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Francisco Mora: Todo lo que hacemos en la vida puede repercutir en nuestros genes

El ser humano es espejo y creador de todo lo que le rodea, incluido él mismo, explica el neurólogo español


El ser humano es espejo y creador de todo lo que le rodea, incluido él mismo, porque podemos orientar la información de su aprendizaje y de la memoria en la dirección que, de alguna manera, nos gustaría que llevara, declara en la siguiente entrevista el neurólogo Francisco Mora. También señala que muchas cosas de las que hacemos en nuestras vidas pueden repercutir potencialmente en nuestra herencia genética, si bien de forma reversible. Asimismo declara que ee puede envejecer de manera activa, productiva, llena de emoción y saludable porque el proceso de envejecimiento se puede retrasar. Por Rafael Cordero Avilés.


Rafael Cordero Avilés
29/12/2009

Francisco Mora. Foto: RTVE, Blog Asuntos Propios
Francisco Mora. Foto: RTVE, Blog Asuntos Propios
Francisco Mora es doctor en Medicina por la Universidad de Granada y en Neurociencias por Universidad de Oxford, catedrático de Fisiología Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, y de Fisiología Molecular y Biofísica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Iowa, en Estados Unidos. Ha escrito más de cuatrocientos trabajos y comunicaciones científicas en el campo de la neurobiología y cincuenta libros, entre ellos, el Diccionario de Neurociencia y Neurocultura.

¿En este momento, qué sabemos del cerebro? ¿Y qué nos queda por saber?

Lo que sabemos del cerebro es lo que yo he querido expresar en el libro ¿Cómo funciona el cerebro? La gente, de alguna manera, todavía sigue hablando del cerebro como un computador. Es decir, una máquina que recibe información, la procesa, y la almacena o no, en función de la respuesta que va a emitir. La cuestión está en que los ordenadores son máquinas construidas por el hombre. Yo no quiero llamar ‘máquina’ al cerebro humano, porque el concepto de máquina es absolutamente diferente y, cuando utilizas el mismo término, inmediatamente se le une ese concepto, lo que es erróneo. El cerebro es un órgano que se ha construido a lo largo de quinientos millones de años de azar y reajustes, y no una máquina como las que el hombre ha construido a lo largo de los últimos cincuenta años. ¿Cuál es la esencia de esa distinción? La esencia es el constante dialogo que existe entre cada uno de los componentes de ese cerebro, es decir, las neuronas. Cada neurona se comunica con otras, en un proceso constante y enorme de tráfico. Se trata de un proceso complejo que no puede realizar ningún ordenador. El cerebro contiene unos cien mil millones de neuronas, sin contar otras células importantes en la comunicación, como son los astrocitos. Esos cien mil millones están en constante ‘conversación’.

¿Se puede inferir que la capacidad que tiene el cerebro es ilimitada?

No, porque si decimos eso, vamos a acabar con el tópico de que el aprender no ocupa lugar. Eso es un neuromito, y hay que acabar con ellos. El aprender ocupa lugar y tiempo. El aprendizaje es un proceso que ocurre en el cerebro. Intervienen muchas áreas pero, finalmente, se deposita en una región que denominamos hipocampo, al menos para las memorias que llamamos conscientes o explícitas. Y el aprendizaje y la memoria significan, en última instancia, cambiar el cerebro. Y hablo de física y química, de conexiones. Las sinapsis cambian con el proceso de aprendizaje. ¿Qué quiere decir que he aprendido algo? En esencia, que he cambiado mi cerebro. Y de ahí se llega a lo que muchas veces se ha pensado que eran expresiones filosóficas. Y es que no podemos conocernos a nosotros mismos, porque nuestro cerebro está constantemente cambiando. Somos alguien nuevo cada día. Nosotros no somos, y lo sabemos, el niño que fuimos cuando teníamos quince años. No somos el mismo que hace diez años, ni tan siquiera que hace tres años. Hemos cambiado. Como el río de Heráclito. Jamás es el mismo río. Y eso es importante saberlo. Lo que sin embargo, sí podemos hacer -y fíjese usted, también es filosofía-, es llegar, de alguna manera, a construirnos a nosotros mismos. El ser humano es espejo y creador de todo lo que le rodea, incluido él mismo. ¿Por qué? Porque podemos orientar la información de ese aprendizaje y de la memoria, en la dirección que, de alguna manera, nos gustaría que llevara.

