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Las personas que bajan el tono de voz influyen más en los demás

Sin embargo, no reciben más admiración ni respeto


Las personas cuyas voces bajan de tono desde el principio en una interacción son más propensas a ser vistas como dominantes e influyentes que aquellas cuyo tono de voz sube. Sin embargo, no reciben más admiración ni respeto por ello, según un estudio realizado en EE.UU.


Universidad de Illinois/T21
19/04/2016

La investigadora Joey Cheng. Fuente: Universidad de Illinois.
La investigadora Joey Cheng. Fuente: Universidad de Illinois.
Puede que no sirva para hacer amigos, pero un nuevo estudio señala que se puede influir en la gente simplemente bajando el tono de voz en los primeros momentos de una conversación.

El estudio, publicado en la revista Journal of Experimental Psychology: General, ha descubierto que las personas cuyas voces bajan de tono desde el principio en una interacción eran más propensas a ser vistas como dominantes e influyentes que aquellas cuyo tono de voz subía al principio de la conversación. Aquellos vistos como dominantes también eran más propensos a convencer a los demás de unirse a sus ideas que los vistos como menos dominantes.

En otro informe basado en los mismos datos, los investigadores encontraron que los participantes dominantes no eran considerados con mayor prestigio, estimados o admirables por sus compañeros, sin embargo. Aquellos juzgados como admirables -pero no dominantes- también tendían a sobresalir en influencia en los demás, observaron los investigadores.

Joey Cheng, profesora de psicología de la Universidad de Illinois (EE.UU.) que dirigió la investigación, con colegas de la Universidad de British Columbia (Canadá) y de Harvard (Boston), explica: "En el pasado, nos hemos centrado mucho en la postura y tendíamos a descuidar cosas como la voz. Pero este estudio muestra claramente que hay algo en la voz que es muy interesante y muy eficaz como canal de comunicación dinámico del estatus".

Experimentos

En el primero de los dos experimentos, 191 participantes (de edades entre 17 y 52 años) tuvieron que ordenar, de forma individual, la importancia de 15 artículos que se les dijo que podrían necesitar para sobrevivir a un desastre en la luna. Luego trabajaron en pequeños grupos con la misma tarea.

Los investigadores grabaron estas interacciones y utilizaron software de análisis de fonética para medir la frecuencia fundamental de cada aseveración. También observaron "cómo las respuestas de una persona convergían con la respuesta final del grupo" como otra manera de medir la influencia, dice Cheng en la información de su universidad.

Los participantes en el estudio y espectadores ajenos a sus interacciones tendían a puntuar a aquellos cuyas voces eran más graves entre su primera y tercera expresión como más dominantes e influyentes que los participantes cuyas voces subían de tono.

Ninguno de los sujetos o los observadores externos era consciente de que el estudio se centraba en la relación entre las señales vocales y el estatus. Aquellos vistos como dominantes y aquellos vistos como prestigiosos eran más influyentes en las interacciones del grupo, dice Cheng.

"De hecho, lo que habíamos visto anteriormente es que ambas estrategias - prestigio y dominancia- correlacionan positivamente con la influencia en el comportamiento", dice. "Ambas son vías eficaces para llegar a eso. Pero sólo el dominio tiene que ver con el miedo y la intimidación, y sólo el dominio está relacionado en este estudio con los cambios en el tono de voz. Cómo cambias tu voz no parece estar relacionado con la cantidad de respeto que ganas".

Grabaciones

En un segundo experimento, los investigadores pidieron a 274 participantes (edades entre 15 y 61) que escucharan un par de grabaciones de audio de una persona haciendo tres afirmaciones. La grabación fue manipulada para aumentar o disminuir el tono de voz entre las afirmaciones primera y tercera. Cada participante escuchó ambas grabaciones, que variaban sólo en la trayectoria de su tono de voz.

"No veían nada ni a nadie, y simplemente hacían juicios sobre la persona de las grabaciones", dice Cheng. "Y encontramos que cuando la voz en la grabación bajaba de tono, la gente juzgaba a la persona como que quería ser más influyente, más potente, más intimidante o más dominante. Pero no creían que la persona estuviera interesada en obtener más respeto".

"Lo que es realmente fascinante del estatus es que, independientemente de qué grupos analices y qué cultura y qué contexto, lo que inevitablemente ocurre es que las personas se dividen en líderes y seguidores, y hay una jerarquía involucrada", dice Cheng. "Nuestro estudio se suma a la evidencia de que los seres humanos, al igual que muchos otros animales, usan sus voces para señalar y afirmar su dominio sobre los demás."

Referencia bibliográfica:

Joey T. Cheng, Jessica L. Tracy, Simon Ho, Joseph Henrich: Listen, follow me: Dynamic vocal signals of dominance predict emergent social rank in humans. Journal of Experimental Psychology: General (2016). DOI: 10.1037/xge0000166.



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1.Publicado por Beatriz BASENJI el 26/04/2016 01:23
No comparto lo expresado por Joey Cheng. En general se admiran las voces que modulan bien , que se oyen con claridad. Lamentablemente hoy hasta los locutores, que debieran ser dueños de una dicción perfecta,a muchos de ellos no se les entiende lo que dicen. En la zona donde pasé mi infancia, el observar que alguien usa tonos de voz bajos, son considerados confidenciales, y no despiertan simpatía, porque se piensa que esa persona utiliza una forma de expresión que raya en lo secreto o lo misterioso. No está abierta a que todos compartan aquello de lo que habla.

2.Publicado por CachiBrasil el 29/04/2016 04:18
Es seguro, sí, que las personas que usan tonos bajos de voz (que no gritan), llegan más a las personas que los escuchan. Los que gritan, o hablan con tonos innecesariamente altos para ser escuchados, muestran un claro estado de alteración y de ansiedad de imposición de sus ideas y opiniones. Es obvio que eso causa rechazo en quienes los escuchan. Diferentemente que Doña Beatriz, en la zona donde pasé mi infancia las personas hablan con tonos claros, sin gritos ni murmuraciones. Y quienes los escuchan no son paranoides que imaginan secretos y misterios.

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