CONO SUR: J. R. Elizondo

Bitácora

18votos
Intrusos en la agenda José Rodríguez Elizondo

Michelle Bachelet está advertida. Su sola asistencia a la Cumbre Energética de Sudamérica, en Venezuela, que comienza hoy, la obligará a definirse sobre temas como los siguientes: políticas antagónicas de George W. Bush y Hugo Chávez, estrategia para la dominación global, alternativa lulo-bushista sobre bíocombustibles, poder de convocatoria del líder venezolano, arrogancia de Chile y tendencias internas de la Concertación.

¿No será como mucho?

Por cierto, pero eso es lo que cree el ex Ministro de Defensa, ex Canciller y ex Vicepresidente venezolano José Vicente Rangel. En reciente y dominguera columna para La Tercera, este fogueado político dijo que “asistir o no asistir (a la Cumbre) constituye una definición” y que la única indefinida, hasta el momento, es nuestra Presidenta. “Los otros participantes tienen posiciones tomadas (…) en cambio, Bachelet es una incógnita”, explicó.

Obviamente, él supone que esa incógnita es sólo una manera táctica de soslayar discrepancias con el canciller Alejandro Foxley y el sector “gutista” de la Democracia Cristiana, aliado con los viejos opositores copeyanos de Chávez. Todo esto lo expresa con suspicacia transparente: “para nadie es un secreto la manera como se ‘bate el cobre’ en la Cancillería chilena respecto del ‘caso venezolano’ ”.

A renglón seguido, el ex vicetodo colige que “parte del desafío” para Bachelet sería asumir el liderazgo de Chávez y aceptar que Chile “no es nación aparte”. Con adulación un pelín tosca, dulcifica tal emplazamiento diciendo que “la hija del general encarará con coraje e inteligencia este desafío, como lo ha hecho en otros momentos de su vida”.

¿Qué bicho picó a tan prominente personaje para pretender fijar la agenda exterior de Chile?

Imitándole la audacia, yo diría que está reconcursando ante su líder. Quizás Chávez le puso mala cara cuando, recién salido de la Vicepresidencia, Rangel dijo que era “inquietante” percibir al líder por sobre las instituciones. Aunque sin nombrarlo, reprochó a su sucesor en el cargo, Jorge Rodríguez, por haber dicho que los venezolanos estaban en “la dictadura de la democracia verdadera”. “Yo no creo que haya dictadores democráticos” sentenció, agregando que Chávez debía “fortalecer las instituciones”.

Si esa franqueza le trajo un tirón de orejas, hoy Rangel estaría emulando el ultrismo marxiano de Rodríguez, para no quedarse en la banca. Al efecto, comenzó con un repliegue táctico, diciendo “yo no tengo ninguna objeción a las políticas que están siendo adoptadas” (entrevista en La Tercera de 18 de marzo) y siguió con su glosado emplazamiento a Bachelet. Por lo visto, tuvo éxito, pues Chávez se subió por el último chorro. Cuatro días después, declaró –entre otras sutilezas estentóreas- que nuestro Senado estaba dominado por “la extrema derecha fascista”.

Con todo, Rangel fue muy sensato, en la entrevista del 18, respecto a los vínculos diplomáticos. Una buena relación, reconoció, refleja tanto los intereses de Chile como de Venezuela y “no debería tener un signo ideológico”. Y tiene razón. Ni Bachelet ni Chávez están para darse lecciones, pues saben (mejor ella que él) que la amistad internacional limita con el intrusismo.

José Rodríguez Elizondo
Martes, 17 de Abril 2007



Facebook Twitter LinkedIn Digg Google Meneame Viadeo Pinterest

Bitácora

9votos
Picardía boliviana José Rodríguez Elizondo

La periodista Brenda Romero, del diario boliviano La Razón, me pidió una opinión escrita sobre el reciente homenaje chileno a Eduardo Abaroa, heroe boliviano de la guerra del Pacífico. Le interesaba saber si eso significaba el reconocimiento de una deuda por parte de Chile. Puso a mi disposicion 1.700 caracteres y agregó: “Por política del periódico no podemos hacer cambios en su nota, por ello le pedimos que sea exacto en el número de caracteres”.

