El título del libro, El encarnizamiento médico con las mujeres, lo dice todo. Juan Gérvas y Mercedes Pérez-Fernández, matrimonio de médicos jubilados, han querido denunciar en su libro la medicalización excesiva que sufren en especial las mujeres. Después de Sano y salvo y La expropiación de la salud, también de la editorial Los Libros del Lince, y también sobre los excesos de la medicina, han querido centrarse en los que sufre el sexo femenino. Y podría haber más libros: “Tenemos datos para tratar otras 50 situaciones de la mujer”.
El título del libro surge de un artículo de 1999. ¿Por qué “encarnizamiento”?
Mercedes: Nos pareció la palabra adecuada para aquel artículo. Nos lo admitieron con la condición de que cambiáramos la palabra, pero no nos daban un sinónimo. Me puse como una mula a cuatro patas, así que tuvimos que publicarlo en una revista de inferior rango.
Juan: La palabra es dura, pero refleja la realidad. La mujer se convierte en carne de cañón. Los excesos médicos parecen algo orquestado para generar un negocio que mueve mucho dinero.
M.: Las mujeres somos carne de cañón, por el contacto que tenemos con la medicina. Si no es por nosotras, es por acompañar a los hijos, por los padres. El contacto es peligroso. “Ya que estoy aquí, míreme noséqué”, y empieza una cascada de pruebas. La mujer es muy vulnerable. Debería empoderarse, aunque es una palabra que no me gusta nada. Se trata de que la mujer sepa, que pueda tener un criterio. “¿Por qué me hacen en el embarazo tantas ecografías?” En el libro citamos una serie de artículos científicos y divulgativos, para que puedan tener una opinión.
Un centro de salud de Barcelona pidió opinión al Comité de Ética de la Red Española de Atención Primaria, presidido por Mercedes, sobre unas mujeres pakistaníes que no querían ser tratadas por ginecólogos hombres. ¿Qué solución dieron?
M.: Hicimos un estudio, y la solución, como casi siempre, no es sí o no. Hay muchas ginecólogas mujeres: si hay pacientes que no quieren un varón, hay montones de soluciones intermedias. Quizás con el tiempo la segunda generación de pakistaníes no tenga problemas. Hay que dar elección, no obligar. Es como lo del velo: ¿Y si mañana yo voy con un pañuelito, con un gorro, a la universidad, me lo van a quitar? De hecho, en los centros de salud hay elección de médicos, dentro de las posibilidades.
J.: El ejemplo sirve como resumen de lo que es el libro. La buena medicina lleva mucho, en general, a la tolerancia ante la diversidad. No hay una persona igual a otra, no es solo que las culturas no sean iguales. El sistema sanitario debería ser tolerante ante la diversidad.
En otros libros denunciaban que los médicos tratan peor a las personas de clase baja, o mayores, y ahora denuncian que es especialmente grave con las mujeres.
J.: Las personas feas o ancianas, de clase baja, resultan mucho menos atractivas y agradables a los médicos. Lo peor es que detrás de esto hay una atribución de inteligencia y de cooperación. No es que la anciana parezca menos atractiva, sino que eso implica, a ojos de quien la trata, menos capacidad de decisión, menos colaboración, menos autonomía. Es terrible, porque generalmente suele ser al revés.
Y no es solo en medicina. A alguien que esté buscando trabajo, el consejo que hay que darle es que lleve los zapatos bien arreglados y limpios.
Es terrible, y especialmente en la mujer, porque se dice también, y lo dicen las feministas en este caso razonablemente, que terminan siendo transparentes, cuando no son sexualmente atractivas, cuando llegan a la ancianidad. Dejan de tener atractivo social, y por supuesto médico.
M.: Cuando una persona es alcohólica, drogadicta, el diagnóstico de cáncer de boca y/o de faringe se retrasa mucho más que el de colon. Solo tienen que abrir la boca para que los diagnostiquen, es muy fácil, pero se les intenta dar puerta. Otro caso: con las mujeres en silla de ruedas, hay un retraso importante en la detección del cáncer de mama.