Y todo esto forma parte de lo que yo entiendo por neuroeducación. El día en que lleguemos a conocer de verdad cómo hay que enseñar, la perspectiva de la docencia en las guarderías, en los colegios y en la Universidad, e incluso en la misma sociedad, cambiará de una manera radical. En definitiva, el ser humano es espejo y creador de todo lo que le rodea, incluido él mismo.

Parece que la tradicional y artificial división entre ciencias y humanidades no va con la evolución de los actuales conocimientos. ¿Cuál es su opinión sobre ello?

Mi opinión es que conocer cómo funciona el cerebro nos llevará a una convergencia de esas dos grandes áreas del saber. De ahí nace la neurocultura. Precisamente yo defino la neurocultura como un reencuentro entre la neurociencia, que es el conjunto de conocimientos sobre cómo funciona el cerebro, y los productos de ese funcionamiento que es el pensamiento, los sentimientos y la conducta humana. Esto, en esencia, también quiere decir una reevaluación lenta de las humanidades. O también, si se quiere, un reencuentro, esta vez real y crítico, entre ciencias y humanidades.

Usted se basa mucho, en sus escritos y libros, en la teoría de la evolución. Sin embargo, ha habido un cierto revisionismo de esa teoría.

Revisionismo sí, pero la esencia de la teoría no es discutida. Azar y necesidad. Por un lado, mutación genética no programada, sino azarosa. Por otro lado, ese determinante poderoso, que es el medio ambiente, donde se produce esa mutación. Y este último es el que determina si las mutaciones ocurridas tienen un valor de supervivencia o no. Ésa es la esencia. Hoy, además, hay un actor nuevo en esta película: la epigenética. ¿Cómo no discutir sobre ella, si nos está hablando de una evolución casi lamarckiana? Lo cierto es que mucho de lo que usted haga en su vida, como es fumar o tomar drogas, o llevar una vida estresante, así como los estilos de vida en general que lleven los individuos, pueden cambiar el genoma a nivel “funcional”, y esto ser transmisible a sus hijos, o nietos, o incluso biznietos.

Entonces, ¿muchas cosas de las que hagamos en nuestras vidas pueden repercutir potencialmente en nuestra herencia genética?

Sin duda, aun cuando de modo reversible. La epigenética es un área de conocimiento relativamente nueva. ¿Qué significa “reversible”? Desde luego, con nuevos fármacos se puede desmetilar lo que se ha metilado. Pero son aspectos que chocan en esa dimensión, que antes creíamos imposible, de que ciertos caracteres pueden ser heredables.

Usted es especialista en envejecimiento cerebral y éste, claramente, consiste en un deterioro de las funciones. ¿Se podría retrasar el envejecimiento y, si es así, ¿estamos abocados, de alguna manera, a un mundo de ancianos?

El envejecimiento del cerebro es un proceso fisiológico que se puede cursar sin enfermedades. Se puede envejecer “con éxito”, como decimos los especialistas, es decir, de manera activa, productiva, llena de emoción y saludable. Y eso tiene que ver con la pregunta sobre si se puede retrasar el proceso de envejecimiento. La respuesta es sí. Nuestro envejecimiento, el envejecimiento humano, es dependiente en relativa medida de los genes que heredamos (en un 25 por ciento, es decir, los padres longevos pueden tener hijos longevos), y mucho más de los estilos de vida que desarrollamos (en un 75 por ciento). Ya hablamos en otra ocasión sobre las doce claves que he propuesto como camino para ralentizar el envejecimiento del cerebro. A ellas me remito.

Y con respecto a la última cuestión, sí creo que estamos abocados, en el futuro, a vivir con gentes mayores y longevas. Pero también espero y confío en que sean gentes activas y sanas, capaces de alcanzar edades provectas sirviendo a la sociedad. Digo bien lo de “ayudar a la sociedad”, aun cuando no me refiero con ello a que cumplan en puestos ejecutivos de ningún tipo, sino ayudando activamente a los demás en las muchas y múltiples tareas que podrían cumplir, en una sociedad tan necesitada de gentes que devuelvan en tiempo y agradecimiento lo que tal vez hayan recibido antes de esa misma sociedad. Todas estas ideas las he desarrollado lenta y reposadamente en el libro El sueño de la inmortalidad. Envejecimiento cerebral, dogmas y esperanzas, que quizá interese a algunos de los lectores.