En el primer párrafo de mi respuesta (que se ceñía rigurosamente al espacio asignado) dije que el homenaje a Abaroa era “un acto de nobleza intrinseca” y no debía entenderse como pago de nada. Añadí: “Los héroes –así quiero creerlo- entenderían mejor que nadie aquello que dicen que dijo Atahualpa: ‘usos son de la guerra vencer y ser vencido’ ”.

El día 10 de abril ese párrafo fue publicado de la siguiente manera: “Los héroes –así quiero creerlo- entenderían mejor que nadie use aquello que dicen que dijo Atahualpa: ‘usos son de la guerra vencer y ser vencido’ ”.

Contrariando la invocada política del periódico, se había insertado la forma verbal “use”. Sus tres letras cambiaron totalmente el sentido de la cita incaica. ¿Lapsus freudiano o picardía de editor?

A continuacion, el texto íntegro de mi envío:

EL HEROE ABAROA
JOSE RODRIGUEZ ELIZONDO

El homenaje que rendirán autoridades y fuerzas militares chilenas a Eduardo Abaroa, en Calama, se enmarca en el antiquísimo culto a los héroes. En este caso, el culto a un héroe que murió combatiendo contra Chile. Es, por tanto, un acto de nobleza intrínseca, que no debiera mezclarse con eventuales cobros ni aceptaciones de deudas históricas. Los héroes –así quiero creerlo- entenderían mejor que nadie aquello que dicen que dijo Atahualpa: “usos son de la guerra vencer y ser vencido”.


Por otra parte, la iniciativa de este homenaje viene desde el alto mando del Ejército de Chile. Esto obliga a enfocarlo como una importante medida de fomento de la confianza entre chilenos y bolivianos. En lo fundamental, porque exorciza un fantasma boliviano recurrente, según el cual serían nuestros militares el principal escollo para cualquier tipo de diálogo con Bolivia.

La verdad es que, desde la toma de posesión de Evo Morales y de Michelle Bachelet, ha madurado notablemente la relación entre los mandos castrenses de nuestros dos países. Ya bajo la jefatura del general Juan Emilio Cheyre, el Museo Historico-Militar del Ejército inauguró una placa rindiendo homenaje a los soldados bolivianos y peruanos que murieron defendiendo sus patrias. Luego, el general Oscar Izurieta, sucesor de Cheyre, hizo a su homólogo boliviano, general Freddy Bersatti, un regalo del mayor simbolismo: un fusil boliviano recogido durante la guerra.

Reconozcamos, entonces, el honor y el valor de Abaroa, como insumo de una mejor relación futura.

José Rodríguez Elizondo
Sábado, 14 de Abril 2007



Facebook Twitter LinkedIn Digg Google Meneame Viadeo Pinterest

Bitácora

9votos
¿Qué pasó con las izquierdas renovadas? José Rodríguez Elizondo

En 1995 publiqué un librito analizando la “crisis y renovación de las izquierdas” en América Latina. Hoy me tienta escribir una segunda parte: la crisis de las izquierdas renovadas.
De hacerlo, excluiría al aprismo peruano, pues nació como izquierda renovada, en cuanto alternativa a los socialismos y comunismos euroasiáticos.

Tomaría como modelo a las izquierdas chilenas, que fueron el orgullo de sus maestros foráneos: formaron el único gobierno latinoamericano de Frente Popular, en los años 40 y en 1970 instalaron, sin ruptura institucional, un gobierno hegemonizado por marxistas, leninistas y castristas.

Entre el golpe de 1973, el fin de la guerra fría y la salida de Pinochet, los primeros actores de esas izquierdas tomaron senderos bifurcados. Los socialistas, seducidos por el bello pragmatismo hispano de Felipe González, se renovaron a concho, uniéndose a democristianos, liberales progres y otros izquierdistas sueltos. Así formaron la Concertación, hasta hoy gobernante. Los comunistas, ensimismados en sus dogmas, se burlaron de los “renovados” y se autoexcluyeron del juego.

