¿Quién es?
Rafael Alberto Pérez
Autor de referencia en comunicación estratégica, conferenciante y consultor. Es consejero de The Blueroom Project - TBP Consulting para temas de turismo y ocio
Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.
En la actualidad divide su actividad entre impartir Seminarios- invitado por más de 170 Universidades y empresas de 14 países- y ejercer como consultor estratégico.
Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.
En la actualidad divide su actividad entre impartir Seminarios- invitado por más de 170 Universidades y empresas de 14 países- y ejercer como consultor estratégico.
Tendencias Estratégicas
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17/12/2025 17:43 - Pablo Javier Piacente / T21
Venimos proponiendo un cambio de paradigmas en materia de ciencias sociales y en concreto de estrategia. Se trata de decir adíos a un mundo fragmentado, lineal y estático, para pensar la realidad como una trama de procesos fluidos, complejos y, a veces caóticos. Pues bien el artículo publicado por el presbítero Hesiquio Trevizo Bencomo el 02-01-2010 en la sección de Opinión del Diario digital de Ciudad Juarez me ha sorprendido al proponer la aplicación de la teoría del caos un paso mas allá de lo habitual: a las estrategias para encarar los males del espíritu.
Por su longitud me he permitido espigar algunos parráfos tratando de que al así hacer no perdieran su sentido. El lector interesado podrá linkear al texto completo original.
‘Teoría del Caos’
Autor: Presbítero Hesiquio Trevizo Bencomo
De la misma manera que en la atmósfera se van acumulando fuerzas, campos magnéticos, presiones determinadas por las temperaturas, fricciones y cambios imprevisibles, en la vida de los pueblos se van acumulando, igualmente, tensiones, fuerzas que presagian la tormenta.
(…)
La ‘Teoría del Caos’ ha aportado a las ciencias clásicas una nueva comprensión. Los sistemas sencillos, como un péndulo que se balancea, no siempre tienen comportamientos igualmente sencillos. En el fondo, se trata de conocer el futuro, de predecirlo, y la teoría del caos habla precisamente de lo impredecible de la realidad toda. No es ya la acción de ningún malvado demonio, según decía Laplace, la que nos impide el conocimiento del futuro de un sistema que evoluciona en el tiempo, sino la imposibilidad física de evaluar con precisión la situación actual del sistema, incluido el social, es decir, la imposibilidad misma de evaluar el presente. Estamos ciegos ante el presente, y cuando hablamos de planear el futuro nos referimos primordialmente al campo económico, se descansa en la inversión y en el rendimiento a corto y a largo plazo, que no garantiza mucho, según lo atestigua el año viejo.
(…)
Extraña ciencia ésta del caos. Y atenta contra los principios metafísicos, pues la ciencia del caos es una ciencia de los procesos, no de los estados estables; del devenir, no del ser, y salta por encima de las tradicionales fronteras que separan las distintas especialidades científicas, en cuanto se presenta como ciencia de la naturaleza de todos los sistemas, no permite reduccionismos y se mantiene abierta, a la vez que le da una especial relevancia a la noción de “azar”. Es un salto respecto a la concepción clásica a la que ha renovado por un doble concepto: por una parte, se han hallado comportamientos muy complejos en sistemas habitualmente considerados simples y, por otra parte, de manera más sorprendente, se ha hallado que sistemas complejos, como el sistema solar, la historia, la economía, el clima, la política, el cerebro, presentan un cierto orden subyacente.
(..)
¿Se puede aplicar esta teoría a la conducta humana? Ya hemos dicho que se aplica a la conducta humana en todas sus dimensiones. En una relación de una pareja pueden acumularse, a lo largo del tiempo, tensiones, fricciones, muchas veces de manera inadvertida: se piensa que las palabras no lastiman, que se las lleva el viento; que las heridas cicatrizan, que con el tiempo todo se olvida, pero en realidad, se van acumulando fuerzas, en forma de resentimientos y rencores, que un día, con el estallido de una chispa pequeña, van ha hacer explosión y a destruir la relación.
El famoso estrés encuentra en esta teoría su mejor explicación: acumulación de tensiones que terminan reventado el sistema. En la vida personal, los problemas psicológicos, los traumas, las insatisfacciones, las percepciones distorsionadas, van generando campos magnéticos de alta tensión que, más temprano que tarde, pueden hacer estallar el sistema psicológico que coincide con el sistema de navegación del individuo. Luego, la comunicación estaría al servicio de un sistema diseñado “para hacer tierra” y evitar que la sobrecarga reviente todo el sistema. La uniformidad del voltaje es la condición para utilizar la energía eléctrica. Y esto es transportable a la salud mental y física del individuo.
Pero en la historia de los pueblos esta teoría tiene la misma aplicación, y, tal vez, en este ámbito sea más visible.
(…)
Descubrimos, entonces, que alrededor del mundo hay fuerzas terribles que se acumulan, y, a la manera, de los nubarrones que ascienden, turbulentos y amenazadores, disparándose primero rayos entre ellos, luego, descargándolos sobre la tierra, como resultado de la fricción de las energías acumuladas, se descargan sobre nuestro mundo amenazando el sistema que conforma nuestra vida.
( … )
Nuestra esperanza. Quizá la ‘Teoría del Caos’ tan drásticamente aplicada y la fuerza evidente y devastadora de lo que estamos viviendo, siembre en nosotros la desesperanza. El mal tiene sus técnicas, sigue una estrategia. La violencia que vemos tan prolijamente detallada en forma de noticieros, puede hacer mella en nuestro espíritu e invitarnos al desaliento. “Si vemos sólo las cosas de este mundo, nos entristecemos”. (S. Agustín). En efecto, el panorama no es alentador, al contrario, se trata del estallido de unas fuerzas que se acumularon por mucho tiempo, que echaron raíces muy profundas en nuestra sociedad. Se trata, más en lo hondo, de un desfonde cultural, de una cultura que se desploma, que ha prescindido casi por completo de un referente trascendente, que se ha dispensado con una facilidad increíble de la pregunta y de la responsabilidad éticas.
(…)
Solamente un retorno a la fuerza renovadora del Espíritu puede hacer que volvamos a ser seres vivos, hombres y mujeres con un corazón de carne, es decir, capaces de sentir compasión, alegría y anhelos de paz.
(…)
Publicado el 02-01-2010 en la sección de Opinión del Diario digital de Ciudad Juarez http://www.diario.com.mx
Autor: Presbítero Hesiquio Trevizo Bencomo
De la misma manera que en la atmósfera se van acumulando fuerzas, campos magnéticos, presiones determinadas por las temperaturas, fricciones y cambios imprevisibles, en la vida de los pueblos se van acumulando, igualmente, tensiones, fuerzas que presagian la tormenta.