Si te viene un chico atractivo, que no piensas hacer nada con él, pero es atractivo, la conversación es agradable, sobre la última película… La consulta se alarga mucho más con alguien que te está agradando. Es algo universal, te pasa con todo.
¿Es útil la vacuna contra el virus del papiloma humano?
M.: Mueren unas 700 mujeres al año de cáncer de cuello de útero en España. Cuatro de cada cinco no se han hecho nunca una citología, porque son las de siempre: Prostitutas, drogadictas, marginales, están en la cárcel...
J.: El VPH es causa necesaria, pero no suficiente. Casi el 100% de las mujeres se infectan del VPH, porque lo tenemos en la piel, es el que produce las verrugas. Lo tenemos en cualquier parte de nuestro cuerpo, hemos evolucionado con él. Forma parte de la ecología normal de una vagina, no tiene ninguna repercusión.
Es interesante hacer notar que las vacunas que existen contra el VPH justamente no son contra los virus que en España producen el cáncer de cuello de útero. Es absurdo.
La razón de más peso es que es experimental, nadie sabe lo que va a durar y cuál va a ser su eficacia. El colmo es que todos los estudios que tenemos acerca de su resultado inmediato, a corto plazo, están hechos con mujeres que no son vírgenes, que son a las que se está vacunando, y sobre las vírgenes no tenemos ningún conocimiento.
Lo prudente es una moratoria, como han pedido miles de profesionales en España. No es un problema esencial. Mueren al día 1.000 mujeres en España. Es un problema en el que se podría esperar a que hubiera resultados que avalasen una decisión.
Sin entrar en profundidad en los efectos adversos, en Japón han llevado a dejar de vacunar. Como bien dice la Asociación de Afectadas por la Vacuna del VPH: “No somos antivacunas, por eso nos vacunamos, pero queremos un reconocimiento y una reparación”, y se les ha negado.
M.: Hubo una serie de sociedades médicas que erigieron un monumento al fin del cáncer de cuello de útero. Me pareció una vergüenza, un insulto. Además se está usando de forma terapéutica, no preventiva, lo cual es inentendible.
J.: Indignamente, contra el conocimiento científico, se está empleando la vacuna de un modo terapéutico, para eliminar el virus. Y no es gratis, cuesta 300 euros. Es muy indigno.
¿Qué opinan de los fármacos para anular la menstruación?
M.: Queremos que la vida no tenga dolor ni sufrimiento, y ser siempre jóvenes, bellos, y no morirnos. Esa es la causa original de la medicalización. Los médicos tenemos culpa, pero hay muchas causas que colusionan. Ni es el paciente, ni el médico, ni las industrias: es la sociedad, que se ha convertido en una sociedad absolutamente lúdica. Queremos que todo sea estupendo, fenomenal.
J: Y eso es imposible. El mundo ideal no existe, más allá de lo ideal que ya es el nuestro, que es increíble, como abrir el grifo y que haya agua. O un sistema sanitario de cobertura universal. Si no es un mundo ideal, estamos cerca de él.
Se llega a enunciar, y no es broma, que la menstruación está obsoleta. La menstruación en una mujer prehistórica de hace 200 mil años prácticamente no existía: tenía un embarazo detrás de otro, y luego moría. Había tenido dos o tres reglas si acaso. Esto ha ido cambiando, pero la menstruación constituye un hecho fisiológico normal, y alterarlo sin necesidad médica, no conlleva nada positivo.
El título del libro surge de un artículo de 1999. ¿Por qué “encarnizamiento”?
Mercedes: Nos pareció la palabra adecuada para aquel artículo. Nos lo admitieron con la condición de que cambiáramos la palabra, pero no nos daban un sinónimo. Me puse como una mula a cuatro patas, así que tuvimos que publicarlo en una revista de inferior rango.
Juan: La palabra es dura, pero refleja la realidad. La mujer se convierte en carne de cañón. Los excesos médicos parecen algo orquestado para generar un negocio que mueve mucho dinero.
