CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Escribe Antonio Piñero
 
El artículo que estamos comentando de F. Bermejo se detiene aquí en la aclaración de indicios relativamente menores de la última semana de Jesús en  Jerusalén que se explican también, según él, con suficiente claridad, si se admite la hipótesis del Jesús sedicioso contra los romanos.
 
El primero es la extraña frase de Mc 11,11:
 
“Y entró en Jerusalén, en el Templo, y después de observar todo a su alrededor, siendo ya tarde, salió con los Doce para Betania”
 
Después de su “entrada” triunfal, que debió de ser mínima, que tuvo lugar fuera de las murallas (en realidad no entra en la ciudad triunfalmente), Jesús pasa las puertas de la ciudad y penetra en el Templo, lo observa todo detenidamente y se va. Al día siguiente, v. 15, tiene lugar la denominada purificación del Templo: “Llegan a Jerusalén; y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas”.
 
Esta acción doble puede interpretarse de dos maneras:
 
1. Jesús entre en Jerusalén tranquilamente y visita el Templo como una acto de piedad. Se hace tarde y se retira a Betania. Es decir, todo es normal y no hay constancia alguna de lo que va a ocurrir al día siguiente.
 
2. Después de la entrada en Jerusalén, Jesús se dirige al Templo, “lo observa todo detenidamente y se va”. El acto de observarlo todo con precisión es un reconocimiento del terreno por parte de Jesús, para preparar lo que él sabe que va a ocurrir al día siguiente. La purificación será un acto peligroso y hay que prepararlo todo, por ejemplo, el modo de huida cuando se produzca el tremendo alboroto producido por la acción de volcar las mesas de los cambistas y abrir las jaulas de los animales. La observación previa y en secreto denota un plan premeditado y el miedo a las autoridades. Jesús sabe que  su acción va en contra del orden constituido.
 
El segundo es la manera de actuar el grupo en Jerusalén tanto en la entrada triunfal como en la Última cena: en los dos se respira en los Evangelios una especie de atmósfera secreta, preventiva, con contraseñas, que podría aclararse con el supuesto de que el grupo de Jesús tuviera que mantener en secreto sus actividades ante la policía o las autoridades. Leemos en Mc 14,13-17:
 
“Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle 14 y allí donde entre, decid al dueño de la casa: “El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?” 15 El os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros.» 16 Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua”.
 
 
Obsérvese:
 
 
· Jesús queda oculto. Da los discípulos ciertas indicaciones. Siguen a un hombre que les lleva al dueño de la casa. Este conoce a Jesús y basta con decirle “El Maestro”, sin más indicación. Los discípulos cumplen el mandato de Jesús y encuentran todo tal como Jesús había predicho.
 
 
Lo ocurrido puede interpretarse de dos maneras:
 
 
1. Jesús es un profeta, y por iluminación divina conoce el futuro. O él mismo es Dios, y sabe naturalmente lo que va a pasar.
 
 
2. Todo responde a un plan previamente convenido donde hay  ciertas contraseñas previas; el dueño sabe perfectamente de qué se trata, pues conoce bien a Jesús, y le presta una sala para celebrar una cena. Marcos la presenta como la Pascua, pero en ausencia de todo detalle de cena pascual en su misma narración, da la impresión de ser una cena de despedida de los discípulos o de preparación para un acto solmene que va a suceder.
 
 
 
El lector escoja entre las dos interpretaciones. Pero el historiador, por preceptiva del oficio, no puede aceptar la explicación sobrenatural.
 
 
La tercera escena que se explica perfectamente por la hipótesis propuesta –y en la que no hay que extenderse mucho– es la del prendimiento de Jesús en el huerto de Getsemaní. Comenta F. Bermejo:
 
 
“Lo que Jesús estaba haciendo allí, por la noche, rodeado de un séquito de hombres armados, es una cuestión que nunca se ha explicado de forma convincente entre la normalidad de los estudiosos. Sin embargo, si estaba preparando su grupo para la manifestación escatológica inminente de Dios (es decir, el inicio inmediato del Reino, que ya hemos explicado que según Zacarías 14 iba a comenzar en el Monte de los Olivos), la escena se vuelve significativa. El consejo de Jesús a sus discípulos de permanecer despiertos también se hace inteligible: habían sido asignados para montar guardia. Aunque el episodio de la detención sigue siendo enigmático, ya que ha sido manipulado con toda probabilidad, es claro que los seguidores estaban colectivamente listos para (y participar en) la resistencia armada, como se desprende de Lc 22, 49-50”:
 
 
“Viendo los que estaban con él lo que iba a suceder, dijeron: «Señor, ¿herimos a espada?»; y uno de ellos hirió al siervo del Sumo Sacerdote y le llevó la oreja derecha”.
 
 
Y puede añadirse que la historia de la traición de Judas –que los conduce a donde estaban congregados Jesús y sus discípulos– tiene más sentido aún, si todo lo que ocurrió allí es el resultado de un plan previamente preparado para los últimos eventos de la inminente llegada del Reino divino. Judas no tenía más que conducir a la turba y a los soldados romanos, al sitio indicado por el profeta Zacarías para el inicio de la acción de Dios. Es de suponer que tanto las autoridades judías como romanas conocían muy bien al grupo de Jesús, y que este no era un grupo desarmado e inofensivo: la resistencia era previsible.
 
 
Da la impresión, pues, de que todo va encajando bien dentro del marco de la hipótesis propuesta de “Jesús como sedicioso desde el punto de vista de las autoridades romanas”.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.ciudadanojesus.com 

Domingo, 12 de Febrero 2017


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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