(…)
La ‘Teoría del Caos’ ha aportado a las ciencias clásicas una nueva comprensión. Los sistemas sencillos, como un péndulo que se balancea, no siempre tienen comportamientos igualmente sencillos. En el fondo, se trata de conocer el futuro, de predecirlo, y la teoría del caos habla precisamente de lo impredecible de la realidad toda. No es ya la acción de ningún malvado demonio, según decía Laplace, la que nos impide el conocimiento del futuro de un sistema que evoluciona en el tiempo, sino la imposibilidad física de evaluar con precisión la situación actual del sistema, incluido el social, es decir, la imposibilidad misma de evaluar el presente. Estamos ciegos ante el presente, y cuando hablamos de planear el futuro nos referimos primordialmente al campo económico, se descansa en la inversión y en el rendimiento a corto y a largo plazo, que no garantiza mucho, según lo atestigua el año viejo.
(…)
Extraña ciencia ésta del caos. Y atenta contra los principios metafísicos, pues la ciencia del caos es una ciencia de los procesos, no de los estados estables; del devenir, no del ser, y salta por encima de las tradicionales fronteras que separan las distintas especialidades científicas, en cuanto se presenta como ciencia de la naturaleza de todos los sistemas, no permite reduccionismos y se mantiene abierta, a la vez que le da una especial relevancia a la noción de “azar”. Es un salto respecto a la concepción clásica a la que ha renovado por un doble concepto: por una parte, se han hallado comportamientos muy complejos en sistemas habitualmente considerados simples y, por otra parte, de manera más sorprendente, se ha hallado que sistemas complejos, como el sistema solar, la historia, la economía, el clima, la política, el cerebro, presentan un cierto orden subyacente.
(..)
¿Se puede aplicar esta teoría a la conducta humana? Ya hemos dicho que se aplica a la conducta humana en todas sus dimensiones. En una relación de una pareja pueden acumularse, a lo largo del tiempo, tensiones, fricciones, muchas veces de manera inadvertida: se piensa que las palabras no lastiman, que se las lleva el viento; que las heridas cicatrizan, que con el tiempo todo se olvida, pero en realidad, se van acumulando fuerzas, en forma de resentimientos y rencores, que un día, con el estallido de una chispa pequeña, van ha hacer explosión y a destruir la relación.
El famoso estrés encuentra en esta teoría su mejor explicación: acumulación de tensiones que terminan reventado el sistema. En la vida personal, los problemas psicológicos, los traumas, las insatisfacciones, las percepciones distorsionadas, van generando campos magnéticos de alta tensión que, más temprano que tarde, pueden hacer estallar el sistema psicológico que coincide con el sistema de navegación del individuo. Luego, la comunicación estaría al servicio de un sistema diseñado “para hacer tierra” y evitar que la sobrecarga reviente todo el sistema. La uniformidad del voltaje es la condición para utilizar la energía eléctrica. Y esto es transportable a la salud mental y física del individuo.
Pero en la historia de los pueblos esta teoría tiene la misma aplicación, y, tal vez, en este ámbito sea más visible.
(…)
Descubrimos, entonces, que alrededor del mundo hay fuerzas terribles que se acumulan, y, a la manera, de los nubarrones que ascienden, turbulentos y amenazadores, disparándose primero rayos entre ellos, luego, descargándolos sobre la tierra, como resultado de la fricción de las energías acumuladas, se descargan sobre nuestro mundo amenazando el sistema que conforma nuestra vida.
( … )
Nuestra esperanza. Quizá la ‘Teoría del Caos’ tan drásticamente aplicada y la fuerza evidente y devastadora de lo que estamos viviendo, siembre en nosotros la desesperanza. El mal tiene sus técnicas, sigue una estrategia. La violencia que vemos tan prolijamente detallada en forma de noticieros, puede hacer mella en nuestro espíritu e invitarnos al desaliento. “Si vemos sólo las cosas de este mundo, nos entristecemos”. (S. Agustín). En efecto, el panorama no es alentador, al contrario, se trata del estallido de unas fuerzas que se acumularon por mucho tiempo, que echaron raíces muy profundas en nuestra sociedad. Se trata, más en lo hondo, de un desfonde cultural, de una cultura que se desploma, que ha prescindido casi por completo de un referente trascendente, que se ha dispensado con una facilidad increíble de la pregunta y de la responsabilidad éticas.
(…)
Solamente un retorno a la fuerza renovadora del Espíritu puede hacer que volvamos a ser seres vivos, hombres y mujeres con un corazón de carne, es decir, capaces de sentir compasión, alegría y anhelos de paz.
(…)
Publicado el 02-01-2010 en la sección de Opinión del Diario digital de Ciudad Juarez http://www.diario.com.mx
Rafael Alberto Perez
Domingo, 17 de Enero 2010
Comentarios
Continuando con los regalos que la vida nos hace sin esperarlos, y por los que le debemos estar agradecidos, quiero reproducir dos correos que he recibido en estos días, y que me han tocado especialmente:
- RECOGER LOS PASOS
El primer correo es una crítica y una aportación al nuevo libro:
Feliz 2010! he terminado de leer tu libro en estos días, me lo he tomado con calma, no podía ser de otra forma. Como síntesis estoy conforme con la autovaloración que haces del mismo al final. La revisión conceptual y los cambios de paradigma me parecen excelentes, los modelos, pues unos modelos más que otros. (...)
Quiero hacer te una pequeña aportación, un ejemplo más a los que citas en la pág.301, cuando aludes al hilar, tejer...:
Los campesinos del norte del Ecuador y sur de Colombia (desde Tumaco hasta la frontera) de raza negra en todas su variantes y mestizajes posibles, entre los cuales pasé unos años de mi vida, tenían la expresión "recoger los pasos" para referirse a la tarea que la persona fallecida realizaba entre el momento de la muerte al último día de la novena. El difunto recorria y recogia sus pasos (acciones), los lugares en donde habiá vivido y estado, para así presentarse delante de Dios al juicio. De esta creencia se sacaban consecuencias prácticas: a) la gente no salía del poblado durante la novena para no encontrarse con el difunto, puesto que podía estar recogiendo sus pasos por las cercanías del pueblo, y encontrarse con un espirítu es malo;b) se diferenciaba el momento de la muerte del fallecimiento definitivo (terminada la novena) y c) al final de la vida eres enjuiciado (evaluado) por todas las acciones de tu existencia (la existencia como continuo, etc..).
Un abrazo
J. B.
Sin duda una historia que merecería estar en el libro y que seguramentee estará si los lectores le concenden una 2ª edición. Algo que no sería del todo nuevo, pues JB. figura ya en mi anterior libro "Estrategias de Comunicación" con otro ejemplo singular sobre la subjetividad de la percepción humana.
