TRABAJO Y EMPLEO

Bitácora

17/09/2008

Como señala la Secretaría para la Alianza Global para las TICs y el Desarrollo (Youth and ICT as Agents for Change), "El impacto de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) en las esferas económicas, sociales, culturales, políticas e individuales ha transformado profundamente a las sociedades de todo el mundo. Y en este mundo cambiante, la generación más joven parece encontrarse más cómoda con el uso de las TICs y más adepta a ellas para expandir su conocimiento.

Demográficamente, alrededor de un 85% de la juventud mundial (entre los 15 y los 25 años de edad) reside actualmente en países en vías de desarrollo y estas cifras se están incrementando en muchas partes del mundo, como África y Oriente Medio. La importancia de estas cifras subraya el hecho de que para conseguir los Objetivos del Milenio, la planificación para el desarrollo debe comprender y reconocer que muchos de los objetivos están orientados a la juventud, como es el caso de la educación, la salud, el sida, etc.

“Dada la importancia demográfica de la población joven mundial y el enorme interés de las personas que se encuentran en este grupo de edad por las TICs –continúa el documento-, es necesario evaluar la forma en que las TICs han transformado las vidas de los jóvenes en todo el mundo, cómo la juventud ha visto influenciadas sus vidas y las de las personas que viven en sus comunidades, cómo está afectando a las vidas de las generaciones futuras y cómo las comunidades, los gobiernos y la comunidad internacional pueden ayudar para que se haga realidad el desarrollo de la juventud global mediante las TICs".

Por su parte, el IISD (Internacional Institute for Sustainable Development, Engaging Young People in the Policy Change Process Lessons from the Information Society and Sustainable Development: Next Generation Policy Directions Project, Dolma Dongtotsang, Maja Andjelkovic y Terri Willard, mayo 2006) dice: "mucho más que los de cualquier otra generación, los jóvenes de hoy son los lideres en la creación, desarrollo, adopción, adaptación y utilización de las TICs. Son también el grupo más preocupado por las cuestiones sociales y del entorno y tienen la energía y entusiasmo requeridos para enfrentar estos problemas".

El Foro Global de Ginebra sobre Jóvenes y TICs como agentes del cambio incidía en todo lo anterior, haciendo referencia a la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información: "Los resultados de las fases de Ginebra y Túnez de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información han marcado un camino claro para una sociedad de información centrada en las personas y en el desarrollo. La Cumbre puso un acento particular en la juventud y las TICs como agentes de cambio positivo en las sociedades. Reconocía que los jóvenes constituyen la fuerza laboral del futuro, y los creadores líderes y los primeros usuarios de las TICs. Por tanto, se les debe capacitar como estudiantes, desarrolladores, contribuyentes, empresarios y tomadores de decisiones” (Global Forum on Youth and ICT for Develpment, Youth and ICT as Agents of Change, Ginebra, 24-26 septiembre 2007).

Los datos del mundo en vías de desarrollo ponen de relieve que los jóvenes acceden más a las tecnologías de radio y el teléfono y tienen un acceso más limitado a Internet. Y entre los jóvenes, la utilización de Internet va muy por detrás del acceso a Internet. Las TICs, y en particular Internet, proporcionan oportunidades de empleo, pero debía de tenerse en cuenta que el impacto económico de Internet en los países en vías de desarrollo tiene sus limitaciones. Los jóvenes son los primeros creadores y los primeros usuarios de las TICs, pero su compromiso con los procesos políticos de las TICs sufren a menudo de una falta de continuidad, de apoyo institucional y de capacidad para crear oportunidades.

La Meta 18 relacionada con la promoción y aumento de las TICs toca de manera especial a los jóvenes, tanto por su característica de usuarios primordiales de estas tecnologías como por las orientaciones políticas, a veces simplificadoras, que las han convertido en un fin y no en un medio del desarrollo de la juventud. Es cierto que los jóvenes deben y pueden integrarse especialmente a la sociedad del conocimiento por medio de las TICs, pero en variados discursos políticos, inclusive en los propios ODM, se expresa una simplificación desmedida que les otorga el rasgo de “desarrollo en sí mismo” cuando son un vehículo para acceder a la información y de ahí a la inclusión social y el desarrollo.

