CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
¿Por qué persiguió Pablo a los judeocristianos? (I)
Escribe Antonio Piñero
 
Según los Hechos de Apóstoles, y Pablo mismo (Flp 3,6: “En cuanto al celo, perseguidor de la iglesia) no cabe duda alguna de que el Apóstol fue un furioso perseguidor de la iglesia naciente. Su educación en la Torá lo hizo un fanático "celador de la Ley", conforme él mismo dice en Gálata 1,14.
 
Según Hch 6-8, cuando surgieron ciertos problemas teológicos en el seno de las sinagogas de lengua griega en Jerusalén, provocados por los judíos helenistas seguidores de Jesús, Pablo intervino en las disputas contra estos últimos, aunque de modo secundario. Poco tiempo después, tuvo lugar el primer pogromo contra esos judeocristianos y fue lapidado su jefe, Esteban. Pablo estaba de acuerdo con esta acción (Hch 8,1) y por su parte comenzó una persecución de la comunidad de creyentes de Jerusalén:
 
Llevaron a enterrar a Esteban unos hombres piadosos e hicieron un duelo grande por él. 3 Pero Saulo devastaba la iglesia entrando casa por casa y, arrastrando a hombres y mujeres, los hacía encarcelar (Hch 8, 2-3).
 
En primera lugar: esta persecución tal como a describe Hechos es absolutamente inverosímil, en su derecha, en opinión de prácticamente todos los intérpretes. Es una clara exageración tendiente a dibujar a Pablo como un malvado extremo y cómo la potencia del Espíritu actuó en él para provocar su conversión en creyente.
 
Esto hizo que Pablo fuera muy conocido entre los judeocristianos perseguidos (Todos los judíos conocen mi forma de vida, que discurrió desde el principio de mi juventud en medio de mi pueblo en Jerusalén: Hch 26,4). Se produce entonces, siempre según los Hechos, una rápida dispersión de estos "judíos helenistas nazarenos" hacia Samaria y Damasco, donde continuaron su actividad proselitista. Esto irritó a Pablo, y su celo por la Ley lo convirtió directamente en perseguidor violento de las comunidades "nazarenas" de Jerusalén. No contento con ello, pidió y obtuvo del Sumo Sacerdote permiso para trasladarse a las sinagogas de Damasco y continuar allí con su represión violenta contra ese grupo de disidentes teológicos que proclamaban como Mesías a un crucificado:
 
Yo, por mi parte, estuve íntimamente convencido de que tenía que realizar muchas cosas contra el nombre de Jesús el Nazareno. 10 Así lo hice en Jerusalén, y encerré en la cárcel a muchos de los santos después de recibir la licencia de los príncipes de los sacerdotes. Y cuando se acordaba su muerte, yo aportaba mi voto (Hch 26,9-10).
 
 
Hasta aquí la versión de Hechos: por tanto, Pablo fue perseguidor ante todo de la comunidad judeocristiana de Jerusalén. Sin embargo, no todo está tan claro. El texto de Gálatas 1,22-23 (“Pero todavía no era conocido en persona en las iglesias de Judea que eran en Cristo.  Ellos solo oían decir: «El que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en un tiempo quería destruir») nada afirma ni en favor ni en contra de una persecución paulina en la capital de Judea, ni precisa la orientación ideológica de Pablo como enemigo precisamente de la iglesia primitiva de Jerusalén, es decir, no aclara sus razones como perseguidor; sólo constata el hecho. En la sección anterior (2.), además, hemos puesto en duda la estadía de Pablo en Jerusalén, por lo que consecuentemente dudamos también de que fuera allí donde ejerció ante todo su actividad de perseguidor: ¿persiguió Pablo a otra iglesia? El análisis de Gálatas 1,13-15, 
 
Pues supisteis ya de oídas mi conducta anterior en el judaísmo, a saber cuán encarnizadamente perseguía a la iglesia de Dios y la devastaba, 14 y cómo sobrepasaba en el judaísmo a muchos de mis contemporáneos, siendo extremadamente celoso de las tradiciones de los padres,
 
no proporciona argumento alguno sobre el lugar de su actividad persecutoria. Tampoco nos resulta absolutamente claro que Romanos 15,19b sea un argumento definitivo en pro de la primera estancia en la capital: Desde Jerusalén y en círculo hasta el Ilírico he cumplimentado el evangelio de Cristo.
 
La exégesis tradicional refiere estas palabras a Hechos 9,28, Y trataba con ellos en Jerusalén predicando con libertad en el nombre del Señor, pero las discusiones con los "helenistas" descritas en ese texto lucano no encuentran hueco alguno (es decir, son dudosas históricamente)entre los acontecimientos descritos en Gálatas 1,17-21:
 
No subí a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, sino que fui a Arabia, y de nuevo volví a Damasco. Luego, tres años después, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y permanecí con él quince días. 19 A ningún otro apóstol vi salvo a Santiago, el hermano del Señor. 20 Y en lo que os escribo…,¡mirad! Delante de Dios afirmo que no miento. 21 Luego fui a las regiones de Siria y Cilicia; 22 pero personalmente no me conocían las iglesias de Judea que están en Cristo. 23 Solamente habían oído: «El que antes nos perseguía ahora evangeliza la fe que entonces quería destruir». 24 Y glorificaban en mí a Dios.
 
Por todo ello propongo que el texto de Hch 8,3 (…Saulo devastaba la iglesia…), que habla de una persecución de Pablo "a la iglesia", permite una aclaración diversa a la propuesta por la exégesis tradicional. El pasaje es situado por Lucas en el contexto de una persecución “anticristiana” que comienza ciertamente contra la iglesia de Jerusalén, la que mejor conocía Pablo; pero tras la dispersión de los creyentes por "Judea y Samaria", la frase adquiere un tono general: no tiene por qué referirse precisa y exclusivamente a la iglesia de la capital, Jerusalén.
 
Ciertamente esta persecución es histórica en el sentido de que Pablo la admite en sus cartas y se denomina a sí mismo "perseguidor" (Gálatas 1,13; Flp 3,6), como he indicado ya. Pero lo que está en juego, en la discusión académica en torno a la fiabilidad histórica de los Hechos de los Apóstoles, es precisamente esa estancia previa de Pablo en Jerusalén. La "tendencia" de Lucas a presentar una imagen ideal de la iglesia primitiva y el papel teológico que la capital de Israel tiene en su doble obra pueden haberle llevado a reconstruir a su manera, en contradicción con los datos de Gálatas 1, la formación de Pablo, en la que tendría que desempeñar a priori un papel preponderante Jerusalén desde el punto de vista religioso. La información de Lucas sería no histórica de hecho.  El libro de los Hechos tiene en casi todas sus secciones algunos problemas históricos.
 
Ante la casi certeza de que esa estancia en la capital no tuvo lugar, queda por tanto una última pregunta: ¿A qué comunidad se refiere Pablo cuando habla de persecución? La respuesta es que no podemos llegar a saberlo con seguridad, pero que tenemos un indicio en el desarrollo de los acontecimientos presentado por Pablo en Gálatas 1: en el v. 13 menciona su cometido de perseguidor. En el v. 14 señala el motivo genérico de la persecución, la ruptura de ciertas tradiciones patrias por parte de los nuevos mesianistas. En los vv. 15-16 relata su llamada al apostolado. Y finalmente, en el v. 17 escribe que tras la “llamada”, No subí a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, sino que fui a Arabia, y de nuevo volví a Damasco.
 
Por tanto, si la estancia en Jerusalén del joven Pablo es más que dudosa, y él mismo afirma que “volvió a Damasco”, puede deducirse verosímilmente que Pablo, tras abandonar Tarso, residió en Damasco, que allí fue miembro de una comunidad judía pujante, que se distinguió por su celo de la Ley y las tradiciones patrias, sin necesidad de formar parte estrictamente del partido fariseo, sino que estaba de acuerdo con las ideas fundamentales del fariseísmo (como he dicho ya en mi anterior colaboración sobre el “fariseísmo de Pablo”), y que fue a algunos miembros judíos de esa comunidad damascena, convertidos en seguidores del mesías Jesús, a los que persiguió porque se apartaban de las tradiciones patrias. Ello no descarta que persiguiera también a algunas comunidades nazarenas cercanas; pero indica que su centro de operaciones era Damasco.
 