Diecisiete años después, está claro que ni los renovados ni los irrenovables han levantado un referente que no sea calco ni copia, como quería Mariátegui. Los primeros aparecen como hermanos sabios, pero extrasistémicos, de ultras, anarquistas, ecologistas, humanistas variopintos y reivindicacionistas de cualquier opción sexual. Los segundos aparecen como segundones de quienes, dentro y fuera del gobierno, ejercen el “pensamiento fuerte” del liberalismo económico, incluso en la diplomacia vecinal.

Así, aunque algunos luzcan díscolos, los izquierdistas renovados hoy disfrutan de un sistema electoral que les garantiza cupos paritarios con los opositores, marginando a cualquier organización que represente un tercer aire. Por lo demás, como en todos los partidos sistémicos, obedecen a estructuras cupulares, ante las cuales el militante de base poco tiene que aportar.

Modus vegetandi

En los sótanos del poder político, ese modus vegetandi ha favorecido una convergencia real entre izquierdas y derechas. Esto, obviamente, es una gran victoria para las segundas, que no necesitan asumir responsabilidades de gobierno para influir en los destinos del país. La mejor prueba se vio en la última campaña electoral cuando, insólitamente, la crítica derechista a Michelle Bachelet se fraseó diciendo que “ella no es Ricardo Lagos”. A esa altura, el Presidente socialista saliente tenía un 70% de aceptación en las encuestas, gracias al sólido afecto de las élites conservadoras.

A contrapelo de los doctrinarios, creo que el problema no está en la convergencia misma, sino en el vacío que ella deja. Porcentajes crecientes de la chilenidad están percibiendo a todos los políticos como pícaros de una misma clase, que sólo “bajan” hacia la gente cuando buscan votos. Y, por supuesto, esto afecta las posibilidades de acción de la Presidenta socialista.

Dicho en corto, Bachelet no cuenta con “cuadros”, como los de antes, capaces de ir a las poblaciones populares para explicar, cara a cara, políticas y estrategias de gobierno. Ante tal carencia, debe contratar empresas especializadas, con sus “rostros” veleidosos y sus técnicas de marketing.

La dura experiencia con Transantiago –nuevo sistema de transporte público de la capital- es el mejor test de lo señalado. Como su defectuoso diseño de 2004 privilegió a empresarios y tecnócratas, omitiendo el contacto con los usuarios, su implementación trajo una crisis de cariño entre el gobierno actual y los chilenos de a pie. Corolario: las izquierdas chilenas renovadas, mutadas en izquierdas acomodadas, están comprometiendo el futuro mismo de la Concertación.

Es una buena tesis para comenzar a escribir.


Publicado en La Republica el 10 de abril 2007.

José Rodríguez Elizondo
Jueves, 12 de Abril 2007



Facebook Twitter LinkedIn Digg Google Meneame Viadeo Pinterest

Bitácora

18votos
Héroes: Bernardo O'Higgins Riquelme José Rodríguez Elizondo


A propósito de un telefilme sobre Bernardo O'Higgins, prócer de Chile y el Perú, la revista peruana Caretas me sometió a un interesante test, que publicó el 4 de abril. Por su eventual interés histórico, me parece pertinente compartirlo con los lectores de Tendencias.




¿Qué le pareció el telefilme de la serie “Héroes” dedicado a Bernardo O’Higgins? ¿Se ajusta a la historia, o despierta polémica, Especialmente para los peruanos?.

Me parecio digno y decoroso. Se notó la mano de ese excelente cineasta que es Ricardo Larraín (La Frontera). El que se ajuste a la historia es y será siempre un tema debatible, cuando se trata de personajes dominantes de una época y máxime si entonces no había registros audiovisuales. Por lo demás, aún pervive la emoción de aquellos aristócratas agrarios que sufrieron las políticas progresistas de O’Higgins. También está el legado de sangre y rencor asumido por los “carrerinos” (parientes y partidarios del patricio José Miguel Carrera). En todo caso, la mayoría de los chilenos conoce al prócer sólo desde los textos escolares y algunos siguen exigiéndole comportamientos de demócrata británico, en una etapa fundacional de nuestro continente. Visto asi el fime, noto un honesto esfuerzo de objetividad en el cineasta quien, por apellido, pertenece al “notablato” chileno que combatió políticamente a 0’Higgins.

