TRABAJO Y EMPLEO

Bitácora

04/05/2008

Continuando con el comentario del estudio High Tech: Low Carbon: The Role of the European Technology Digital Industry in Tackling Climate Change, que iniciamos en el artículo anterior, este se ocupa también de la telemedicina, “una modalidad importante de teletrabajo en la que se pueden compartir costosos recursos –como son los especialistas- entre distintas localidades y se puede dar soporte virtual a pacientes que evitan con ello tener que trasladarse”.


Son interesantes también, a los efectos de nuestras inquietudes, sus noticias sobre la tan traída y llevada Oficina sin papeles, que considera una realidad hoy y no una visión futurista, gracias a los modernos sistemas de gestión de los documentos electrónicos que permiten a las empresas adquirirlos y archivarlos sin necesidad del documento en papel. Permiten, por ejemplo, mediante la gestión automatizada, el control de las distintas versiones y correcciones. “Los documentos electrónicos se pueden almacenar de forma remota y seguir siendo accesibles en línea desde cualquier lugar”. Los objetivos fundamentales son ahorro de costes, seguridad y concordancia con los estándares del registro de las empresas u organismos, de lo que se beneficia claramente el entorno. La gestión electrónica de los documentos “reduce la necesidad de faxes, fotocopiadoras e impresoras, al tiempo que el espacio de almacenamiento, con sus demandas asociadas de iluminación y calefacción”.

El estudio documenta también los sistemas de videoconferencia con presencia virtual que está poniendo en práctica algunas empresas tecnológicamente punteras: instalaciones para videoconferencia en 3 dimensiones que reproducen exactamente el ambiente de una reunión presencial, de forma que quienes asistan a la misma desde lugares diferentes se sientan como si estuviesen en la misma sala. El perfeccionamiento de estas tecnologías para videoconferencias virtuales proporciona instalaciones de conferencia flexibles en las que quienes participan sólo se unen a la “reunión” en aquellas partes que les son pertinentes o pueden ser convocados de inmediato cuando se requiere su concurso particular. Los materiales necesarios se pueden intercambiar en línea y los documentos se pueden revisar, corregir y circular en tiempo real.

Naturalmente, estas facilidades propician una notable reducción de los viajes, especialmente los de largas distancias. Ello permitió a Vodafone ahorrar 5.5 milllones de toneladas de CO2 en 2006, lo que se consiguió mediante la combinación de alto equipamiento y un cambio en los modelos de actuación y gestión.

El estudio introduce un vocablo que no habíamos encontrado nunca, pero que es suficientemente expresivo: webinars, que define como seminarios en línea que implican la interacción entre los intervinientes y el moderador y la audiencia remota. Además de las ventajas que supone el ahorro de los viajes, con el consiguiente ahorro energético, el contenido de la mayor parte de los webinars “permanece accesible en línea después del evento, de manera que quienes no pudieron asistir puedan acceder a los documentos finales sin necesidad de imprimir los proceedings de la conferencia”.

Otro aporte del estudio es la información sobre el papel electrónico. Dice al respecto: “Muchas personas son escépticas ante la idea de que se haga realidad la oficina sin papel. Aunque cada vez es mayor la tendencia a no almacenar documentos en forma impresa, a menudo se imprimen bajo demanda, se arrojan a la papelera cuando se leen y a veces se vuelven a imprimir en otro momento de necesidad. Esto constituye un gravísimo problema desde el punto de vista del entorno por la cantidad de energía que consume la fabricación de una simple hoja de papel. La solución puede venir de la mano del papel electrónico rehusable. Xerox, por ejemplo, está desarrollando un papel electrónico rehusable denominado Gyricon, un material que reúne muchas de las cualidades del papel. Almacena una imagen que se ve con luz reflectiva pero, al contrario que el papel convencional, se puede reescribir y borrar eléctricamente. Y aunque se prevé que sea más costoso que una hoja de papel ordinaria, se puede reutilizar miles de veces.

Pero no queremos finalizar esta corta serie de dos artículos sobre el teletrabajo y el cambio climático sin citar una observación del estudio que consideramos de la mayor importancia: la influencia que ejercen las Tecnologías de la información en el cambio de nuestras vidas: “Ciertas tecnologías se han hecho tan omnipresentes que no solamente ahorran energía, preservan los recursos y reducen deshechos, sino que también cambian los comportamientos y transforman los procesos empresariales”.

Como es el caso del teletrabajo.
Francisco Ortiz Chaparro


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Bitácora

29/04/2008

Desde que comenzaron las prácticas de teletrabajo, se consideró como una de sus principales ventajas el ahorro de energía que conllevaba el hecho de no tener que trasladarse el teletrabajador hasta su lugar de trabajo, con la consiguiente supresión de viajes, muchos de ellos en vehículo particular, utilizado por una sola persona.