M.: Las mujeres somos carne de cañón, por el contacto que tenemos con la medicina. Si no es por nosotras, es por acompañar a los hijos, por los padres. El contacto es peligroso. “Ya que estoy aquí, míreme noséqué”, y empieza una cascada de pruebas. La mujer es muy vulnerable. Debería empoderarse, aunque es una palabra que no me gusta nada. Se trata de que la mujer sepa, que pueda tener un criterio. “¿Por qué me hacen en el embarazo tantas ecografías?” En el libro citamos una serie de artículos científicos y divulgativos, para que puedan tener una opinión.
Un centro de salud de Barcelona pidió opinión al Comité de Ética de la Red Española de Atención Primaria, presidido por Mercedes, sobre unas mujeres pakistaníes que no querían ser tratadas por ginecólogos hombres. ¿Qué solución dieron?
M.: Hicimos un estudio, y la solución, como casi siempre, no es sí o no. Hay muchas ginecólogas mujeres: si hay pacientes que no quieren un varón, hay montones de soluciones intermedias. Quizás con el tiempo la segunda generación de pakistaníes no tenga problemas. Hay que dar elección, no obligar. Es como lo del velo: ¿Y si mañana yo voy con un pañuelito, con un gorro, a la universidad, me lo van a quitar? De hecho, en los centros de salud hay elección de médicos, dentro de las posibilidades.
J.: El ejemplo sirve como resumen de lo que es el libro. La buena medicina lleva mucho, en general, a la tolerancia ante la diversidad. No hay una persona igual a otra, no es solo que las culturas no sean iguales. El sistema sanitario debería ser tolerante ante la diversidad.
En otros libros denunciaban que los médicos tratan peor a las personas de clase baja, o mayores, y ahora denuncian que es especialmente grave con las mujeres.
J.: Las personas feas o ancianas, de clase baja, resultan mucho menos atractivas y agradables a los médicos. Lo peor es que detrás de esto hay una atribución de inteligencia y de cooperación. No es que la anciana parezca menos atractiva, sino que eso implica, a ojos de quien la trata, menos capacidad de decisión, menos colaboración, menos autonomía. Es terrible, porque generalmente suele ser al revés.
Y no es solo en medicina. A alguien que esté buscando trabajo, el consejo que hay que darle es que lleve los zapatos bien arreglados y limpios.
Es terrible, y especialmente en la mujer, porque se dice también, y lo dicen las feministas en este caso razonablemente, que terminan siendo transparentes, cuando no son sexualmente atractivas, cuando llegan a la ancianidad. Dejan de tener atractivo social, y por supuesto médico.
M.: Cuando una persona es alcohólica, drogadicta, el diagnóstico de cáncer de boca y/o de faringe se retrasa mucho más que el de colon. Solo tienen que abrir la boca para que los diagnostiquen, es muy fácil, pero se les intenta dar puerta. Otro caso: con las mujeres en silla de ruedas, hay un retraso importante en la detección del cáncer de mama.
Si te viene un chico atractivo, que no piensas hacer nada con él, pero es atractivo, la conversación es agradable, sobre la última película… La consulta se alarga mucho más con alguien que te está agradando. Es algo universal, te pasa con todo.
¿Es útil la vacuna contra el virus del papiloma humano?
M.: Mueren unas 700 mujeres al año de cáncer de cuello de útero en España. Cuatro de cada cinco no se han hecho nunca una citología, porque son las de siempre: Prostitutas, drogadictas, marginales, están en la cárcel...
J.: El VPH es causa necesaria, pero no suficiente. Casi el 100% de las mujeres se infectan del VPH, porque lo tenemos en la piel, es el que produce las verrugas. Lo tenemos en cualquier parte de nuestro cuerpo, hemos evolucionado con él. Forma parte de la ecología normal de una vagina, no tiene ninguna repercusión.
Es interesante hacer notar que las vacunas que existen contra el VPH justamente no son contra los virus que en España producen el cáncer de cuello de útero. Es absurdo.