¿Fue efectivamente O’Higgins un hombre cosmopolita y conciliador?

Física y culturalmente debió ser un bicho muy raro para una rústica Capitanía General: pelirrojo, bilingüe, músico, hijo de un virrey del Perú, con estudios en Londres y contactos al mayor nivel con los precursores y libertadores de otros países. Quizás por esas ventajas insuperables, la élite de su epoca, culturalmente dependiente de Lima, lo combatió poniendo el énfasis en la ausencia de matrimonio de sus padres. Siempre se refirieron a O’Higgins como “el huacho Riquelme” (el apellido de su madre). El prócer, que en definitiva heredó el nombre y fortuna del padre ausente -nuevo item de celos- , no puso la otra mejilla: reprimió selectivamente a sus enemigos, abolió sus títulos de nobleza, liquidó sus mayorazgos y los dejó sin esclavos. No era Jesucristo, pues.

¿Cuál fue la actitud de O’Higgins ante los países vecinos?

Fundamentalmente fue un integracionista y un geopolítico avant la lettre. Pensaba en los países vecinos en plural, como “nuestras patrias”. Sabía que la independencia de la región no se consolidaría si el Perú y su mar permanecían bajo control español. De ahí su gruesa inversión en la expedición libertadora y su deseo de constituir una especie de Confederación chileno-peruana, plasmada en un tratado que debió mantener secreto. Por cierto, esa inversión, ese tratado y la designación del argentino San Martín como responsable de la expedición libertadora, fueron tema de dura crítica por parte del notablato. Contribuyó a ello la estentórea animadversión entre Lord Cochrane y el Libertador argentino. Pero, en definitiva, los hechos dicen que su afecto por el Perú y su fraterna amistad con San Martín , son un legado fundamental para los argentinos, peruanos y chilenos de hoy.

¿Tuvo una manera de actuar distinta a la de Diego Portales?

Uno es el padre de la Patria, el otro es el padre del Estado, pero sus diferencias son claras. La principal, es que O’Higgins fue un geopolítico integracionista y Portales, un geopolítico nacionalista. Mientras el primero pensaba en una patria grande, con responsabilidades compartidas, en la línea de Francisco Miranda y Bolívar, Portales pensaba en una patria chilena, más desarrollada que los países vecinos. En este sentido, Portales rectificó el legado océanopolítico de O’Higgins, planteándolo en términos hegemonistas y avizorando la guerra contra la Confederación peruano-boliviana. O’Higgins, desde su exilio, advirtió, a este respecto, que “las victorias de armas siempre son caras, incluso a los victoriosos”. Si entonces este pensamiento o’higginiano no se apreció a cabalidad, fue porque parte de la peruanidad combatió junto con las fuerzas chilenas y no hubo cambio en los mapas.


¿Qué opinión tiene de la reciente censura a la serie “Epopeya”? En todo caso, ¿cuál debería ser la actitud idónea tanto de Perú como de Chile respecto a las producciones históricas que podrían tocar heridas aún no cicatrizadas?

El caso refleja lo arraigado que está, en nuestros países, el temor al debate sobre temas política y diplomáticamente importantes y la convicción de que la amistad se forja sólo mediante actos de comercio. Comerciad, comerciad, que el amor vendrá por añadidura. En este contexto, el eufemismo manda y la transparencia condena. Baste señalar que, tanto en Chile como en el Perú, el caso se presentó como una simple postergacion de fecha, por motivos de oportunidad. Para mí, es una censura clara, con dos particularidades que la harán histórica: Primero, fue bilateralmente consensuada; segundo, tiene el rango diplomático de una “medida de confianza”… ¿triste, no?

