CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Escribe Antonio Piñero
 
Una vez más cito a Fernando Bermejo (cuyo artículo estoy extractando y comentando a la vez) porque sus palabras son muy certeras en mi opinión. Afirma que una vez considerada en bloque la lista de indicios que apuntan hacia un Jesús totalmente involucrado –naturalmente desde motivos puramente religiosos– en la política de su tiempo, o mejor en las consecuencias políticas que necesariamente se derivaban de su actitud religiosa al predicar el reino de Dios en la tierra de Israel (en un país que pertenecía al Imperio Romano como provincia, Judea, o en Galilea, el “reino” de Herodes Antipas, un tetrarca cuyo poder derivaba directamente del Senado Romano,
 
“Es infinitamente más fácil dar cuenta de ese patrón de recurrencia, si se acepta que tales datos remontan hasta Jesús, que si se argumenta que son debidos a un malentendido o a adiciones posteriores, es decir, a una creación artificial por parte de los evangelistas o del grupo que estaba detrás de ellos. 
 
“En palabras de F. Loof, escritas hace más de un siglo para un patrón diferente: " La suposición de que la fe de los cristianos posteriores fue la que creó por primera vez todas estas palabras y situaciones... es sin duda muy difícil de admitir, incluso desde un punto de vista histórico. Porque de la nada, nada viene" (F. Loofs, What is the Truth about Jesus Christ? (New York: Scribner’s, 191, p. 144). Por lo tanto, parafraseando a Ch. H. Dodd (History and the Gospel (New York: Scribner’s, 1938, p. 94), podríamos decir, por motivos estrictamente críticos, que, a la luz de la pauta antes mencionada, la tesis de que Jesús estuvo involucrado en actos de sedición contra el Imperio Romano está comprobada. Ello es así con independencia de la historicidad concreta de los variados indicios en detalle. Si el material de Jesús como “sedicioso” fuera rechazada en su totalidad como no histórico, tendríamos que rechazar igualmente toda la tradición de los Evangelios sobre él” (p. 18).
 
Eso abocaría a un escepticismo absoluto sobre el valor histórico de los Evangelios, que en mi opinión, es críticamente insostenible. Y como ya he comentado a veces a motivo de algunos indicios en particular, no cabe duda alguna de que muchos de tales indicios pueden superar con holgura la prueba del “criterio de dificultad”: no parece posible que la Iglesia cristiana de finales del siglo I hubiese podido inventar tales indicios, puesto que iban en contra de su teología dominante. De Lucas sabemos con toda seguridad (y más si se acepta que este personaje es también el autor de los Hechos de los Apóstoles, aunque es un tema discutido) que tenía un sesgo claramente prorromano. De Marcos igualmente lo podemos sospechar. Y razonablemente también de Mateo y de Juan.
 
Es muy posible que los evangelistas no cayeran en la cuenta de las conclusiones que los estudiosos críticos modernos íbamos a obtener de estos datos esparcidos aquí y allá en sus obras. Es cierto; pero eso no impide que argumentar que tales datos no fueron omitidos por los evangelistas no por su propia voluntad, sino debido al enorme peso de una tradición existente. Los recogieron porque estaban ahí, no podían obviarse, mucha gente sabía de ellos, e iban involucrados en la tradición con otras frases u otras acciones del Jesús histórico. Es de suponer que tales datos eran, pues, bien conocidos.
 
Y termino hoy con otra cita de F. Bermejo:
 
“La presencia de material embarazoso en los Evangelios puede explicarse teniendo en cuenta que algunos tipos de narrativa son capaces de desencadenar un efecto de realidad que supera el desconcierto creado por las inconsistencias (que podrían suponer estos indicios con la imagen del Jesús manso y humilde de corazón desentendido de la política; los Evangelios, con su atmósfera seria y sus numerosas referencias históricas –lugares, tiempos, personajes– logran transmitir una conmovedora historia de un héroe inofensivo, Jesús, que es odiado y rechazado por las autoridades judías malévolas y que es presentado como víctima de una conspiración, por lo los romanos lo tuvieron necesariamente como un sedicioso. 
 
“En estas circunstancias, el material embarazoso de loe Evangelios está prácticamente neutralizado  – tanto más cuanto que los escritos tienen ya el aura de los textos sagrados – a través de su integración en un marco narrativo fascinante. De este modo queda amortiguado la posible impresión de extrañeza que podría dar lugar a un análisis crítico (que condujera a una imagen distinta de Jesús). Todo esto explica por qué gran parte del material de los más de treinta y cinco indicios podría haber sido conservado en los Evangelios, a pesar de su naturaleza embarazosa”.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
 

Jueves, 19 de Enero 2017


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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