La razón de más peso es que es experimental, nadie sabe lo que va a durar y cuál va a ser su eficacia. El colmo es que todos los estudios que tenemos acerca de su resultado inmediato, a corto plazo, están hechos con mujeres que no son vírgenes, que son a las que se está vacunando, y sobre las vírgenes no tenemos ningún conocimiento.
Lo prudente es una moratoria, como han pedido miles de profesionales en España. No es un problema esencial. Mueren al día 1.000 mujeres en España. Es un problema en el que se podría esperar a que hubiera resultados que avalasen una decisión.
Sin entrar en profundidad en los efectos adversos, en Japón han llevado a dejar de vacunar. Como bien dice la Asociación de Afectadas por la Vacuna del VPH: “No somos antivacunas, por eso nos vacunamos, pero queremos un reconocimiento y una reparación”, y se les ha negado.
M.: Hubo una serie de sociedades médicas que erigieron un monumento al fin del cáncer de cuello de útero. Me pareció una vergüenza, un insulto. Además se está usando de forma terapéutica, no preventiva, lo cual es inentendible.
J.: Indignamente, contra el conocimiento científico, se está empleando la vacuna de un modo terapéutico, para eliminar el virus. Y no es gratis, cuesta 300 euros. Es muy indigno.
¿Qué opinan de los fármacos para anular la menstruación?
M.: Queremos que la vida no tenga dolor ni sufrimiento, y ser siempre jóvenes, bellos, y no morirnos. Esa es la causa original de la medicalización. Los médicos tenemos culpa, pero hay muchas causas que colusionan. Ni es el paciente, ni el médico, ni las industrias: es la sociedad, que se ha convertido en una sociedad absolutamente lúdica. Queremos que todo sea estupendo, fenomenal.
J: Y eso es imposible. El mundo ideal no existe, más allá de lo ideal que ya es el nuestro, que es increíble, como abrir el grifo y que haya agua. O un sistema sanitario de cobertura universal. Si no es un mundo ideal, estamos cerca de él.
Se llega a enunciar, y no es broma, que la menstruación está obsoleta. La menstruación en una mujer prehistórica de hace 200 mil años prácticamente no existía: tenía un embarazo detrás de otro, y luego moría. Había tenido dos o tres reglas si acaso. Esto ha ido cambiando, pero la menstruación constituye un hecho fisiológico normal, y alterarlo sin necesidad médica, no conlleva nada positivo.
¿Es la anestesia epidural un arma de doble filo, que por un lado anula el dolor del parto, pero por otro hace que la gente renuncie a prepararse para el parto de otras maneras?
M.: El parto es una cosa fisiológica, pero tiene sus momentos, sobre todo la expulsión, de dolor. Pero el dolor hay muchas maneras de controlarlo, sin ir a algo tan bestial que necesite un segundo médico, como la epidural. Vivir duele. Una amiga mía, que es religiosa, no le pide a Dios que no le mande cosas adversas, sino fuerzas para poderlo llevar.
J.: La epidural anestesia, pero tiene un coste, no económico, que también, sino de inmovilización, de requerir un anestesista, de requerir hospitalización, de complicaciones como fiebre, parálisis. Tiene ventajas e inconvenientes, no es una panacea. Y si la mujer espera que el único remedio del dolor sea la epidural, puede abandonar otros métodos tan sencillos como el de la preparación al parto, con sus ejercicios, o el control de la respiración, que disminuye el dolor por sí mismo. O incluso el empleo de algunos medicamentos temporalmente. Se renuncia a estos métodos de control del dolor con la expectativa de su anulación completa.
Se trata de que si te ofrecen la epidural, te cuenten las ventajas e inconvenientes. Y que no se elija la epidural por el pánico al dolor, sino razonablemente, sensatamente. En la césarea se aplica anestesia epidural, y en las mejores condiciones del mundo, las cesáreas producen una muerte cada 100.000. La mortalidad materna en España está en torno al 4 por 100.000, así que la césarea añade un 25% más.
M.: En todo caso, ya hay hospitales que tienen un parto mucho más natural, menos medicalizado, con la mujer en una posición más natural para el parto. El embarazo, que era un tiempo de buena esperanza, se ha convertido en un verdadero martirio.