Esta entrevista se publicó originalmente en la OTRI de la UCM. Se reproduce con autorización



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Comente este artículo

1.Publicado por El Economista Pobre el 30/12/2009 23:57
¿¿¿50 libros??? Pero es médico o escritor??

Copio las 12 claves por si a alguien le interesan:

1. Restricción calórica y hábitos dietéticos saludables
2. Ejercicio físico aeróbico
3. Ejercicio mental
4. Viajar
5. Adaptarse a los cambios sociales
6. No vivir solo
7. No fumar
8. No sufrir estrés, con desesperanza
9. Tener un buen sueño en completa ausencia de cualquier estímulo luminoso
10. Evitar el “apagón emocional”
11. Dar sentido a la vida con agradecimiento
12. Alcanzar la felicidad, entendida ésta como ese punto de felicidad que se consigue cuando se está en el mundo sin necesidad de él


Y 13. leer http://eleconomistapobre.blogspot.com

2.Publicado por Alejandro Álvarez Silva el 01/02/2010 12:17
Recomiendo al respecto el ensayo "Vida y mente:ciencia y misterio" en el Blog "Simbiotica". Saludos:
Alejandro Álvarez

3.Publicado por Alejandro Álvarez Silva el 01/02/2010 18:52
Advertido fallo en el comentario 2, se corrige la dirección del Blog "Simbiotica": http://simbiotica.wordpress.com.
Añado nueva recomendación en el mismo en el apartado "El gen egoísta". Saludos:
Alejandro Álvarez

4.Publicado por Alberto el 21/02/2010 14:54
Al señor Francisco Mora habría que hacerle más caso. Sus afirmaciones parecen filosóficas, con un carácter que aparentan más un pensamiento que una realidad factible. Cuando se leen a otros autores, se comprueba y corrobora lo que el Sr. Mora indica en el artículo, que los conocimientos y el aprendizaje de son hechos que transponen los elementos físicos y químicos de nuestro organismos, que cambian su estructura y función, de ahí, por ejemplo, la plasticidad cerebral. Cambios progresivos que aunque no tengan una evidencia a corto plazo, si se obtiene cambios a medio y largo plazo. Por ejemplo, se ha constatado que la memorización realizada por repetición continua cambia un area concreta del cerebro. También cuando se practicán con las bolas de malabares cambian el cerebro y está constantado. Igual que estos cambios se producen con un carácter positivo al aprender una nueva habilidad, otros inhiben o retrasan estos cambios, bloquean los aprendizajes y la memoria y por lo tanto la capacidad potencial que tiene la persona para incrementar sus actitudes e inteligencia. El conocimiento, lo aprendido, tambien afecta emocionalmente a las personas, a sus visión de ellos mismos, su personalidad, y por lo tanto a su salud. En artículos de esta revista digital han informado que: practicar un instrumento musical mejora y amplia el tallo cerebral que une los dos hemisferios del cerebro, que las personas delgadas y con una buena nutrición son más felices y tienen mejor rendimiento intelectual que las obesas y son más longevas.

Son ejemplo concretos de lo que dice el Sr. Mora: un incansable divulgador al que debemos agradecerle su empeño por ofrecernos sus conocimientos.

5.Publicado por Alberto Rodriguez-Sedano el 20/05/2010 12:43
Es cierto que la epigenética es un cambio sustancial en cómo veíamos la evolución y la determinación genética. Es, digámoslo así, una nueva posibilidad. No todo está determinado sino que cuanto más extendamos las posibilidades más probabilidades hay de probar soluciones a los problemas. De ahí que errar es importante en el aprendizaje porque no hay conocimientos positivos sino sólo negativos. La predisposición del conocimiento, más que nada, reclama salir de nuestra natural disposición a seguir igual: una antinomia.

