CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Segunda objeción: un pensamiento viciado, un pensamiento que razona en círculo. Jesús y la resistencia antirromana (LIV)
Escribe Antonio Piñero
 
La segunda objeción sobre el método de avance de la reflexión sobre el patrón de recurrencia “Jesús sedicioso” afirma que el proceso de reconstrucción del pasado está viciado, ya que es un pensamiento  circular; es un “círculo vicioso”.
 
Confieso que esta objeción me sorprende ya que toda la historia, la antigua en especial, se construye sobre un pensamiento absolutamente circular. Siempre. Es más, el pensamiento circular es la esencia de la reconstrucción de un pasado que nos ha dejado muy pocos elementos para entenderlo, y el único método posible.
 
He intentado aclarar múltiples veces que reconstruir una escena del pasado, con sus actores, sus palabras y su contexto es muy parecido a resolver un rompecabezas, que es como un mural. Esa escena que se debe reconstruir consta, supongamos, de mil piezas y si fuera un rompecabezas actual se proporcionaría al que intenta poner en orden todas las piezas, mil en este caso, un dibujo exacto de cómo debe ser el resultado final. Sin embargo, al historiador del pasado se le entregan, por ejemplo, 200 o 300 piezas, y además no se le pone en la mano dibujo final ninguno –o uno muy borroso– que dé pistas sobre cómo hay que colocar las escasas piezas entregadas. Pero debe insistirse que en historia, y sobre todo en la antigua nunca se dan todas las teselas del mosaico a reconstruir… ¡ni mucho menos! Nunca están todas las piezas y no hay dibujo. Para empezar hay que dar vueltas y vueltas observando antes de que las piezas entregadas corresponden a este presunto dibujo o bien están simplemente equivocadas de lugar.
 
Resulta además, que las piezas –los elementos de la reconstrucción de la escena– con sus personajes no la posee una sola persona ni mucho menos. Tales piezas están a disposición del público en general. Respecto a la historia evangélica, hay una sección de historiadores que afirma que con las piezas se les ha proporcionado también un dibujo de lo que tiene que ser la escena. Pero otros colegas dudan de que ese dibujo sea auténtico… y que las piezas correspondan  a él.
 
El primer bloque de estudiosos, más o menos satisfecho, sostiene que ciertamente las piezas son pocas, pero que son suficientes; que en principio no las han entregado totalmente desordenadas, sino con cierto orden, que todas pertenecen a la escena final a reconstruir, y que en el pasado han existido otros grupos que siguiendo unas líneas de reconstrucción usuales  han resuelto el rompecabezas de modo que el dibujo resultante es suficientemente satisfactorio. Todos están convencidos que esa pintura proporcionada del resultado final no contiene errores graves, es auténtica y aprovechable porque la ha entregado la tradición. Naturalmente, al tener ya el dibujo o resultado, esos historiadores avanzan muy deprisa. Reconstruyen el mural con relativos procos problemas a pesar de que –al igual que los estudiosos del segundo bloque– son conscientes de que solo tienen unas doscientas piezas de las mil del conjunto. A veces confiesan que les ha costado un poco reconstruir la escena, ya que algunas de las piezas no les encajaban del todo bien. Dando vueltas, considerando desde el principio y formando algunas hipótesis, siempre de acuerdo con una línea tradicional ya consolidada, volviendo al principio y con mayor reflexión –ciertamente con un pensamiento sin duda circular– logran encajar algunas piezas de las restantes... ¡Pero nunca todas las que están a su disposición!
 
Y hay un segundo grupo que observa la escena reconstruida por el grupo de historiadores del primer bloque… pero no le convence. Opinan que no encajan bien las piezas; algunas están claramente descolocadas –ni siquiera pertenecen a la escena– y no hay explicación convincente de por qué las han situado ahí. Los de este segundo grupo afirman en ocasiones que es casi imposible la reconstrucción del mural, porque dado lo amplio que es, hay ciertamente pocas piezas y muy desordenadas. Hay que trabajar mucho en la reconstrucción del dibujo; no basta con lo entregado por la tradición.
 
Hubo un momento en el que, un primer historiador del grupo segundo –tras reflexionar mucho sobre lo que tiene a su disposición, y no contento del resultado del dibujo ya presentado por los del primer grupo– empezó a reconstruir la escena que debía dibujar a partir de informaciones colaterales de cómo podría ser el ambiente, los personajes, el diálogo, etc., dentro del cual había que colocar el conjunto del rompecabezas o mural. Tenía, pues, información previa de un cierto marco general en donde se encuadraba la escena a reconstruir. Solo entonces comenzó a colocar las piezas. Aclaremos que tales piezas están formadas por textos fehacientes de la época y, con ayuda de la arqueología y de la numismática –si es posible–, por otro conjunto de más piezas, también desordenadas. Así pues, ese primer historiador del segundo grupo comienza por construir un marco general (recordemos que no tiene dibujo alguno final) y solo entonces procede a ensamblar las piezas. Sale de su esfuerzo reflexivo un primer dibujo reconstruido. Mientras lo observa no del todo confirme con él, viene un colega que está intentando resolver el mismo rompecabezas y siguiere que las piezas deben colocarse de otra manera…
 
Reflexiona y vuelve a reflexionar el primer historiador del segundo bloque; recoloca parte de las piezas según indicaciones del colega, y observa que el dibujo adquiere mayor consistencia: se forma una imagen menos borrosa. La acepta. Vuelve atrás con la idea de esa nueva imagen y recoloca otras piezas que faltan… Pero no encajan algunas… Aparece entonces otro colega, historiador también, que sugiere una colocación para las piezas que falta. Acepta de nuevo El historiador primero la nueva idea y coloca esas piezas según le sugieren. Observa el nuevo cuadro y reflexiona una vez más sobre él: efectivamente han encajado más piezas y de un modo más convincente… Pero la imagen sigue teniendo muchas aristas…, se diría que el conjunto aún rechina. Con gran paciencia, el historiador primero vuelve al principio… y repiensa y reflexiona por enésima vez si con las sugerencias de los colegas la escena es más nítida y clara.
 