Insisten en que el libro no es ‘feminista’.
J.: Hemos tenido problemas con el feminismo. Una feminista nos dijo que qué era eso de que defendamos dar la teta en lugares públicos. Lo que defendemos es que si te pilla en un lugar público… hay que ser práctico. No es un libro feminista, porque es extraordinariamente difícil contentar a todas las corrientes feministas, así que hemos renunciado. Es imposible contentar a todo el mundo.
También hay debate dentro del feminismo sobre los vientres de alquiler, tema que también tratamos en el libro. El campo femenino, por desgracia, no tiene una sola voz, sino una multitud, que muchas veces se oponen y se debilitan.
Lo ponemos en el prólogo: no es un libro feminista, ni de autoayuda, ni de medicina. No queríamos escribir el libro, ni los anteriores, porque nosotros mismos ya lo habíamos publicado todo, pero nos insistieron nuestros hijos, y a la gente les viene bien tenerlos. La información ya existe, pero hay mucho ruido alrededor.
¿Que haya más mujeres en la medicina no ha beneficiado al tratamiento a la mujer?
J.: No. La feminización de las profesiones sanitarias no ha provocado, lamentablemente, un mejor tratamiento de los problemas femeninos. Las [profesionales] mujeres no son más sensibles, y reproducen el esquema previo, que básicamente es autoritario. Se ejerce el mismo autoritarismo sobre los enfermos mentales. Reproducen la estructura, que es una estructura de poder.
Lamentan en el libro que no se informe lo suficiente de las prostitutas asesinadas, y que no estén incluidas en la violencia de género.
J.: Es un grupo muy expuesto a la violencia, marginado, minoritario. Es increíble que no haya entrado en la definición. Y sí, simbólicamente, es muy expresivo que estas muertes suelan aparecer en noticias pequeñas, y sin embargo la violencia de género ocupe las portadas; que debe ser así, pero también las otras.
M.: Si no hay relación, no es violencia de género. No tiene ni pies ni cabeza.
Salvando las distancias, ¿se podría decir que la cirugía estética vulvar es una ablación disimulada?
J.: El mejor informe sobre la cirugía genital femenina es australiano, y empieza comparando la ablación ritual con la cirugía. Hay un menosprecio al envejecimiento: cuando se pone una vulva infantil como ideal se está despreciando el curso de la vida. El estado perfecto, se dice, es el de la vulva de cerdito de hucha.
M.: No hay una vulva ideal, como no hay una nariz ideal. Con todo, creo que no son comparables la ablación y la cirugía. En África se hacen verdaderas bestialidades, a veces se mueren. Le quitan a la mujer todo, su goce. Y allí es obligatorio.
J.: La vulva es una zona muy especial, muy sensible, donde conviene no tocar nada. Pasa igual con los implantes mamarios. Empieza a ser frecuente que a las camareras de verano se les pida que tenga un buen pecho. Deberían pedirles que sea corteses, que sonrían. Empieza a ser algo brutal; y ya no es algo cultural, que se miren ellas entre sí, sino que se exige para determinados puestos de trabajo. Es un afán de normalizarlo todo para transformarlo en negocio.
M.: Toda la vida ha habido anuncios machistas, se ha pedido “buena presencia”. Pero ya no se disimula. Lo de la fealdad es muy relativo, con que no vaya sucia, que no le huela la boca...
¿Qué opinan de la flibanserina, la llamada ‘viagra femenina’?
J.: Hay que reseñar las diferencias: el hombre se puede tomar la suya de una vez, mientras que la mujer tiene que tomársela de forma continuada. En el varón es un problema hidráulico: tiene el deseo, y lo que necesita es la erección. En la mujer no es un problema hidráulico, no puede haber una solución instantánea, y si la hay, no es lo que se vende. Hay que tomarla todos los días, para tener medio encuentro sexual satisfactorio más al mes.
M.: La flibanserina era un mal antidepresivo, mientras que la viagra masculina no era un medicamento antes.
