EL ARTE DE PENSAR. Alfonso López Quintás







Blog de Tendencias21 sobre formación en creatividad y valores

Método tercero

EL ARTE, LA PALABRA Y EL SILENCIO II

Abundan en la actualidad los detractores de la palabra y los incondicionales panegiristas del silencio. Mucho nos interesaría aclarar si se trata de un retorno a una nueva forma de nostalgia romántica o de una exigencia justificada de un modo más profundo de ver el universo.

Para introducir al lector en la sutil problemática de este tema, haré unas breves precisiones acerca de la correlación interna que, a mi juicio, debe mediar entre la palabra y el silencio, y las confrontaré seguidamente con el parecer de dos autores contemporáneos de temple netamente humanista.


La palabra y el silencio

Abundan en la actualidad los detractores de la palabra y los incondicionales panegiristas del silencio. Mucho nos interesaría aclarar si se trata de un retorno a una nueva forma de nostalgia romántica o de una exigencia justificada de un modo más profundo de ver el universo.

Para introducir al lector en la sutil problemática de este tema, haré unas breves precisiones acerca de la correlación interna que, a mi juicio, debe mediar entre la palabra y el silencio, y las confrontaré seguidamente con el parecer de dos autores contemporáneos de temple netamente humanista.

Una vez que el amor ha dicho su palabra, la palabra esencial, ya puede entregarse tranquilo al silencio, que será una soledad plena, merced a la riqueza de esa palabra. Cuando María Magdalena reconoció a Jesús en el Huerto, dijo tan sólo: Raboni. No hacía falta más: esa palabra llenaría hasta los bordes el hueco de toda una eternidad de silencio. ¿No hemos estado todos alguna vez enmudecidos en torno a una palabra que condensaba un mundo de emociones ante un paisaje sublime, un cuadro genial, un bello rincón de una ciudad?

Artículo n°101
Cuando el Principito cayó levemente sobre la arena del desierto después de un diálogo breve pero intenso y profundo con el piloto, la soledad del desierto quedó poblada por un rumor de plenitud, y el silencio de las estrellas, entre las que figuraba el pequeño planeta con su única flor, se trocó en el más expresivo de los lenguajes (1). El silencio vive de la plenitud de la palabra.

No lucha el silencio contra la palabra; es, más bien, su ámbito de resonancia, su relieve, ese halo de dominio que vence los límites acotados del espacio y del tiempo. El silencio es el ámbito que las palabras esenciales roban al espacio vacío de la charla sin hondura. La palabra henchida de silencio tiene profundidad: por eso es el vehículo natural de la autoexpresión humana en el encuentro amoroso, la creación artística, la plegaria religiosa.

Dos libros singulares nos hablan del lenguaje con las dos cualidades que este tema exige: penetración y sensibilidad. El lenguaje es puesto en íntima relación con tres de las más altas actividades humanas: la tensión amorosa, la creación poética, la intuición contemplativa. Triple vertiente por donde se puede escalar esta cumbre de la vida humana que es la palabra. El hablar nos gana y nos pierde, nos lleva a la plenitud y nos hunde en la banalidad. ¡Extraño privilegio humano que hace a los mejores hombres añorar el silencio!

El silencio como lenguaje del amor

En su obra Teoría y realidad del otro (2), Pedro Laín Entralgo aborda expresamente el tema de la palabra y el silencio. En el diálogo interpersonal ‒escribe‒ la palabra desborda su función significativa para ser «cauce de una confesión, símbolo de una donación y prenda de una promesa» (3). A pesar, sin embargo, de este carácter comprometido de la palabra dialógica, no puede ser ésta la expresión fiel de la relación interpersonal amorosa, que indica una donación mutua y simultánea.

«La relación dialógica amorosa tiene en el silencio coefusivo su principio y su término». «Cuando somos tu-y-yo quienes constituimos el nosotros, la única expresión idónica del dual es el silencio» (4).

Otro pensador sensible a lo valioso, Michele F. Sciacca, canta un himno al silencio en su obra El silencio y la palabra (5).

Artículo n°101
«El diálogo entre dos personas que se aman profundamente en un determinado instante y en el instante de su más intensa profundidad se hace silencioso». «La intuición del amor corre delante de cada palabra, la hace superflua y la anula. Los cuerpos se han hecho sonoros, dicen sin hablar, cargados con todas las vibraciones del espíritu. […] La zona silenciosa del amor es la vida eterna de todas las palabras» (6). «No hay comunicación sin silencio. Una plenitud silenciosa es la comunicación significativa» (7).

