CONO SUR: J. R. Elizondo

Bitácora

29votos
Presidente y Monseñor José Rodríguez Elizondo

Lo que me sorprende del nuevo Presidente de Paraguay Fernando Lugo, es que haya sido ordenado obispo en 1994, siendo (dicen) simpatizante de la Teología de la Liberación.

A esa altura, tras la experiencia con Miguel D’Escoto, los hermanos Cardenal y otros curas sandinistas, Juan Pablo II no quería ver ni en pintura a los sacerdotes de esa tendencia. “No hacen teología ni lo suyo es liberación”, dijo a un distinguido político chileno que lo visitó por esa época. De paso, los abnegados jesuitas pagaron los platos rotos por esa antipatía.

Diez años después, Lugo dejó de ser obispo y de nuevo un enigma: no está claro si renunció, para dedicarse a la política o si lo expulsaron, por dedicarse a ella. Conclusión provisional: O nunca estuvo liado con los curas de la Liberación o su capacidad de simulación es extraordinaria.

Lo último, claro, no sería criticable. Una buena capacidad de despiste es un recurso excelente para un líder político. Los profesionales del sector saben que hacerse el leso vale más que pasarse de listo y que la franqueza puede ser signo de “inmadurez política” . El límite –religioso y laico- es no mentir con descaro.

Pero ahora a Lugo le costará pasar piola. Como Presidente, cada gesto, cada palabra suya cuentan. Por ejemplo, hasta hace un año decía que su país necesitaba personas equilibradas, “lideres de concertación”, que él no era de izquierda ni de derecha… y nadie se escandalizaba ante tamañas muestras de sensatez. Pero ahora ha declarado que su victoria pertenece a “la nueva izquierda latinoamericana” y, de inmediato, unos se enojan y otros lo fichan como la última adquisición de Hugo Chávez.

Sin embargo, sospecho que en eso no hay despiste. Lugo acierta, pues la izquierda que está instalándose en nuestros países ya no es la “renovada” de la transición. Es una izquierda genuinamente “nueva”… sin que esto signifique “mejor”.

La izquierda renovada, recordémoslo, fue la que volvió de sus exilios con chaquetas europeas. Sus líderes se identificaban con Felipe González, Tony Blair, Lionel Jospin y Gerhard Schroeder. Algunos hasta leyeron las solapas de los libros de Anthony Giddens. Todos asumían que la caída de los muros les sirvió para desdogmatizarse y democratizarse. Incluso aceptaban que, para hacer país, “los otros” también contaban. Su paradigma estaba en Chile.

Pero, tras un corto período de expiación, esos líderes renovados empezaron (¿volvieron?) a oligarquizarse. Si llegaron al poder, confundieron el desarrollo de sus países con su desarrollo personal y hasta con sus liderazgos vitalicios. Es que les carga competir mano a mano con sus camaradas, pues estiman que deben ser ungidos. Su pragmatismo, en esas circunstancias, facilitó el clientelismo y el nepotismo. Es decir, crearon el imperio del “pituto”.

Por cierto, fue un escarmiento interrumptus y los electores se desencantaron. Como resultado, todos los partidos históricos, gobernantes o no, izquierdas y derechas unidas, comenzaron a pagar el costo. Como la sociedad repudia el vacío y las derechas tienen cuentas pendientes, por el portillo del desencanto se colaron primero outsiders como Collor de Melo y Fujimori y, luego, izquierdistas de nuevo tipo. En el sentir ciudadano los nuevos izquierdistas podían ser inexpertos, pero no peores que los viejos.

Por eso, la nueva izquierda actual tuvo un cholo en el Perú, tiene un obrero metalúrgico en Brasil, un militar subversivo en Venezuela, un académico bolivariano en Ecuador, un indio aymara en Bolivia y una pareja conyugal en Argentina.

Visto de esta manera tan sesgada, sólo faltaba un cura. Enhorabuena, Presidente Lugo.

Publicado en La Tercera del 27 abril.


José Rodríguez Elizondo
Viernes, 2 de Mayo 2008



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28votos
La OTAN y el nacionalismo anti-ruso José Rodríguez Elizondo

Para las nuevas generaciones, el debate norteamericano y europeo sobre el ingreso a la OTAN de países que pertenecieron al bloque soviético es de difícil comprensión. En lo fundamental, porque los vencedores de la guerra fría, inspirados en Fukuyama, pusieron el énfasis en sus propias bondades y no en la realidad de los derrotados. Y ésta dice que el fracaso de la utopía comunista no comenzó en los mercados, sino en el plano cultural, ante la imposibilidad de crear el "hombre nuevo" de sus profetas.

