ella se contempla puede equivaler a una teoría cíclica de multiversos. En la concepción de Penrose, como en general para la ciencia, nuestro universo es el único hecho empírico existente en cuya función podemos especular sobre su naturaleza, sus orígenes y su previsible futuro. Es la argumentación científica construida pues desde el universo fáctico la que permite pensar en un futuro cuyo estado equivaldría a un pasado. Las condiciones de un estado final que equivaldrían a las condiciones de un estado inicial. Comienzo y fin, pasado y futuro coincidirían en el ámbito de las “singularidades” (de un “estado intermedio singular”) y el discurrir entre ellos sería el presente cósmico. El final de un eón se constituiría en comienzo de otro. Nuestro universo sería uno de los eones, o tiempos cósmicos, que estaría precedido y continuado por otros eones que, en conjunto, serían una infinitud de multiversos que se sucederían unos a otros. Para que uno de estos universos pudiera tener por azar las propiedades que nos permiten hablar (y este es el caso en nuestro universo) del Principio Antrópico, debería entenderse que cada uno de los universos nacientes pudiera tener unas leyes y unos valores de sus variables diferentes. Si no fuera así –es decir, si el universo naciente en cada uno de los eones fuera similar, es decir, de ontología y valores similares–, entonces esa ontología debería tener en todos ellos los sorprendentes valores del Principio Antrópico (porque el nuestro, uno de los eones, de hecho las tiene). Lo sorprendente del Principio Antrópico quedaría, pues, sin el azar que lo explicaría por ser un caso único dentro de la infinitud de un conjunto de valores en eones diversos.

Diversidad conceptual de los multiversos en Hawking y en Penrose

En la propuesta de Penrose se transluce una voluntad explícita de que su idea de los multiversos permita resolver por azar el sorprendente cuadro de valores del Principio Antrópico. Sin embargo, su concepción es marcadamente distinta de la de Hawking. En realidad es distinta de la teoría ordinaria de multiversos, anterior a Hawking, y a la que este pretende adherirse en su obra de 2010, El Gran Diseño, dando de ella una interpretación especial propia.

La teoría común de multiversos, o de los “universos burbuja”, sostiene que existe una infinitud de universos (en el sentido de “innumerables”). Pero no es que surjan uno del otro (en el sentido aproximado de que al morir uno se produzca otro). Los universos no se tienen así unos a otros como referencia de origen. La teoría de multiversos, al contrario, considera que los infinitos universos se refieren siempre a (o se fundan en) un metasistema de realidad (o, si se quiere, un metauniverso o una metarrealidad) en que son producidos y en que en alguna manera quedan reabsorbidos. Para que nazca un universo “burbuja” no es necesario que muera un universo anterior y que esto sea el detonante que lleve al nacimiento del otro. Los universos pueden nacer en paralelo sin referencia entre sí. Su única realidad de referencia es el metauniverso que los genera y los reabsorbe, una vez que ha transcurrido “su tiempo” o eón. Nuestro universo habría nacido pues dentro de un metasistema de realidad en la forma de un big bang (tal como se puede argumentar desde los hechos que conocemos en nuestro universo), discurriría en el tiempo producido por el cambio de sus estados internos y acabaría disolviéndose en estados finales de alta entropía que serían reabsorbidos por el metauniverso en que tienen su origen fundamental. Con los “tiempos propios” cada uno, el metauniverso habría producido otros muchos universos independientes que no interferirían entre sí. Estos universos podrían ser paralelos y no coincidentes: en realidad sus “tiempos” estarían aislados sin forma alguna de interferencia. Para esta teoría no tendría sentido decir que unos salen de otros.
Javier Monserrat
Miércoles, 27 de Abril 2011

Stephen Hawking ha sido sin duda en los últimos años un físico teórico de calidad atestiguada por aportaciones científicas de importancia. Sin embargo, su fama le viene de ciertas obras de divulgación, digamos de filosofía de la física, encabezadas por Historia del tiempo. A su popularidad contribuyó también la extraña enfermedad que le aqueja y que ofrece de él una imagen de sorpresa y de admiración, al considerar cómo en él se manifiesta el poder de la mente sobreponiéndose a un estado físico tan decrépito. Todos sabemos quién es Hawking. Recientemente, hace como medio año, la aparición de su última obra divulgativa, El gran diseño, que es al mismo tiempo de filosofía o metafísica de la ciencia, escrita junto al periodista Leonard Mlodinow, estuvo precedida de una formidable campaña de promoción en todo el mundo. El morbo publicitario del libro se atizó anunciando que Hawking negaba la existencia de Dios, que lo hacía innecesario para la explicación del universo, o incluso que demostraba por primera vez la inexistencia de Dios. La obra de Hawking no niega la existencia de Dios, pero muestra que es posible, al menos teórica y especulativamente, concebir un universo (metauniverso) autosuficiente y sin Dios. Su obra confirma que, como venimos repitiendo, el universo nos deja abiertos racionalmente a un enigma metafísico, todavía sin respuesta…


