CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Sobre la no credibilidad absoluta de los Evangelios.   Jesús y la resistencia antirromana (LIX)
Foto: David Friedrich Strauss, con su obra Das Leben Jesu kritish bearbeitet (“La vida de Jesús reelaborada críticamente”, C. F. Osiander, Tubinga 1835) fue el primero en presentar la vida de Jesús desde un punto de vista crítico.
 
Escribe Antonio Piñero
 
Seguimos respondiendo a la objeción del método, “caduco” según algunos, sobre todo porque –se afirma– elegimos unos textos y desechamos otros porque no convienen a nuestro propósito previo. Y la respuesta sencilla es: no teníamos muy al principio –ni Bermejo ni yo– la menor idea de que Jesús había sido un sedicioso desde el punto de vista del Imperio. Sino que al leer bibliografía clásica sobre Jesús, sobre todo sobre la parte final de su vida, nos encontramos con esa tesis y seguimos investigando por esa senda. No había, por tanto,  ningún pre-juicio, sino curiosidad intelectual y ponderación de argumentos e interpretaciones sobre los textos.
 
Lo que hay que defender ante todo es por qué se rechazan algunos textos como secundarios, como reflejantes de la teología de los evangelistas y no del pensamiento del Jesús histórico, a la vez que se admiten otros. Y aquí la respuesta es: porque del análisis de los evangelios mismos (y es una gran fortuna que tengamos cuatro y no uno solo) podemos deducir que no podemos leer los Evangelios sin crítica; que cada uno de ellos tiene una idea de Jesús que trata de demostrar y que en conjunto se contradicen a veces entre sí, por lo que hay que escoger lo que es más verosímil, siempre teniendo en cuenta lo que conocemos del Israel del siglo I, es decir, del ambiente de Jesús. Por ello afirmamos que tal como están “No podemos sin más fiarnos de los Evangelios”.
 
Que nadie diga que los que nos consideramos investigadores independientes tenemos a priori algo contra los evangelios mismos porque son un venero de piedad. No es así; Nada hay contra los evangelios canónicos en sí. Hemos luchado constantemente por desvelar la frágil posición intelectual de quienes se fían más de datos de los Evangelios apócrifos, o bien de especulaciones acerca de noticias inverosímiles acerca de Jesús, cómo que no murió, que vivió oculto en Egipto donde aprendió magia, que viajó a la India y que murió allí,  o bien que, con su mujer, María Magdalena, escapó vivo de la cruz y se fue a Francia donde su descendencia fundó la dinastía carolingia. Hemos batallado sin cesar para defender que todo eso son mitos sin valor científico alguno.
 
Pero a la vez tenemos en cuenta algunas observaciones imprescindibles acerca del valor histórico de  los textos que aceptamos como base, los evangelios canónicos. Así Fernando Bermejo ha observado en diversas ocasiones que:
A. Los Evangelios son obras histórico-encomiásticas (una “biografía de época helenístico-romana”) destinadas a ensalzar a un personaje. Eso lleva a que cada evangelio adopte su tono laudatorio de Jesús. Basta con ver cómo Mateo  y Lucas, que toman como fuente a Marcos, la modifican, a veces sin piedad alguna, para destacar un aspecto de la figura de Jesús.
 
B. Aceptar sin más todo el contenido de los evangelios llevaría al investigador del siglo XXI a admitir un contenido claramente mítico, en especial si se lee el Cuarto Evangelio. Pongo un ejemplo: la resurrección de Lázaro en Jn 11. La exégesis de la Iglesia desde la época primitiva hasta hoy afirma que el autor del Cuarto Evangelio transmite una historia auténtica, algo que aconteció realmente. La crítica racional piensa que esta exégesis es insostenible. Esa resurrección no ocurrió realmente nunca ni es comprobable por la historia. La crítica racional, al comprender la lógica interna de la formación de esa historia evangélica, llega a la conclusión de que la “historia” de la “resurrección” –plasmada por el autor del Cuarto Evangelio– significa sólo que la presencia de Jesús hace que el alma viva realmente una vida espiritual verdadera.
 
Alguien me podrá decir: “Hoy casi toda la crítica acepta que el Cuarto Evangelio es un texto místico y alegórico y que no vale para reconstruir al Jesús de la historia”. Sí, pero –replico– es un evangelio canónico, en el que, además, hay algunos datos históricos importantes (por ejemplo, hubo un tiempo, antes de formar plenamente Jesús su grupo en el que Jesús y Juan Bautista compitieron predicando y bautizando a la vez; o bien la fecha de la muerte de Jesús no en el día en el que por la tarde comenzaba la Pascua, sino en la víspera, etc.). Y si se admite  que se puede seleccionar unos datos y rechazar otros por inverosímiles en el Cuarto Evangelio, ¿por qué –empleando la misma crítica– no voy a poder hacerlo en los otros tres, sobre todo teniendo la consciencia de que Mateo y Lucas cambian a Marcos para elevar e idealizar claramente a Jesús? ¿Dónde poner los límites a la crítica, una vez que se acepta su validez en uno de los textos canónicos, el Cuarto Evangelio? ¿No sería posible que tras el freno a al crítica latiera la idea de la inerrancia básica de la Escritura considerada como sagrada durante siglos?
 