Esta fue mi respuesta:
"La idea de que cuando uno muere repasa su vida, o como dicen los Tumaco con tanto acierto "recoge los pasos" podría tener soporte biológico. Se dice que en el momento de la muerte uno rebobina. Y se da el caso de que mi padre, unos minutos antes de morir, gritó “Vivan los novios” lo que le dejó a mi madre el consuelo de que en ese rebobinar había cordado, y celebrado, el momento de su boda. Le voy a preguntar a mis amigos neurocientíficos que piensan al respeto"
De hecho, es una buena pregunta para Francisco Rubia: "Fracisco te la paso de blog a blog"
- EL VIEJO PROFESOR
Fue Tierno Galván, el inovidable alcalde de Madrid con el que tuve el gusto de trabajar, el que mereció ese título. Pero todos los que estamos en la docencia terminamos (si hay suerte) siendo viejhos porfesores. Y la verdad es que, aunque uno no espera nada, es grato ver que alguien se acuerda del intento que, con mejor o peor fortuna, hemos hecho en las aulas. Por eso traigo aquí el correo de una alumna de hace no se ya cuantos años, y a la que hace tiempo que no veo, que hoy desempeña un cargo relevante en una multinacional de la comunicación:
!Felices Fiestas!. Después de tantos años no quiero dejar de felicitarle recordando y agradeciendo lo que aprendí en sus clases en la Facultad.
N.E.
Aquí no hay preguntas, tan solo emociones
Y después de todo esto ... cómo no vamos a darle gracias a la vida.
El primer correo es una crítica y una aportación al nuevo libro:
Feliz 2010! he terminado de leer tu libro en estos días, me lo he tomado con calma, no podía ser de otra forma. Como síntesis estoy conforme con la autovaloración que haces del mismo al final. La revisión conceptual y los cambios de paradigma me parecen excelentes, los modelos, pues unos modelos más que otros. (...)
Quiero hacer te una pequeña aportación, un ejemplo más a los que citas en la pág.301, cuando aludes al hilar, tejer...:
Los campesinos del norte del Ecuador y sur de Colombia (desde Tumaco hasta la frontera) de raza negra en todas su variantes y mestizajes posibles, entre los cuales pasé unos años de mi vida, tenían la expresión "recoger los pasos" para referirse a la tarea que la persona fallecida realizaba entre el momento de la muerte al último día de la novena. El difunto recorria y recogia sus pasos (acciones), los lugares en donde habiá vivido y estado, para así presentarse delante de Dios al juicio. De esta creencia se sacaban consecuencias prácticas: a) la gente no salía del poblado durante la novena para no encontrarse con el difunto, puesto que podía estar recogiendo sus pasos por las cercanías del pueblo, y encontrarse con un espirítu es malo;b) se diferenciaba el momento de la muerte del fallecimiento definitivo (terminada la novena) y c) al final de la vida eres enjuiciado (evaluado) por todas las acciones de tu existencia (la existencia como continuo, etc..).
Un abrazo
J. B.
Sin duda una historia que merecería estar en el libro y que seguramentee estará si los lectores le concenden una 2ª edición. Algo que no sería del todo nuevo, pues JB. figura ya en mi anterior libro "Estrategias de Comunicación" con otro ejemplo singular sobre la subjetividad de la percepción humana.
Esta fue mi respuesta:
"La idea de que cuando uno muere repasa su vida, o como dicen los Tumaco con tanto acierto "recoge los pasos" podría tener soporte biológico. Se dice que en el momento de la muerte uno rebobina. Y se da el caso de que mi padre, unos minutos antes de morir, gritó “Vivan los novios” lo que le dejó a mi madre el consuelo de que en ese rebobinar había cordado, y celebrado, el momento de su boda. Le voy a preguntar a mis amigos neurocientíficos que piensan al respeto"
De hecho, es una buena pregunta para Francisco Rubia: "Fracisco te la paso de blog a blog"
- EL VIEJO PROFESOR
Fue Tierno Galván, el inovidable alcalde de Madrid con el que tuve el gusto de trabajar, el que mereció ese título. Pero todos los que estamos en la docencia terminamos (si hay suerte) siendo viejhos porfesores. Y la verdad es que, aunque uno no espera nada, es grato ver que alguien se acuerda del intento que, con mejor o peor fortuna, hemos hecho en las aulas. Por eso traigo aquí el correo de una alumna de hace no se ya cuantos años, y a la que hace tiempo que no veo, que hoy desempeña un cargo relevante en una multinacional de la comunicación:
!Felices Fiestas!. Después de tantos años no quiero dejar de felicitarle recordando y agradeciendo lo que aprendí en sus clases en la Facultad.
N.E.
Aquí no hay preguntas, tan solo emociones
Y después de todo esto ... cómo no vamos a darle gracias a la vida.
Blog
Mi último post del año 2009, “Las horas y los hechos” me ha generado unas cuantas bromas de los amigos. Los más indulgentes me insinuaron de dónde sacaba tiempo para vivir, los más directos me espetaron si todo eso valía para algo.
Mi primera respuesta fue un “Sí, claro”. Pero después te quedas pensando, y vienen las dudas. El “confieso que he trabajado” tiene también su lado amargo. Otros, mientras tanto, han estado a pleno sol, tendidos en las playas del vivir mientras uno se esforzaba ¿en qué? ¿para qué?.
Entonces me asaltó una segunda respuesta menos amable: “Para vivir, pues hacer es vivir”. Somos homo agens. La vida es un juego en el que haciendo y haciendo entretienes a la muerte. O mejor, entretienes a la propia vida esperando que no venga la muerte, a sabiendas de la muy puñetera sí ha de venir. Es como un guiño que te haces a ti mismo. Cataneda lo explica muy bien en Las enseñanzas de Don Juan.
Estaba en esas cuando llegó la tercera respuesta: “Vale para dar gracias a la vida”. Una respuesta con letra de Violeta Parra y la voz inconfundible de “la Negra”, la gran Mercedes Sosa que nos acaba de dejar. Al hacer, la vida nos retribuye. Hacemos cosas, para recibir respuestas y agradecerlas. Y por eso la letra sigue “…Que me ha dado tanto”, tantos buenos momentos, añadiría yo. Si miramos hacia atrás sin ira, vemos que la vida es un entramado de momentos. Nos corresponde a nosotros el hacerlos buenos, el olvidar los malos, y el soñarlos mejores.
Es ahí donde entra la estrategia, al elegir lo que uno hace, al elegir como engañas a la muerte, al elegir qué y para qué lo haces, tú mismo marcas la moneda en la que esperas tu recompensa, el retorno de tu quehacer. La vida no te va a dar si no le das. Y no le vas a agradecer si no recibes.
Y en ese juego- hay que ser honestos- gran parte de lo que uno hace es para mirase a uno mismo reflejado en el rostro de los amigos. Para ganar autoconfianza, para merecer cariño, y que alguien algún día, no se sabe cómo ni con qué pretexto al fin te acaricie. Una de las historias más horrorosas que jamás he oído tiene que ver personas que casi no eran humanos porque sus madres de niños nos lo habían acariciado.
La otra parte de lo que uno hace es por pura pedantería, o simplemente puro hedonismo.
No hay nada de malo en ello. Por eso, qué le voy a hacer si disfruto escribiendo, si disfruto enviando mensajes en botellas que después tiro al océano. Porque qué otra cosa significa publicar un libro.
