TRABAJO Y EMPLEO

Bitácora

09/02/2007

La conciliación de la vida laboral y la vida familiar se ha convertido en uno de esos logros elementales de la persona pero que, tristemente, al igual que la libertad, hay que luchar por conquistar cada dia. El mundo laboral de hoy -aceptémoslo- no permite tal conciliación.

¿Causas? Muchas: pluriempleo (aunque cada vez menos); incorporación -positiva- de la mujer a la vida laboral (forzosa, por otra parte, dados los niveles de gastos de las parejas, especialmente la vivienda); sobrecarga de actividades de los niños (con clases de "todo" después de las clases); distribución de la población en las grandes ciudades y sus alrededores; ... y las larguísimas jornadas laborales de moda (sí, "de moda". Nada justifica estas jornadas. Volveremos sobre ello). Esta estructuración de la vida laboral no ha sido ajena a la crisis de la familia ni a otros problemas de la vida moderna.

La concienciación social ante este inconveniente va en aumento. Las soluciones pueden ser muchas. A lo largo de estas reflexiones iremos viendo algunas, pero hoy queremos centrarnos en las debidas al teletrabajo, o trabajo a distancia, y, por extensión, iremos pasando revista a la influencia de esta modalidad laboral en la vida familiar, en general.

Es un hecho que el teletrabajo cambia no sólo el mundo del trabajo, sino el ámbito familiar y las relaciones entre ambos.

Una de las consecuencias socio culturales de la revolución industrial fue disgregar la familia como unidad de producción y consumo, separando ambas funciones y asignándolas a dos espacios diferenciados: el espacio privado, el espacio doméstico y el espacio de la producción, la empresa. La práctica del teletrabajo cambia tales relaciones, volviendo a unir en un mismo espacio la producción y el consumo, la familia y el trabajo.

El teletrabajo vincula y mezcla ambos espacios. El hogar es el espacio del no trabajo, de la privacidad. La empresa es el espacio de la producción social. Las posibles ventajas del teletrabajo se asocian al espacio intermedio que existe todavía: ahorro de tiempo de desplazamientos, viajes, ruidos, tráfico, etc.. Mientras que los principales frenos vienen de la oposición a la unión y a los efectos negativos que se producirían en cada uno de los tradicionales espacios separados y que se quiere mantener separados.

Pero el lugar de trabajo tradicional no es sólo un espacio de producción, sino también un lugar de intercambio social y simbólico, un espacio clave para la sociabilidad de la persona. Mientras que en el otro espacio que el teletrabajo transforma, el espacio privado, nuestra cultura trata de reforzar la intimidad y de preservar la privacidad ante las posibles intromisiones del exterior.

El cambio inherente al teletrabajo se inscribe también en el creciente discurso de conciliación de la vida familiar y laboral de que hablamos al comienzo. Mientras que, en la década de los 60, el 91,6% de los trabajadores europeos pensaban que era más importante su vida profesional que la privada, ahora el 53,7% concede mayor importancia a las cuestiones personales. (Hemos de señalar que en España la relación llega casi a invertirse, al no haber calado suficientemente el problema, aún).

Aspectos familiares

En este sentido, el teletrabajo se ofrece como una posibilidad de integrar la dedicación laboral con las obligaciones familiares: por ejemplo, llevar a los hijos al colegio o estar en casa cuando regresan. Esto no implica que los teletrabajadores pasen más horas con su familia, sino que pueden disfrutar de la posibilidad de elegir el empleo de su tiempo.

Los estudios realizados en las dos últimas décadas muestran que el trabajo en casa tiene un significativo impacto positivo en la calidad de vida del teletrabajador, pero también parece tener un moderado efecto negativo en la calidad de vida del compañero, o compañera. Así, un estudio del proyecto europeo Eurescom sobre el teletrabajador y su entorno social (cónyuge, hijos, compañeros, amigos, etc.) realizado en el Reino Unido, Noruega, Islandia y Portugal, pone de manifiesto que, en general, el teletrabajo tiene efectos beneficiosos para la familia, en general. Puede no reducir la carga de trabajo, pero sí reduce el estrés.

Sin embargo, tiene efectos no tan positivos para el compañero o compañera porque la difuminación de las fronteras entre la casa y el trabajo, que es consustancial con el teletrabajo, puede originar conflictos. Mientras el teletrabajador percibe que mejora su calidad de vida trabajando un mayor número de días en casa, su cónyuge puede percibir que disminuye. Los hijos, en cambio, sí que percibían una mejora de su calidad de vida, por lo que –afirman los autores del estudio- puede decirse que, de manera global, la familia se beneficiaría por el teletrabajo.

De este estudio se infiere también que trabajar regularmente unos días en casa, combinados con un tiempo regular en la oficina, eleva al máximo los beneficios del teletrabajo porque hay una mayor concentración y flexibilidad para la familia y reduce al mínimo los problemas de teletrabajo, como son el aislamiento social y el mantenimiento de relaciones con los directivos y compañeros.

En una experiencia realizada en Telefónica I+D, el 90% de los implicados consideraba que el teletrabajo mejora la conciliación de la vida familiar y laboral y ninguno considera que la dificulta. Todos coinciden en la aceptación favorable del teletrabajo por el entorno familiar. Los teletrabajadores valoraron, en una escala de uno a cinco, la adecuación del teletrabajo a la vida personal con un 4,5 (febrero 2004).

En textos posteriores aportaremos más estudios y datos sobre este tema de importancia capital para la evolución social y de enorme actualidad.

Francisco Ortiz Chaparro


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