Lavarse las manos influye en nuestra forma de pensar, juzgar y decidir. Esto es lo que los investigadores han sido capaces de confirmar a través de experimentos en los últimos años.

El profesor de Psicología Social y Medios de Comunicación Kai Kaspar, de la Universidad de Colonia (Alemania), ha examinado cómo nos afecta la limpieza física después del fracaso. El resultado: los participantes en el estudio que se lavan las manos después de una tarea son más optimistas que los que no se lavan las manos, pero eso obstaculizaba su futuro desempeño en la misma tarea.

Para su experimento, Kaspar dividió a 98 sujetos en tres grupos. En la primera parte del experimento, los miembros de dos grupos tuvieron que resolver una tarea imposible. Tanto el grupo que después se lavaba las manos, como el que no se lavaba las manos, eran optimistas respecto a hacerlo mejor la segunda vez. El optimismo del grupo que se lavaba las manos, sin embargo, era mucho mayor.

En contraste con lo que suele ocurrir, que más optimismo redunda en un mejor rendimiento, aquí ocurrió lo contrario: los sujetos que no se lavaban las manos lo hicieron considerablemente mejor que el grupo que se lavaba las manos. En cambio, el rendimiento de los que se habían lavado las manos estuvo al nivel del tercer grupo, que no habían experimentado el fracaso, y que sólo participó en la segunda prueba.

Según Kaspar, se puede concluir a partir de los resultados que, si bien la limpieza física tras el fracaso puede eliminar los sentimientos negativos, reduce la motivación para esforzarse más en una nueva prueba y así restaurar la percepción de competencia que se tiene de uno mismo.

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