Qué le voy a hacer si disfruto todavía más cuando, allá lejos, alguien que ni siquiera me conoce, ni tiene por qué conocerme, encuentra un punto de enlace. Una conexión mental: otro loco que piensa como yo. Con suerte te hace un regalo y se dice “y además lo escribe bonito”
Y al hacer, uno se sorprende a sí mismo. A pesar de mi fama mal ganada de lobo solitario y gruñón, resulta que disfruto más trabajando en equipo que guisándolo y comiéndomelo yo solo. Mas tocando el piano a cuatro manos que en solitario. Mas escribiendo en compañía que en soledad. Lo cierto es que de mis 4 libros más significativos 3 los he escrito a medias con alguien: “La eficacia de la Publicidad ante las actitudes del consumidor “ (1977), lo escribí con Javier Suso, compañero y amigo de fatigas publicitarias. “La Estrategia de la comunicación publicitaria” (1981) en colaboración con mi colega de la Complutense, Emilio Martinez Ramos, con quien me volvería a asociar 28 después para mi último libro “Hacia una teoría general de la Estrategia” (2009) escrito en coautoría con Sandra Massoni, profesora de la Universidad Nacional de Rosario, compañera de FISEC y una de las mejores mentes estratégicas de la América Latina.
Paradójicamente el único de estos 4 libros que he escrito en solitario era el más difícil y en el que estaba necesitado de más ayuda, me refiero a “Estrategias de Comunicación” (2001). Tal vez la explicación sea que me resultaba más fácil negociar y pactar conmigo mismo aquellas entonces arriesgadas ideas sobre nuevas teorías estratégicas.
Pero la pregunta sigue en pie, ¿Y todo eso vale para algo?
Bueno, “La eficacia…” ganó el premio Nacional de Investigación Gardoqui –Sarpe, 1974 y un año después de su publicación en 1978 ya era texto de lectura recomendada en la Universidad Pedro Enríquez Ureña de Santo Domingo (República Dominicana) gracias al Profesor Sergio Forcadell al que conocería casi 30 años después (momento que recoge la foto que encabeza este post). Meses más tarde Guillermo García Ferrada haría lo mismo en la Universidad de Puerto Rico. De esta forma se convirtió en mi primera obra que sería libro de texto en una Universidad latinoamericana.31 años más tarde, en abril 2009, ese mismo libro ha sido seleccionado como “Libro recomendado” por PUBLIDOCNET, Centro Documental para la Recuperación del Patrimonio Publicitario Español.- Un `Portal de la Universidad Complutense de Madrid (España) en colaboración con la Universidad Autónoma de Guadalajara (México)
“La estrategia de la comunicación publicitaria” mereció 8 ediciones y durante bastantes años fue libro de texto en varias Facultades de Comunicación españolas.
Por su parte “Estrategias de Comunicación” - el libro al que más le debo- recibió dos premios internacionales, uno en Latinoamérica y otro en la Universidade de Faro, Portugal. Gracias al cariño de sus lectores Ariel le dedicó en 2008 una 4ª edición, con un nuevo prólogo del siempre entrañable Jesús Martin-Barbero, una de las máximas autoridades de Latinoamérica.
Ese mismo año de 2008 he recibido otro regalo al ver como uno de mis ídolos, Edgar Morin se incorporaba como miembro académico de FISEC e inauguraba los dos últimos encuentros en Málaga y en Cartagena de Indias. Una dicha que vendría a completar José Luis Pinillos, otro de mis maestros al aceptar ser también miembro de la Academia de FISEC y acompañarme así en esa apasionante aventura
Ya en 2009 he visto como “Hacia una teoría general de la estrategia” iniciaba su andadura. Todavía es pronto para echar las campanas al vuelo pero quiero dar las gracias por los comentarios que ya ha recibido en su primer año de vida. .
Si, la respuesta es Sí.
Vale la pena enviar mensajes en una botella
A todo ese montón de amigos desconocidos que han acusado recibo o que han conectado con alguna de sus propuestas, gracias, muchas gracias.
DE “HACIA UNA TEORÍA GENARAL DE LA ESTRATEGIA” SE HA DICHO:
“Es esta una Teoría general de la Estrategia útil y abierta. Una nueva teoría para pasar del conflicto a la articulación, superar fronteras y lindes arbitrarios e incorporar una visiones de conjunto tanto multilaterales como transdisciplinares”.
Enrique V. Iglesias
Secretario General Iberoamericano
***
“Este es un libro que será histórico. Búsquenlo en librerías,”
Jesús Galindo
http://comunicologia-posible.iespana.es/
México
***
” La estrategia tiene un antes y un después”,
Juanjo Larrea
Director de la Revista DIRCOM,
Argentina/Venezuela
***
“¿Estamos ante un cambio en la estrategia?”
AESPLAN, Asociación Española de Planificación y Dirección Estratégica
España
***
“…Una nueva forma de pensar la estrategia”
Jorge Alberto Hidalgo, Profesor de la Universidad Anahuac México
***
“Celebramos la aparición de este planteamiento crítico sobre la estrategia en general y sobre su aplicación concreta sobre las empresas”
Manuel Carneiro Caneda
Autor de “Hormigas y Personas”
Profesor de la Universidad Francisco de Vitoria
España
***
“Se demuestra valentía sin temor al riesgo al presentar otra forma de pensar y actuar, al ofrecer una estrategia basada en el paradigma de la complejidad, como ciencia de la articulación social, centrada en el aprovechamiento de las oportunidades y no como ciencia del conflicto.
Gladys Daza, Revista Interacciones, CEDAL, Colombia
***
“Es un escrito complejo, muy ambicioso a nivel intelectual, heterodoxo, abierto a muchas áreas, cargado de fina ironía... y de convicción en las propias ideas. Además, pienso que está muy bien escrito.”
Antón Alvarez
Profesor de Estrategias de la Comunicación, Universidad Complutense de Madrid, España
***
“Se trata de un libro teórico cien por cien aplicable a la práctica y muy bien adaptado a la realidad de lo que se conoce hoy en día como un Director de Comunicación”,
Sebastián Cebrián Director de la asociación DIRCOM, España
***
“Especialmente interesante es la tercera parte del libro (capítulos 11, 12 y 13), que se refieren a las nuevas herramientas y a los nuevos modelos de acción estratégica en el ámbito de la comunicación. Un libro claramente académico, pero de interés para todos los profesionales del sector.”
El Molinillo, Revista on line de ACOP (Asociación de Comunicación Política) http://www.compolitica.com/
***
“Rafael Alberto Pérez y Sandra Massoni ponen el dedo en la llaga al preguntarse por las razones del fallo de tantos modelos comunicacionales”
Medios y Enteros, Rev. de Comunicación Social de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina .
***
“Estamos en momentos de riesgo, de incertidumbres en los que es necesario cambiar de estrategias. Os animo por tanto a acudir a este texto, especialmente a mis colegas profesores.”
María Gil-Casares Profesora de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, España
comunicacioninterna-m.blogspot.com
***
“El libro oculta una sorprendente propuesta conceptual: la estrategia, como juego de vectores motivados hacia un resultado previamente establecido, implica un proceso continuado de retroalimentación capaz de detectar, desde la evidencia, sus niveles de incertidumbre.
