TRABAJO Y EMPLEO


Los cambios en el modo de trabajar encierran una profunda significación porque son una parte muy importante del cambio social. Y, a su vez, el trabajo ha cambiado porque han cambiado las estructuras y el funcionamiento de las empresas. Puede decirse, pues, que se constituye en un eje sobre el que gira gran parte de la evolución social moderna.

El teletrabajo -dice Aris Arconnero (1) -supone una revolución total de las formas de trabajo y de producción, de modo que, frente al tradicional trabajo en serie, el fordismo, la propia noción de empresa como espacio físico de trabajo y socialización, etc., se transforma en otra concepción bien distinta, en la que la individualización de las relaciones sociales y laborales aparece como una de sus características más distintivas y la propia noción de espacio productivo, de empresa, se transforma.

De este modo, el teletrabajo se constituye como una de las compensaciones simbólicas y materiales más importantes que, inscritas en el proceso de innovaciones hasta ahora desplegado, abre las puertas a una revolución o transformación social más general... El predominio ideológico del individualismo de mercado anglosajón influye en el mundo del trabajo y en el cambio social. Se expande en nuevas necesidades para el trabajo de naturaleza postfordista.

Y después de un siglo, el proceso de integración realizado verticalmente dentro de las empresas ha invertido su rumbo para realizarlo horizontalmente entre las empresas. Ha aumentado el número y disminuido el tamaño de los lugares de trabajo donde se encuentran por todos los sitios fragmentos de trabajo y personas que trabajan con horarios complicados o sin horarios, porque trabajan en sus casas".

El teletrabajo bien planificado, realizado y comprobado (no queremos decir controlado) puede ser de más calidad, la empresa tiene más necesidad de los trabajadores, pero se tiene que preocupar menos de ellos. El posfordismo tiene necesidad de flexibilidad en todos los terrenos, creando tantas diversidades que el mundo del trabajo ya no se parece al sistema unitario que se creó alrededor de la gran industria.

La vida laboral es más flexible y no se rompe cuando se pasa de un empleo a otro. Es más móvil. La fábrica ha perdido el aspecto dominador y subyugante, mientras que la tecnología ha liberado al hombre de las tareas penosas. Este teletrabajo y otros fenómenos concomitantes se inscriben potencialmente en un nuevo modelo de desarrollo social y de consumo que supera algunas de las tradicionales dicotomías y divisiones. En este sentido, el teletrabajo es también una revolución filosófica.



(1) Aris Arconnero, El individualismo de mercado y el trabajo postfordista, en "Quaderni di Rassegna sindicale-Lavore", num 1, enero-marzo 2004.
Francisco Ortiz Chaparro


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El esquema de base del trabajo por cuenta ajena moderno es un contrato social implícito, mediante el cual empleador y empleado cambian seguridad por fidelidad. La persona está ligada a su trabajo y se integra en la sociedad a través del mismo. De él obtiene su subsistencia -y la de su familia- y su estatus.

Este contrato social implícito sigue vigente en la mayoría de los ámbitos laborales, pero empieza a resquebrajarse en las últimas décadas del siglo XX. La economía se globaliza. Los mercados, incluido el de trabajo, tienden a unificarse.

Obligadas por la competencia, las empresas se plantean reducir costes de producción (lean production), tamaño (downsizing), incluido número de trabajadores. Aprovechando las nuevas facilidades de las redes telemáticas, se crean y se deshacen equipos, de acuerdo con las necesidades del momento, se externalizan tareas (outsourcing), y se somete al trabajo de cuello blanco al mismo proceso que sufrió en su día el de cuello azul.

Empresa virtual

La culminación de esta evolución es la llamada empresa virtual, sin sedes empresariales físicas y sin personal fijo, o muy escaso. En este escenario, el trabajador ya no va al trabajo, sino el trabajo al trabajador. Se limita, pues, la movilidad geográfica y cambian las reglas de la movilidad social, al suprimirse o variar radicalmente las bases sobre las que se construyen las carreras profesionales.