J.: Además la femenina tiene grandes inconvenientes si se toma alcohol, que está muy asociado al sexo.
M.: El parto es una cosa fisiológica, pero tiene sus momentos, sobre todo la expulsión, de dolor. Pero el dolor hay muchas maneras de controlarlo, sin ir a algo tan bestial que necesite un segundo médico, como la epidural. Vivir duele. Una amiga mía, que es religiosa, no le pide a Dios que no le mande cosas adversas, sino fuerzas para poderlo llevar.
J.: La epidural anestesia, pero tiene un coste, no económico, que también, sino de inmovilización, de requerir un anestesista, de requerir hospitalización, de complicaciones como fiebre, parálisis. Tiene ventajas e inconvenientes, no es una panacea. Y si la mujer espera que el único remedio del dolor sea la epidural, puede abandonar otros métodos tan sencillos como el de la preparación al parto, con sus ejercicios, o el control de la respiración, que disminuye el dolor por sí mismo. O incluso el empleo de algunos medicamentos temporalmente. Se renuncia a estos métodos de control del dolor con la expectativa de su anulación completa.
Se trata de que si te ofrecen la epidural, te cuenten las ventajas e inconvenientes. Y que no se elija la epidural por el pánico al dolor, sino razonablemente, sensatamente. En la césarea se aplica anestesia epidural, y en las mejores condiciones del mundo, las cesáreas producen una muerte cada 100.000. La mortalidad materna en España está en torno al 4 por 100.000, así que la césarea añade un 25% más.
M.: En todo caso, ya hay hospitales que tienen un parto mucho más natural, menos medicalizado, con la mujer en una posición más natural para el parto. El embarazo, que era un tiempo de buena esperanza, se ha convertido en un verdadero martirio.
Insisten en que el libro no es ‘feminista’.
J.: Hemos tenido problemas con el feminismo. Una feminista nos dijo que qué era eso de que defendamos dar la teta en lugares públicos. Lo que defendemos es que si te pilla en un lugar público… hay que ser práctico. No es un libro feminista, porque es extraordinariamente difícil contentar a todas las corrientes feministas, así que hemos renunciado. Es imposible contentar a todo el mundo.
También hay debate dentro del feminismo sobre los vientres de alquiler, tema que también tratamos en el libro. El campo femenino, por desgracia, no tiene una sola voz, sino una multitud, que muchas veces se oponen y se debilitan.
Lo ponemos en el prólogo: no es un libro feminista, ni de autoayuda, ni de medicina. No queríamos escribir el libro, ni los anteriores, porque nosotros mismos ya lo habíamos publicado todo, pero nos insistieron nuestros hijos, y a la gente les viene bien tenerlos. La información ya existe, pero hay mucho ruido alrededor.
¿Que haya más mujeres en la medicina no ha beneficiado al tratamiento a la mujer?
J.: No. La feminización de las profesiones sanitarias no ha provocado, lamentablemente, un mejor tratamiento de los problemas femeninos. Las [profesionales] mujeres no son más sensibles, y reproducen el esquema previo, que básicamente es autoritario. Se ejerce el mismo autoritarismo sobre los enfermos mentales. Reproducen la estructura, que es una estructura de poder.
Lamentan en el libro que no se informe lo suficiente de las prostitutas asesinadas, y que no estén incluidas en la violencia de género.
J.: Es un grupo muy expuesto a la violencia, marginado, minoritario. Es increíble que no haya entrado en la definición. Y sí, simbólicamente, es muy expresivo que estas muertes suelan aparecer en noticias pequeñas, y sin embargo la violencia de género ocupe las portadas; que debe ser así, pero también las otras.
M.: Si no hay relación, no es violencia de género. No tiene ni pies ni cabeza.
Salvando las distancias, ¿se podría decir que la cirugía estética vulvar es una ablación disimulada?
J.: El mejor informe sobre la cirugía genital femenina es australiano, y empieza comparando la ablación ritual con la cirugía. Hay un menosprecio al envejecimiento: cuando se pone una vulva infantil como ideal se está despreciando el curso de la vida. El estado perfecto, se dice, es el de la vulva de cerdito de hucha.