De ahí a una concepción borrosa de la realidad como primera imagen de cualquier diseño estratégico solo falta un peldaño que, desde diferentes enfoques y consideraciones, se intenta sugerir con autoridad a lo largo de más de quinientas páginas prietas de información siempre sugerente”.
Iñaki Oyarzabal
Asesor de la Fundación del BBVA
***
“Este texto – se diría que escrito para la era Obama- viene a cuestionar la validez de la Estrategia que hoy se imparte, desde sus fundamentos a sus modelos. Pero no se queda en la mera crítica sino que aporta una nueva teoría estratégica válida para todos los contextos de acción y orientada a la articulación social y al aprovechamiento de las oportunidades”
Revista DIRCOM, Argentina/Venezuela
***
“Es un libro altamente teórico. Aporta elementos importantes para el pensamiento estratégico, especialmente en los capítulos 12 y 13. Es mejor que el primer texto escrito por el autor.”
http://libroscomunicacionorganizacional.blogspot.com/
***
“Un kit de herramientas intelectuales que facilitará grandemente las tareas del experto y del estudioso de las teorías estratégicas aplicadas a cualquier campo de la actividad humana”.
Iñaki Oyarzabal
Asesor de la Fundación del BBVA
***
Tal vez el mejor final para esta relación de comentarios sea el hecho de que el libro haya merecido ser el objeto de un Blog académico: http://estrategias21.wordpress.com/ creado por los alumnos de 4º Publicidad y Relaciones Públicas de la Universidad Cardenal Herrera CEU de Valencia bajo la supervisión de su Profesora Isabel de Salas. El blog pretende ser un acercamiento a la obra de Rafael Alberto Pérez y Sandra Massoni “Hacia una teoría general de la estrategia” y es utilizado como parte del método docente de la asignatura por su Profesora la Dra. Isabel de Salas Nestares
Sin duda estrategias21 merece un post aparte que haré con mucho gusto más adelante, pero lo cierto es que un comentario que he recibido aquí, en Estrategar, enviado por uno de esos alumnos de Valencia lo dice casi todo:
“Soy alumno de 4º de Publicidad y RRPP del CEU de Valencia .Nuestra profesora Isabel de Salas nos "obligó " este año por primera vez sin venir a cuento, a leer un libro de 500 páginas...3 meses después, le busco para decirle que lo estoy leyendo por cuenta propia al margen de la clase. Es una obra formidable, el amigo que usted menciona en un artículo si no quiere leerlo entero, no pasa nada algún día se cruzaran en el camino...tampoco mis amigos visitan mi blog que con tanto afán empecé hace una semana. El navegante solitario llegará incuestionablemente a buen puerto. Un saludo
Gracias a este alumno, a la Profesora y al resto de los alumnos.
Gracias también a los 37.233 visitantes de "Estrategar" durante 2009
Resumiendo, gracias a la vida.
Entonces me asaltó una segunda respuesta menos amable: “Para vivir, pues hacer es vivir”. Somos homo agens. La vida es un juego en el que haciendo y haciendo entretienes a la muerte. O mejor, entretienes a la propia vida esperando que no venga la muerte, a sabiendas de la muy puñetera sí ha de venir. Es como un guiño que te haces a ti mismo. Cataneda lo explica muy bien en Las enseñanzas de Don Juan.
Estaba en esas cuando llegó la tercera respuesta: “Vale para dar gracias a la vida”. Una respuesta con letra de Violeta Parra y la voz inconfundible de “la Negra”, la gran Mercedes Sosa que nos acaba de dejar. Al hacer, la vida nos retribuye. Hacemos cosas, para recibir respuestas y agradecerlas. Y por eso la letra sigue “…Que me ha dado tanto”, tantos buenos momentos, añadiría yo. Si miramos hacia atrás sin ira, vemos que la vida es un entramado de momentos. Nos corresponde a nosotros el hacerlos buenos, el olvidar los malos, y el soñarlos mejores.
Es ahí donde entra la estrategia, al elegir lo que uno hace, al elegir como engañas a la muerte, al elegir qué y para qué lo haces, tú mismo marcas la moneda en la que esperas tu recompensa, el retorno de tu quehacer. La vida no te va a dar si no le das. Y no le vas a agradecer si no recibes.
Y en ese juego- hay que ser honestos- gran parte de lo que uno hace es para mirase a uno mismo reflejado en el rostro de los amigos. Para ganar autoconfianza, para merecer cariño, y que alguien algún día, no se sabe cómo ni con qué pretexto al fin te acaricie. Una de las historias más horrorosas que jamás he oído tiene que ver personas que casi no eran humanos porque sus madres de niños nos lo habían acariciado.
La otra parte de lo que uno hace es por pura pedantería, o simplemente puro hedonismo.
No hay nada de malo en ello. Por eso, qué le voy a hacer si disfruto escribiendo, si disfruto enviando mensajes en botellas que después tiro al océano. Porque qué otra cosa significa publicar un libro.
Qué le voy a hacer si disfruto todavía más cuando, allá lejos, alguien que ni siquiera me conoce, ni tiene por qué conocerme, encuentra un punto de enlace. Una conexión mental: otro loco que piensa como yo. Con suerte te hace un regalo y se dice “y además lo escribe bonito”
Y al hacer, uno se sorprende a sí mismo. A pesar de mi fama mal ganada de lobo solitario y gruñón, resulta que disfruto más trabajando en equipo que guisándolo y comiéndomelo yo solo. Mas tocando el piano a cuatro manos que en solitario. Mas escribiendo en compañía que en soledad. Lo cierto es que de mis 4 libros más significativos 3 los he escrito a medias con alguien: “La eficacia de la Publicidad ante las actitudes del consumidor “ (1977), lo escribí con Javier Suso, compañero y amigo de fatigas publicitarias. “La Estrategia de la comunicación publicitaria” (1981) en colaboración con mi colega de la Complutense, Emilio Martinez Ramos, con quien me volvería a asociar 28 después para mi último libro “Hacia una teoría general de la Estrategia” (2009) escrito en coautoría con Sandra Massoni, profesora de la Universidad Nacional de Rosario, compañera de FISEC y una de las mejores mentes estratégicas de la América Latina.
Paradójicamente el único de estos 4 libros que he escrito en solitario era el más difícil y en el que estaba necesitado de más ayuda, me refiero a “Estrategias de Comunicación” (2001). Tal vez la explicación sea que me resultaba más fácil negociar y pactar conmigo mismo aquellas entonces arriesgadas ideas sobre nuevas teorías estratégicas.
Pero la pregunta sigue en pie, ¿Y todo eso vale para algo?
Bueno, “La eficacia…” ganó el premio Nacional de Investigación Gardoqui –Sarpe, 1974 y un año después de su publicación en 1978 ya era texto de lectura recomendada en la Universidad Pedro Enríquez Ureña de Santo Domingo (República Dominicana) gracias al Profesor Sergio Forcadell al que conocería casi 30 años después (momento que recoge la foto que encabeza este post). Meses más tarde Guillermo García Ferrada haría lo mismo en la Universidad de Puerto Rico. De esta forma se convirtió en mi primera obra que sería libro de texto en una Universidad latinoamericana.31 años más tarde, en abril 2009, ese mismo libro ha sido seleccionado como “Libro recomendado” por PUBLIDOCNET, Centro Documental para la Recuperación del Patrimonio Publicitario Español.- Un `Portal de la Universidad Complutense de Madrid (España) en colaboración con la Universidad Autónoma de Guadalajara (México)
“La estrategia de la comunicación publicitaria” mereció 8 ediciones y durante bastantes años fue libro de texto en varias Facultades de Comunicación españolas.