La primacía del silencio se asienta en su carácter atmosférico, envolvente, que supera las barreras individualistas que el lenguaje no parece lograr vencer por su carácter concreto y determinante. Laín Entralgo escribe:

«La palabra más auténtica y viva, por el solo hecho de existir, determina la existencia del que la pronuncia, la fija en un aquí y un ahora, pone contorno a un ser (…). De ahí que, aunque su sonido diga literalmente “nosotros”, la palabra disgrega el nosotros, y ésta es la razón por la cual la relación dialógica amorosa ha de tener en el silencio, no sólo su principio, mas también su término. Amoroso o no, el coloquio exige que tú y yo hablemos sucesiva y alternativamente; si hablamos los dos a la vez, no hay coloquio, sino algarabía. ¿Cómo expresar, entonces, la condición plenamente subjetual que el nosotros asume en el encuentro amoroso? ¿Bastará acaso el empleo del número dual en las lenguas que lo poseen? No, porque en la relación dialógica el dual es empleado alternativamente por los dos interlocutores» (8).

De modo semejante se expresa Sciacca:

« […] La comunicación es imperfecta siempre, porque ninguna palabra y ninguna conversación puede comunicar no nuestra subjetividad pura (que no existe), sino nuestra plenitud interior que es plenitud por el valor, que trasciende toda existencialidad finita y toda comunicación. Precisamente por esto, el silencio, entendido no como negativa a la comunicación sino como forma de comunicación, es la comunicación menos impura y menos insuficiente» (9).

Si afinamos un poco más y nos preguntamos de dónde le viene al silencio ese dominio de la unilateralidad de la palabra, Laín subrayará la vinculación del silencio y el amor, que hace de los límites punto de comunicación, no de sutura.

«El silencio no es entonces incapacidad o privación, sino testimonio radiante de la plenitud que alcanza la existencia cuando transparentemente se entrega y revela al otro en un nosotros diádico y coefusivo» (10)

Sciacca, por su parte, entiende el silencio como un modo de tensión espiritual que desborda la superficialidad del pensar discursivo.

«El silencio siempre está a la escucha o a la espera de algo». «El silencio es el pensamiento que no "discurre", pero está recogido en la unidad; es el pensamiento que descansa en la plenitud amada después del trabajo amoroso de la palabra insuficiente» (11).

Esta actitud permite a Sciacca adivinar el lazo de unión del silencio y la palabra, fenómenos que se interfieren cuando los vemos con la debida hondura. El silencio viene a ser la palabra en su momento originario, cuando nos aparece como la intuición reveladora del ser de las cosas.

«El silencio es un camino de acceso al secreto de la persona […]. E1 silencio es el espacio espiritual en el que la existencia se manifiesta en su totalidad indivisa, por encima de la parcialidad de la palabra siempre fragmentaria». «Amar es descubrir una palabra del silencio, es ver el corazón de una persona, ver lo invisible, oír lo inaudible» (12).

El silencio es la palabra que ha dominado la dispersión puntual del discurso atenido en exclusiva a los perfiles de las cosas y se ha aquietado en el seno de las realidades que, por gozar de intimidad, no se dan dispersas en el espacio y en el tiempo. El silencio es, pues, visión sinóptica, palabra cargada con mil y mil resonancias, vehículo nato de la presencia de las realidades que se dan en persona. Por eso escribe Sciacca:

«El silencio tiene un peso psicológico que no encontramos en ninguna palabra: está cargado con todo lo que hemos vivido (...). En un instante de silencio, todo el peso del tiempo de nuestra vida» (13).

Este carácter profundamente intuitivo del silencio es lo que permite vincularlo con la palabra. La palabra silenciosa es una palabra con relieve, con profundidad y largo alcance.

«Una máquina inactiva ‒advierte Sciacca‒ es una cosa 'muda', un trozo de cielo es una cosa “silenciosa”: a lo uno el hombre no sabe prestarle la palabra, a lo otro le debe dar palabras llenas de infinito» (14).

La palabra que apunta a lo profundo es consciente de su insuficiencia y se ciñe con el cinturón ascético de la humildad, virtud que consiste en dar libre vuelo al pensamiento más allá del límite acotado por el lenguaje.

«La sinceridad y la eficacia de un discurso se miden por el halo de silencio que sabe rodearlo» (15).

