Reseñas

Poncio Pilato. Un enigma entre historia y memoria

Juan Antonio Martínez de la Fe , 22/10/2020

Ficha Técnica

Título: Poncio Pilato. Un enigma entre historia y memoria
Autor: Aldo Schiavone
Edita: Editorial Trotta, S.A., Madrid, 2020
Colección: Estructuras y Procesos
Traducción: Alejandro García Mayo
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 200
ISBN: 978-84-9879-822-7
Precio: 18 euros

La bibliografía en español sobre un personaje tan singular como Poncio Pilato no es muy abundante. Alguna aproximación a él la hay, especialmente en otros idiomas. Eso sí: son abundantes los títulos que se refieren a la época en que vivió, sobre su encuentro con Jesús de Nazaret, acerca de la administración romana de sus provincias, etc. De ahí que una obra como esta que comentamos despierte un sincero interés y, por qué no, curiosidad: ¿qué sabemos de ese Poncio Pilato que aparece en el Credo de la fe católica y que tantas personas hemos aprendido desde pequeños? ¿O de la persona que la fraseología popular recoge como lavándose las manos para desentenderse de un asunto? Pues bien: para intentar dar respuesta a estas cuestiones Aldo Schiavone se ha sumergido en una amplia investigación cuyos resultados nos presenta en esta obra.

Podría parecer que la figura de Pilato ha quedado concentrada en una única acción: su encuentro con el Nazareno; en ella, en su figura, se entrecruzan la memoria y la historia. La memoria de los primeros pasos del cristianismo, especialmente en la órbita de su punto culminante, la muerte de Jesús. Y la historia, con los datos recogidos de Flavio Josefo y Filón de Alejandría; también de los Evangelios que, pese a no ser libros de historia, sí inauguran un nuevo modelo de comunicación literaria, desconocido hasta entonces en el mundo clásico, con una combinación de composición escrita y tradición oral.

Así las cosas, el autor, en este libro, intenta una aproximación al tema como si fuese la primera vez. No lo anima un propósito teológico, tampoco uno político; simplemente, trata de describir y explicar lo que pudo haber ocurrido. Y es cierto: no se trata aquí de una narración de hechos documentalmente probados, sino de una exposición muy razonada de lo que pudo suceder a partir de lo que sí se puede conocer con un alto grado de seguridad. “Pilato es el único personaje histórico (del que sabemos algo además desde fuera de la tradición protocristiana) al que la memoria evangélica atribuye un diálogo con Jesús”.

Y es precisamente este hecho, ese diálogo recogido en las fuentes evangélicas, el que inaugura las páginas de la obra, con un primer exordio de los sucesos previos al encuentro entre Jesús y el procurador romano: la cena, el prendimiento, las actuaciones de las autoridades judías, etc. Para el autor es evidente que las maquinaciones que los dirigentes religiosos iban dirigidas, por supuesto a buscar la condena del Maestro, pero a través de una implicación romana. Una implicación que les serviría como pantalla cara al pueblo al que, indudablemente, temían.

De los datos disponibles, se desprende que ninguna de las fuentes alude a una condena formal de Jesús, sino, más bien, a una acusación compartida: Jesús es un peligroso instigador de desórdenes que no constituye únicamente un problema religioso, sino, también, político. Con estos mimbres, la conjura tramada por el organismo teocrático que regía las sendas religiosas de Judea se convierte en una acusación político religiosa que Pilato pudiera aceptar, admitir a trámite.

Poncio Pilato

¿Quién era Pilato? ¿De dónde procedía? “Su vida anterior al cargo en Judea ha desaparecido para nosotros”, afirma el autor. Solo se puede afirmar que pertenecía al orden ecuestre, una categoría social a la que correspondía la administración de Judea. Se trataba de una carrera pública paralela al orden senatorial, y en ella fue donde desarrolló la suya Poncio Pilato. Fue el quinto de los doce gobernadores de ese rango, el ecuestre, que se sucedieron en Cesarea durante la época Julia-Claudia. Y, con los datos que maneja Schiavone, tendría alrededor de cuarenta años en el momento en que llegó a este destino.