Se trata de una mera hipótesis, pero que explica:
 
a) que no existió ninguna estancia previa en Jerusalén, en donde aprobó el asesinato de Esteban y se formó farisaicamente a los pies de Gamaliel;
 
b) su falta de práctica en la metodología estrictamente rabínica y su uso sui generis de la argumentación escriturística, y
 
c) que no lo conocieran personalmente las comunidades de Judea, puesto que él no estaba allí, sino en Damasco, capital de Siria.
 
Más en concreto, ¿qué pudo llevar a Pablo, fariseo al menos de creencias, a perseguir a los seguidores de Jesús? La respuesta no es fácil, pero algo puede deducirse, por un lado, de leves indicaciones de sus cartas, y por otro de la mentalidad general del fariseísmo de la época que conocemos por otras vías. Tal respuesta podría ser múltiple y la consideraremos en el apróxima publicación sobre este tema.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
 
UNA NOTICIA
 
A finales de enero de este año 2024 salió la cuarta edición de "Los Libros del Nuevo Testamento". La primera fue en noviembre de 2021: tres mil ejemplares. Luego siguieron rápidamente dos más de mil quinientos ejemplares en marzo y noviembre de 2022. Suponemos que tirada de la cuarta será del mismo número.
 
Esto quiere decir que  la cuarta edición ha visto la luz en más o menos dos años y medio. Naturalmente os autores estamos muy contentos. A la vez estamos seguros que esta edición del Nuevo Testamento significa la respuesta a un buen monto de preguntas que se hacen los creyentes o simplemente interesados en torno al mundo del Nuevo Testamento y sus obras.
 
Los autores agradecemos sinceramente a Trotta que hay tenido la confianza y valentía de publicar una obra, con casi 1.700 páginas de un texto con letra  no muy grande y bien aprovechado el papel. Era una verdadera aventura de resultado incierto.


 

 
Jueves, 25 de Abril 2024

Notas

Escribe Antonio Piñero
 
Concluimos hoy esta miniserie a modo de resumen.
 
 
Escribí al semana pasada que una solución intermedia en esta encrucijada de argumentos contrapuestos podría ser el que Pablo –como judío de la diáspora, deseoso de dar realce al poder del Espíritu de Dios dentro de sí mismo, que lo había transformado de furioso perseguidor de los seguidores de Jesús en ardiente defensor de su mesianismo después de la llamada divina empleara el término “fariseo” pero no de un modo estricto, a saber, entrenado largos años en la escuela de un maestro fariseo de fama, experto en las técnicas que luego serían denominadas “rabínicas”, sino que lo usara de una manera amplia como “defensor de las ideas fariseas” en contra, por ejemplo, de las saduceas o esenias.
 
Y escribí que esta solución obvia parcialmente las dificultades manifestadas sobre la estadía formativa del Apóstol en Jerusalén. A argumento se podría añadir que un Pablo verdaderamente apocalíptico no tendría por qué ser un rabino semejante a los de la Misná, cuya situación social y organización mental eran muy distintas, pues vivieron después de la destrucción del Templo.
 
Como buen convencido de vivir en la era mesiánica –muy al estilo de los qumranitas de los Manuscritos del mar Muerto--, y de estar en la posesión del Espíritu de Jesús, se sentía Pablo con autoridad suprema, gracias a sus revelaciones privadas, para argumentar a partir de la Escritura tal como él creía que le inspiraba el Espíritu al final de los días. Así pues, Pablo sería como una suerte de Maestro de justicia o similar, de los esenios, o henóquicos, que ofrecía a sus discípulos y seguidores unas interpretaciones peculiares de los oráculos sagrados que no aceptarían todos los judíos, pero que él creía los únicos verdaderos.
 
Pablo era además un alegorista. Su sistema exegético podría parecerse al uso del método alegórico griego que los filólogos alejandrinos habían utilizado para entender a Homero, pues creían que el vate había sido realmente inspirado por la divinidad, y que sus versos decían mucho más que lo que podría recoger una lectura apresurada y superficial.
 