Esta distinción es de crucial importancia para diseñar políticas de acceso a las TICs que abatan la brecha digital al interior de los países en desarrollo y con relación a los desarrollados, en tanto que su promoción sin una visión integral y estratégica convertiría a los jóvenes en simples consumidores de software y hardware.

Según CEPAL predomina el “uso blando” de la tecnología mientras el “uso productivo” es aún incipiente, lo cual produce el efecto denominado “paradoja de la productividad”: aunque la inversión en TICs es alta, los aumentos de productividad son pequeños o nulos. De ahí que la estrategia de fomento de la innovación y de la inversión en infraestructura de ciencia y tecnología deba tener como correlato una estrategia coherente de inversión en capital humano que incorpore la educación, en particular de los jóvenes, como eje estratégico.
Francisco Ortiz Chaparro


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Bitácora

07/09/2008

El tema no es extraño tampoco a la Organización Internacional del Trabajo, tanto en su globalidad como en lo que se refiere a la región iberoamericana. Dice, en su Informe sobre el Panorama Laboral de 2007 : “Los países de América Latina y el Caribe entran con buen pie al 2008 pero persisten los desafíos en el mundo laboral.

La región completó durante 2007 un lustro de fuerte crecimiento económico, impulsado tanto por las favorables condiciones externas de la economía global como por la fortaleza de la demanda interna. En promedio, el PIB regional ha crecido a una tasa en torno al 4.8% en los últimos cinco años, en lo que constituye el período más prolongado y de mayor expansión sostenida desde 1980.

Para este año se espera una ligera desaceleración del ritmo de crecimiento, desde el 5.6% de 2006 al 5.5% de 2007. El aumento del producto ha sido generalizado, beneficiando a la mayoría de las economías de Centroamérica, el Caribe y Sudamérica y ha incidido en una reducción de la pobreza y la desigualdad, que todavía persisten altas, estrechamente asociado a una mejoría de los principales indicadores del mercado laboral, en especial, a la caída de la tasa de desempleo urbano y, en menor medida, al modesto incremento de los salarios reales”.

La disminución por quinto año consecutivo de la tasa de desempleo urbano regional al
8.5% que se estima en promedio para los primeros tres trimestres de 2007 permite un cauto optimismo. Es el nivel más bajo de desocupación que registra América Latina y el
Caribe desde el primer lustro de los años noventa.

Aunque el buen desempeño del mercado laboral ha favorecido a hombres y mujeres, tanto jóvenes como adultos, subsisten importantes brechas en los principales indicadores por sexo y edad. Y al evaluar la calidad del empleo en los últimos años, se observa todavía un déficit de trabajo decente en la región.

El desempleo juvenil en 2007

A pesar de la caída del desempleo a nivel regional, dice la OIT, los jóvenes continúan siendo los más afectados por el desempleo. Este grupo etario tiene una importante participación de quienes buscan empleo por primera vez, junto con una menor tasa de actividad, más notoria entre los más jóvenes que entre los adultos. Su tasa de desempleo es en promedio más del doble de la tasa de desempleo total (2.2 veces), aunque con diferencias entre los países, y está cerca de triplicar la tasa de desempleo adulto.

Los jóvenes y los Objetivos del Milenio de las Naciones Unidas

Otro tema interesante es la situación y el comportamiento de la juventud iberoamericana en relación con los Objetivos del Milenio de las Naciones Unidas. Un estudio de la Organización iberoamericana de la Juventud y CEPAL, el órgano de la ONU para América Latina y El caribe, señala que “Un momento relevante del impulso al desarrollo está marcado por la Declaración del Milenio y los Objetivos de Desarrollo del Milenio que han suscrito los países de Iberoamérica, donde los jóvenes son mencionados de manera explícita en la Meta 16 que se refiere a la cooperación internacional para generar empleo a la juventud. Cabe advertir que los avances de Iberoamérica con respecto a las metas de los ODM sobre combate a la pobreza, erradicación del hambre, cobertura educativa y equidad de género, si bien son importantes, tienen mayor efecto sobre la población infantil y falta un esfuerzo adicional para abarcar a la población joven.”