Mal no debió de ejercer el desempeño de sus funciones, al menos para las autoridades que lo designaron para el cargo, pues se mantuvo en él unos diez años, algo totalmente inusual, solo alcanzado por Grato, su predecesor. Esto puede suponer la presencia de un vínculo sólido y directo con las cumbres imperiales.

Su cargo suponía estar en posesión de muy amplios poderes, por lo que ejercía funciones judiciales tanto de juicios civiles como criminales, fiscales, etc. Y, por supuesto, el mantenimiento del orden público y la defensa militar de la provincia, para lo cual el gobernador estaba al mando de las tropas allí destinadas. Piensa el autor, tras exponer detalladamente el fundamento de sus propuestas, que, a su llegada a Cesarea, el nuevo gobernador tuvo tiempo para familiarizarse con la historia judía, especialmente la más reciente; al menos, lo suficiente para asumir sus tareas más importantes: garantizar la estabilidad social de la región y supervisar su estructura administrativa, especialmente desde el punto de vista fiscal.

Gobierno en Judea

¿Y cómo gobernó Pilato Judea? Es Filón de Alejandría quien emite un juicio, muy negativo, sobre Pilato. Dice de él que es “un hombre de talante inflexible, testarudo”, de una “crueldad infinita y salvaje”, “desdeñoso e irascible” cuyo mandato estuvo marcado por la “corrupción, la violencia, el latrocinio, las torturas, abusos y frecuentes ejecuciones extraprocesales”. Una condena sin paliativos que debemos de considerar que fue hecha por el intelectual judío de la diáspora y cabeza visible de la comunidad judía de Alejandría; un juicio que debe ser tamizado ya que su autor era consciente de la actitud del prefecto claramente hostil hacia la religión judía, una religiosidad que le resultaba poco comprensible para su mentalidad romana: un enredo febril de teología y política, con una carga claramente ceremonial, cargada de preceptos y prohibiciones. Si a ello se suma un posible carácter hosco de Pilato, inclinado a la desconfianza y la acritud, se hace viable su falta de entendimiento con el pueblo judío.

Quizás, en el juicio de Filón, pesara el primer episodio de la actividad de Pilato en Judea, narrado por Josefo, en el que el gobernador realizó una marcha nocturna enarbolando las insignias y el retrato del emperador, algo abominable a los ojos de cualquier judío cuya ley prohibía la exhibición de cualquier imagen. Un hecho que motivó un amotinamiento de la población. A este se sumó la intención de Pilato de construir un acueducto para el abastecimiento de Jerusalén, proyecto para el que quiso disponer de fondos del templo.

Dios y César

Un capítulo interesante, muy bien desarrollado, es el titulado Dios y César. Se basa en el diálogo que sostuvieron Pilato y Jesús. Destaca el autor que, en el caso que enjuiciaba el gobernador, no se trató de un auténtico proceso y menos en el sentido que hoy se da al término. Para poder entender las respuestas de Jesús, Pilato tendría que estar familiarizado con la religión judía; no se sabe si en algún momento leyó la Biblia, pero lo que sí es seguro es que, de haberlo hecho, esta no lo atrapó.

En el escenario aparecen dos reinos, el de este mundo representado por Roma y el reino que predicaba Jesús, que, al parecer, tenía claro que era menester tener delante, desplegado el poder del César, para poder declarar su relatividad y su finitud. Dice Schiavone: “Solo delante del prefecto romano en el pleno ejercicio de sus funciones y en su cualidad de representante puede Jesús, inerme y encadenado, proclamar verdaderamente la separación entre los dos reinos”. Cree el autor que Jesús pensaría de Pilato que era el representante de un orden imperfecto y transitorio, y sin embargo necesario en los designios del Padre, antes de la llegada del Caos y antes de la victoria final sobre el Mal absoluto. Forma parte el desarrollo de este apartado de la obra, de la reflexión del autor sobre el desarrollo de los hechos, siguiendo especialmente el evangelio de Juan, sin que haya una base documental presente. Como hecho sí mencionado, aunque tildado de apócrifo, el Ciclo de Pilato, se dice que su mujer se llamaba Procla, aunque realmente desconocemos incluso que estuviera casado.