LA OBRA DE HAWKING CONFIRMA EL ENIGMA METAFÍSICO DEL UNIVERSO
Hawking, en efecto, ha sido uno más de los físicos teóricos de calidad incuestionable, sin que esto suponga situarlo, ni mucho menos, en la lista de los grandes científicos de nuestra época. Junto con Roger Penrose estudió, por ejemplo, la teoría de la relatividad, mostrando cómo el universo relativista debía derivar de una “singularidad” o estado inicial en que no regirían las leyes de la física y la realidad se escaparía, por decirlo así, al espacio-tiempo. En sus obras divulgativas, y a la vez de filosofía o metafísica de la ciencia, Hawking buscó siempre ofrecer una visión autosuficiente del universo, de tal manera que pudiera explicarse por sí mismo, haciendo innecesarias las referencias al Dios de la filosofía teísta. En Historia del tiempo quiso presentar un modelo matemático que permitiría entender la historia del universo como un sistema oscilante entre estados de singularidad que derivarían a un big bang que generaría un tiempo de expansión hasta llegar a estados de colapso gravitario que, a través de una línea del tiempo inversa, llevarían a un big cranch que adentraría de nuevo al universo en otra singularidad, origen a su vez de un nuevo big bang. Y así eternamente. Pero en El gran diseño Hawking ha cambiado de modelo de universo y se ha decantado por la teoría de multiversos, o multiuniversos, apoyada en la teoría de cuerdas o supercuerdas. Al hacerlo así, Hawking ha aceptado el punto de vista que ya estaban siguiendo otros muchos autores. Al mismo tiempo, también como la mayoría de estos autores, ha usado la teoría de multiversos para argumentar en orden a una explicación atea del universo, sin referencias a un creador divino.

La verdad es que, tras leer la reciente obra de Hawking, El gran diseño, no hallamos nada que justifique entenderla como una obra de especial importancia. La tesis a la que todo el libro se orienta ya estaba formulada por otros autores, en lo científico y en lo filosófico; quizá pueda haber alguna aportación iluminadora de esta tesis (como la conexión con los diagramas de Feynman), pero en todo caso de muy poca importancia y quizá incluso inapropiada, como veremos. Desde el punto de vista científico –e incluso filosófico-metafísico– no creemos, pues, que esta nueva obra aporte nada que merezca nuestra atención. Supone, eso sí, un cambio en la perspectiva explicativa propia de Hawking (que se pasa del universo oscilante a los multiversos); pero su cambio, aunque sea significativo en su trayectoria personal, supone sólo sumarse a lo que estaba siendo defendido por otros autores, y de forma probablemente más consiste que él. No parece, pues, haber nada nuevo u original.

Sin embargo, hay algo que justifica que nos fijemos en El gran diseño: su enorme influencia mediática que nos permite reflexionar sobre las reacciones que ha suscitado y lo que estas permiten vislumbrar. En primer lugar, llama la atención que los grandes medios divulgativos se hayan enterado de algunas cosas por el libro de Hawking; esto quiere decir que la ciencia sólo llega al gran público cuando las dice algún autor con poder mediático, como es el caso de Hawking. Llama también la atención el grado en que ha sorprendido a muchos, entre ellos a los periodistas, que Hawking sostenga que es posible explicar el universo sin Dios. ¿Es que acaso todavía no sabíamos que esto era posible? ¿Es que acaso no sabíamos que la vía argumentativa del ateísmo de Hawking en El gran diseño era ya conocida, habiendo sido defendida por otros autores? Muchos periodistas, en un nivel superficial, al extrañarse, parecían suponer que la tesis obvia comúnmente aceptada hasta ahora por la sociedad era que Dios podía ser demostrado por la ciencia. De ahí la sorpresa. Parecían también suponer que esta era la tesis de la iglesia; a saber, que la ciencia, y la razón filosófica, “demostraban” la existencia de Dios de una forma inequívoca. Parte del morbo intelectual del libro de Hawking consistía precisamente en ver cómo reaccionaba la iglesia ante este embite de la ciencia, representada por Hawking, que venía a desmostrar que era falsa una de sus tesis fundamentales.