Las personas con edades comprendidas entre los 15 y los 24 años son 1.200 millones del capital humano del mundo. En todo el mundo, muchos de ellos están ya realizando contribuciones importantes a la consecución de los Objetivos del Milenio y su trabajo se debería reconocer y reforzar. Como se dice en el estudio Youth and the Millenium Development Goals: Challenges and Opportunities for Implementation.

Informe final del grupo de trabajo para los jóvenes y los ODM, 2005, de las Naciones Unidas, “Cada vez más participan los jóvenes en la toma de decisiones y en el desarrollo, tal como se pone de manifiesto en la creciente presencia de organizaciones no gubernamentales de jóvenes y en otras instituciones y programas. Por eso, conseguir construir la capacidad y una sociedad sostenida con los jóvenes son estrategias cruciales para conseguir los Objetivos del Milenio que la comunidad internacional no ha realizado en su plenitud”.
Francisco Ortiz Chaparro


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Bitácora

29/06/2008

El lector que haya tenido la curiosidad de ver la primera parte de este artículo se sentirá sorprendido cuando hablamos en el mismo de la necesidad de NO hacer cosas, para poder hacer más. Pero resulta de pura lógica: si disponemos de menos cantidad de horas que de trabajo, algo habrá que hacer. En el caso del teletrabajador, resulta demasiado frecuente que las horas que se ganan por no tener que desplazarse al trabajo se llenen inmediatamente con otras ocupaciones no pertenecientes a la vida laboral.

La razón es que, cuando el reloj no nos obliga, tendemos a considerar el tiempo con demasiada laxitud, hasta el punto de convertirlo en algo fluido. Y ya sabemos lo que ocurre con los fluidos, tienen horror al vacío, por lo que inmediatamente ocupan lo que se desocupa. Y, en nuestro caso, las mil y mil cosas que ocupan nuestra vida no laboral tienden a llenar inmediatamente ese tiempo que el teletrabajador ha liberado al no desplazarse al lugar de trabajo.

Pues, NO, rotundamente NO. Ese tiempo que se ha liberado al no IR al trabajo, es para el trabajo. Y esto lo tienen que entender perfectamente tanto el telatrabajador como las personas que le rodean, empezando por la familia, naturalmente. Hay que aprender a gestionar las relaciones personales en el nuevo entorno. ¿Entonces?, nos preguntaremos, ¿cuáles son las ventajas de no tener que desplazarme al trabajo, si no puedo hacer lo que quiera con mi tiempo? Bien, estamos hablando de tiempo total, no de que haya que hacer las mismas cosas a las mismas horas.

No se trata de que si el tiempo de desplazamiento es de, por ejemplo, de las 18 horas a las19 horas todos los días, tengamos que emplear ese periodo de 18 a 19 únicamente trabajando. Será una hora en que seguramente podamos hacer mejor otras cosas,… pero esa hora se guarda para el trabajo, aunque sea en otro momento. En esto consiste la libertad con disciplina, o viceversa, que es clave cuando se trabaja aisladamente.

Otros aspectos fundamentales son la automotivación y el control del estrés. Nunca hemos dicho que la vida del teletrabajador sea fácil. La soledad puede afectar al estado emotivo y a la motivación del teletrabajador, lo que, a su vez, le provoca estrés. Todo ello ha de aprenderse a combatirlo. ¿Cómo? Recurramos a nuestros amigos mencionados en el artículo anterior. Estas eran sus recetas:

- Desarrollando habilidades sociales suficientes para solventar conflictos interpersonales y llegar a acuerdos.
- Fortaleciendo el autocontrol y la gestión de uno mismo (automotivación, autodisciplina, ...)
- Teniendo una actitud crítica (que no criticona) sobre nuestra efectividad personal y profesional tras tomar la decisión de teletrabajar.
- Controlar el estrés y la ansiedad propia de la adaptación al cambio.
En el próximo artículo dedicaremos una atención específica a la motivación.
Francisco Ortiz Chaparro


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Bitácora

16/06/2008

Hace algún tiempo que no nos ocupamos en estas páginas de cuestiones “puras” de teletrabajo, preocupados como estamos por resaltar los elementos fundamentales para su difusión y sus aportaciones al bienestar de los ciudadanos, especialmente en los países en vías de desarrollo.