Por su parte “Estrategias de Comunicación” - el libro al que más le debo- recibió dos premios internacionales, uno en Latinoamérica y otro en la Universidade de Faro, Portugal. Gracias al cariño de sus lectores Ariel le dedicó en 2008 una 4ª edición, con un nuevo prólogo del siempre entrañable Jesús Martin-Barbero, una de las máximas autoridades de Latinoamérica.
Ese mismo año de 2008 he recibido otro regalo al ver como uno de mis ídolos, Edgar Morin se incorporaba como miembro académico de FISEC e inauguraba los dos últimos encuentros en Málaga y en Cartagena de Indias. Una dicha que vendría a completar José Luis Pinillos, otro de mis maestros al aceptar ser también miembro de la Academia de FISEC y acompañarme así en esa apasionante aventura
Ya en 2009 he visto como “Hacia una teoría general de la estrategia” iniciaba su andadura. Todavía es pronto para echar las campanas al vuelo pero quiero dar las gracias por los comentarios que ya ha recibido en su primer año de vida. .
Si, la respuesta es Sí.
Vale la pena enviar mensajes en una botella
A todo ese montón de amigos desconocidos que han acusado recibo o que han conectado con alguna de sus propuestas, gracias, muchas gracias.
DE “HACIA UNA TEORÍA GENARAL DE LA ESTRATEGIA” SE HA DICHO:
“Es esta una Teoría general de la Estrategia útil y abierta. Una nueva teoría para pasar del conflicto a la articulación, superar fronteras y lindes arbitrarios e incorporar una visiones de conjunto tanto multilaterales como transdisciplinares”.
Enrique V. Iglesias
Secretario General Iberoamericano
***
“Este es un libro que será histórico. Búsquenlo en librerías,”
Jesús Galindo
http://comunicologia-posible.iespana.es/
México
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” La estrategia tiene un antes y un después”,
Juanjo Larrea
Director de la Revista DIRCOM,
Argentina/Venezuela
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“¿Estamos ante un cambio en la estrategia?”
AESPLAN, Asociación Española de Planificación y Dirección Estratégica
España
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“…Una nueva forma de pensar la estrategia”
Jorge Alberto Hidalgo, Profesor de la Universidad Anahuac México
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“Celebramos la aparición de este planteamiento crítico sobre la estrategia en general y sobre su aplicación concreta sobre las empresas”
Manuel Carneiro Caneda
Autor de “Hormigas y Personas”
Profesor de la Universidad Francisco de Vitoria
España
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“Se demuestra valentía sin temor al riesgo al presentar otra forma de pensar y actuar, al ofrecer una estrategia basada en el paradigma de la complejidad, como ciencia de la articulación social, centrada en el aprovechamiento de las oportunidades y no como ciencia del conflicto.
Gladys Daza, Revista Interacciones, CEDAL, Colombia
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“Es un escrito complejo, muy ambicioso a nivel intelectual, heterodoxo, abierto a muchas áreas, cargado de fina ironía... y de convicción en las propias ideas. Además, pienso que está muy bien escrito.”
Antón Alvarez
Profesor de Estrategias de la Comunicación, Universidad Complutense de Madrid, España
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“Se trata de un libro teórico cien por cien aplicable a la práctica y muy bien adaptado a la realidad de lo que se conoce hoy en día como un Director de Comunicación”,
Sebastián Cebrián Director de la asociación DIRCOM, España
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“Especialmente interesante es la tercera parte del libro (capítulos 11, 12 y 13), que se refieren a las nuevas herramientas y a los nuevos modelos de acción estratégica en el ámbito de la comunicación. Un libro claramente académico, pero de interés para todos los profesionales del sector.”
El Molinillo, Revista on line de ACOP (Asociación de Comunicación Política) http://www.compolitica.com/
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“Rafael Alberto Pérez y Sandra Massoni ponen el dedo en la llaga al preguntarse por las razones del fallo de tantos modelos comunicacionales”
Medios y Enteros, Rev. de Comunicación Social de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina .
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“Estamos en momentos de riesgo, de incertidumbres en los que es necesario cambiar de estrategias. Os animo por tanto a acudir a este texto, especialmente a mis colegas profesores.”
María Gil-Casares Profesora de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, España
comunicacioninterna-m.blogspot.com
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“El libro oculta una sorprendente propuesta conceptual: la estrategia, como juego de vectores motivados hacia un resultado previamente establecido, implica un proceso continuado de retroalimentación capaz de detectar, desde la evidencia, sus niveles de incertidumbre.
De ahí a una concepción borrosa de la realidad como primera imagen de cualquier diseño estratégico solo falta un peldaño que, desde diferentes enfoques y consideraciones, se intenta sugerir con autoridad a lo largo de más de quinientas páginas prietas de información siempre sugerente”.
Iñaki Oyarzabal
Asesor de la Fundación del BBVA
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“Este texto – se diría que escrito para la era Obama- viene a cuestionar la validez de la Estrategia que hoy se imparte, desde sus fundamentos a sus modelos. Pero no se queda en la mera crítica sino que aporta una nueva teoría estratégica válida para todos los contextos de acción y orientada a la articulación social y al aprovechamiento de las oportunidades”
Revista DIRCOM, Argentina/Venezuela
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“Es un libro altamente teórico. Aporta elementos importantes para el pensamiento estratégico, especialmente en los capítulos 12 y 13. Es mejor que el primer texto escrito por el autor.”
http://libroscomunicacionorganizacional.blogspot.com/
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“Un kit de herramientas intelectuales que facilitará grandemente las tareas del experto y del estudioso de las teorías estratégicas aplicadas a cualquier campo de la actividad humana”.
Iñaki Oyarzabal
Asesor de la Fundación del BBVA
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Tal vez el mejor final para esta relación de comentarios sea el hecho de que el libro haya merecido ser el objeto de un Blog académico: http://estrategias21.wordpress.com/ creado por los alumnos de 4º Publicidad y Relaciones Públicas de la Universidad Cardenal Herrera CEU de Valencia bajo la supervisión de su Profesora Isabel de Salas. El blog pretende ser un acercamiento a la obra de Rafael Alberto Pérez y Sandra Massoni “Hacia una teoría general de la estrategia” y es utilizado como parte del método docente de la asignatura por su Profesora la Dra. Isabel de Salas Nestares
Sin duda estrategias21 merece un post aparte que haré con mucho gusto más adelante, pero lo cierto es que un comentario que he recibido aquí, en Estrategar, enviado por uno de esos alumnos de Valencia lo dice casi todo:
“Soy alumno de 4º de Publicidad y RRPP del CEU de Valencia .Nuestra profesora Isabel de Salas nos "obligó " este año por primera vez sin venir a cuento, a leer un libro de 500 páginas...3 meses después, le busco para decirle que lo estoy leyendo por cuenta propia al margen de la clase. Es una obra formidable, el amigo que usted menciona en un artículo si no quiere leerlo entero, no pasa nada algún día se cruzaran en el camino...tampoco mis amigos visitan mi blog que con tanto afán empecé hace una semana. El navegante solitario llegará incuestionablemente a buen puerto. Un saludo
Gracias a este alumno, a la Profesora y al resto de los alumnos.