M.: No hay una vulva ideal, como no hay una nariz ideal. Con todo, creo que no son comparables la ablación y la cirugía. En África se hacen verdaderas bestialidades, a veces se mueren. Le quitan a la mujer todo, su goce. Y allí es obligatorio.
J.: La vulva es una zona muy especial, muy sensible, donde conviene no tocar nada. Pasa igual con los implantes mamarios. Empieza a ser frecuente que a las camareras de verano se les pida que tenga un buen pecho. Deberían pedirles que sea corteses, que sonrían. Empieza a ser algo brutal; y ya no es algo cultural, que se miren ellas entre sí, sino que se exige para determinados puestos de trabajo. Es un afán de normalizarlo todo para transformarlo en negocio.
M.: Toda la vida ha habido anuncios machistas, se ha pedido “buena presencia”. Pero ya no se disimula. Lo de la fealdad es muy relativo, con que no vaya sucia, que no le huela la boca...
¿Qué opinan de la flibanserina, la llamada ‘viagra femenina’?
J.: Hay que reseñar las diferencias: el hombre se puede tomar la suya de una vez, mientras que la mujer tiene que tomársela de forma continuada. En el varón es un problema hidráulico: tiene el deseo, y lo que necesita es la erección. En la mujer no es un problema hidráulico, no puede haber una solución instantánea, y si la hay, no es lo que se vende. Hay que tomarla todos los días, para tener medio encuentro sexual satisfactorio más al mes.
M.: La flibanserina era un mal antidepresivo, mientras que la viagra masculina no era un medicamento antes.
J.: Además la femenina tiene grandes inconvenientes si se toma alcohol, que está muy asociado al sexo.
"La medicina no es una ciencia"
“En el libro intentamos recoger hechos, a sabiendas de que no hay ciencia neutra. No nos importa que el libro destile emoción, nos conmueven y emocionan las cosas.” Gérvas y Pérez-Fernández destilan una rara, por inusual, mezcla de humanidad y pasión por la ciencia. “En último término, el científico no puede tener una seguridad en sus conclusiones”, dice Gérvas.
“La medicina no es una ciencia, tiene mucho de arte”, añade Pérez-Fernández. “Pero se ha quedado en la técnica”. Gérvas insiste: “La medicina tiene poco de ciencia. Tiene un componente científico, y cuanto más mejor, pero también otro práctico muy importante, y uno clave humanístico”.
“Muchas veces el problema es que no se sabe lo que funciona y lo que no”, dice Mercedes. “Tarda 20 años en saberse si una vacunación es eficaz. Hay que atender los valores del paciente, ver lo que quiere.” Juan resume: “Son las tres C: Ciencia, conciencia -empatía, piedad- y coraje. No es nada fácil decir lo que decimos. Lo cómodo es callar y dejar que las cosas sucedan”.
“En el libro intentamos recoger hechos, a sabiendas de que no hay ciencia neutra. No nos importa que el libro destile emoción, nos conmueven y emocionan las cosas.” Gérvas y Pérez-Fernández destilan una rara, por inusual, mezcla de humanidad y pasión por la ciencia. “En último término, el científico no puede tener una seguridad en sus conclusiones”, dice Gérvas.
“La medicina no es una ciencia, tiene mucho de arte”, añade Pérez-Fernández. “Pero se ha quedado en la técnica”. Gérvas insiste: “La medicina tiene poco de ciencia. Tiene un componente científico, y cuanto más mejor, pero también otro práctico muy importante, y uno clave humanístico”.
“Muchas veces el problema es que no se sabe lo que funciona y lo que no”, dice Mercedes. “Tarda 20 años en saberse si una vacunación es eficaz. Hay que atender los valores del paciente, ver lo que quiere.” Juan resume: “Son las tres C: Ciencia, conciencia -empatía, piedad- y coraje. No es nada fácil decir lo que decimos. Lo cómodo es callar y dejar que las cosas sucedan”.