José Rodríguez Elizondo
Domingo, 8 de Abril 2007



Facebook Twitter LinkedIn Digg Google Meneame Viadeo Pinterest

Bitácora

9votos
Y ahora, la marcha de Humala José Rodríguez Elizondo

La historia contemporánea dice que, a partir del caso Lucchetti, los pisotones entre Ricardo Lagos y Alejandro Toledo configuraron un modelo de acritud en cuatro fases: 1) tras determinada iniciativa poco cordial del peruano venía 2) una sobrerreacción del chileno, hasta que 3) éste se veía obligado a recapacitar y entonces 4) ambos llegaban a una distensión en un nivel más bajo de empatía.

Michelle Bachelet y Alan García quisieron salirse de esa trampa tetrafásica, abriendo la puerta a una relación con sonrisas, coincidencias doctrinarias y emulación en lo económico. El gobernante peruano dio el puntapié inicial, con señales de querer encapsular el tema de la redelimitación marítima. La Presidenta chilena le correspondió asumiendo la necesidad de gestos unilaterales de alto impacto político. La devolución de los libros peruanos “autoprestados” durante la ocupación de Lima, era su recurso a la mano.

Como se sabe, tal luna de miel fue interrumpida por una innecesaria indicación legal sobre límites de Arica. Aunque anulada por el Tribunal Constitucional, el caso vino a demostrar que ciertas chapuzas equivalen a las espinacas de Popeye, para los peruanos que nos quieren poco. De partida, resucitó al líder ultranacionalista Ollanta Humala, quien volvió a pregonar la vigencia eterna de la desconfianza y pidió a García las poco patrióticas cabezas de sus ministros de Defensa y Relaciones Exteriores.

Primer éxito notable

En esa línea, el nacionalismo peruano tuvo un primer éxito notable: cambió las prioridades confesas de su gobierno y, de rebote, hizo caer al gobierno chileno en una nueva trampa. En efecto, tras la manifestada “inquietud” del canciller peruano respecto a la teleserie Epopeya, quedó en claro que, para dialogar desde la confianza, ambos gobiernos debían asumir la censura consensuada.

Tal reacción defensiva equivalió a un nuevo tarro de espinacas para Humala. De inmediato, reclamó la redelimitación marítima como primera prioridad de la relación y comenzó a organizar una marcha de sus huestes nacionalistas, que amenaza llegar hoy a la frontera común. Con esto, la inquietud de ambos cancilleres subió un peldaño mayor pues, como apuntara el diputado Jorge Tarud, esa marcha es “mucho más negativa” que la teleserie censurada.

Mientras tanto, Bachelet había dado luz verde a la devolución de los libros peruanos, pero su gesto corre el riesgo de no tener el marco diplomático que merece. En efecto, pese a tratarse de un tema que comenzó a estudiarse por el canciller Enrique Silva, durante el gobierno de Patricio Aylwin y tuvo un principio de ejecución con el canciller José Miguel Insulza, durante el gobierno de Eduardo Frei, hoy aparece extrañamente desvinculado de la Cancillería.

Al parecer, está liderado por nuestra ministra de Cultura, para quien sería una “determinación de política cultural y no de relaciones exteriores”.
Excelente por Paulina Urrutia, quien supo impulsar y asumir lo que estima “una decisión realmente maravillosa”. Pero mejor sería si ella se une con el canciller Alejandro Foxley, para demostrar que la política exterior no se agota en el comercio y también comprende la cultura.


Publicado en La Tercera el 4.4.07.

José Rodríguez Elizondo
Miércoles, 4 de Abril 2007



Facebook Twitter LinkedIn Digg Google Meneame Viadeo Pinterest

1 ... « 78 79 80 81 82 83 84 » ... 92


Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





Archivo
L M M J V S D
    1 2 3 4 5
6 7 8 9 10 11 12
13 14 15 16 17 18 19
20 21 22 23 24 25 26
27 28 29 30 31    


Tendencias21

RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile