CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
El patrón de recurrencia quizás más perturbador: Jesús y el Imperio Romano (I)

 
Escribe Antonio Piñero
 
Como escribía ayer voy a poner un solo ejemplo por ahora de un patrón de recurrencia, el de las relaciones de Jesús con el Imperio, que puede ser perturbador porque sitúa al personaje en una luz insólita para algunos acostumbrados desde pequeñitos a un Jesús manso y humilde de corazón (Mt 11,29 y 21,5) dibujado ante todo por Mateo y Lucas: el de un Jesús interesado por la situación política y social del Israel de su tiempo.
 
Y no podía ser menos, ya que en el mundo judío de la época religión y política y sociología iban íntimamente unidas (tal como ahora ocurre con el islam, que al fin y al cabo es una religión abrahámica nacida en la Arabia Félix como heredera de un cristianismo basado en los evangelios y tradiciones  apócrifas y en un judaísmo un tanto elemental y un poco barbarizado): el predicador de la inmediata venida del reino de Dios en la tierra de Israel era necesariamente, por la fuerza de los hechos y de las circunstancias del país y tiempo en el que vivía,  un Jesús sedicioso desde el punto de vista del Imperio Romano.
 
El patrón, o cadena de textos y alusiones desperdigadas en los evangelios que  voy a presentar está sacado de dos ensayos, uno mío y otro de F. Bermejo. El primero es “Jesús y la política de su tiempo”, apéndice/ensayo que iba acompañando una novela de Emilio Ruiz Barrachina, que dio origen a la película “El Discípulo”, y que una mala propaganda editorial de Ediciones B dejó bastante en la sombra: Barcelona, 2010, pp. 217-311. ISBN: 978-84-666-4326-9. Y el de F. Bermejo es un artículo en inglés titulado “Jesus and the Anti-Roman Resistance A Reassessment of the Arguments”,  publicado en  “Journal for the Study of the Historical Jesus” 12 (2014) 1-105, del que no hay versión castellana, pero que es totalmente accesible en Academia.edu.
 
Se trata, pues, de unir en una cadena textos evangélicos canónicos que apuntan en la dirección señalada por el título de los dos ensayos. El marco de mi propuesta en mi trabajo arriba mencionado es que la predicación de Jesús del reino de Dios en la tierra de Israel, con sus típicas características de bienes materiales y espirituales que la divinidad habría de conceder en esos tiempos, supone un cambio tal de la situación política y social del país que no podría conseguirse sin una acción armada, bien fuera milagrosa, de parte de Dios –que enviaría por ejemplo doce legiones de ángeles a expulsar a los malvados (Mt 26,53)–, bien por mano humana pero con la ayuda igualmente de la divinidad. En cualquiera de los dos casos los romanos tenían que ser expulsados de la tierra de Israel, propiedad sólo divina, lo que naturalmente no ocurriría sin violencia.
 
1. Lc 22,35-38: “Y les dijo: «Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin sandalias, ¿os faltó algo?» Ellos dijeron: «Nada». Les dijo: «Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome y lo mismo alforja, y el que no tenga que venda su manto y compre una espada;  porque os digo que es necesario que se cumpla en mí esto que está escrito:  “Ha sido contado entre los malhechores”.  Porque lo mío toca a su fin». Ellos dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas». El les dijo: «Basta»”.
 
2. Mc 3,18; Mt 10,4; Lc 6,15; Hch 1,13: Jesús tenía entre sus discípulos un celota al menos, Simón el “cananeo”, como discípulo íntimo. Es muy improbable que lo hubiera elegido sin comulgar con su ideología. El apelativo “cananeo” significa “celote” (arameo qanna’), no un “individuo que procede de la ciudad de Caná”.
 
3. Cierto “ruido de sables”, cuyos restos son perceptibles: Mt 10,34: “No vine (al mundo) a poner paz, sino espada...”; igualmente  Mt 11,12: “El reino de Dios padece violencia y los violentos lo toman por la fuerza”, dicho que aparece también en Lc 16,16.
 
4. “"Si alguien quiere ir tras de mí, niéguese sí mismo y coja su cruz y sígame” (Mc 8,34 y sus paralelos en Mt 10,38 y 16,24) no significa lo que entiende normalmente un piadoso cristiano, a saber una incitación al sacrificio en el marco del discipulado de Jesús, en el cual el vocablo “cruz” es entendido metafóricamente. Por el contrario, estas palabras deben entenderse en su significado más real, como la pena que imponían usualmente los romanos a quienes prendieran como sospechoso de rebelión contra el Imperio, los celotas. Jesús afirmaría entonces: “El que desee seguirme debe atenerse a las consecuencias. Si los romanos lo capturan, puede acabar en la cruz”. Ello indicaría que las acciones y dichos de Jesús podrían, al menos en ocasiones, situarse en el ámbito de una acción políticamente peligrosa desde el punto de vista romano.
 
5. Lc 22,49: «Señor, ¿herimos a espada?»”.  Este pasaje muestra que los discípulos iban armados. Únase al texto de Lc 22,38: “Ellos, los discípulos, dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas»”, citado al completo en 1.
 
Seguiremos hasta aproximadamente 35 textos evangélicos, lo cual es un buen número para una cadena o patrón.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
 

Sábado, 31 de Diciembre 2016

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Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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