Bitácora
Wagner y AntiWagner
José Rodríguez Elizondo
La designación de Allan Wagner como agente peruano ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), fue una movida óptima de Alan García. Algún nacionalista limeño lo objetó por ser demasiado “prochileno”, pero rápido llegó nuestro antídoto. Aquí lo mentaron como modelo de antichilenidad.
El real mérito de la designación de Wagner está en la simbiosis de su currículo con la estrategia político-diplomática-jurídica de Torre Tagle. Entre 1978 y 1979 fue un caballeroso y baleado diplomático en nuestro país. De vuelta a Lima conoció las inquietudes de la Marina peruana y los estudios del embajador Juan Miguel Bákula sobre la frontera marítima con Chile.
En 1986 vino como canciller de García, con Bákula como asesor, para plantear una negociación “equitativa” sobre esa frontera. Retomó el tema como canciller de Alejandro Toledo, a comienzos del milenio y lo mismo hizo, hasta hace un mes, como Ministro de Defensa y colega del canciller José A. García Belaúnde.
Tal currículo muestra, de refilón, que la estrategia peruana tiene varias décadas de pulimiento. Su objetivo fue revisar los compromisos de todos los gobiernos y comisiones técnicas que, desde 1952, aprobaron tratados sobre frontera marítima con Chile, omitiendo la superposición de proyecciones y levantando faros de enfilamiento en la línea del paralelo del Hito 1.
Presunto detonante fue “el abrazo de Charaña”, en 1975. De ahí pudo surgir la percepción de que, reivindicando parte del océano, el Perú zafaría de un aspecto incómodo del Tratado de 1929: dar o negar la aprobación a Chile, para que Bolivia salga al Pacífico por territorio ex peruano.
Tal estrategia partió orientada hacia la negociación y, en su defecto, la demanda ante la CIJ. Su puesta en marcha implicó negar la existencia de tratados específicos de frontera marítima, asumir los principios de la Convención del Mar (aunque el Perú no sea parte) y contratar a los mejores especialistas internacionales en controversias limítrofes. Todo esto con un gran manejo de los tiempos, hasta con retrocesos tácticos, para que la CIJ se identificara con la solución y no con la creación de un conflicto.
De paso, esa estrategia se benefició con la alta inversión chilena en el Perú (los conflictos desmadrados espantan a los empresarios) y las enseñanzas del Beagle. Sobre este caso, los estudiosos observaron dos cosas: la vinculación que hizo Argentina entre CIJ y casus belli y la flexibilidad que exhibió Pinochet en materia de delimitaciones marítimas, incluso asumiendo la tesis de la equidistancia.
Queda claro, entonces, lo inútil de levantar un “antiWagner”. El agente peruano está donde está porque fue actor relevante de una estrategia compleja y de plazo largo. Aquí no tenemos un actor equivalente, pues ni siquiera conocemos la importante obra gruesa de Bákula y, en vez de contraestrategia, tuvimos tácticas defensivas y una sobrerreacción episódica en 2005.
Por eso, el Perú ganó el primer tiempo al implantar la “solución CIJ” sin crear un casus belli. Entenderlo significa que, para empatar en el segundo tiempo, necesitamos una estrategia integral de emergencia. De no hacerlo, volveremos a enfrentar el riesgo de hacer de la carencia virtud. Es decir, querer creer que bastará con soltar bravatas y sintonizar a nuestros abogados, para convencer a la CIJ.
Cumpliendo nuestro antipático rol de siempre, los aguafiestas advertimos contra esa autocomplacencia. En este momento los chilenos debemos asumir el mundo real y las tres cosas que en él no existen: el Derecho Internacional Absoluto, el Tratado Invulnerable y los jueces obligados a darnos toda la razón.
Publicado en La Tercera el 13.1.08.
Bitácora
Cómo burlamos a la Stasi
José Rodríguez Elizondo
Molécula despistada del exilio, viví entre 1974-76 en ese lóbrego laboratorio que fue la República Democrática Alemana (RDA). Por eso, ya he contado que cuando vimos el filme La vida de los otros con mi esposa Maricruz, ella lloró en silencio y yo me sumergí en secuencias de realidad, tristemente inolvidables. Muchos amigos me han preguntado, a proposito de esos recuerdos escritos para el diario chileno La Tercera –artículo colgado en este blog-, cómo diablos pude salir de esa trampa humana, sin deterioro demasiado notable. Ahora estoy en condiciones de responderles, reproduciendo parte del texto publicado el 1.1.08, en mi columna del diario peruano La Republica. Alla va...