Desde esa perspectiva, el proyecto leniniano-stalinista fue una obra de ingeniería macrosocial que terminó convertida en representación escénica: los burócratas comunistas fingiendo un rol de liderazgo y las masas realmente existentes fingiendo que los seguían. Quienes conocimos ese campo lóbrego sabemos que la situación se expresaba mediante el escapismo humorístico: "nosotros hacemos como que trabajamos y ellos hacen como que nos pagan".

La larga duración de esa "verdad de las mentiras" generó, en los países afectados, la atrofia de la capacidad para participar en la “cosa pública”. El maniqueísmo establecido, según el cual sólo se podía actuar legalmente a favor del régimen o ilegalmente en su contra, impidió acceder a la lógica de la negociación democrática. Paralelamente, indujo una percepción de equivalencia entre creatividad y marginalidad. Los únicos ciudadanos con imaginación estaban en esa zona pantanosa donde coexistían la disidencia política y la delincuencia económica. Era inviable un "homo economicus" con calidad empresarial y que, simultáneamente, fuera honrado.

La atrofia de la libertad y esa perversión del emprendimiento explican la incapacidad de Mijail Gorbachov y Lech Walessa –desde y contra el comunismo- para abrir sociedades inclusivas, con economías competitivas, pero no salvajes. Ambos líderes interpretaron nuevos roles para gente que sólo despertó al final, cuando vio que las estatuas que caían eran de verdad y no de utilería. En todo caso, sólo a partir de ellos y de otros líderes, como Vaclav Havel, esos pueblos espectadores pudieron salir de la paralogización y empezar a asumir la lógica de la democracia con mercados libres.

Pero, esa lógica corresponde a un proceso social a largo plazo y no a una decisión voluntarista, como quieren creer George W. Bush y sus ideólogos. Por eso, mientras cuaja la nueva realidad, las sociedades del ex socialismo real tienen que desenvolverse con lo que tenían: una minoría de comunistas recalcitrantes y otra de ex comunistas poseedores del "know how" social, ambas flotando en un magma mayoritario de nacionalistas anticomunistas con poca (o ninguna) experiencia de gobierno o de administración.

Como eso es “lo que hay”, no es raro que los dirigentes de los países ex socialistas hayan recuperado los viejos reflejos geopolíticos. Su percepción de amenaza no está en Berlín, París, Londres ni Washington, sino en Moscú. Esto implica que el recelo a la Unión Soviética se esté reconvirtiendo en recelo contra la Rusia actual, mientras ésta trata de recuperar su estatus de gran potencia.

Por eso la OTAN, alianza militar que nació para disuadir a la URSS, ahora tramita las solicitudes de ingreso de países que ayer integraron el antagónico Pacto de Varsovia.
Es un nacionalismo tan complejo de entender como la naturaleza del orden internacional que está germinando y como la propia supervivencia de la OTAN.


Publicado en La Republica el 15.4.08.

José Rodríguez Elizondo
Miércoles, 16 de Abril 2008



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Bitácora

33votos
Cuidado con las visitas José Rodríguez Elizondo

A comienzos de abril se produjo un acontecimiento muy testimonial sobre el estado de la relación entre Chile y el Perú, tras la demanda peruana ante la Corte Internacional de Justicia. Fue el viaje a Lima de Sebastián Piñera, ex candidato presidencial de la oposición y conspicuo hombre de negocios. Su calidad de político y empresario, sumada a las distinciones de que fue objeto por parte del gobierno peruano, produjeron una fuerte reacción negativa en el gobierno de Michelle Bachelet. JRE fue entrevistado el dia 5 sobre el tema, por el periodista Phillip Duran, del diario La Tercera. A continuación, una version especial de lo publicado, más algunas reflexiones adicionales.



- ¿Fue prudente que Piñera viajara a Lima en medio del tema de La Haya?

El alboroto mediático indica que, para algunos chilenos, será imprudente viajar a Lima, durante todos los años que dure el proceso, máxime si se es líder de la oposición. Me parece excesivo. Hace suponer que esos chilenos no creen que nuestra política exterior sea una política de Estado. Es que la mejor manera de ejecutar una política de Estado, es cuando los líderes de la oposición la apoyan en el exterior.

- ¿Qué le parece que el canciller Foxley no haya puesto reparos al viaje? ¿Era aconsejable que lo hiciera?

Le respondo con una pregunta: ¿en virtud de qué podría Foxley haberse opuesto al viaje de un adulto libre y documentado que fue y quiere seguir siendo candidato presidencial?

- ¿La recepción de "jefe de Estado" que se dio a Piñera en Lima, era una forma de molestar a las autoridades chilenas?