Argumenta F. Bermejo: ¿Por qué se va a aceptar como histórico que a la muerte de Jesús se rasgó el velo del Templo y que  resucitaron muchos cuerpos (Mt 27,51-54; Lc 23,45)?; ¿Por qué se va a admitir como histórico que Satanás entró en Judas Iscariote (Lc 22,3; Jn 13,27)?; y ¿qué decir de la escena del ángel que conforta a Jesús (Lc 22,43)?, o ¿de la curación milagrosa de una oreja cortada (Lc 22,51)?. Y ¿cómo admitir el que los miembros de la partida que a va a prender a Jesús caigan al suelo ante la mera presencia de este,  que responde  a su requisitoria (Jn 18,6: “Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra”)?.
 
Que nadie diga que el rechazo de este tipo de material depende de criterios a priori de tipo positivista o naturalista. No es así. Depende de fundados razonamientos. Además sabemos por la historia de la religiones que el esquema de un comportamiento laudatorio y ensalzatorio de la figura de Jesús por parte de los escritores evangélicos se repite en montones de biografías se hombres ilustres de la antigüedad, por lo que se debe estar alerta. Es un fenómeno claro, y por ello la crítica acepta unas cosas y otras no.
 
Otro caso: ¿cómo van a aceptarse todo lo que se cuenta en los Evangelios de la Infancia acerca de la concepción, nacimiento y juventud de Jesús, cunado luego su propia madre nada sabe de ello durante la vida pública de su hijo, y se demuestra su incomprensión acerca del comportamiento de Jesús con una actitud crítica que llega a denominarlo casi como un loco (Mc 3,20)? Por tanto, no se pueden minimizar los problemas históricos de los Evangelios canónicos; no es posible y otorgar una carta casi blanca de credibilidad a los Evangelios.
 
Otro argumento: los estudiosos del Nuevo Testamento  admiten hoy como evidente que la fe de los autores de los Evangelios fundió en sus obras nociones del culto “postpascual” a Jesús (es decir, después de que se creía firmemente que éste había resucitado) con la memoria histórica de la vida de éste. G. Theissen apunta (en su obra El Jesús histórico 1999, Sígueme, Salamanca, 120) entre otros los siguientes ejemplos:
 
 
· El episodio de la pesca milagrosa aparece en Jn 21,1-14… como un relato pascual, y en Lc 5,1ss como un relato de vocación (de los discípulos en vida de Jesús).
 
· En una aparición pascual de Jesús los discípulos temen estar “viendo un fantasma” (Lc 24,36-43). Mc ofrece el mismo tema cuando narra el milagro de Jesús caminando por el lago, episodio que en sus orígenes fue quizás una aparición de pascua (Mc 6,45-52).
 
· Hch 13,33 cita Sal 2,7 (“Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy”) como prueba (por parte de un texto del Antiguo Testamento) de la resurrección de Jesús. En Mt 11,27 el Jesús terreno se presenta ya como el Hijo de Dios a quien el Padre ha entregado todo.
 
· Según Jn 20,23 la facultad para perdonar los pecados es otorgada a los discípulos por Jesús resucitado; según Mt 18,18 por el Jesús terreno.
 
· El envío de los discípulos es obra del Resucitado, según Jn 20,21, pero una sentencia de contenido similar aparece en Mt 10,40; Mc 9,37 y Lc 10,16 en boca del Jesús terreno.
 
Y finalmente, por hoy: el relato de la pasión de Jesús aparece salpicado continuamente por citas del Antiguo Testamento. Este hecho obliga a sospechar razonablemente que algunos aconteci­mientos de la pasión más que acontecimientos reales puedan ser remodelaciones o incluso construcciones por parte de los evangelistas de sucesos que quizá ocurrieron, pero probablemente de otro modo. La remodelación se hizo para acomodar los hechos a las profecías disponibles: se interpreta cristológicamente los últimos momentos de Jesús por medio de las Escrituras. Es una hipótesis aceptable hoy que el texto de la Pasión es más bien un relato litúrgico, quizás una “liturgia cristológica” surgida en la comunidad de Jerusalén, la más cercana a los hechos, que comprime dramáticamente en pocos días lo que en realidad sucedió durante meses (probablemente de septiembre a abril).
 
Seguiremos argumentando.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.ciudadanojesus.com 

Viernes, 17 de Marzo 2017


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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