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Las ciudades aceleran más de lo que se pensaba la evolución de los animales

Esto podría conllevar importantes implicaciones para el bienestar ecológico y humano, alerta una experta del University of Washington College (EEUU)


Pájaros que han cambiado su canto o lombrices con mayor tolerancia a los metales son algunos de los ejemplos de las transformaciones que las ciudades están provocando en los seres vivos. Una experta en el tema, del University of Washington College (EEUU), ha revisado todos estos cambios, para concluir que se están produciendo mucho más rápido de lo que se pensaba, lo que pone en riesgo el bienestar ecológico y humano.


Redacción T21
19/02/2015

Los mirlos de ciudad han cambiado sus hábitos alimenticios y sus cantos para adaptarse a la ciudad. Imagen: Daniel Sol. Fuente: CREAF.
Los mirlos de ciudad han cambiado sus hábitos alimenticios y sus cantos para adaptarse a la ciudad. Imagen: Daniel Sol. Fuente: CREAF.
Que los seres humanos y las ciudades que construimos afectan a los ecosistemas, e incluso pueden provocar cambios evolutivos en los rasgos de las especies es algo que ya se sabía. La novedad es que esos cambios se están produciendo mucho más rápido de lo que se pensaba, y que tienen impactos potenciales en la función de los ecosistemas actualmente, y no en un futuro distante.
 
Esto es lo que señala Marina Alberti, directora del Urban Ecology Lab del University of Washington College (EEUU) y especialista en el tema. Según ella,  este hecho "puede tener implicaciones importantes para el bienestar ecológico y humano".

"Las ciudades no solo están afectando a la biodiversidad reduciendo la variedad de especies que viven en hábitats urbanos”. También “tienen efectos sobre las funciones de los ecosistemas, es decir, sobre la biodiversidad, el ciclo de los nutrientes, la dispersión de semillas o la producción de alimentos”, señala Alberti en un comunicado de dicha Universidad.
 
La investigadora ha revisado sistemáticamente la evidencia de "huellas humanas" o ejemplos documentados de cambios por causas humanas de peces, aves, mamíferos y plantas, y sus efectos sobre la función de los ecosistemas, en un artículo que publica la revista Trends in Ecology & Evolution.

Casos de adaptación animal a las ciudades
 
En su artículo, Alberti señala datos como que los salmones se han reducido en los ríos, que hay lombrices de tierra con una mayor tolerancia a los metales, que las semillas de algunas plantas tienen una capacidad de dispersión menor o que un tipo de ratón urbano se ha convertido en un huésped crucial para la garrapata que porta la enfermedad de Lyme.
 
Asimismo, Alberti cuenta cómo los pájaros cantores son cada vez más domésticos y audaces; e incluso están cambiando sus melodías, con el fin de asegurarse de que sus señales acústicas no se pierdan en mitad de los ruidos de la ciudad (algunos pájaros aumentan la frecuencia de su canto y su duración para evitar que el sonido interfiera con el ruido, que suele ser de frecuencia baja).  
 
Los mirlos europeos han llegado a modificar sus hábitos de sueño para evitar este problema, como ya contamos en otro artículo de Tendencias21. Estos pájaros, además, se están volviendo sedentarios y han cambiado su comportamiento migratorio en respuesta a la urbanización, afirma Alberti.
 
En España, el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) también analizó este tema en 2013. Entonces señaló circunstancias como el hecho de que, cuando los animales en las ciudades incorporan a su dieta alimentos asociados a la actividad humana (frutos de árboles ornamentales, basura, etc), a veces tienen tanta comida al alcance que se convierten en especies más sedentarias, aumentando su densidad hasta convertirse en plagas.

Por otra parte, muchos de los animales que viven en las ciudades acaban perdiendo el miedo a los humanos. Es el caso de las palomas, que dependen en gran medida de la comida que les dan las personas voluntariamente. Por último, según el CREAF, hay animales que han desarrollado nuevas habilidades en las ciudades, para aprovechar la contaminación lumínica. El mejor ejemplo son los murciélagos y algunos pájaros, que se han especializado en comer los insectos que se acumulan bajo las luces por las noches. 

La oportunidad de hacer las cosas bien
 
Alberti explica que los seres humanos de las ciudades causan estos cambios en los animales de distintas formas: al terminar con los antiguos patrones de vegetación, por la introducción de contaminantes tóxicos o a través de nuevas perturbaciones como el ruido, la luz artificial o el aumento de la temperatura. La presencia humana también cambia la disponibilidad de recursos -como los alimentos o el agua-, alterando así el ciclo de vida de muchas especies.

Según ella, hay que preguntarse seriamente las siguientes cuestiones: ¿Puede la rápida urbanización mundial afectar al curso de la evolución de la Tierra? ¿Provocará la urbanización del planeta un punto de inflexión ecológica de la envergadura de la Gran Oxidación de hace dos mil millones de años? ¿Podrían diferentes patrones de urbanización alterar el efecto de la acción humana sobre la evolución?

La investigadora considera que el momento es crucial, por la importancia de los retos y la oportunidad única que los humanos tienen de conformar adecuadamente la evolución del planeta Tierra. "Podemos llevar los ecosistemas urbanos al colapso o, por el contrario, dirigirlos hacia un futuro resiliente y sostenible", concluye.

Referencia bibliográfica:
 
Marina Alberti. Eco-evolutionary dynamics in an urbanizing planet. Trends in Ecology & Evolution  (2015). DOI: 10.1016/j.tree.2014.11.007.
 
 



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