En nuestro mismo edificio vivía el historiador Luis Moulian y familia. Su dura experiencia se resume en que supo, demasiado pronto, que en la RDA no perfeccionaría sus conocimientos y manifestó su decisión de irse a España, donde estaba cuajando una apertura libertaria. Nunca previó que, tras tamaña “confesión”, los compatriotas informantes y los informados de la Stasi lo ficharían como fascista emboscado. Terminó recluído en una clínica siquiátrica y su caso me inspiró un cuento en el cual su personaje se liberaba lanzándose al vacío.
(Nota: Hacia el fin del milenio pasado, Moulian volvió a Chile y volvimos a conversar, incluso sobre ese cuento. Lo último que supe de él lo leí en la crónica roja: rubricando mi invención, terminó su secuencia alemana lanzándose al vacío, desde un edificio de Santiago).
A partir del “caso Moulian” tuve claro que no se me permitiría emigrar y que, como indocumentado, debía esperar un milagro para poder salir. Lo fantástico es que ese milagro llegó, con la aparición fraterna de Juan Vargas Quintanilla, embajador del Perú y ex camarada aprista de mi suegro.
Por cierto, tal amistad alertó a informantes e informados. Pronto un dirigente chileno me dijo, acusatorio, que Maricruz había ingresado a la embajada del Perú, en distintas fechas y que yo debía poner término a sus imprudencias. Fue nuestro "día D". Si nos dejábamos atemorizar, desaparecía la oportunidad de documentación que ya nos gestionaba el embajador peruano con sus contactos.
Opté por la "fuga hacia adelante", escribiendo una carta a las autoridades de la RDA, por intermedio -allí estaba el detalle- de ese mismo dirigente. En ella reconocía una vieja amistad con el diplomático, manifestaba mi estupor por la vigilancia a mi esposa y reiteraba que ella tenía doble nacionalidad. Terminaba mi texto con una protesta formal y manifestando que una copia sería enviada al embajador.
Comprendí que había triunfado cuando el acusatorio dirigente me pidió retirar la carta. Es decir, él no la haría llegar a la autoridad de la RDA y yo no debía enviarla por mi cuenta. El embajador no pareció sorprenderse cuando se lo conté. Me dio a entender que "algo había hablado" sobre nuestro caso en la Cancillería estealemana.
Días después me llamó por teléfono para decirme, en clave, que le había llegado pisco de Ica y, tras raudo viaje en tren, yo estaba en su oficina de Berlín Este. Cuidándonos de los micrófonos ocultos y de la secretaria-espía de la Stasi, me entregó una botella de pisco y dos pasaportes: uno peruano con hija incorporada, para mi esposa y uno chileno con visa peruana, para mí.
¿Se entiende, entonces, por qué la Stasi y ese gran filme alemán son parte de la vida de nosotros?
Bitácora
Insulza: entre Hamlet y Maquiavelo
José Rodríguez Elizondo
Cuando José Miguel Insulza quiso potenciar el perfil democrático de la OEA, Fidel Castro lo trató de “bobito”. Cuando criticó el cierre del canal RCTV, a mediados de este año que se va, Hugo Chávez lo insultó con menos delicadeza. Acto seguido, Mario Vargas Llosa lo maltrató por quedarse con los insultos: “su ominoso silencio avergüenza a los latinoamericanos que creemos en la democracia”, escribió.
¿Palos porque bogas y porque no bogas?
No tan simple. En enero ya era evidente la vigilancia desde Caracas y Washington. Motivo formal: la dedicación preferente de Insulza a la política chilena desafiaba la Carta de la OEA, que sólo reconoce, para sus funcionarios, la patria del sistema (La Tercera, 11.1.07). Motivo real: tal dedicación no iba acompañada de una actitud clara respecto a las peleas, estridentes o sordas, del binomio Chávez-Bush.
Dado que Insulza optó por mantenerse en la cuerda floja, hoy está recibiendo una segunda andanada, encabezada por el Instituto Republicano, el Washington Post y el Wall Street Journal. Lo nuevo es que esta vez mandan los neoconservadores y unen los motivos de acusación. Según ésta, el hombre no actúa contra los desplantes autoritarios de Chávez, por tener un ojo en la OEA y el otro en la Moneda.
Leído al trasluz, esto significa que le perdonarían cualquier instrumentalización de la OEA, si se la jugara por la Casa Blanca. Pero, claro, eso es ignorar que tal opción lo obligaría a una ingratitud flagrante, pues Insulza llegó al cargo gracias al lobby de Ricardo Lagos ante Chávez y a contrapelo de George W. Bush.
Ante este cuadro, la defensa de Insulza, expresada por personalidades como Dante Caputo, ex canciller argentino y alto funcionario de la OEA; Javier Illanes, diplomático chileno, y el periodista Fernando Paulsen, equivale a prestarle un paraguas para capear un huracán.