Más adelante, esta afirmación, basada fundamentalmente en la mencionada constatación y pobremente respaldada por estudios empíricos solventes, fue puesta en duda por algunos autores que alegaban el incremento del consumo de energía que podía suponer el hecho de que el teletrabajador permaneciese en el domicilio, con el consiguiente gasto. Estudios posteriores, a algunos de los cuales nos hemos referido en estos artículos, no consiguieron resolver satisfactoriamente el dilema.

Así estaban las cosas cuando viene a nuestras manos el estudio High Tech: Low Carbon: The Role of the European Technology Digital Industry in Tackling Climate Change, publicado por EICTA este mismo mes de abril de 2008. Como dice el director general de EICTA, Marc MacGann, el enfoque del estudio respecto al cambio climático y la utilización eficiente de la energía no es oportunista ni altruista, sino basado en el sentido común y la constatación.

Y el asunto es importante porque, “como la ciencia nos ha estado diciendo durante los últimos 20 años al menos, si continúan las tendencias actuales del cambio climático, los resultados serán catastróficos para nuestro planeta y nuestros hijos”. O, como también se afirma en el estudio, “la utilización eficiente de la energía está en el centro de los mayores problemas del entorno con que nos enfrentamos”.

Naturalmente, no vamos a ocuparnos aquí de comentar todo el estudio, pero sí de aquellos apartados que más tienen que ver con la materia de estos artículos, fundamentalmente del teletrabajo y de otros aspectos relacionados con sus ocupaciones.

Sobre el teletrabajo dice que es quizás la forma más obvia en que pueden ayudar las tecnologías a mejorar la eficiencia en la utilización de la energía, y resulta evidente que ejerce un impacto positivo en la reducción del uso de esta energía, incluso aunque se tenga en cuenta el efecto rebote.

Este efecto consiste en los impactos negativos del teletrabajo al incrementar las necesidades de calefacción e iluminación de los hogares de los teletrabajadores, la utilización del auto privado para moverse en trayectos que antes no se hacían, o se hacían con menos frecuencia, el hecho de que las personas puedan trasladarse a vivir a lugares más apartados de sus oficinas al no tener que ir al trabajo a diario y la potencial duplicación del hardware y del espacio de oficina.

A pesar de todo esto, un estudio de ETNO, la asociación europea de operadores de telecomunicaciones, reporta que en los 25 países de la Unión Europea se ahorrarían 22.2 millones de toneladas de emisiones de CO2 semanales sólo con que teletrabajasen el 10% de los trabajadores. (Parecidas a estas fueron las conclusiones del estudio TeleUrba de la Comunidad Europea ya en 1992). El estudio de ETNO reporta un ahorro para cada trabajador flexible de 133 km en auto y de 60 km en tren, lo que supone el 2.3% de todas las emisiones de CO2 relacionadas con el transporte en los 25 países. Más radical es el esquema Workabout de British Telecom, que da un promedio de reducción de viajes semanales por persona de 311 km.

El estudio da cuenta también de otras innovaciones relacionadas y su impacto positivo sobre la reducción del consumo de energía y a ello nos referiremos en nuestro próximo artículo.
Francisco Ortiz Chaparro


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Bitácora

14/04/2008

Quisiéramos poner, con esta comunicación, punto y final –al menos por ahora- a esta serie sobre los telecentros y la pobreza, no porque el tema no tenga importancia suficiente como para abundar más en el, sino por la cantidad de asuntos susceptibles de tratar en un blog dedicado a Trabajo y empleo. Por ello, vamos a tratar de resumir la situación que se expone en el estudio que hemos glosado, junto con nuestros propios puntos de vista.

Como hemos ido constatando, los telecentros existentes son, principalmente, rurales y multipropósito, que proporcionan acceso a teléfono, fax, fotocopiadoras, ordenadores, Internet, radios, formación e información. “Menos de la cuarta parte –según el estudio- tienen las actividades puramente económicas como objetivo principal”. No quiere ello decir que lo primero no sea importante, especialmente cuando los esfuerzos van dirigidos a grupos especialmente vulnerables, pero las ideas centrales de estos comentarios son dos:

1. Que el telecentro emprenda, una vez superada esa fase “de mínimos”, actividades económicas específicas, ligadas estrechamente a las posibilidades y necesidades de la comunidad a la que sirven, para que sus usuarios puedan ganarse la vida a través de las TICs. Así, dice el estudio: “raramente los desempleados utilizan el telecentro para buscar empleo… al tiempo que los auto empleados rara vez utilizan el telecentro para apalancar sus necesidades de negocio”.