Es muy posible. Alan García es uno de los políticos de la región que mejor ha leído a Maquiavelo. Recordemos cómo hizo rabiar a Pinochet cuando alojaba a Anselmo Sule y a Lucho Guastavino en Palacio Pizarro. O cuando su embajador en Chile, Luis Marchand, convirtió su residencia en centro de reuniones de la disidencia chilena. Y si esos ejemplos son de un Chile en dictadura, recordemos a Joaquín Lavín en La Habana, cuando Fidel Castro se deshizo en cariños hacia el entonces líder de la oposición, para fastidiar a Ricardo Lagos. O el viaje a Lima de los líderes de la Concertación gobernante, para ¡apoyar a distintos candidatos a la Presidencia del Perú!.. Pero, obviamente, ese tipo de trucos sólo funciona cuando el afectado reconoce el impacto. Por eso, los dirigentes políticos deben tener la sangre fría de los ofidios y estar entrenados para tragar sapos a cualquier hora del día.

- Pese a la postura de Foxley, La Moneda hizo una evaluación negativa del viaje. ¿Se justifica el reclamo a Lima que ordenó la presidenta Bachelet?

Para responder esa pregunta, un ciudadano de esta democracia debiera conocer esa evaluación y los términos de esa queja. Presumo que debió ser formulada en términos duros, ya que obligó a García a anular el viaje a Chile de su Ministro de Defensa.

- ¿Al hacer el reclamo, Bachelet mezcló un tema interno con la política exterior? ¿Perjudica ese reclamo la relación con Perú?

La relación bilateral ya está perjudicada. De lo que se trata es de no aumentar los perjuicios.

- ¿Chile estaba en posición de hacer un reclamo considerando que, según el canciller peruano, Foxley le dijo que no había problemas con el viaje?

Al transparentarse la molestia de Palacio se favoreció ese tipo de juegos menudos. En la especie, el canciller peruano apuntó, con poca sutileza, a una contradicción entre la Presidenta Bachelet y el canciller Foxley. Un pequeño punto para alardear a la hora del cafecito, en el tribunal de La Haya.

- Da la impresión de que es Perú quien apuesta por las cuerdas separadas, pero que es Chile el reticente. ¿Comparte eso?

No. Fue, más bien, un wishful thinking de ambos gobiernos. Pero, me parece utópico pensar que los abogados de Chile y el Perú se sacarán chispas en La Haya, mientras en Lima y Santiago la vida sigue igual. Lo más probable es los abogados de ambas partes se relacionen estupendamente. Por otra parte y pese a que la iniciativa comunicacional de las “cuerdas separadas” fue peruana, nuestro gobierno ha sido más consecuente con ese buen propósito. Por ejemplo, aquí el contenido de nuestros planteamientos jurídicos está fuera del debate e, incluso, de la información. En el Perú, el planteamiento jurídico del gobierno se está exponiendo ante toda la población escolar. A mayor abundamiento, acaba de aparecer un libro de 400 páginas, con todos los detalles de la tesis jurídica peruana, escrito por Manuel Rodríguez Cuadros, el canciller que dio el impulso definitivo al pleito. Incidental y contradictoriamente, esto debiera facilitarle la pega a nuestro agente en La Haya, Alberto Van Klaveren.

- ¿Piñera hizo alguna declaración que contradiga la postura chilena y respalde la tesis peruana sobre los límites?

Creo que Piñera, como la inmensa mayoría de los chilenos, ignora las sutilezas jurídicas del asunto… y no podemos culparlo. Es una materia resbalosa, incluso para alguien tan aficionado al turismo de riesgo como él. Entre esos tecnicismos está (supongo) el de exorcizar la palabra “controversia”, para no debilitar la fuerza de nuestra convicción sobre los títulos que tenemos ni renunciar a recursos previos.

- En Perú ¿mencionan el comunicado conjunto de los ex cancilleres Walker y Rodríguez Cuadros de 2004 en que se afirma tener "posiciones distintas" en "una cuestión de naturaleza jurídica" sobre la "delimitación marítima"?

Efectivamente. Ese texto existe y fue obtenido astuta y trabajosamente por Rodríguez Cuadros, para que el Perú pudiera presentar su demanda. Teóricamente, demostraría que Chile no aceptó negociar el tema, pero que reconoció diferencias jurídicas legítimas. Ergo, habría “controversia” –ahí esta el mérito de la palabreja- y ésta nos encajona en la ruta de La Haya.