En el aprendizaje, el principio de conocer, hay un límite, un tope. Ya lo dice el Sr. Mora: el conocimiento sí ocupa lugar. Estoy en cierto modo en desacuerdo con él porque aunque no es infinito al estar limitado, hay, empero, una posibilidad de ampliarlo llevando el conocimiento de uno al de otro, y dejar en todos un grado de ese conocimiento en la historia. El conocimiento no es material en este estricto sentido: su peso es metafísico y no cerebral. Es, sin duda, el sentido trascendental que va de Platón a Hegel o Heidegger.

Trascendental, por más que suene a religiosidad y espiritismo, es la relación del conocimiento con quien conoce. Es un término filosófico con abusos por parte de quienes deforman el sentido de la historia de la filosofía: su unidad de sentido. Es cierto que los propios autores trascendentales dieron buena razón para ello. El cogito cartesiano, el más conocido e importante de todos los espiritismos, y la idea más pura y mejor resumida de cuantas haya habido de mente, era espiritual dentro del problema filosófico, matemático y lógico que trataba. No sólo era la mente, que entonces ya se hacía, en cierto modo, material en el cerebro, sino que era una relación inmaterial dentro de un ámbito superior por el que esa materia venía determinada. Si Dios era el absoluto en el que entraban todas las partes no había partes independientes; todo era parte de una gran sustancia. De modo que el límite del hombre estaba en relación con lo que éste estaba implicado.

Dios era, como se ha visto siglos después, una sublimación hecha por el hombre en coherencia con el pensamiento de propio hombre. El hombre se refiere a otros hombres. No obstante, ciertos ámbitos científicos, han pretendido determinar científicamente lo que debiera ser conocido, como si sólo fuese ciencia lo que se conoce por medio de una razón aunque no se critique esa misma razón. Esto es, algunos creen que las formas son de algún modo fijas, y no son sino una variedad del espiritismo.

El orden que evoluciona no se puede conocer tal y como pensamos el conocimiento. No sólo no sigue una ordenación temporal de la que copiamos nuestro esquema sino que la moral, lo más importante a conocer, es una parte a conocer con una ordenación distinta. Lo moral es más denso, implica más; y el conocimiento es más líquido, menos espeso. La urgencia de un nuevo planteamiento a la hora de conocer implica conocer no sólo más a fondo, con mayor detalle, sino que el detalle lleve a un nuevo conjunto en el que los detalles sean una razón. Una razón amplia, solidaria, menos encerrada en su certeza, y con disposición a equivocarse una y mil veces más si tiene una razón para ello. Una razón que no sea un sentimiento hueco deudor de una ciencia sin sentimiento.

Si la epigenética nos hace más adaptativos, ¿por qué la adaptación nos lleva a la distancia?. El sentimiento no es distante; distante es el conocimiento.

6.Publicado por Maria Baltazara Espinoza Valdivieso el 18/07/2010 08:15
Es barbaro como el ser humano evoluciona y con ello se modifican, cambian nuestras estructuras de el cerebro humano - pensamiento cognitivo, aprendizajes significativos, pero además como sostiene didácticamente Francisco Mora. (primera vez que lo úbico) "el aprender ocupa un lugar y tiempo.....proceso que ocurrre en el cerebro............física y química de conexiones", entonces se produce o se desarrolla un nuevo "evento" o muchos de ellos diferentes, novisimos en razon de nuestros leves, medianas o profundas vivencias-experiencias, sujetivas - objetivas, pero estas "modificaciones" o cambios producidos en nuestras conexiones, nos remiten, nos conducen a ser "alguien nuevo cada día" y "en esencia, que he cambiado mi cerebro" . Aquí me pregunto ¿Realmente he cambiado mi cerebro, por que un nuevo saber se ha instalado en mi hipocampo?, realmente "somos algo nuevo cada día". Indudablemente ser niño(a) y después de unos años soy adulto(a), es evidente percibir, notar, que se ha producido "una transformación" cualitativa -cuantitativa, biólogica, física etc, Vuelvo a preguntar y ¿qué pasa con todas nuestras experiencias, se acumulan, se pierden, o se modifican?



pensamiento cognitivo, pero además como sostiene coherentemente Danien Mora. una

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