Ejemplo de alegoría en Pablo es Gálatas 4,21-31. He aquí el texto:
 
21 Decidme los que queréis estar bajo la Ley: ¿No escucháis la Ley? 22 Pues está escrito que Abrahán tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre. 23 Pero el de la esclava nació según la carne; el de la libre, en virtud de la Promesa. 24 Pero eso es una alegoría: estas mujeres son dos alianzas; la primera, la del monte Sinaí, engendrada para la esclavitud, es Agar 25 [pues el monte Sinaí está en Arabia] y corresponde a la Jerusalén actual, pues es esclava lo mismo que sus hijos. 26 Pero la Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre, 27 pues está escrito: Regocíjate estéril, la que no pares; Rompe en gritos de júbilo, la que no conoces los dolores de parto, porque más son los hijos de la abandonada que los de la que tiene marido (Is 54,1 LXX).
 
28 Y vosotros, hermanos, a la manera de Isaac, sois hijos de la Promesa. 29 Pero, como entonces el nacido según la carne perseguía al nacido según el espíritu, así también ahora. 30 Pero ¿qué dice la Escritura? Despide a la esclava y a su hijo, pues no ha de heredar el hijo de la esclava juntamente con el hijo de la libre. 31 Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre (Gn 21,9 LXX).
 
 
Este sistema de interpretación alegórica aplicado a las Escrituras hebreas había tenido ilustres predecesores, ya desde el siglo II a.C., entre los judíos de la diáspora, como Ezequiel el trágico, y Aristóbulo, un filósofo aristotélico que vivió hacia el 150 a. C. cuando reinaba en Egipto Ptolomeo VI. A él dedicó una obra argumentando que el pensamiento de la Biblia hebrea estaba en su núcleo más profundo en toda la filosofía de los griegos. Los filósofos griegos no habían hecho otra cosa que copiar a Moisés
 
 
Voy a poner un ejemplo de alegorización de la Biblia tomado de la obra de la Prof. Dra. Mercedes López Salvá en el volumen VII y último de la colección Apócrifos del Antiguo Testamento, de editorial Cristiandad que verá la luz este año, deo favente:
 
Es momento de escuchar lo que relató Aristobulo, quien además de con la filosofía de su patria estuvo también familiarizado con la filosofía aristotélica, a propósito de lo que aportan los libros sagrados en lo referente a las extremidades de Dios.:
 
“Aun cuando se había hablado suficientemente, también tú, rey, reconociste en torno a las cuestiones expuestas que en nuestra Ley se habla simbólicamente de manos, brazo, rostro, pies y movimiento respecto al poder divino4. Esto será objeto de un discurso adecuado y no habrá ninguna contradicción con lo que nosotros habíamos dicho antes.
 
Quiero exhortarte a que aceptes las interpretaciones alegóricamente y a que adoptes un pensamiento apropiado sobre Dios y no caigas en una postura mítica y antropomorfa.
 
Con mucha frecuencia nuestro legislador Moisés haciendo discursos sobre asuntos diferentes (me refiero en el plano superficial) de los que quiere tratar, hace relatos alegóricos y transmite acontecimientos de gran importancia.
 
Por esto, quienes están dotados de una buena capacidad de reflexión se asombran de la sabiduría de Moisés y de su inspiración divina, por  la que también se le ha llamado ‘profeta. Entre éstos están los filósofos antes citados y muchos otros, y poetas5, que se han inspirado mucho en él y que son por ello admirados.
 
En cambio, quienes no están dotados de capacidad intelectual sino que se quedan pegados sólo a la letra, no se dan cuenta de que está explicando algo importante. Comenzaré, pues, por aclarar cada designación una por una, en la medida de mis posibilidades, y si no doy con el asunto ni logro persuadir, no atribuyáis la incoherencia al Legislador sino a mí por no haber sido capaz de precisar lo que él pensaba.
 