2. Que, para conseguirlo, extiendan la búsqueda de recursos al sectlor privado, a las empresas. Porque los telecentros suelen nacer ligados a subvenciones de los distintos gobiernos y de organismos multilaterales, pero son pocos los que implican a las empresas que pueden aportar tanto recursos financieros como profesionales especializados. ¿Cuál es la causa de esta falta de colaboración entre los telecentros y la empresa privada? La falta de valor añadido que la empresa encuentra en las actividades de los propios telecentros.

Círculo vicioso

Nos encontramos, pues, dentro de un círculo vicioso difícil de romper. El telecentro no dispone de recursos financieros ni profesionales para formar personas que puedan ser útiles a las empresas. Y estas no se ocupan de financiar ni de utilizar los servicios de los telecentros, sencillamente porque no se los proporcionan.

La salida del círculo no puede venir más que de la colaboración público/privada. El telecentro (generalmente creado con fondos públicos) debe plantearse, para susbsistir más allá de las subvenciones, formar en actividades útiles para los negocios y, para ello, debe acudir a las empresas en solicitud de:

a) Ayuda financiera.
b) Información sobre las necesidades específicas de las empresas en cuestión y que el telecentro pudiera satisfacer. Es decir: ¿Qué tipo de capacitaciones serían útiles para su empresa, de manera que la misma estuviera dispuesta a financiar su impartición a las personas que pretendo formar?
c) Personal especializado que pueda impartir esos conocimientos, ya sea personal de la propia empresa o profesionales independientes, subvencionados por las empresas en cualquier modalidad.

Un paso más es el estudio del mercado, en general, de acuerdo con las posibilidades de oferta que pueda tener la propia comunidad a la que pretende servir el telecentro, y emprender actividades que satisfagan las necesidades de ese mercado: hacer un plan de negocios, partiendo desde la formación de los propios trabajadores que vayan a sostener la actividad.

En este caso es evidentemente más problemático obtener la colaboración de una empresa privada, la cual, por definición, busca más el beneficio inmediato (el servicio directo que le pueda dar el telecentro, según la consideración anterior). Pero los responsables del telecentro deben saber “vender” su proyecto a la empresa, buscando la forma de ofrecer a la misma un servicio indirecto, en forma de imagen, publicidad, beneficios fiscales, etc.

Sea como sea, la conclusión debería haber quedado clara: los telecentros tienen que ser sostenibles a largo plazo. Y, para ser sostenibles, tienen que emprender actividades de tipo económico, rentables, y, en consecuencia, proporcionar a sus beneficiarios los conocimientos suficientes para integrarse en esas actividades del propio telecentro o aprovechar esos conocimientos para emprender sus propias actividades que le permitan ganarse la vida.
Francisco Ortiz Chaparro


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Bitácora

02/04/2008

De las reflexiones anteriores que constituyen esta serie, el lector habrá podido ya sacar la conclusión de que la cuestión clave de los telecentros es ser útiles para la comunidad a la que pretenden servir. Adaptarse a ella antes incluso de constituirse, no adoptar, sin más, modelos y políticas que hayan tenido éxito en otros lugares. Con ello no queremos decir que cada telecentro pretenda reinventar la rueda, sino que se mire en las mejores prácticas puestas en marcha y les insufle el valor añadido de su adaptación a la situación concreta en que ha de efectuar su actividad.

Por eso señala el estudio que glosamos: “La utilización de los telecentros para promover modos de ganarse la vida requiere asimilar la forma en que pueden apoyar las capacidades y activos, cómo pueden abordar sus vulnerabilidades y cómo pueden trabajar e influir en el específico contexto social e institucional que conforman sus medios de subsistencia”.

Desde esta perspectiva, hay ejemplos de telecentros que, en ciertas regiones de Africa, se ocupan en la labor más primaria de enseñar a leer y escribir a las poblaciones de su entorno. Cabe preguntar si entonces el telecentro no es más bien una escuela, pero queda claro que sus promotores se adaptaron a la situación real de su entorno (y que verdaderamente han llegado a las comunidades más necesitadas). No se puede enseñar el manejo de los ordenadores a quien ni siquiera conoce el significado de sus teclas.

En esta adaptación es fundamental, como ya señalamos, contar con el personal adecuado para la labor que se pretende realizar. Porque el personal generalista del telecentro puede proporcionar determinadas enseñanzas, pero “no es realista esperar que pueda proporcionar apoyo en profundidad en todas las áreas”. Por eso es muy importante que los promotores del telecentro se planteen la colaboración con su entorno institucional y empresarial a fin de solventar la dificultad que surge en muchos de ellos, debida a la carencia de recursos y de socios que soporten los proyectos.

Los tipos de actividades más complejos, en el campo del emprendimiento, “particularmente cuando se trata de materias de una cierta complejidad (labores de importación y exportación, por ejemplo) se deben proporcionar en colaboración con organizaciones especializadas, como las que se dedican al comercio, a la promoción de empresas, bancos, etc.”