Gracias también a los 37.233 visitantes de "Estrategar" durante 2009
Resumiendo, gracias a la vida.
Balance de mis 8.760 horas de 2009
Este año he comenzado el blog con una confesión y pienso que, en un espacio sobre estrategia, tendría sentido cerrarlo con un balance
Cuando en mis charlas y seminarios suelo decir, parafraseando a Maturana (1), que “vivir es estrategar”, lo que trato de significar es que pasamos una parte importante de nuestras vidas estrategando, es decir afanados en la imaginación/elección/construcción de nuestros futuros.
Estrategar es una tarea ardua. Creo que fue Juan Carlos Onetti quien dijo aquello de que uno ya no puede fiarse del futuro, hay demasiada gente tratando de influir en él. Y qué razón tenía. Piense el lector en 6.000 millones de personas tratando a la vez de influir en sus futuros.
Pero, para bien o para mal los seres humanos nos creemos al volante de nuestras vidas, libres de elegir aquellas opciones que nos prometan un futuro mejor.
Y todo ello a pesar de que:
a) el futuro no existe, lo que existen son los futuribles
b) en realidad los futuribles tampoco existen más que como “constructos” mentales de nuestra imaginación especulativa
c) estamos condenados a vivir en el presente. Eso sí, en un presente continuo que se desplaza en el espacio/tiempo.
d) lo que vaya a ocurrir en esa sucesión hilvanada de presentes no solo depende de nosotros sino también de otras personas, contextos, y elementos azarosos que escapan a nuestro control pero que con su intervención nos van a ayudar o a perjudicar.
Querer cambiar o construir algo que no existe suena a una cierta locura, y frente al mito del hombre racional nos acerca mas bien al homo demens. Que nuestra humanidad se expresa por sus contradicciones no es nada nuevo. Fue un poeta, Walt Whitman, quien nos hizo ver la multidimensionalidad contradictoria de lo condición humana: “me contradigo, pues bien me contradigo, soy inmenso y contengo multitudes”
En el fonco, todo esto no sisgnifica otra cosa que el hecho de que la capacidad estratégica también forma parte de esa contradictoria condición humana. Sin duda uno de nuestros rasgos más sustantivos es la capacidad para viajar mentalmente a tiempos futuros y de pergeñar nuevas rutas. De hecho, todas las lenguas del mundo tienen un tiempo de futuro. Y casi todas ubican el futuro delante, excepto los aimaras que lo sitúan detrás, tal vez porque podemos “ver” el pasado con los ojos de la memoria, mientras el futuro no se deja visionar con la claridad que algunos desearían para sus proyectos.
Desde hace 25 siglos el hombre comenzó a escribir y a teorizar sobre estrategia pero, por extraño que parezca carecemos a día de hoy de un modelo científico que nos explique de forma adecuada como un ser humano concibe sus estrategias y se confabula (consigo mismo y, tal vez, con otros) para modificar el por-venir.
Hablar hoy del “proceso estratégico” tiene como referencia obligada un libro de Mintzberg, Ahlstrand y Lampel, titulado ”Strategy Safari” (1998) en el que después de analizar y sistematizar la literatura disponible nos explican que no disponemos de un modelo consensuado. Lo que tenemos son 9 diferentes perspectivas teóricas. Lo que les lleva proponer un 10º modelo, el suyo. Pero más importante que ese 10º modelo, que honestamente no cambia demasiado las cosas, es la conclusión a la que llegan los autores y la sinceridad con que la comparten con sus lectores: “Seguimos lejos de entender las acciones complejas y creativas que dan lugar a las estrategias” a lo que añaden “ Las investigaciones nos indican que la creación de estrategias es un proceso tremendamente complejo que comprende los procesos mas sofisticados, sutiles y, a veces, subconscientes del conocimiento humano y social »
Voy a dedicar mis esfuerzos de los próximos años a tratar de llenar, junto con otros investigadores esa carencia. De hecho ya he escrito un modelo, a modo de hipótesis, lleva el nombre de este blog “El modelo estrategar”. Figura en mi último libro, y ya ha sido objeto de seminarios en varias Universidades. Pero hoy no quiero hablarles de hipótesis sino de certezas. Y lo que sí sabemos es que en esa construcción de nuestro devenir, acudimos al pasado para tomar carrerilla y para extraer la experiencia que nos permita atribuir probabilidades a los acontecimientos “futuros”, ya sean éstos consecuencias de acciones presentes o bien alternativas de acción (estrategias) que están por ejecutar.
Y eso a pesar de que, como señala muy bien William James, la razón por la que queremos intervenir en el futuro es precisamente para que este “no se repita imitando idénticamente al pasado”.
Pienso que es esa necesidad de acudir al pasado para iluminar el presente y visionar un futuro probable, es lo que nos lleva a hacer balance en determinados momentos de nuestras vidas, especialmente cuando un ciclo se termina. Fin de año es, pues, una buena ocasión.
Cuando hablamos de balances es importante distinguir entre dos tipos distintos, uno es el balance fáctico, se recuentan los hechos, se hace un inventario, y se deja constancia de nuestra agencialidad y productividad. El otro es el balance moral, se valoran tanto esos hechos como sus carencias. Los aciertos pero también los errores cometidos. Las actuaciones pero también lo que se debería haber hecho y no se ha realizado. La satisfacción de los éxitos pero también el coste de la oportunidad perdida.
Es este segundo balance, el moral el responsable de que la palabra balance asuste un poco. Tal vez porque nos recuerda al juicio final. O peor al juicio banal que nuestros vecinos, es decir la sociedad, formulan cada día sin excesivo fundamento. Pero no tendría por qué asustarnos, uno puede mirar hacia atrás sin ira, sin buscar ni culpas ni culpables, y menos pecado ni pecadores. Sin necesidad de lamentar nada. Ni lo bueno ni lo malo que hayamos hecho o que nos hayan hecho. Nunca me han gustado las lamentaciones y desde que oí por primera vez en 1960 a una mujer frágil, de nombre Edith, cantar en francés aquello de de “ Je ne regrette rien”, hice de su letra mi propio himno. De lo que se trata es de extraer experiencias para reconducir nuestras acciones. Pero eso no tiene que ser necesariamente con premios y castigos, ni tampoco con moraleja.