Las ‘manos’ son evidentemente concebidas incluso por nosotros como algo más general, pues cuando tú, en tu calidad de rey, destacas unas fuerzas militares con el deseo de emprender algo, decimos: ‘la mano del rey es poderosa’ y se les transmite así a los oyentes el poder que tienes. Y esto quiere decir Moisés cuando en la exposición de nuestra Ley dice así: ‘Dios te sacó de Egipto con poderosa mano’ y en otro momento afirma que Dios le había dicho: “Te enviaré mi mano y abatiré a los egipcios”, y con ocasión de la muerte que le sobrevino al ganado y a lo demás, habla al rey de Egipto diciendo: ‘He aquí que la mano de Dios se posará en tus ganados y en todo lo que hay en los campos como una gran muerte’, de modo que es evidente que ‘las manos’ se refieren al poder de Dios, pues incluso es posible pensar metafóricamente que toda la energía y la fuerza de los hombres está en sus manos.
 
Por esto el Legislador ha usado metafóricamente el término en un sentido elevado al decir que las realizaciones de Dios son sus manos. Y ‘estabilidad’ divina podría perfectamente llamarse, de acuerdo con el estilo elevado, a la constitución del cosmos. Pues Dios está por encima de todas las cosas y además todo le está sujeto y ha recibido su estabilidad de Él, de modo que los hombres han comprendido que esto es inamovible, y por tal entiendo que el cielo jamás se ha convertido en tierra ni la tierra en cielo, que ni el sol ha sido luna resplandeciente ni tampoco la luna sol y que ni los ríos han sido mar ni el mar ríos.
 
Y este mismo proceder se da también entre los seres vivos, pues ni el hombre será fiera ni la fiera hombre. Y lo mismo ocurre respecto a los demás seres, sean vegetales o de otro tipo. No pueden cambiarse unos en otros. Sin embargo, los que son del mismo género experimentan el mismo tipo de evoluciones corrupciones. De acuerdo con esto se podría hablar de “estabilidad divina” en la medida en que todo está sujeto a Dios. Se dice también en el texto de la Ley que hubo un descenso divino a la montaña en ocasión de la fijación de la Ley para que todos contemplaran la acción de Dios. Pues se trata claramente de un descenso auténtico.
 
Y si alguien quiere conservar el relato sobre Dios, podría hacer sobre esto una interpretación así. Se ha explicado, en efecto, que ‘la montaña ardía en fuego’, según dice la Ley, porque Dios había descendido, y que los sonidos de las trompetas y el fuego ardiente se originaban sin que nada los sustentara. Y a pesar de que toda la multitud –no menos de cien miríadas sin contar niños y ancianos – estaba reunida alrededor de la montaña, y aunque su circunvalación duraba no menos de cinco días, todos los que estaban en el círculo vieron el fuego arder desde cualquier punto de vista en el que estuvieran situados.
 
Por tanto, el descenso no fue local, pues Dios está en todas partes, sino que (el Legislador) mostró el poder del fuego, sorprendente en todas las cosas porque las consume todas, que ardía sin consumir nada y sin ser sustancialmente alimentado a no ser por el poder divino que se le añadía. Pues, aunque los lugares que había en la montaña ardían intensamente, nada se consumió sino que el verdor de todo permaneció intacto al fuego, y junto con la exhibición del fuego con un fulgor relampagueante, se escuchaba un intenso resonar de trompetas sin que hubiera tales instrumentos ni nadie que los hiciera sonar, sino que todo sucedió por divina disposición.
 
Queda claro, en consecuencia, que el descenso divino se produjo por las siguientes razones: para que los que lo vieron juntos comprendieran cada una de estas cosas desde el punto de vista de una revelación, no el hecho de que el fuego no consumiera nada, como se ha dicho antes, ni que los sonidos de las trompetas se produjeran sin acción humana o sin el concurso de los instrumentos, sino que Dios sin nada estaba mostrando su grandeza a través de todo”.
 
Esto también lo escribió Aristobulo.
 
 
En conclusión, propondríamos como hipótesis intermedia que Pablo habría utilizado el término “fariseo” de un modo distinto, amplio, más como defensor de las ideas fariseas que como experto en razonamientos “rabínicos”.
 
Y para ello no habría sido preciso que hubiera pasado años de su juventud a los pies de ningún maestro famoso en Jerusalén. Habría bastado su despierta inteligencia y su espíritu celoso de la Ley para asimilar lo principal del fariseísmo, sobre todo a partir de las disquisiciones sinagogales, quizás en Tarso o en Damasco.
 