Es así como funciona, por ejemplo, una iniciativa desarrollada para las comunidades aborígenes del Norte de Canadá, el Community Access Programme of Navacut, que ayuda a los artistas de la naciente industrial artesana local a crear sitios web para la venta de sus productos a través de ellos o incluso de eBay. También ayuda a la industria turística de la zona. Incluso algunos telecentros se han especializado, con éxito, en labores de edición y producción cinematográfica. Para ello invitan a promotores de proyectos específicos que pueden aportar sus conocimientos a la comunidad.

A estos efectos es fundamental, también, la colaboración entre los telecentros. Naturalmente, esta colaboración es más fácil cuando varios telecentros pertenecen a una misma red, pero la colaboración no tiene por qué limitarse a ella. La creación y el intercambio de contenidos es una forma primera de colaboración. También lo es la compartición de las prácticas que han obtenido mejores resultados. A estos efectos, es importante la iniciativa que se está tratando de poner en práctica dentro de un convenio entre la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) y la Asociación Iberoamericana de centros de investigación y empresas de telecomunicaciones (AHCIET), que han seleccionado varias áreas en las que estudiar las mejores prácticas y tratar de que sus autores las pongan a disposición de otras comunidades, bajo el paraguas financiero del proyecto.

Pero no toda colaboración tiene por qué centrarse en replicar en un lugar lo realizado en otro u otros. Pensamos que las actividades de los telecentros no alcanzarán su máxima potencialidad hasta que no se constituyan redes en las que cada telecentro se ocupe en una actividad que pueda complementarse con las de otros. Y, todas juntas, puedan constituir una verdadera industria a través del espacio e incluso de las fronteras. Se trata de aprovechar los beneficios de la especialización y la colaboración. Para ello –ya lo señalamos en un comentario anterior- son fundamentales la calidad profesional, el espíritu de colaboración y la confianza. Y los beneficiarios de esta colaboración ya no serían comunidades aisladas, sino colectivos más amplios de regiones y países.
Francisco Ortiz Chaparro


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Bitácora

26/03/2008

“¿Cómo pueden ayudar los telecentros a ganarse la vida a quienes viven en la pobreza?” Esta es la cuestión fundamental del Informe que glosamos en esta serie de artículos, y su razón de ser. Porque está muy bien eso de facilitar el acceso a las TICs a las personas que no tienen posibilidades y enseñarles a utilizarlas. Pero, ¿hasta que punto?

Muchas políticas de alfabetización digital –incluso en países desarrollados- se autojustifican poniendo a disposición de personas que no tienen los medios para ello, el acceso durante sólo unas cuantas sesiones, en las que no hay tiempo para enseñar más que los rudimentos. ¿Pero luego, qué?

Todos tenemos la experiencia de la insuficiencia de los primeros pasos en la tecnología y de la sensación de desamparo ante la imposibilidad de comprar los equipos necesarios o ante la realidad de toparse con las dificultades del software. Por ello, los telecentros tienen que contar con los suficientes recursos económicos y formativos para llevar a los alumnos al punto en que puedan caminar por sí mismos.

En el campo del hardware, se pueden asociar las campañas de formación a la instrumentación de líneas de crédito asequibles para la compra de un ordenador y de una línea de acceso. En el del software, no se debería de dar por concluida ninguna campaña sin que los alumnos sepan valerse por si mismos.

Pero tampoco termina ahí la función del telecentro. Antes de crearlo, se deberían plantear una serie de cuestiones relacionadas con las características de la población y del entorno a que pretende servir: ¿Qué niveles de acceso tiene la población? ¿Con qué recursos cuentan las personas a las que se pretende formar? ¿Qué niveles de formación? ¿Cuáles serían las actividades, asequibles a esta población, en las que las personas formadas pudieran ganarse la vida? ¿Qué profesorado sería el adecuado para enseñarlas? ¿Cuánto cuesta un programa así? ¿A quien se puede acudir para aportar recursos: instancias gubernamentales, organismos multilaterales, empresa privada? ¿Cuál sería el punto de rentabilidad de la experiencia?

No partir de estos interrogantes, y de su solución, suele llevar a las angustias de una vida en precario del telecentro y al desengaño, no solo de la población a la que pretende servir, sino, lo que es más grave del los responsables de los recursos aportados, como ya expusimos para el caso del Banco Interamericano de Desarrollo. Lo que sentimos decir, porque la mayor parte de los telecentros están promovidos y dirigidos por personas de buenísima intención y gran entusiasmo.

Por ello señala el tan citado informe que “Los telecentros pueden, por ejemplo, apoyar el desarrollo de capacitaciones técnicas y empresariales proveer acceso a información clave, facilitar el acceso a los servicios gubernamentales y a recursos financieros y proporcionar apoyo (y conocimientos, añadimos nosotros) para actividades de micro emprendimiento”.
Francisco Ortiz Chaparro


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