Piensa ciertamente que ha vuelto al principio, pero que ha logrado algo, aunque no acabe de estar satisfecho. Sigue reflexionando. En medio de sus pensamientos aparece un tercer colega, el cual observa que una de las piezas está formada en  realidad por dos: ¡son dos piezas y no una! Hay que buscar una nueva colocación. Y vienen un cuarto y un quinto colega, y al observar todos la imagen que se está formando sostienen que algunas de las piezas han sido mal colocadas por sus colegas anteriores... ¡desde el principio! Sugieren un nuevo cambio… Efectivamente, tenían razón; ahora la imagen –con el nuevo orden– es más  nítida y convincente.
 
El historiador primero vuelve al principio y comienza a reflexionar de nuevo… Sin duda, está razonando hacia adelante  y hacia atrás. Se diría que a veces no avanza mucho, porque se mueve en círculo ya que sus pensamientos le llevan al inicio, al punto de partida y de ahí a estados intermedio o al final. Pero cuando vuelve la vista atrás, al presunto principio, observa que tampoco está en el punto de partida ya que cinco, seis o siete colegas le han ayudado en la colocación de las piezas… Sí, ha avanzado. En esta vuelta al supuesto inicio no está exactamente en el punto de partida inicial, porque algunas de esas piezas casi han adquirido una  posición fija; prácticamente  no han cambiado desde el principio… hay al menos un rinconcito del gigantesco rompecabezas que empieza a tener sentido. Y a partir de ese rinconcito va encajando el resto de las piezas de modo que se forma un conjunto más grande que se procura que chirríe lo menos posible.
 
Ya tiene, pues, un cierto conjunto ya fijo, formado con el primer rinconcito de la imagen que parece ya debidamente estable junto a lo que se ha añadido y que encaja bien. Sin duda, el proceso ha sido hipotético, de ensayo, error/acierto: se ha empezado desde el principio; se ha avanzado; se ha vuelto de nuevo al principio; se ha vuelto a avanzar; se ha re-vuelto al principio y se ha re-vuelto a avanzar… Desde fuera alguien vuelve a observar que parece que apenas se progresa y que todos los historiadores no hacen sino moverse en círculo… ¡Pero no es verdad totalmente! Son círculos que van avanzando en una dirección. ¡El resultado es mejor que al inicio! Con el añadido de nuevos conjuntos formados con el mismo sistema de trabajo (hipótesis; ensayo; acierto/error; nueva imagen en la que se integran cada vez más piezas), se tiene ya una imagen relativamente consolidada ¡que al principio no se tenía! Y, ciertamente, esta imagen resulta diferente, pero más satisfactoria que la conseguida por los historiadores del primer bloque que habían avanzado siguiendo una imagen previamente dada del mural a reconstruir ofrecida por una tradición no debidamente revisada.
 
Entonces comienza una cierta pelea entre ambos grupos que discuten sobre el resultado final de la escena con sus personajes. Las gentes del primer grupo,  los provistos de dibujo previo del mural, está contento porque sus resultados encajan bien con la imagen de ese rompecabezas formada por la tradición de siglos
 
Los del segundo grupo, los que no tenían dibujo previo,  y que comenzaron a operar solo con el marco general que le dio el conocimiento de la época en la que se sitúa la escena que se les ha encomendado reconstruir, observa su reconstrucción, producto de muchas vueltas y revueltas desde el principio. Les convence más que la del primer bloque, ya que explica mejor los datos según los condicionantes previos de la época en la que se sitúa la escena; han rechazado algunas piezas equivocadas –tras mucha reflexión– porque no son auténticas, y no encajan con el marco general… Y en conjunto están contentos porque han logrado ensamblar más piezas que resultaban muy difíciles para la tradición que poseía ya la imagen global.
 
Pero, los miembros de uno y otro grupo aunque difieran en los resultados, aunque unos y otros valoren de modo diverso las piezas, aceptan que su razonamiento –visto desde fuera y desde las puras ciencias matemáticas, por ejemplo– es en círculo, que va hacia delante y hacia atrás; que formula hipótesis, las comprueba, las acepta o las rechaza, pero que poco a poco, ese movimiento hacia adelante y vuelta atrás (que puede denominarse circular) es el único posible para avanzar y presentar una imagen de la escena a reconstruir que dé cuenta del mayor número posible de datos.
 
Y en concreto el historiador del segundo grupo está aún más contento porque la escena ha sido reconstruida con la mejor técnica posible, y sin constreñimiento previo alguno precisamente porque no tenía un dibujo anterior al que tenía que acomodarse necesariamente.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.ciudadanojesus.com 

Martes, 7 de Marzo 2017

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Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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