Tanto los Hechos de los Apóstoles como Pablo mismo habrían exagerado aquí su fariseísmo para resaltar la enorme tarea realizada por el Espíritu, que había convertido a un terrible perseguidor en seguidor ardiente del Mesías.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
Martes, 16 de Abril 2024
Escribe Antonio Piñero
 
 
Recuerdo en primer lugar cuál es la postura tradicional sobre el fariseísmo de Pablo, completando lo que expuse en mi entrega de la semana pasada. El resumen de la tesis tradicional es simple: Pablo  era un fariseo “de número”, inscrito, por así decirlo en la secta farisea. Era un haber, un compañero y amigo más.
 
Se argumenta así.
 
Pablo se formó como fariseo en Jerusalén según Hechos 22,3: “Educado en esta ciudad (Jerusalén) a los pies de Gamaliel, instruido según la correcta observancia de la ley de nuestros padres, soy celoso de Dios, como lo sois todos en el día de hoy (ideas parecidas en Hechos 23,6-7 y 26,6-7: ).
 
Esta imagen de Hechos casa con la mención única de las cartas de Pablo en cuanto a su militancia farisea (Flp 3,5: En cuanto a la Ley, fariseo), aunque el Apóstol no diga nunca que se formó en Jerusalén. Se argumenta también que esta trayectoria vital proporcionó al futuro apóstol de los gentiles una formación técnica "rabínica". Se reconoce, sin embargo, que el término podría ser cronológicamente inapropiado, puesto que no hay "rabinos" propiamente tales hasta después del año 90, más o menos, pero indica con precisión que se trata de una educación y de un tenor de vida cuyo centro era la Torá o Ley.
 
A pesar de ser esta imagen tan aparentemente clara, hay muchas voces discordantes en la investigación. Para algunos comentaristas el texto de Gálatas 1,22-23:
 
 “Personalmente era desconocido de las iglesias de Judea. Solamente habían oído: «El que antes nos perseguía ahora evangeliza la fe que entonces quería destruir»
 
Me parece que este pasaje es contundente, decisivo y negativo en lo que respecta a una estadía prolongada en Jerusalén. Parece imposible que en un grupo relativamente pequeño de piadosos extremos, la rama de los seguidores de Jesús, fuera Pablo un perfecto desconocido si es que había pasado años en la capital formándose y adquiriendo gran notoriedad como conocedor de la Ley y de las costumbres tradicionales. Además había colaborado en la muerte del protomártir Esteban, según Hch 7,60: Pablo aprobaba su muerte. Y si se discute fuertemente la estadía paulina en Jerusalén, se pone en duda la formación farisea estricta de Pablo, salvo que hubiera pasado –cosa que tampoco sabemos--  mucho tiempo en Damasco y hubiera recibido allí formación de este tipo.
 
Otros investigadores defienden que es sumamente improbable que un fariseo auténtico hubiera utilizado en su argumentación una Biblia no hebrea, sino su versión griega, aunque sus lectores fueran gentiles que no sabían la lengua sagrada. Lo lógico sería que, habiéndose formado en el fariseísmo utilizando siempre la Biblia hebrea, empleara en hebreo los textos bíblicos que traduciría al griego él mismo. Pero no es así; Pablo utiliza directamente una versión parecida a los LXX. Un experto talmudista, como el judío H. Maccoby (1987,153; 1991,129-154) que ha analizado minuciosamente la argumentación “bíblico-rabínica” del Apóstol, llega a la siguiente conclusión sobre su formación farisea tal como se muestra en su carta más importante:
 
“Nuestro análisis de Romanos no nos ha revelado ningún signo de un estilo o metodología genuinamente rabínica (farisea); tampoco en los escritos de Pablo. (Éstos) revelan a veces el fuerte interés del Apóstol por dar la impresión de haber recibido una enseñanza rabínica, y precisamente estos esfuerzos son los que prueban claramente que no posee tal instrucción” (The Mythmaker. Paul and the Invention of Christianity, Harper-San Francisco 1987, p. 153).
 
