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Nos adentramos en un mundo distópico

Después del coronavirus, nada será como antes


Covid-19 nos encamina hacia un mundo distópico en el que nada volverá a ser como antes. Nuevas pandemias y la emergencia climática marcarán nuestro futuro. Por Héctor Díaz-Alejo (*).


Héctor Díaz-Alejo.
15/04/2020

Imagen de Ajay kumar Singh en Pixabay
Imagen de Ajay kumar Singh en Pixabay
Aldous Huxley, en su libro “Un mundo feliz”, describía una sociedad en la que todos eran aparentemente felices, ya que les habían programado para ello.

En tal mundo ficticio, grandes avances científicos alcanzaron metas como producir humanos sin necesidad de madres, vivir una perpetua juventud hasta la muerte; o erradicar la práctica totalidad de las enfermedades.

Un mundo fantasioso, sin duda. Estamos muy lejos, ética y científicamente, de llegar a tales logros.

El que más plausible y necesario pareciera, lograr la completa salud de la Humanidad, no tiene fecha de entrega ni se la espera.
Queda claro que la profecía del señor Huxley está muy alejada de la realidad actual (al menos en este aspecto).

Memento

Por culpa de una enfermedad, ahora mismo, miles de millones de personas se encuentran confinadas en su casa, en mayor o menor medida.

Hay restricciones mundiales en los movimientos de personas, ya sea para cruzar una frontera o para ir a pasear. No hay en la memoria de la gran mayoría un recuerdo parecido, donde por querer visitar a un amigo te multan.

China, no obstante, sí se ha ido acercando más al argumento de una de esas novelas tan célebres: 1984.

Con su propio Gran Hermano presente en el bolsillo de los ciudadanos, ha logrado controlar la infección pues sabía dónde, cuándo y con quién habían estado los infectados.

Es una situación futurística, pero real. Y en este caso ha resultado muy efectivo.

Lección

La Covid-19 está acabando con miles de vidas y, hasta que no haya vacuna o cura efectiva, se tendrá que mantener un estado de alerta.

Aquellos que dentro de dos meses esperan tener una vida similar a la que había en 2019, es mejor que se desilusionen.

Es fácil caer en el pensamiento del verano en una terraza de una ciudad costera, con una cerveza en la mano y una paella en la reserva del restaurante.

Pero si esos restaurantes playeros repiten las imágenes de abarrotamientos de veranos anteriores, si los locales nocturnos vuelven a llenarse, si las autopistas se atascan de nuevo este agosto, significará que no hemos aprendido la lección.

Otro mundo

No hay en estas palabras intención de descorazonar ni de explicar cómo se ha de actuar, sino de concienciar sobre un mundo que, al menos próximamente, será diferente. 

En un país como España, donde nos hemos basado en el turismo y hostelería como un motor principal, el bloqueo completo del sector nos lanzará a una situación de inestabilidad económica que, a la larga, también podrá ocasionar problemas.

Y una situación de confinamiento estricto como la actual provocará un impuesto sedentarismo que también acarreará otros problemas de salud.

Cuarentena light

La cuarentena, en un momento u otro, deberá abrirse, pero sin relajarse.

El uso de mascarillas para todo ciudadano que esté fuera de su hogar es obligatorio ya en ciertos países. Algo normal porque, si bien no asegura protección individual, sí disminuye la difusión de la infección en la población.

Para que los contagios se minimicen, cabe pensar en que esta medida se extenderá aun cuando el confinamiento cese.

Tampoco podrán hacerse grandes reuniones ni eventos con grandes concentraciones de personas. Celebrar una boda de 150 invitados llegados de muy diversos puntos geográficos no parece algo factible.

Un festival de música, donde miles de jóvenes se reúnen hacinados en tiendas de campaña y atestan los recintos, tampoco.
Y así continuamos con manifestaciones, eventos deportivos, ferias, celebraciones religiosas... Incluso los bares.

Sin colas en los bares

Es muy probable que estos lugares, tan gratos para conversar, funcionen en un futuro no muy distante. Lo que extrañaría mucho es que se volvieran a ver colas por pedir en la barra o restaurantes llenos, con camareros buscando un mínimo hueco para poder poner otra mesa.

La realidad, si queremos seguir conteniendo al virus, será muy diferente: aumento de distancia entre las mesas, aforo máximo muy reducido, restricción al número de personas por mesa, protocolos de higienización antes y después de cruzar la puerta...

En las playas, probablemente, se verá un destino parecido. Un Benidorm repleto, con miles de personas luchando por conseguir un hueco en primera línea, no entra en la mente de las autoridades sanitarias.

Es más que probable que esto también acabe regulado, con un número máximo de personas por metro de playa, por ejemplo.

Estas medidas no dejan de ser confabulaciones propias. Las soluciones más efectivas no se sabrán hasta que no se observen los resultados de lo llevado a cabo aunque, como bien sabemos todos, para limitar la expansión del virus hay que limitar el contacto de personas.

Nuevos comportamientos

Cuando haya una solución a este virus, no obstante, deberemos seguir en guardia. Las pandemias seguirán acechando y es altamente probable que algo parecido ocurra de nuevo.

Pero tampoco podremos descuidar uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta la Humanidad: la emergencia climática.
En nuestra idiosincrasia quedarán grabados comportamientos nuevos destinados a paliar el contagio de enfermedades infecciosas.

Algunos serán altamente beneficiosos para el medio ambiente, como la gran cantidad de personas que a partir de ahora podrán trabajar en casa, sin necesidad de hacer desplazamientos diarios en coche u otro transporte.

Otros, no obstante, tendrán el efecto contrario. A fin de evitar aglomeraciones, se ha pasado de incentivar el transporte público a recomendar utilizar vehículo privado, con la condición de no más de una persona por fila.

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
Nada fácil

En un futuro medio, entonces, habría que asegurar la movilidad pública para evitar un exceso de contaminación por transporte, pero a su vez ésta tendrá que tener suficiente frecuencia para minimizar el número de personas por vehículo. No se prevé tarea fácil.

Los patrones de consumo, así como el ocio y los viajes, también afectarán.

De momento, China se ha movido para prohibir el consumo de ciertos animales, promoviendo políticas de seguridad alimentaria.

Esto, aparte de ser una medida básica de sanidad humana, también beneficiará a ecosistemas permanentemente acosados por un consumo desmedido de animales salvajes.

Cabe preguntarse si esta medida perdurará en el tiempo o, si como ya pasó con el primer SARS, la revocarán a los pocos años.

Si hace un año nos relatan una realidad tal, habríamos pensado que es ciencia ficción.

Mundo distópico

Un mundo donde se limita a la gente salir de su casa, los pocos viandantes llevan mascarilla y, con el fin de restringir el avance de una enfermedad altamente contagiosa nos incitan a utilizar nuestros contaminantes coches y nos prohíben salir a dar un paseo.

Es una situación de emergencia y así lo seguirá siendo al final de la cuarentena. El fin se encontrará cuando haya una cura, una vacuna o cuando la inmunidad de grupo sea tal que no suponga un peligro. En cualquier caso, no parece que vaya a ocurrir a muy corto plazo.

Mientras tanto deberemos adaptarnos a saludarnos a dos metros, a tomar el café en el bar por turnos y a hacer acopio masivo de víveres, para ir a la compra el menor número de veces.

Parece ciertamente un futuro algo distópico, pero también nos servirá para darnos cuenta de que seguimos viviendo en el mundo donde Copérnico nos situó.


(*) Héctor Miguel Díaz-Alejo Guerrero es investigador en el departamento de Producción Animal (Genética) de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid.



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