- Si es así, ¿sus dichos tendrían efecto en el juicio? (Un presidenciable reconociendo temas pendientes)

Yo no creo que Piñera haya reconocido un tema pendiente, en el sentido de asignar plausibilidad jurídica a la demanda peruana. Lo que reconoció, al parecer, es el hecho de la diferencia de opiniones, en la línea del comunicado Walker-Rodríguez ...y eso es un hecho del porte de un buque. Además, la señora Higgins, presidente del tribunal, entenderá que un ingeniero civil no tiene por qué manejar la misma nomenclatura que un jurista experto en Derecho Internacional.

- Piñera abogó también por el envío de gas desde Camisea. Qué le parece esta propuesta, que no está entre las alternativas manejadas en Chile.

Puede no estar entre las alternativas porque, hoy por hoy, no participamos en ninguna iniciativa de integración energética regional y estamos buscando otro tipo de soluciones. Pero, no entiendo por que eso podría transformar en tabú cualquier aproximación, oficial o extraoficial, al gas peruano o boliviano. A veces las conversaciones de francotiradores sirven para ampliar los horizontes, si su talante es altruista.

- ¿Qué le parece que en la cita Piñera-García estuviera la ministra de Transportes?

Ese era el verdadero y gran punto flaco de Piñera, reconocido incluso por los líderes de la oposición: haber realizado un viaje politicamente tan importante, sin dejar en el closet su chaleco de empresario con mención especial en transporte aéreo. Pero, para suerte suya, ese tema terminó colgado en el ropero, gracias al enojo que produjo la alfombra roja de García.

- Para la Concertación, los negocios de Piñera en Lima -y el hecho de que abordara el tema Lan- no le dan independencia para conducir una relacion bilateral compleja con ese pais. ¿Comparte ese juicio?

Lo comparto, pero no es ninguna originalidad ¿Cree usted que, fuera de Piñera, alguien discrepa de ese juicio?

José Rodríguez Elizondo
Lunes, 7 de Abril 2008



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Bitácora

31votos
¿Requiem para la renovación? José Rodríguez Elizondo

Aplicando las encuestas de Latinobarómetro, cualquier candidato a dictador con aires de eficiente tendría serias posibilidades de éxito en una elección regional. Esto refleja una tendencia según la cual la promesa de la sociedad democrática también dejó de ser lo que era.



El síntoma hace recordar que el éxito inicial de la transición democrática se explicó, en parte importante, por la autocrítica de los viejos líderes. Según éstos, los partidos políticos debían recuperar o reconocer su rol de intermediación y de servicio, incentivando la participación ciudadana. Nadie debía pretender un retorno simple al viejo estilo de cúpulas ensimismadas.

Por lo mismo, todos debían alejarse de esos modelos que convierten a los partidos en estructuras "clientelísticas" atendidas por "profesionales". Es decir, oficinas atendidas por gente sin experiencia de trabajo real. Por dirigentes proclives a olvidar -según ironía de Vaclav Havel- cómo se conduce un coche, cómo se hacen las compras, cómo se prepara uno mismo el café o cómo se llama por teléfono.

Ese cambio de actitud suponía un cambio de talante global y no uno que se limitara a la cordura de las izquierdas extrasistémicas. La renovación, más la desideologización y la reconciliación, debían convertirse en una trilogía conceptual capaz de potenciar cosas obvias pero olvidadas.

Entre ellas, la valoración de las dimensiones ética y cultural de la actividad política; de la democracia partidaria como modelo de la democracia que se quiere para el país; del libre mercado con barreras contra el “salvajismo”; de los derechos humanos por sobre tesis ideológicas particularistas; de una óptima representación de las mujeres en las actividades políticas; de la necesidad de atraer a quienes tienen un desempeño de excelencia en la sociedad civil, y de la urgencia de una Administración Pública eficiente, incorruptible y profesionalizada.

Centralización política

En la práctica, esto indujo una "centralización" de la galaxia política. Un agrupamiento al centro que relativizaba ortodoxias y reducía la capacidad de convocatoria de los fundamentalismos de izquierdas y derechas. Hasta surgieron partidos "instrumentales" lo cual, si bien era una redundancia -todo partido es un instrumento-, daba buena cuenta de la perversión previa, según la cual se habían convertido en máquinas con fines propios.

Desafortunadamente, el buen talante duró poco. La justa impaciencia por el bienestar de los sectores postergados y la arraigada conciencia de que la caridad comienza por casa, indujeron una rápida fatiga de materiales democráticos. Sobre ese síndrome pivotearon los adalides de la contra-renovación y los nostálgicos de los "autoritarismos". Conceptualmente se planteó el dilema escapista de si la renovación podía mantenerse o si había que resignarse a verla como un proceso terminado.