Según el mismo Maccoby (Paul and Hellenism, SCM, Londres 1991), un buen ejemplo del modo de proceder de Pablo respecto al uso de la Escritura es Romanos 5:
 
“Este capítulo contiene un argumento a fortiori (qal va-homer: literalmente argumento de lo “ligero a lo pesado”), que es el instrumento lógico principal del razonamiento legal rabínico. Pero Pablo no observa la regla rabínica fundamental de este tipo de argumento, especialmente la norma denominada dayo, que exige que ningún término aparezca en la conclusión si antes no ha aparecido en las premisas. Una muestra es la siguiente: “Si pues por el delito de uno solo reinó la muerte por un solo hombre, ¡cuánto más los que reciben la abundancia de la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por uno solo, por Jesucristo!”. Este argumento es muy imperfecto medido según las normas rabínicas. Se podría parafrasear del siguiente modo: “Si el pecado de un solo hombre produce la muerte, ¡cuánto más un solo hombre podría generar la inmortalidad para aquellos que están sin pecado!”. El vocablo “inmortalidad” no aparece en las premisas, por lo que no debería estar en la conclusión, según las reglas del argumento a fortiori de los rabinos. Es lo mismo que decir: “Si un mal cocinero puede quemar la comida, ¿cuánto más uno bueno puede preparar un excelente pollo al vino?” (pp. 146-147).
 
Maccoby acumula otros muchos ejemplos, aunque afirma que sólo se detiene a analizar Romanos. Al argumento de este autor podría añadirse que en Flp 3,5-6, donde Pablo se describe como de estirpe hebrea y fariseo. Pero el Apóstol no se llama a sí mismo sopher (grammateús en griego), "escriba o experto en la Ley", cuando tenía a mano una excelente ocasión para hacerlo.
 
Otros investigadores esquivan la dificultad argumentando que el vocablo griego era entendido por los lectores de lengua materna helénica como "escribano, secretario o empleado" (p. 105), es decir, un oficio más o menos normal, no como doctor de la Ley, por lo que Pablo lo evita.
 
Este último argumento de Maccoby argumento no se sostiene ya que en 1 Cor 1,20, ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el letrado? (grammateús) ¿Dónde el polemista de este mundo? ¿Acaso no hizo Dios necedad la sabiduría del mundo?, Pablo sí lo emplea porque en realidad está describiendo las funciones de exégesis de la bet ha-midrash ("casa de estudio de la ley") de orientación farisea. Estos argumentos generan la duda sobre una posible formación farisea estricta de Pablo.
 
No importa, sin embargo, porque Maccoby aporta otro argumento sólido: afirma que, aunque toda la teología paulina se apoya de modo casi exclusivo sobre concepciones veterotestamentarias desarrolladas por el fariseísmo, el Apóstol las entiende a menudo de modo radicalmente diferente, a veces exactamente al revés. El ejemplo más claro es Gálatas 4,21-31, en donde Pablo invierte las funciones de Agar, la esclava y de Sara, la libre, sosteniendo que los judíos de su época que no creen en Jesús Mesías no son hijos de Sara, sino de Agar, como los ismaelitas.
 
Otro caso es Gálatas 3,10: “Porque cuantos son de las obras de la Ley están bajo una maldición que cita Deuteronomio 27,26: Maldito el que no se atiene a todos los preceptos escritos en el libro de la Ley y los cumple. En el pasaje de Gálatas Pablo sostiene exactamente lo contrario de lo que pretende decir el texto bíblico del Deuteronomio, a saber que la Ley puede cumplirse toda entera. Similarmente en Romano 10,6-8, el lector puede contrastar con Deuteronomio 30,10-14, y verá que el sentido que Pablo otorga al texto es diferente al que pretende el autor del Deuteronomio.
 
Creo que los argumentos de Maccoby son sólidos y apuntan a que Pablo era, teológicamente hablando, de tendencias fariseas (no saduceas, no esenias, no celotas), pero que eso no significa que fuera un estricto fariseo, de “número”. Pablo está exagerando para que sus lectores caigan en la cuenta con más razón aún de la potencia del Espíritu Santo que obró en él un cambio portentoso: de estricto fariseo y perseguidor de la Iglesia a participar de las mismas creencias que las de sus perseguidos.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
P. D. U enlace a una entrevista sobre “Pablo Fariseo”:
 
 
https://youtu.be/zxQaw0hh_Fg?si=4OjBjYKMESyenhQt
 
Miércoles, 10 de Abril 2024
 Hoy escribe Antonio Piñero

La afirmación de una primera estancia en Jerusalén, junto con un aprendizaje estrictamente fariseo a los pies de Gamaliel, que parece contradecir Gálata 1,21-22: “En lo que les escribo, les aseguro delante de Dios que no miento.  Después fui a las regiones de Siria y Cilicia.  Pero todavía no era conocido en persona en las iglesias de Judea que eran en Cristo. Ellos solo oían decir: «El que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en un tiempo quería destruir». 
 