Tras el diálogo con Jesús, Pilato habla con sus acusadores, los dignatarios judíos. Impresionado por la figura del Nazareno, hizo lo posible para evitar su ejecución; ni tan siquiera dictó un veredicto, sino, si acaso, una sentencia interlocutoria. Lo que sí parece extraño es el hecho de lavarse las manos para eximirse de responsabilidad, pues este ritual era propio del hebraísmo, totalmente ajeno a la cultura religiosa y política del gobernador.

Personalidad de Pilato

Es aquí don Schiovane realiza una mayor exposición de su tesis sobre Pilato. Opina que era un romano del siglo I, un hombre de la institución imperial; culto, como demuestra al interesarse por la verdad; curioso, como se desprende de su percepción de la personalidad de Jesús, que tanto le llama la atención; inteligente y lúcido, lo que le permite ocupar cargos de responsabilidad con capacidad de decisión; muy probablemente ocupó responsabilidades militares. No parece que tuviese ninguna convicción religiosa sólida; quizás, un eclecticismo politeísta difuso, lo que no le impediría ser supersticioso y sugestionable por lo sobrenatural. Por supuesto, no tenía sintonía con la religión hebraica y era incapaz de entender su alma y su poder, por lo que desconfiaba de la multitud de profetas, predicadores y taumaturgos que recorrían la provincia bajo su jurisdicción; tampoco debía de apreciar el doctrinarismo intransigente de los círculos sacerdotales. No logró captar, pese a percibir oscuramente su alcance, ese algo extraordinario que se consumaba ante sus ojos.

Pilato desaparece

Tras los acontecimientos de aquella semana, Pilato vuelve a difuminarse y desaparecer en la niebla del tiempo. De sus últimos años, solo dos hechos aparecen, ambos vinculados con su difícil relación con la religión local.

Lo que aparece en primer lugar es una carta de Agripa I dirigida a Calígula, en la que hace un severo juicio sobre la prefectura de Pilato, describiendo el hecho de la marcha militar con pendones con la imagen del emperador, como muestra de su mal gobierno. El segundo hecho que se conoce es la dura represión que ordenó sobre un grupo numeroso de samaritanos soliviantados, lo que motivó que el Consejo de estos samaritanos enviara una misión ante el legado de Siria para acusar a Pilato de haber cometido una masacre. El gobernador fue destituido de su cargo y enviado a Roma para dar cuenta al emperador; un viaje que realizó por tierra; antes de llegar a su destino, Tiberio muere y con él la memoria del personaje; sí queda claro que hacia el año 40 ya debía de haber muerto o, al menos, reducido al silencio. Un vacío que fue llenado con leyendas que, por falta de fundamento, no vienen al caso.

Concluyendo

Además de todos los detalles que nos da a conocer el autor sobre Pilato, el libro constituye una bastante fiable recreación de los acontecimientos que llevaron al prendimiento y ejecución de Jesús. Analiza críticamente con detalle cada uno de los pasos de aquellos hechos en los que se vio implicado el gobernador, escrutando palabras, reacciones y situaciones bien pertrechado de un completo bagaje de conocimientos, de los que da cuenta en la bibliografía que aporta. Desde luego, una importante aportación que merece su lectura.

Índice

Prólogo

1. Una noche del mes de Nisán
2. La Judea romana y el mandato del quinto prefecto
3. Dios y César
4. El destino del prisionero
5. En la sombra

Fuentes e historiografía

Para concluir





Notas sobre el autor

Aldo Schiavone es uno de los historiadores italianos más traducidos a otras lenguas. Ha sido director y fundador del Instituto Italiano de Ciencias Humanas y ha enseñado en las universidades de Florencia, Pisa, París (Sorbona, EHESS), Berkeley y Los Ángeles. Es miembro del Institute for Advanced Study de Princeton y de la American Academy of Arts and Sciences. Actualmente dirige, en la Universidad de Roma La Sapienza, un proyecto financiado por el European Research Council sobre la historia del pensamiento jurídico romano.
Entre sus libros se cuentan: La storia spezzata. Roma antica e Occidente moderno (1996); Ius. La invención del derecho en Occidente (trad. esp., 2009); Spartaco. Le armi e l’uomo (2011); Historia y destino (trad. esp., 2014), y Eguaglianza. Una nuova visione sul filo della storia (2019).
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