El trabajador tiene que evolucionar también para responder a este proceso. Se ve obligado a reconvertirse, a adaptarse a las exigencias crecientes de formación para aspirar a ocupar puestos que exigen un mayor grado de conocimiento, a medida que la automatización va ocupando los que desempeñaba.

Un proceso que se había dado en la industria y que se trasladó al sector servicios con el nacimiento y la generalización del ordenador personal. Este ordenador es al trabajo de oficina lo que el bulldozer a las herramientas manuales en la sociedad agrícola y el robot en la industrial. El camino obligado es la preparación intensa y continua, de por vida.

En el aspecto social, el abandono del empleo de por vida. Se hace obligada la especialización, la competencia profesional, el rendimiento, el valor añadido, la aportación de algo original y valioso. El profesional se ve obligado a convertirse en una empresa personal. La unidad de base de la economía industrial era la empresa. Hoy, la unidad de base tiende a ser el individuo.

YO S.L.

Es el mundo de la marca personal o de la marca llamada YO, S.L. (Tom Peters). El individuo está prestado a la empresa por un cierto tiempo y mañana se puede prestar a otra, pero sigue siendo el dueño de su marca. La fidelidad de por vida a un solo empleador es cada vez más extraña, al igual (y como contrapartida) que la seguridad que ofrecía este.

Los jóvenes que se integran al trabajo tienen aspiraciones distintas a las de sus padres: no están dispuestos a trabajar para una sola empresa, de por vida; aspiran a ser más libres, a conciliar vida familiar, o de ocio, y vida laboral, y los competentes tienen por mercado a todo el mundo.

Es en este mundo sociolaboral donde intervienen las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs), propiciándolo y modificando radicalmente el esquema histórico.

Con ellas nace el teletrabajo que, al modificar el ámbito laboral, base de localización geográfica y de inserción social, genera un mundo totalmente nuevo. Se pasa de la persona uncida a la tierra, a la fábrica o al "cubículo", a la persona plenamente móvil.
Francisco Ortiz Chaparro


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Bitácora

25/03/2007

Cuando se habla de teletrabajo, se está la mayoría de las veces hablando de un individuo distinto al del siglo XX: trabajador del conocimiento, mejor formado y preparado, menos dispuesto a aceptar las rígidas jerarquías y cadenas de mando de la empresa tradicional, dueño de su conocimiento que se traslada con el a donde vaya, más amante de conciliar vida laboral y vida familiar y, desde luego, de su libertad. Un trabajador del conocimiento que cambia la aspiración al trabajo de por vida por la de “empleabilidad”, ayudada generalmente por un mayor espíritu emprendedor.

En definitiva, los distintos procesos de cambio que se producen en las estructuras, las instituciones, la sociedad y las personas confluyen en un punto en que el trabajador se encuentra con que las condiciones en las que se asentaba su participación en la vida económica y social cambian profundamente. Y no pueden cambiar estas condiciones sin que cambie la persona. El trabajador se enfrenta a condiciones mejores en su práctica laboral, pero que tienen sus contrapartidas en forma de cambios en el proceso de socialización, en cambios en su curriculum y en forma de mayores exigencias que, muy resumidas, son:

- Competencia profesional: un trabajador tiene que ser, ante todo, “empleable”. Y para ello tiene que poseer una sólida formación profesional de base y comprometerse vitalmente en un proceso de formación y adaptación permanente. Sus competidores son otros trabajadores cuya competencia –en la era de las redes- no conoce fronteras (salvo la del idioma. Aquí no puede obviarse la consideración de que se impone la lingua franca del inglés).

- Competencia tecnológica: si las herramientas de trabajo son informáticas y si el mundo laboral se comunica a través de las redes telemáticas, debe de dominar tanto las herramientas como las redes. Y dada la rapidez con que evolucionan tanto las herramientas como los canales de comunicación, esa competencia tecnológica tiene que ser continua: hay que conocer (y comprar) lo último y dominarlo.