De aquí se deduce que una estancia en Jerusalén a los pies de Gamaliel no parece posible.
 
El fariseísmo de Pablo sin ningún tipo de matiz, pues sería posible, incluso a pesar de Flp 3,5, que más que fariseo estricto, afiliado a la secta, participante de sus comidas comunes, fuera más bien un simple convencido de las ideas fariseas. Lanzo aquí la idea tomándola de mi obra “Guía para entender a Pablo. Una interpretación del pensamiento paulino” (Editorial Trotta, segunda edición 2019).
 
Examinamos la figura de Pablo en Hechos de Apóstoles
 
La imagen de Pablo es sorprendente en esta obra. Ciertamente presenta al Apóstol como judío observante de la Ley (celebra de las festividades de Pentecostés (20,16), del Yom Kippur o Día de la expiación (27,9), observa el sábado, visita las sinagogas (por ejemplo, 13,14, etc.); circuncida a Timoteo (16,1-4); algunas partes de sus discursos podrían haber sido pronunciadas más por Pedro (por ejemplo, 13,16-41; 28,17-20) que por sí mismo; es un fariseo practicante (22,3-4; 23,6); los fariseos defienden a Pablo (23,9).
 
Para unos investigadores, en lo que respecta al lugar de nacimiento, niñez, ámbito de educación primaria y superior, afiliación al partido fariseo y motivos de la persecución anticristiana de Pablo, el texto de Lucas en los Hechos de los Apóstoles es sustancialmente digno de crédito, pues la veracidad histórica del autor de Hechos, muy probablemente no el que escribió el tercer Evangelio (“Lucas) sino un discípulo de este, tan impugnada por la crítica liberal protestante y la Historia de las Religiones, no admitiría duda. La aparente contradicción entre esta obra y los datos proporcionados por las cartas auténticas de Pablo, en especial Gálatas 1,13ss, se resuelve positivamente por medio de una adecuada exégesis y la apelación a otros datos históricos proporcionados por el contexto.
 
Volvemos al texto de Filipenses 3,5, ya citado en la comunicación anterior: Circuncidado el octavo día… en cuanto a la ley (de Moisés) fariseo”. Y lo que sigue en Filipenses 3,6  “En cuanto al celo (por la Ley), perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la Ley, irreprensible”. 
 
Este pasaje indica, en primer lugar, que la familia de Pablo –y él mismo– era totalmente judía, humilde, como podría quizás demostrar el oficio de Pablo, “constructor de tiendas” o guarnicionero (Hch 18,3).
 
Dadas las características de la piedad farisea y sus exigencias, parece más que probable que educarse a fondo y vivir conforme a tales normas era prácticamente imposible fuera de la Palestina judía. Se discute incluso si había fariseos en la Galilea del siglo I, aunque muchos estudiosos lo creen, pero no como escuelas, sino como figuras aisladas. Puesto que, además, apenas se sabe nada de una actividad de escuela farisaica en el exilio, Tarso no entra en consideración, sino sólo Damasco o sobre todo Jerusalén.
 
Seguiremos.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
Recuerdo que hoy, martes, 2 de abril de 2024, empiezo el curso (que puede denominarse diplomado que otorga el Instituto Criteria, adscrito a una Universidad norteamericana) denominado “En busca del Jesús histórico” a las 17.00 hombres españolas
 
Duración: un años = 50 clases
 
En línea. Ruego que, para recibir información e inscribirse, se entre en la página “Instituto Criteria. Antonio Piñero”.
 
Es de pago, pero muy razonable. Para que sea accesible a todo el mundo.
Saludos de nuevo.
 
Martes, 2 de Abril 2024


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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