Pero, ¿qué ha dicho la iglesia? Oficialmente no ha reaccionado, dejando al margen que se hayan producido algunos comentarios indirectos de poca importancia. Sin embargo, muchos autores teístas en el mundo occidental, relacionados con el cristianismo, han reaccionado poniendo objeciones a la tesis de Hawking, discutiéndola y pretendiendo argumentar que la tesis teísta es la que tiene el respaldo de la ciencia y de la razón filosófica. Al hacerlo así, estos teístas parecen confirmar la tesis de los periodistas antes aludida; a saber, que el teísmo cristiano excluye tesis como la de Hawking, de tal manera que se trata de elegir por las buenas entre teísmo o ateísmo. Una de las dos argumentaciones debe de estar mal construida. Por esto, tanto teísmo como ateísmo tratan de presentar la corrección de sus argumentos propios mostrando la incorrección y flojedad de su adversario científico-filosófico. Es lo que vemos en la mayor parte de las discusiones teísmo/ateísmo, suscitadas por el libro de Hawking. Es una lucha excluyente entre dos posiciones irreconciliables. Si el teísmo está en lo correcto, entonces el ateísmo debe rechazarse. O tú o yo; no hay alternativa. Se trata de argumentar que “mis” razones son más válidas que las tuyas.

Sin embargo, ¿no podría ser que el universo fuera en realidad un enigma metafísico último del que la ciencia no puede dar en la actualidad una explicación absolutamente cierta y segura? En consecuencia, ¿no podría haber una explicación hipotética del universo sin Dios, tal como hace Hawking, que fuera científico-filosóficamente viable? ¿No podría ser igualmente que la imagen del universo en la ciencia, pensada filosóficamente, hiciera al mismo tiempo posible construir una explicación teísta que presentara a Dios como fundamento creador del universo? ¿No sería posible inclinarse personalmente por una hipótesis ateísta que, sin embargo, respetara la viabilidad de la hipótesis alternativa del teísmo? Y, viceversa, ¿no sería posible inclinarse a una hipótesis teísta, que al mismo tiempo respetara la viabilidad alternativa de la hipótesis ateísta? ¿No sería esta posición crítica e ilustrada de mutuo respeto la más apropiada a nuestra conciencia de que vivimos en el interior de un universo que, al menos hasta el momento, es un profundo enigma metafísico?
Javier Monserrat
Martes, 12 de Abril 2011

Editado por
Javier Monserrat
Javier Monserrat
Javier Monserrat es jesuita y profesor en la Universidad Autónoma de Madrid. Estudia psicología y filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, donde se doctora con una tesis sobre Hegel. Estudia también teología en la Philosophische-Theologische Hochschule Sank Georgen, Frankfurt am Main. Entre otras estancias en universidades extranjeras, en 1992-1993 permanece un año como visiting researcher en la University of California, Berkeley, en el Institute of Cognitive Studies estudiando ciencia de la visión. Es miembro del Seminario X. Zubiri y Director de la revista PENSAMIENTO. Es también asesor de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión, en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de la Universidad Comillas. Es también editor de los primeros cuatro volúmenes de la serie especial Ciencia, Filosofía y Religión (2007-2010) de la revista PENSAMIENTO y editor de Tendencias de las Religiones en Tendencias21. Su docencia e investigación en la UAM, y en las facultades eclesiásticas de la Universidad Pontificia Comillas, ha versado sobre percepción, ciencia de la visión, epistemología, filosofía y psicología de la cultura, filosofía política, filosofía de la religión y teología. En los dos blogs de TENDENCIAS21 se limita al comentario de tres de sus últimas obras: Dédalo. La revolución americana del siglo XXI, Biblioteca Nueva, Madrid 2002; Hacia un Nuevo Mundo. Filosofía Política del protagonismo histórico emergente de la sociedad civil, Publicaciones UPComillas, Madrid 2005; Hacia el Nuevo Concilio, El paradigma de la modernidad en la Era de la Ciencia, San Pablo, Madrid 2010. El blog titulado Hacia un Nuevo Mundo se centra en filosofía política de la sociedad civil; el blog titulado Hacia el Nuevo Concilio aborda los temas filosóficos y teológicos.



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