- Competencia social: la capacidad de relación “a través de las redes de comunicación”. Si el mercado (y la competición) es universal, las relaciones tienen que ser universales. El trabajador tiene que ser, al mismo tiempo, su propio agente de publicidad. Tienen que hacer su propio mercadeo. Y tiene que introducirse en las técnicas y prácticas del cabildeo.

- Espíritu emprendedor: fundamental para todo lo anterior, si trabaja para otros, y más aún si decide emprender su propia empresa.

- Cambio de mentalidad: pasar de una situación como la actual y la que ha visto “en casa” de trabajar para una empresa de por vida a esta nueva situación no es fácil. Se necesita cierta fortaleza síquica cuando se marcha en solitario –y, a veces, en el caso de muchos teletrabajadores, en soledad-. Cambio de mentalidad que no queda limitado al teletrabajador, pues se ha de extender a la familia, cuya vida cambia cuando el trabajador permanece en el hogar todo el día en lugar de ir a un centro de trabajo.
Francisco Ortiz Chaparro


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Bitácora

16/03/2007

En el recientemente publicado informe La sociedad de la información en España 2006, de Telefónica, se informa que "los países con más personal que usan parte del tiempo fuera de las instalaciones de la empresa son los países escandinavos y Dinamarca, país este último donde más de la mitad (el 55% exactamente) de las personas se encuentra en esa situación.

España ocupa un puesto modestísimo y sólo tiene detrás a algunos países que se han incorporado recientemente a la Unión Europea (Letonia y Polonia). En España la difusión del teletrabajo como opción laboral es muy limitada y sólo afecta al 2% del personal total.

La cifra de las empresas que admiten teletrabajo entre sus empleados es muy baja y sólo alcanza porcentajes superiores al 10% en las empresas de «250 o más empleados» (15%) y «de 50 a 249 empleados» (12%); en el resto de las empresas la media es muy baja y en torno al 7%, que es la media global española.

Por sectores, sólo en el caso de «informática e I+D» adquiere una cierta importancia (17%), dado que son empresas que han reorganizado sus procesos, centrándose más en la gestión por objetivos.

El teletrabajo no sólo no es admitido por la inmensa mayoría de las empresas, sino que en aquellas que es admitido, sólo es utilizado por una parte minoritaria de la plantilla. Más del 50% de las empresas que aceptan está práctica tienen menos del 25% de la plantilla sujeta a esta modalidad".

Poco optmismo

La situación, como ya dijimos en el artículo anterior, nos es muy optimista, por cuanto que la práctica del teletrabajo es un índice muy significativo de la incorporación de un país a la sociedad de la información.

Las cifras pertenecientes al mismo informe y referidas a la utilización de Internet en la Unión Europea de los 25, son elocuentes al respecto: La cifra referente a España es el 39% y el país ocupa el lugar 17, muy lejos de Suecia, que es el primero, con el 80%. La media de la UE de los 25 es el 47%.

Una buena noticia en este sentido es la de la remisión, por parte del gobierno español al Consejo Económico y Social, de un decreto por el que se pretende extender el teletrabajo a toda la Administración. El decreto se negociará con los sindicatos, antes de ser enviado al Consejo de Ministros. Se espera que entre en vigor en este mismo año 2007 y afectará al 10% de los funcionarios.

Lo inmediato sería entrar en las causas de estos retrasos, pero ello nos llevaría más espacio del que disponemos. Por eso nos limitamos a señalar, junto a estas causas "técnologicas" de retraso en la incorporación a la sociedad de la información, causas eminentemente culturales. Y estas exigen un cambio de mentalidad en administraciones, empresas y usuarios. También un desarrollo
Francisco Ortiz Chaparro


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Bitácora

10/03/2007

España está más retrasada que casi todos los demás países desarrollados en la práctica del teletrabajo y, lo que resulta preocupante, en la incorporación a la sociedad de la información, en general. Y es que, como dice Emilio Sáez Soro en este artículo, “el número de teletrabajadores es un indicador del desarrollo de la economía ‘informacional’ en un país”.