Al sostener que los éxitos de la OEA son evidentes pero invisibles, que financieramente está mejor que ayer y que el pánzer no se manda sólo, parecen ignorar que el problema no está en la alta capacidad intelectual y administrativa de Insulza, sino en su pretensión de surfear sobre el conflicto principal.
Cuatro cosas
Si procesara esos datos, sin autocomplacencia, Insulza debiera asumir cuatro cosas: Una, que la OEA fue otro de esos caballos regalados por Chávez, a los que alguien debió mirarle el diente. Dos, que para “enchularla” como criadero y no cementerio de elefantes, tendría que manejarla con la audacia política de un predestinado. Tres, que tal osadía supone hasta usar las escalas de sus enemigos para ascender. Cuatro, que la insultadera de Chávez fue una escala que no habría desperdiciado un buen lector de Maquiavelo.
Si Insulza es remolón con ese aprendizaje, seguirá siendo factor de estrategias ajenas y la OEA se convertirá en su paráfrasis del dilema de Campoamor: “si me la dejas me mata / si me la quitas me muero”. A mayor abundamiento, esto ya se lo están advirtiendo los políticos más frontales de la Concertación.
El 16 de este mes, el diputado Jorge Tarud lo conminó: “si quiere ser candidato, tiene que venirse a Chile”. Al día siguiente, en la Fundación Chile 21, el senador Carlos Ominami planteó que los presidenciables de la coalición, por no estar en los debates internos, son parte de los problemas y no de la solución.
En resumen, para conquistar la gran cumbre Insulza debe asumir riesgos burocráticos, cambiar –si es preciso- las reglas del juego de la OEA, no dejarse pautear por los encuestadores y desmarcarse de quienes lo siguen marcando.
Para todo eso, Hamlet no es el modelo indicado.
Publicado en La Tercera el 30.12.07.
Bitácora
Libre acceso a la democracia
José Rodríguez Elizondo
El pasado 28 de noviembre, el Consejo de la Prensa Peruana (CPP) realizó el Seminario Internacional "Prensa, litigio y el derecho a la información pública". Su lema no sólo interpelaba a juristas y periodistas. Interesaba a todos quienes tratamos de consolidar la democracia en América Latina, pues a los dictadores les sobra el poder para manipular o enterrar la información pública.
El problema está en que muchos actores de nuestras democracias circulan por las cloacas de la opacidad. Por eso, las categóricas normas sobre acceso a la información suelen engendrar cautelosas normas de excepción. A veces la cautela es tanta, que las excepciones anulan la regla ("hecha la ley, hecha la trampa", dicen los juristas experimentados). Más allá, en materias de política exterior y defensa, las excepciones han hecho olvidar que se trata de políticas públicas.
Así, nuestros gobernantes tienden a convertir a sus cancillerías en el correo taciturno de sus diplomacias personales. En cuanto a Defensa, el ministro Allan Wagner contó, en ese Seminario, que en sus dependencias había información inaccesible para … el propio Wagner. En Chile, la Contraloría General rechazó, en 2004, una resolución que invocaba la reserva para designar al comandante en jefe de la Armada. Como si el máximo cargo de esa fuerza pudiera ser desempeñado por una autoridad secreta.
Los periodistas de raza no juegan el juego de las leyes de acceso. Saben, como dijo Gustavo Mohme Seminario, Presidente del CPP, que son una garantía para los ciudadanos, en general, pero no tanto para los ciudadanos con credencial de periodistas. Con o sin hábeas data, éstos deben buscar la información que la sociedad necesita y que retroalimenta la libertad de todos. Lo insoslayable, para su salud física, es la garantía del marco democrático.
Hoy esto debe ser enfatizado en la región, pues la crisis de las ideologías ya mutó en crisis de las ideas políticas y está desembocando en crisis del Estado Democrático de Derecho. Los síntomas están a la vista: jóvenes marginales a la política, partidos políticos desprestigiados o de contenidos indiferenciables, inseguridad ciudadana incrementada, pragmatismo que arrasa con los principios, proyectos-país sustituidos por la mercadotecnia.
Las encuestas, último refugio de los incrédulos, verifican lo señalado.
Según el informe de noviembre de Latinobarómetro, el apoyo promedio a la democracia cayó de un 58%, en 2006, a un 54%, en 2007. Por cierto, hay países donde su cotización es minoritaria, con cifras rondando el 30%. Una encuesta chilena, casi paralela, muestra cuán vinculado está ese fenómeno con el del acceso a la información. Una evaluación de los partidos políticos, en función de su transparencia informativa, indica que ninguno supera la barrera promedial del 40%.
