ESTRATEGAR: Rafael Alberto Pérez


¿Quién es?
Rafael Alberto Pérez
Rafael Alberto Pérez
Autor de referencia en comunicación estratégica, conferenciante y consultor. Es consejero de The Blueroom Project - TBP Consulting para temas de turismo y ocio

Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.

En la actualidad divide su actividad entre impartir Seminarios- invitado por más de 170 Universidades y empresas de 14 países- y ejercer como consultor estratégico.








Este es un artículo sobre la renovación y transformación en el arte, y está referido a un artista singular: el pintor Ángel Orcajo sobre el que ya han escrito mucho y bien aquellos que saben del tema: los críticos de arte.

Vd. podría preguntarse qué hace un profesor de comunicación estratégica como yo en un sitio como este reservado a los expertos. Sin duda es una imprudencia más de las muchas que suelo cometer, pero si tiene la paciencia de leer este texto, tal vez encuentre en él un par de pinceladas diferentes que creo vienen a completar el perfil de Orcajo.


Ángel Orcajo: la autocreación permanente del artista
1.- ¿Cuánto tiempo hace Sr. lector que Vd. no se renueva?
 
No se moleste. La pregunta, aunque pueda parecerlo, no pretende ser impertinente.
Además no hay motivo para ofenderse. Me consta que- cualquiera que sea su edad-
Vd.se ha renovado completamente en estos últimos 10 años. No sé su mente pero, al menos, su cuerpo sí lo ha hecho.
 
La renovación física:
La ciencia nos indica que cada 10 años renovamos todas nuestras células. Bueno, casi todas, pues parece que algunas duran toda la vida. Son las neuronas de la corteza cerebral, las de la lente interna del ojo y las células musculares del corazón.
 
Y sin embargo no somos conscientes de ello. Los humanos percibimos el paso de los años en nuestro desarrollo y envejecimiento, pero no el hecho de que nos renovamos físicamente. Fue el chileno Humberto Maturana quien en 1972 nos hizo ver que el rasgo que caracteriza a todos los seres vivos es precisamente su capacidad de autoproducirse. No ya la de producir otras vidas, lo que no sería poco, sino la de producirnos continuamente a nosotros mismos: lo denominó autopóiesis. Esa aportación y el resto de sus trabajos junto a Francisco Varela sobre la biología del conocimiento le valieron la candidatura al Premio Nobel.
La renovación mental
Pero junto a la renovación física está la mental. Que es la que aquí nos interesa. Cómo y con qué frecuencia nos recreamos a nosotros mismos como sujetos activos y reiniciamos una nueva visión del mundo ¿Qué nos dice la ciencia sobre todo esto?
¿Sabemos lo suficiente sobre este tema? Hoy disponemos de datos sobre la obsolescencia del conocimiento. Y como se acelera a un ritmo difícil de seguir aún para el más estudioso.
 
Pero a nosotros lo que nos interesa aquí no es tanto la actualización del conocimiento como la renovación aplicada al arte. Desvelar los procesos mentales de renovación interna del artista que le permiten dar nuevos giros creativos a su obra.
 
Y es precisamente la misma autopóiesis de la que hablábamos hace un momento la que nos permite distinguir entre aquellos artistas que, a lo largo de su vida, apenas cambian sus modos de expresarse, de aquellos otros que se renuevan y autoreiventan como artistas. Creadores que viven la emoción de experimentar el mundo exterior desde múltiples ángulos y perspectivas. No es esta la primera vez ni será la última que las ideas de Francisco Varela, se aplican al arte. Ahí están los trabajos de los profesores de la U. Complutense de Madrid de Pierre D’Argyll y Dolores Fernández
(2014).
 
La anterior reflexión deja abiertas algunas preguntas. ¿Qué hace que alguien sea un artista? ¿Es imprescindible renovarse? ¿Qué sería de un artista que se acomodara a una única forma de mirar y representar? ¿Para qué sirve el arte? Les cuento como yo lo veo:
 
¿Qué hace que alguien sea un artista? Es una cuestión muy abierta pero para mí solo cabe una respuesta: su forma de mirar el mundo, procesarlo y de devolvérnoslo convertido en una representación (literaria, pictórica, escultórica, cinematográfica, etc.)
En un signo de su personal ideolecto como diría George Steiner.
 
¿Es imprescindible renovarse? ¿Qué sería de un artista que se acomodara a una única forma de mirar y representar? La respuesta es simple: puede alcanzar la fama pero terminaría siendo esclavo de su propia marca de identidad y obligado a hacer “un…”.
 
No es el caso que hoy nos concita. Nunca vi a Ángel Orcajo pintando “un Orcajo”. Pero ya llegaremos ahí.
 
¿Para qué sirve el arte? Como es bien sabido las representaciones de los artistas han servido a lo largo de la historia para fines muy diversos: apropiarse de lo representado y controlar las relaciones personales (vudú); favorecer la caza (pinturas rupestres); ensalzar el poder (retratos reales y papales); mantener en el recuerdo ciertos momentos (la victoria en la guerra, la rendición del enemigo, la sagrada cena, el milagro de un santo); permitir que el prometido/a conociese en la distancia la cara del futuro cónyuge; dar vida a toda una galería de personajes divinos y humanos, etc.
Pero lo que diferencia al artista es que este siempre va más allá de la realidad que se supone tiene que reproducir y del objetivo instrumental que se le asigna. Más allá también de la mera estética y de la técnica de su oficio; su “representación” es el resultado de un proceso interior e incorpora matices e intenciones, mensajes semiocultos que hay que saber encontrar y descifrar. Cómo no citar aquí al Goya de “El rey Carlos III y su familia”.
 
Fue René Magritte quien en 1929 escribió en uno de sus cuadros; “Ceci n´est pas une pipe”. Una idea que recogería Alfred Korzybski en 1931 en su célebre frase: “el mapa no es el territorio”.1 Y los dos tenían razón, porque en ambos casos- mapa y pipa- se trata de representaciones. Korzybski añadió que los mapas, para sernos útiles, tienen que tener una estructura similar a la del territorio. Por su parte Magritte, al titular su cuadro “La perfidia de las imágenes” nos advierte sobre la no neutralidad del signo. Algo que ya sabíamos desde Pierce.
 
De la representación sígnica al puro simulacro solo había un paso y ese paso ya lo hemos dado. Jean Baudrillard nos avisó. Apoyándose en un cuento de Jorge Luis
Borges, nos dice que el territorio (lo real) ya no existe, y que en el mundo de hoy solo existe el mapa (la representación).
 
De ahí la importancia del artista. Nos aporta “su signo”, “su” representación, “su” realidad, producto de una peculiar forma de mirar el mundo que nos rodea. Pero al mismo tiempo- como en todo signo- nos manda un mensaje que hay que desvelar. El escultor Juan Muñoz2 lo supo expresar con palabras: “detrás de toda mirada hay una doble sospecha: la de que “lo real” no es tan real y la de que detrás de “lo real” hay algo camuflado que se nos está escapando.” No se puede expresar mejor, detrás de la mirada de un artista- tanto abstracto como realista- está la voluntad de desvelar, de desmontar una gran mentira, de retirar el camuflaje y mostrarnos eso “que se nos está escapando”.
 
Sirvan estas reflexiones para introducir la figura del pintor Angel Orcajo.

Para leer el artículo completo haz clic aquí.
 
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Ángel Orcajo: la autocreación permanente del artista

Rafael Alberto Pérez

Miércoles, 23 de Marzo 2016