Cuestiones como la capacidad para teletrabajar, la motivación, los requisitos ambientales, la lucha contra la posible soledad… Temas elementales que muchas veces se dan por sabidos, inadecuadamente. Siempre en los cursos que me tocó organizar o dirigir, otorgamos a estas cuestiones importancia fundamental, confirmando que hacíamos lo adecuado el interés que los alumnos ponían en ello y, sobre todo, sus comentarios sobre la utilidad que les aportaba cuando ya estaban teletrabajando.

Solían atender esta parte del curso buenos profesionales y amigos, como Gema Rollón Blanco, Javier Iraeta Araiztegui y Mª Carmen Camacho Gil, de quienes soy deudor en mucho de lo que sigue y que incluyo, además de por su valor intrínseco, como homenaje a Javier, gran profesional y excelentísima persona, ya desaparecido.

Decían en sus cursos –dirigidos no a teletrabajadores autónomos, sino a personas que ya estaban trabajando en una empresa y cambiaban de régimen de trabajo- que “el teletrabajo es algo más que un cambio de instalaciones”, porque el impacto del teletrabajo en la vida de las personas que pasaban a trabajar en casa no sólo afecta al modo de relacionarse con la empresa y gestionar la carrera profesional, sino que altera otras parcelas humanas, como son la del espacio en la casa, la de la relación familiar y la del tiempo de ocio.

Por eso, insistían, el éxito o el fracaso de esta experiencia depende de la habilidad de cada teletrabajador para adaptarte a los cambios y superarse personal y profesionalmente. (Otra cuestión a tener muy en cuenta es la de contar con un buen directivo de teletrabajadores, pero de eso nos hemos ocupado y nos seguiremos ocupando en otros artículos).

Para tener éxito, lo primero que tiene que hacer el aspirante a teletrabajador es examinarse a si mismo y a sus circunstancias vitales. Qué cualidades de las que se suelen considerar adecuadas para teletrabajar tiene, y cuales no tiene, cual es su entorno familiar y físico, cuales son sus aspiraciones a corto, medio o largo plazo, que posibilidades ve de alcanzarlas. Y cuales son sus puntos débiles con los que deberá luchar (¡a diario!) para no fracasar en la experiencia.

Una vez tomada la decisión, resulta imperativo, por ejemplo, evitar el aislamiento, crear y mantener redes de apoyo social. Organizar y gestionar el tiempo (priorizar y controlar los “ladrones” del tiempo). Recomiendo a este respecto la lectura de una obra cuya versión española está a punto de publicar Pearson España, titulada Como arreglártelas para conseguir hacer más cosas, de Fergus O´Connell (How To Get More Things Done, por si algún lector no tiene la paciencia de esperar a la publicación de la versión en español).

Se trata, señala el autor, de hacer una relación de las cosas que se tienen que hacer y del tiempo de que se dispone para hacerlas. La proporción es siempre favorable a las cosas sobre el tiempo: todo el mundo tiene más cosas que hacer que tiempo para hacerlas. Por consiguiente, hay que priorizar, centrarse en las cosas que más importan y relegar, e incluso no hacer, las que menos importan. Y esto tanto en las cuestiones que se refieren a la vida laboral como a la vida personal de cada uno. Lo que resulta vital para un teletrabajador, que va a prescindir de las fronteras entre ambos tipos de vida que le marcaba antes la ida al lugar de trabajo.