Por cierto, la “modélica” transición española fue la primera en producir un reconocimiento "modélico". A propósito de la decadencia del Partido Socialista de Felipe González, un felipista de la primera hora, Javier Pradera, dijo que las reglas del juego democrático tenían aplicaciones caricaturescas en el seno de los partidos y que “su estructura oligárquica utiliza la retórica participativa sólo para simular la adopción democrática de las decisiones".

En eso estamos y los dirigentes establecidos de nuestros partidos no han reaccionado con presteza. Más pareciera que, vueltos a las esferas del poder político y, concomitantemente, de los poderes social y económico, prefieren ignorar los riesgos de una recaída.

Es lo que las encuestas reflejan.


Publicado en La Republica el 1.4.08.

José Rodríguez Elizondo
Martes, 1 de Abril 2008



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Bitácora

34votos
La memoria traicionada José Rodríguez Elizondo

En Santo Domingo, los presidentes del Grupo de Río, bloquearon un curso de colisión que parecía inexorable. Su rol colectivo fue similar al de Juan Pablo II, en 1978, cuando detuvo a las flotas de Argentina y Chile, a punto de atacarse.

Lo curioso es que, como Dios a veces escribe sus obras con faltas de ortografía, los principales actores del nuevo milagro usaron métodos antagónicos. Así, mientras el carismático Papa comenzó por controlar el desfogue de los actores, aquí fue el desfogue de los actores lo que indujo el autocontrol. Al final, fue comiquísimo ver a Hugo Chávez como palomo de la paz, ante la flema de Alvaro Uribe, el despiste de Daniel Ortega y el estupor de Rafael Correa.

Con todo, es importante mantener las barbas remojadas, porque interrumpir la colisión no significó terminar con las fuerzas motrices del conflicto. El escenario ominoso puede volver a montarse cualquier día y no sólo en la frontera colombo-ecuatoriana. Sintomáticos son los últimos datos sobre la presencia de las FARC en el Perú, por ejemplo.

Es que, aunque debilitados, sus efectivos siguen contando con el apoyo de Chávez y Fidel Castro, tienen recursos economicos negros -pero propios- y cuentan con la cobertura de una red política extrasistémica de nivel regional. Más ominoso, aún, tienen la necesidad sicológica y estratégica de revertir, rápido, los duros golpes recibidos, máxime si éstos evidencian descomposición interna. El asesinato de uno de sus jefes por un “camarada”, evoca fenómenos similares en las guerrillas castristas del pasado, cuuando enfrentaban el fantasma de la caducidad de su proyecto político.

Visto así, uno puede preguntarse en virtud de qué los revolucionarios supérstites de la región siguen caracterizando a las FARC como una organización política viable, que lucha con las armas para conquistar el poder e implantar el socialismo. Es decir, por qué aceptan definirlas, con Chávez, como “fuerzas beligerantes”, inmersas en una guerra civil. Esto, con el agregado escolástico de que no serían terroristas, pues sólo emplean “métodos” terroristas.

Como aproximación a una respuesta, creo que tal percepción se debe a que los actuales extrasistémicos de izquierda no tienen memoria sobre la forja de sus mitos. Se limitan a creer, beatamente, que Marulanda es una especie de Ché anciano y que las FARC son la prolongación de los focos guerrilleros sesentistas. Esos que, en el Perú, se identifican con el destino trágico de Luis de la Puente y Guillermo Lobatón.

Por lo mismo, ignoran la leyenda fundacional, con Castro buscando el poder desde “la pureza revolucionaria” y no desde la administración semisecular de “territorios liberados”. Desconocen su retórica de los años 50, según la cual “los fusiles de los idealistas no cobran sueldo” y el secuestro era condenable per se.

Entonces, por táctica o convicción, el líder cubano liberaba a los soldados batistianos prisioneros, para “sembrar la semilla de la confraternidad que debe imperar en la patria futura”. A semanas de su victoria, incluso reprendió a su hermano Raúl por haber “retenido” a una decena de ciudadanos norteamericanos. Luego, tras la toma del poder, fue enérgico para condenar a los drogadictos y hasta a los borrachos: “el abuso con las bebidas alcohólicas es tan inmoral como el uso de una droga”, dijo en una de sus primeras conferencias de prensa.

Por eso, apoyar hoy a las FARC equivale a ignorar la parte noble del mito guerrillero. En el caso del Castro anciano, la cosa es más patética, pues implica perder la memoria sobre el pasado propio. Sobre el real o fingido romanticismo de la juventud.


Publicado en La Republica el 25.3.08.

José Rodríguez Elizondo
Martes, 25 de Marzo 2008



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Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





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