Si la palabra surge al contacto con lo profundo, irá fortalecida por la energía del compromiso personal que confiere a las palabras consagración poética, poder de expresión originaria. Por eso se dice sabiamente que el silencio es fuente de agua viva. Pues en el silencio brotan las palabras auténticas que surgen al contacto con el originario. No es, de consiguiente, el retorno al silencio una entrega al vacío, sino la reconquista de la paz esforzada de la plenitud, rumor profundo de muchas aguas, atención plenificante a lo misterioso, recogimiento y sobrecogimiento a la par. En un clima de silencio, todas las palabras ‒una vez redimidas de la caducidad de la locución fugaz y limitada‒ son el medio más directo de comunión con lo profundo.

Los amantes repiten una y otra vez una palabra decisiva, porque ésta condensa en su lábil cuerpo sonoro todo un mundo complejísimo de ideas y sentimientos. El lenguaje es un guía y un apoyo en la contemplación de lo profundo. Por eso no es contrario al silencio, sino a la superficialidad de la cháchara incomprometida; como no se opone la intuición al discurso, sino a la visión monodimensional que se prende en los detalles sin adivinar el conjunto que bajo ellos late.

Ahora estamos en disposición de presentir la profunda razón por la que se ha dicho que la palabra y el silencio se unen y potencian en la tensa expresión de la plegaria (16).


NOTAS

(1) Cf. Le petit Prince (Harbrace Paperbound Librery, Nueva York, 1943) 104-105. Versión española: El principito Alianza Editorial, Madrid 1972, 2ª ed.) 104-105. Un amplio comentario a esta obra se halla en mi libro Cómo formarse en ética a través de la literatura (Rialp, Madrid 2008, 3ª ed.) 197-229.
(2) Cf. o.c. (Revista de Occidente, Madrid 1961).
(3) Cf. o.c., vol. II, p. 257.
(4) Cf. o.c., 315.
(5) Cf. o.c. (Miracle, Barcelona 1961).
(6) Cf. o.c., 73.
(7) Cf. o.c., 57.
(8) Cf. o. c, 314-315.
(9) Cf. o.c., 56.
(10) Cf. o.c., 315.
(11) Cf. o.c., 188, 191.
(12) Cf. o.c., 75-76.
(13) Cf. o.c., 103.
(14) Cf. o.c., 107.
(15) Cf. o.c., 116.
(16) Más precisiones sobre la relación de palabra y silencio pueden verse en mis obras, ya citadas: El poder del diálogo y el encuentro, 9-36, 63-67; La ética o es transfiguración o no es nada, 63, 141ss, 146ss, 153ss, 157ss, 176, 200ss, 205ss, 229ss, 424, 616, 734, 783, 862.

Alfonso López Quintás
23/04/2017

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Alfonso López Quintás
Alfonso López Quintás
Alfonso López Quintás realizó estudios de filología, filosofía y música en Salamanca, Madrid, Múnich y Viena. Es doctor en filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático emérito de filosofía de dicho centro; miembro de número de la Real Academia Española de Ciencias Morales y Políticas –desde 1986-, de L´Académie Internationale de l´art (Suiza) y la International Society of Philosophie (Armenia); cofundador del Seminario Xavier Zubiri (Madrid); desde 1970 a 1975, profesor extraordinario de Filosofía en la Universidad Comillas (Madrid). De 1983 a 1993 fue miembro del Comité Director de la FISP (Fédération Internationale des Societés de Philosophie), organizadora de los congresos mundiales de Filosofía. Impartió numerosos cursos y conferencias en centros culturales de España, Francia, Italia, Portugal, México, Argentina, Brasil, Perú, Chile y Puerto Rico. Ha difundido en el mundo hispánico la obra de su maestro Romano Guardini, a través de cuatro obras y numerosos estudios críticos. Es promotor del proyecto formativo internacional Escuela de Pensamiento y Creatividad (Madrid), orientado a convertir la literatura y el arte –sobre todo la música- en una fuente de formación humana; destacar la grandeza de la vida ética bien orientada; convertir a los profesores en formadores; preparar auténticos líderes culturales; liberar a las mentes de las falacias de la manipulación. Para difundir este método formativo, 1) se fundó en la universidad Anáhuac (México) la “Cátedra de creatividad y valores Alfonso López Quintás”, y, en la universidad de Sao Paulo (Brasil), el “Núcleo de pensamento e criatividade”; se organizaron centros de difusión y grupos de trabajo en España e Iberoamérica, y se están impartiendo –desde 2006- tres cursos on line que otorgan el título de “Experto universitario en creatividad y valores”.





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