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Una investigación saca de la oscuridad la participación femenina en las guerras

Muchas mujeres permanecieron en la retaguardia pero algunas tomaron partido como soldados


Una investigadora de la Universidad Carlos III de Madrid está sacando de la oscuridad histórica a las mujeres que han participado en las guerras, no solo en la retaguardia, como enfermeras o prostitutas, sino también en el frente, en ocasiones disfrazadas de hombres. La historiadora resalta que en muchas ocasiones se ha ocultado esa participación por la perplejidad de las autoridades militares.


UC3M/T21
30/10/2012

En muchos países Aliados se animó a las mujeres a unirse a las fuerzas armadas durante la II Guerra Mundial. Fuente: Wikimedia Commons.
En muchos países Aliados se animó a las mujeres a unirse a las fuerzas armadas durante la II Guerra Mundial. Fuente: Wikimedia Commons.
Uno de los mitos más sobresalientes en la historia cultural de Occidente es la oposición entre mujeres y guerra. Eso afirma la profesora Montserrat Huguet, del Departamento de Humanidades: Historia, Geografía y Arte de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), que investiga la presencia de la mujer en la historiografía contemporánea tradicional, según esta nota de prensa de la institución.

Uno de los argumentos que han dado por sentado este enfoque es la función protectora de la familia, encomendada culturalmente a los hombres. Otro mito es el que asocia mujeres con debilidad y hombres con fortaleza. En cambio, la historia cotidiana muestra que no todos los hombres son personas fuertes y valientes, y que sí lo son muchas mujeres, capaces de soportar castigos físicos, tareas penosísimas, dolores inimaginables. “La guerra se aprende, como tantos otros oficios, y aquí el género es irrelevante”, explica la profesora Huguet.

Las mujeres siempre han estado presentes en las guerras, antiguas y contemporáneas, y por lo general muy a su pesar, pues han sido víctimas. Cuestión distinta es que hayan formado –libre y legalmente- parte de la tropa o combatido en el frente, porque su puesto habitual era en la retaguardia (en la alimentación, asistencia a los heridos, como prostitutas o incluso en labores de espionaje), como sí aparece reflejado en los relatos de la historia.

"Las mujeres aún siendo fuertes o aguerridas, no debían entrar en liza pues su sola presencia entre la tropa podía tomarse como un rasgo de debilidad por el enemigo. Pero también es cierto que cuando las jóvenes se ponían un uniforme y empuñaban un fusil –como en el caso de las chicas disfrazadas de soldados varones en la Guerra de Secesión (1861-65)- las autoridades militares quedaban perplejas y procuraban no registrar sus acciones en los cuadernos de campo, extendiendo así un manto de silencio, que luego se traducía en falta de datos para la elaboración de la historia”, señala la profesora Huguet. “Afortunadamente, la ampliación de las fuentes archivísticas ha permitido ir reconstruyendo trayectorias y acciones de las mujeres en armas”.

Heroínas de andar por casa

En muchas ocasiones han sido ellas quienes han incitado y promovido los conflictos armados, como evidencia la invención de los nacionalismos durante el siglo XIX. En principio las jóvenes naciones procuran situarlas al margen de la lucha en la calle, pero también asocian a las mujeres al concepto femenino de patria, concibiéndolas como madres de los héroes y abanderadas de la nación, como ocurre por ejemplo con el símbolo de la Marianne francesa. “Se convierten –dice Huguet- en lo que me gusta denominar heroínas de andar por casa”.

De las dos guerras mundiales del siglo XX quizá merezca destacar más que el afán bélico de las mujeres, su adhesión al pacifismo. La memoria de los estragos de la I Guerra Mundial era tan cercana que, en vísperas de la segunda, una veterana pacifista británica llamada Helena Swanwick publicó The Roots of War (1938) y se suicidó al año siguiente, desesperada porque el movimiento no había logrado detener una nueva guerra.

En 1940, las pacifistas estadounidenses solicitaron un esfuerzo nacional en favor del respeto a la objeción de conciencia. Existía la Selective Training and Service Act que permitía dicha objeción por razones religiosas, pero en la práctica no se admitían las solicitudes y los jóvenes objetores eran encarcelados en campos. Sus mujeres les acompañaban, solidarias con su causa. Estas Conscientious Objectors Girls se ocupaban de las tareas asistenciales en el campo.

En cada país existe una extensa nómina de mujeres que ejercieron activismos pacifistas ya a finales del siglo XIX. En este sentido, las estadounidenses han sido las pioneras por número y anticipación en los propósitos del pacifismo contemporáneo y global. “Encontramos asociaciones pacifistas en Estados Unidos ya en torno a 1815, vinculadas a las iglesias protestantes (anabaptistas, por ejemplo), como The New York Peace Society y The Massachussets Peace Society”.

Más adelante, en el siglo XX, uno de los enfoques del pacifismo de las mujeres creció sin embargo a la par que el feminismo militarista y ambas posturas feministas fueron vistas desde mediados del siglo XX como caras opuestas y compatibles de un mismo proceso: el control de las mujeres de sus decisiones y opciones vitales. ¿Por qué iba a vincularse a todas las mujeres con una opinión antimilitarista cuando un segmento importante de ellas pretendía precisamente el acceso a los ejércitos en plena igualdad con los varones?

Las mujeres durante la Guerra Civil

En el caso de España, destaca el caso de las republicanas en la Guerra Civil, cuando en plena revolución social y alentadas por un discurso igualitario, se animaron a presentarse voluntarias al combate, en batallones y milicias.

Pero un Decreto de octubre de 1936 reorganizó sin embargo las Milicias Populares llamándolas a desempeñar tareas de auxilio lejos del frente, en las llamadas Brigadas de trabajo o Trincheras de producción. Pese a tener prohibido el combate, algunas mujeres no aceptaron que se las apartara del frente, como Rosario Sánchez Mora (Dinamitera) o Aida Lafuente (conocida como Libertaria, Niní o Nina), que afrontaron los mismos riesgos que los hombres sin inmutarse.

La idea de trabajar en esta línea de investigación tiene que ver con la aproximación progresiva a los temas de género desde la perspectiva de los estudios globales a los que lleva dedicada desde su formación doctoral la profesora Montserrat Huguet. “En España, y pese a que la Historia Internacional es ya un campo bien cultivado y con excelentes resultados, hay parcelas aún no tratadas como merece su importancia. Es el caso de las mujeres, su presencia y aportaciones a la historia internacional de los conflictos, las negociaciones y la paz”, resume.

Según la investigadora, el estudio de este tema tiene importancia, además de académica, por su aporte a la elaboración de la cultura cívica de las sociedades contemporáneas. “Es fundamental sentar las bases científicas de la participación de las mujeres en la construcción histórica de dicha cultura, abordando no solo su activismo social sino también el que ha tenido que ver con la defensa de las naciones”, concluye.



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