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Las estrellas pueden formarse imitando los fuegos artificiales

Esta interacción cataclísmica libera tanta energía como la que emitiría el Sol en 10 millones de años


La formación de estrellas puede ser un proceso violento y explosivo, como una versión cósmica de fuegos artificiales con serpentinas gigantes que salen disparadas a más de 150 kilómetros por segundo en todas direcciones, extendiéndose a casi un año luz de extremo a extremo. Esta interacción cataclísmica libera tanta energía como la que emitiría el Sol en 10 millones de años, han descubierto astrónomos del ESO.


ESO/T21
07/04/2017

OMC, Orion Molecular Cloud, a 1.400 años luz. ESO
OMC, Orion Molecular Cloud, a 1.400 años luz. ESO
A menudo, las explosiones estelares se relacionan con supernovas, la espectacular muerte de algunas estrellas. Pero nuevas observaciones llevadas a cabo con el telescopio ALMA de la ESO  han proporcionado información sobre explosiones que tienen lugar en el otro extremo del ciclo de la vida estelar: el nacimiento de la estrella.

El Observatorio Europeo Austral (ESO) es la principal organización astronómica intergubernamental de Europa y el socio europeo de un revolucionario telescopio, ALMA, actualmente el mayor proyecto astronómico en funcionamiento del mundo.

Los astrónomos del ESO han captado impresionantes imágenes mientras exploraban los restos del nacimiento de un grupo de estrellas masivas, parecidos a fuegos artificiales, demostrando que la formación de estrellas también puede ser un proceso violento y explosivo, según explican en The Astrophysical Journal.

A 1.350 años luz de distancia, en la constelación de Orión (el cazador), hay una densa y activa fábrica de formación de estrellas llamada Nube Molecular de Orión 1 (OMC 1, por sus siglas en inglés) que forma parte de la conocida nebulosa de Orión.

Las estrellas nacen cuando una nube de gas, cientos de veces más masiva que nuestro Sol, comienza a colapsar bajo su propia gravedad. En las regiones más densas, las protoestrellas se encienden y comienzan a amontonarse sin control.

Con el tiempo, algunas estrellas comienzan a caer hacia un centro común de gravedad, dominado generalmente por una protoestrella particularmente grande. Si antes de que puedan escapar de su vivero estelar, algunas estrellas se acercan mucho entre sí, pueden tener lugar violentas interacciones.

Hace unos 100.000 años, varias protoestrellas comenzaron a formarse en las profundidades de OMC-1. La gravedad comenzó a atraerlas entre sí a una velocidad cada vez mayor, hasta que, hace 500 años, dos de ellas chocaron.

Los astrónomos no están seguros de si simplemente se rozaron o chocaron de frente pero, sea como fuere, la potente erupción que se desencadenó hizo que tanto las protoestrellas cercanas como cientos de colosales chorros de gas y polvo, en forma de serpentinas, salieran despedidos hacia el espacio interestelar a más de 150 kilómetros por segundo. Esta interacción cataclísmica liberó tanta energía como la que emitiría el Sol en 10 millones de años.

500 años después

Quinientos años más tarde, un equipo de astrónomos liderado por John Bally (Universidad de Colorado, EE.UU.) ha utilizado el conjunto de antenas ALMA (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array) para mirar dentro del corazón de esta nube.

En su interior vieron los escombros arrojados hacia fuera desde el explosivo lugar de nacimiento de este grupo de estrellas masivas, una versión cósmica de fuegos artificiales con serpentinas gigantes que salían disparadas en todas direcciones.

Se suponía que este tipo de explosiones eran de una duración relativamente breve, de hecho los restos vistos por ALMA duran unos pocos siglos. Pero, aunque son pasajeras, puede que estas explosiones protoestelares sean relativamente comunes. Al destruir su nube parental, estos eventos también podrían ayudar a regular el ritmo de formación de estrellas en estas nubes moleculares gigantes.

Las primeras pistas sobre la explosiva naturaleza de los restos descubiertos en OMC-1 se obtuvieron con el Conjunto Submilimétrico (Submillimeter Array), en Hawái, en 2009. Bally y su equipo también observaron este objeto en el infrarrojo cercano con el telescopio Gemini Sur, en Chile, desvelando la estructura en forma de serpentinas que se extiende a casi un año luz de extremo a extremo.

Sin embargo, las nuevas imágenes del ALMA muestran la naturaleza explosiva en alta resolución, revelando importantes detalles sobre la distribución y el movimiento a altas velocidades del gas de monóxido de carbono (CO) dentro de esas estructuras en forma de serpentinas.

Esto ayudará a los astrónomos a entender la fuerza subyacente de la explosión, y qué impacto podrían tener este tipo de eventos en la formación de estrellas por toda la galaxia.

Referencia

The ALMA view of the omc1 explosion in Orion. The Astrophysical Journal, Volume 837, Number . DOI:https://doi.org/10.3847/1538-4357/aa5c8b



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