Seguiremos este tema fundamental en artículos sucesivos.
Francisco Ortiz Chaparro


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Bitácora

20/05/2008


Entre la interesante producción de estudios y artículos que aparecen en Argentina en temas de teletrabajo, o relacionados con él -a algunas de cuyas manifestaciones nos hemos referido con anterioridad-, llega hoy a mis manos, gentilmente dedicado por su coautora, el libro de cuyo título hemos tomado el de nuestro artículo de hoy. Son sus autores Susana Finquelievich y Alejandro Prince, que se basan en el estudio de campo realizado por Prince & Cooke y contribuyen a incrementar la literatura sobre el impacto de Internet en nuestras sociedades, estudios que se identifican muchas veces con los de la sociedad de la información en general.

Hoy, los cibercafés ocupan un lugar ya consolidado en lo que pudiéramos llamar “el paisaje urbano”, aunque donde más cumplen con su papel sea en lugares remotos y pequeñas aldeas de países en vías de desarrollo, donde es más difícil la obtención y costeo de los equipamientos necesarios. Como es bien sabido, los cibercafés nacieron en 1994 en Londres y su primer "boom" a nivel mundial data de los años 1995 y 1996.

Localizados primero en países desarrollados, se fueron extendiendo a los países en vías de desarrollo, donde se han multiplicado en la última década, al tiempo que en los primeros descendía comparativamente su utilización, al tener más posibilidad las personas de acceder a las redes con ordenadores y líneas propios. Porque en los cibercafés no se compra tecnología, sino tiempo, y son muchas las personas que, disponiendo incluso de medios propios, acuden a los cibercafés cuando se encuentran de viaje y no quieren cargar con sus ordenadores portátiles, o incluso por personas que no desean conectarse a Internet desde sus ordenadores por cuestiones de seguridad, coste u otras razones.

El libro que comentamos se ocupa del fenómeno de los cibercafés de un modo exhaustivo, bien que referido en lo fundamental al estudio de campo mencionado y realizado en Argentina. Como dice Bernardo Sorj, en el prólogo, “una de las contribuciones centrales de este libro es subrayar el papel que los cibercafés privados pasaron a ocupar como principal punto de acceso a Internet para los sectores más pobres de la población”. Y comenta que los cibercafés son para Internet lo que los teléfonos públicos fueron para la telefonía fija. La diferencia es que los cibercafés surgieron sin regulación específica del Estado, como oportunidad de negocio.

Una de las aportaciones más importantes de los autores es el estudio de la importancia que pueden tener los cibercafés como centros de convivencia, de capacitación para la utilización de las tecnologías o como mini centros comunitarios. Se trata de un espacio de sociabilidad que posibilita el acceso a sectores que no pueden asumir los costes de un computador y una conexión de banda ancha.

Uno de los datos que sorprende en el estudio es la comprobación de que los cibercafés han superado a la escuela, al hogar y al lugar de trabajo a la hora de iniciar en la informática a los jóvenes más necesitados: "el número de personas que aprendió pragmáticamente el uso de internet en los cibercafés... es superior al de quienes se instruyeron en sus hogares y supera largamente a los que aprendieron en sus lugares de trabajo, dejando en un lejano cuarto lugar a las instituciones educativas”.

En cuanto al papel que puedan jugar los cibercafés en la reducción de la brecha digital -un tema recurrente también en estos comentarios-, afirman los autores: "si bien los datos presentados no indican que Internet disminuye las desigualdades previas, sí demuestran que aproximan, por lo menos potencialmente, a sectores pobres de la población a un universo de información al que difícilmente tendrían acceso por medios tradicionales”.

En Iberoamérica, los cibercafés ocupan el primer lugar de acceso a Internet en numerosos países. Desde nuestro punto de vista, es interesante contemplarlos como lugares desde los que muchas personas teletrabajan y también como ejemplos de microemprendimientos, de cómo la iniciativa de pequeños emprendedores puede suplir la falta de recursos puestos a disposición de los ciudadanos por los gobiernos. De todas formas, el negocio de los cibercafés no es fácil, fundamentalmente porque la velocidad a la que evoluciona la tecnología obliga a una inversión continua en equipos que no todos los microempresarios están en condiciones de afrontar.

Diremos, para terminar, al tiempo que felicitamos a los autores, que los lectores interesados pueden descargarse el libro.
Francisco Ortiz Chaparro


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