Ya el Informe Telework 2002 de la UE decía que el boom del teletrabajo en Europa no había llegado a España, y presentaba una serie de tablas y gráficos en los que comparaba a nuestro país con otros nueve países europeos y con la cifras medias de todos ellos, incluida España. Tales cifras están referidas a 1999 (1) , pero las proyecciones que hace sobre la evolución del teletrabajo en estos países y en España han resultado acertadas en lo esencial, por lo que los resultados del estudio siguen siendo válidos desde el punto de vista cualitativo.

Después, presenta un mapa en el que claramente se ve que España, Francia e Italia, los más sureños de los países estudiados, ocupan los últimos lugares. Además, dice que la mayoría de los trabajadores hispanos no consideran la posibilidad de teletrabajar. “De acuerdo con las cifras que proporciona el estudio EcaTT, sólo el 13% de los trabajadores españoles que tienen conciencia del teletrabajo dice que han considerado teletrabajar, mientras que el 44% no lo consideran como una buena alternativa a la forma tradicional de trabajar en la oficina".

En el conjunto de la población, no sólo entre la trabajadora, "el nivel de interés que ha despertado el teletrabajo en España está en torno a un 65%, el nivel más bajo de los países europeos estudiados y cinco puntos porcentuales por debajo del promedio europeo". El estudio manifiesta también que los teletrabajadores españoles infrautilizan las nuevas tecnologías de la información y la comunicación: "Los teletrabajadores españoles están a gran distancia de los niveles de utilización de las otras naciones europeas estudiadas".

Sin embargo, los españoles son los trabajadores que más consideran la oportunidad de teletrabajar en telecentros: "aunque los trabajadores españoles no parecen estar particularmente interesados en las diferentes formas de teletrabajar desde casa, tienen un gran interés en la posibilidad de trabajar en telecentros. España, junto con Italia, manifiesta los más altos niveles de interés". Esto puede ponerse claramente en relación con actitudes culturales.

Escasa presencia

Por lo que se refiere a las empresas, el estudio decía que "el teletrabajo todavía no se ha ganado la mentalidad de los empleadores españoles. Sólo una de cada seis empresas importantes utilizan alguna forma de teletrabajo de una forma regular. Esto sitúa a España en el noveno lugar dentro de los diez estudiados, por encima sólo de Italia... Esta escasa presencia del teletrabajo en las empresas latinas se refleja en casi todas las variables consideradas".

En cuanto al futuro, dice que "debe reconocerse que aunque la práctica actual es escasa, el teletrabajo ha empezado a despertar el interés entre los empleadores españoles. Según la información obtenida, 11 de cada 100 propietarios de empresas han expresado interés en introducir el teletrabajo en su empresa." La principal barrera es de tipo cultural: la mentalidad de los propietarios de las empresas".

El teletrabajo lleva consigo una alteración en la forma de trabajar y relacionarse con las personas, desde los directivos a los encargados de la planificación y la comunicación, y requiere cierto tipo de reestructuración de la organización. La falta de familiaridad con las nuevas capacidades de gestión es uno de los argumentos que dan los empleadores como razón para no poner en práctica el teletrabajo." En una tabla que incluye, los empleadores españoles presentan los porcentajes más altos de temor ante todos los inconvenientes que pudieran tener el teletrabajo.

En las conclusiones, el estudio vuelve a significar el retraso de España, pero concluye que "hay razones para ser optimista. Primero, porque el número de teletrabajadores se está incrementando y segundo por el crecimiento dinámico del sector de las telecomunicaciones en España en los últimos años que establecerá una atmósfera favorable y una estructura adecuada para poner en práctica el teletrabajo, todo ello junto con el fenómeno general de que el cada vez más importante desarrollo de las tecnologías hará prácticamente obligatoria la implantación de esta práctica en España”.



(1) Entre 1994 y 1999, la cifra de teletrabajadores en España había aumentado anualmente un 11%, mientras en Alemania había aumentado un 34%.
Francisco Ortiz Chaparro


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