Sugerentemente, el mismo día del Seminario el diario El Comercio elogió el "histórico fallo" condenatorio para los ministros de Fujimori que avalaron su autogolpe de abril de 1992: "marca un hito significativo en la democracia", señaló en su editorial. Pero, líneas más abajo, el analista Alfredo Torres aludía al "sombrío estado de ánimo de los peruanos", revelado por Latinobarómetro: "El Perú figura en uno de los tres últimos puestos de satisfacción con la democracia".
Ojo, entonces, con sentarnos a discutir si quienes amenazan son galgos o podencos. Debemos defender la democracia, impedir que las excepciones maten la transparencia informativa y seguir corriendo. No vaya a ser que, por comportarnos como las liebres de la fábula, asistamos pronto al espectáculo de Estados Dictatoriales Constitucionalizados, coexistentes con prolijas leyes de libre acceso a la información.
Publicado en La Republica el 18.12.07.
Bitácora
La marca del Zorro
José Rodríguez Elizondo
Pocos comprenden los problemas que tienen los jefes de Protocolo con los invitados de sus Presidentes. Sin embargo, fue para evitarlos que Néstor Kirchner dejó a su señora a cargo del tema y, por añadidura, del gobierno. Le fastidiaba que todos cuchichearan sobre lo feo que es ponerse la servilleta al cuello, salir en las fotos con el saco desabotonado u olvidar a sus huéspedes mientras disfruta un partido de fútbol.
En cuanto a Hugo Chávez, fuentes fidedignas dicen que, tras el colapso de sus últimos treinta jefes de protocolo, decidió sustituirlos por simples directores de escena. Agregan que el último infartado estaba negociando una invitación especial a Chile, para romperle el record a Fidel Castro. Al parecer, tras la cumbre de Santiago fue informado de que nuestra Presidenta no acepta visitas que duren más de 28 días.
Así de gordos son los problemas que enfrenta la Dirección de Protocolo de nuestra Cancillería, cuando formatea la visita de personalidades extranjeras a Palacio. Esto significa asignarles tiempo, sugerir gestos y souvenirs presidenciales. Subsidiariamente, implica sugerir vestimenta y gestos a los visitantes.
Entre los gestos presidenciales están las fotografías, los bebestibles y los comistrajos. Las primeras no plantean mayor problema, salvo que las fotos sean truchas. Si se limitan al solo flash grupal, sin posterior envío, Chile abandona la categoría de país serio.
Tema cototudo
En cuanto a los líquidos y sólidos, el tema es cototudo: ¿Debiera invitar la Presidenta un cafecito y unas galletitas? ¿o debiera invitar a un almuerzo o una cena? Si la opción es la segunda, en sus dos variables, surgen nuevas interrogantes: ¿Con qué ropa? ¿qué menú? ¿vino de qué viña? ¿quiénes deben acompañar a la Presidenta? ¿quiénes pueden acompañar a sus invitados? ¿es recomendable llegar en bicicleta a La Moneda? ¿tiene que estar Pancho Vidal?
En ese difícil contexto, la pasada por palacio de Antonio Banderas y familia y su inmediato impacto en las encuestas españolas -primer puesto para Michelle Bachelet como líder regional- se ha levantado como un hito. Por una parte, un vaticanista recomendó desterrar el boato mitterrandiano del sexenio laguista (“copiado del de Charles de Gaulle” apuntó, malévolo), pues corresponde a una etapa donde los actores políticos se sentían más importantes que los actores-actores.
Por otra parte, nuestro Director de Protocolo intuye que ningún político foráneo se conformará con el menú básico saludo-foto-café. Ergo, ahora estaría diseñando formatos que parten con almuerzo y tour de palacio, a cargo de la Primera Anfitriona. También estaría elaborando un escalafón de famosos, para que su personal conozca la distancia entre el Zorro con botas (top-top) y los top ten que lo siguen, encabezados por Bosé, Sabina, Penélope, Sting , Silvio, Bono, el Puma y Shakira.
Con todo, es posible que los mayores problemas para ese alto funcionario se relacionen con los (las) invitables locales. Se rumorea que Belisario Velasco le dio traslado de una petición firmada por un centenar de famosos chilensis, encabezados por Pamela Díaz, que quieren visitarlo –con celular- cuando asuma como Vicepresidente.
También le habría informado sobre la queja de un colectivo integrado por ministras, parlamentarias, subsecretarias, intendentas, gobernadoras y jefas de servicio. Estas chicas poderosas, tras sentirse excluídas de la invitación a Banderas, temen que el sectarismo vuelva a imponerse. Para mantenerlas movilizadas, sus dirigentas fácticas están circulando el rumor de que pronto llega Brad Pitt.
Publicado en La Tercera el 16.12.07.
Editado por
José Rodríguez Elizondo
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.
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