Lo cierto es que cada cual lo hace a su manera. Para unos será suficiente con confesar- como lo hizo Neruda- que han vivido, que no es poco. Otros comprobarán con regodeo lo bien que han sabido engañar al reloj mientras desgranaban una a una las 8.760 horas del año 2009. Un tercer grupo evaluará si ha metido el suficiente ruido para distraer la banalidad de sus vidas. Habrá quien se recree en su recuento de éxitos materiales. Y otros, contemplarán delante del espejo si además de estar un año más viejos, están también un tanto más solos.
Para mí, un buen balance sería aquel que nos ayudase a entender la deriva de nuestro devenir, a verificar cómo hemos evolucionado, a ver si durante ese periodo hemos sabido autoproducirnos (vivir es autoproducirse, otra vez Maturana) y a sopesar no solo si hemos creado valor añadido para nosotros mismos, sino también para los demás.
Hacer balance no es una idea original. Estos días finales de diciembre son numerosos los blogs que hacen balance, de su sector, del mercado, de sus ideas. De hecho, hay bastantes blogs que incluyen la palabra “balance” en su propio título. Algunos blogeros incluso hacen balance… de sus emociones. No nos puede extrañar, hoy vivimos una época en que lo privado se ha hecho público, en la que las fronteras– como supo ver Habermas- se han diluido. El mal uso que muchos adolescentes hace de su privacidad en las redes sociales es un buen ejemplo de lo que quiero decir. De ahí la importancia de distinguir entre el balance factico y el moral. Para mí el balance moral es algo íntimo, que cada uno hace para sí, y por ello me reservo el mío. Sin duda detrás de esta reserva hay un gesto de prudencia. Dado que soy muy autocrítico puedo salir mal parado. Y como dice un viejo proverbio chino “Uno no debe hablar ni bien ni mal de un mismo, bien porque nadie te creería y mal porque todos estarían dispuestos a creerte”. Hay que tener pues cuidado. En cambio, lo que sí voy a compartir con Vds., en este último post de 2009, es el otro balance, el de las cosas que he hecho, no es nada apasionante, pero es objetivo: los hechos hablan por sí mismos y es a Vds. a quienes les corresponde juzgarlos.
Si uno es lo que hace, esto es lo que yo he sido durante 2009:
> 2009
10/12/09.- Madrid, ESPAÑA: Segunda sesión del Curso de Doctorado y del Módulo de Estrategias de Comunicación del Master de Comunicación Social que dirigen los profesores Manuel Martin Serrano y Francisco Bernete, en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid.
03/12/09.- Madrid, ESPAÑA: Primera sesión del Curso de Doctorado sobre “Cómo hacer una estrategia de comunicación. El modelo estrategar” en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Primera sesión del Módulo de Estrategias de Comunicación del Master de Comunicación social que dirigen los profesores Manuel Martin Serrano y Francisco Bernete
27/11/09.- Buenos Aires, ARGENTINA: Inauguración de la cátedra “FISEC, comunicación y estrategia” con un Seminario en el Doctorado de Psicología de la Universidad de Flores.
27/11/09.- Buenos Aires, ARGENTINA: Ponencia ”Estrategias Comunicación y Acción Social. Por qué no nos sirve la estrategia que hemos heredado”, en la VIII Conferencia Iberoamericana de “TRABAJO CON FAMILIAS” celebrada en el Auditorio de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires,
26/11/09.- Buenos Aires, ARGENTINA: II Sesión del Conversatorio sobre estrategias de comunicación la sede de la Facultad Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Buenos Aires.
25/11/09: .- Buenos Aires, ARGENTINA: Conversatorio con docentes y estudiantes, sobre Estrategias de Comunicación en la sede de la Facultad Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Buenos Aires. Introdujo la temática e hizo las presentaciones el Prf. de dicha Universidad Rubén Canella
17/11/09.- Casapueblo, Punta Ballena, URUGUAY: Conversatorio con el Gerente de Comunicación del Ministerio de Educación de de Uruguay. Dr. Mario Bossolasco, nuevo miembro de FISEC Uruguay. Participaron los Profesores Rubén Canella (Presidente del FIESEC Argentina); Teresa Tsuji (ambos de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora), y Rafael Alberto Pérez. Presidente de FISEC. En la reunión se estudiaron distintas líneas de colaboración futura y de desarrollo para FISEC en Uruguay
14/11/09.- Santiago de Chile, CHILE: Cierre del seminario sobre Pensamiento Estratégico en el Magister en Comunicación de la Universidad Diego Portales,
13/11/09.- Santiago de Chile, CHILE: Segunda sesión del seminario sobre Pensamiento Estratégico en la Universidad Diego Portales, Santiago de Chile
12/11/09: Santiago de Chile, CHILE: Inicio del seminario sobre Pensamiento Estratégico en el Magister en Comunicación que dirige dentro de la Universidad Diego Portales de Santiago de Chile, el Prf. Claudio Avendaño. En esta ocasión el Seminario incorporaba los avances en la Nueva Teoría Estratégica que viene desarrollando FISEC y que figuran en el nuevo libro “Hacia una teoría general de la estrategia”, Ariel, 2009.
04/11/09.- Rosario, ARGENTINA: Cierre del Seminario en el Posgrado en “Especialización en Comunicación Ambiental” de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
03/11/09.- Rosario, ARGENTINA: Segunda sesión del Seminario dentro del Posgrado en “Especialización en Comunicación Ambiental” de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
02/11/09.- Rosario, ARGENTINA: Presentación en Latinoamérica del libro “Hacia una teoría General de la Estrategia” que expone la nueva teoría estratégica que en los 6 últimos años viene desarrollando FISEC. El acto tuvo lugar en el Salón de los Espejos de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina, y en él participaron los dos autores, Dr. Rafael Alberto Pérez y la Dra. Sandra Massoni, profesora de aquella Universidad así como el Vicerrector Seminara y el Profesor de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y Presidente del capítulo argentino de FISEC, Rubén Canella. Un público de docentes y expertos y medios de comunicación acompañaron a los autores
02/11/09.- Rosario, ARGENTINA: Primera sesión del Seminario sobre “¿Cómo hacer una estrategia? El modelo Estrategar” dentro del Posgrado en “Especialización en Comunicación Ambiental” de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
13/10/09.- Lisboa, PORTUGAL: Participación como miembro “arguente” en el tribunal de evaluación del primer trabajo de Maestría Bolonia en Portugal, en la Escola Superior de Comunicaçao Social del Instituto Politécnico de Lisboa.
El trabajo titulado “Teoria dos jogos: um instrumento para a tomada de decisão em Relações Públicas” se presentaba dentro del área de Gestão Estratégica das Relações Públicas. Y su autora, Ana Raposo, alcanzó una de las máximas puntuaciones.
Se dio la curiosa circunstancia de que el trabajo trataba sobre una de las innovaciones que en 1981 aportó el Dr. Rafael Alberto Pérez al adoptar la teoría de los juegos como modelo lógico analítico de la comunicación pública, ocho años antes de que hiciera algo muy similar Priscila Murphy en Estados Unidos.
24/09/09.-Medellín, COLOMBIA: Clausura del Seminario “Cómo hacer una estrategia El modelo Estrategar” dentro de la Especialización en Comunicación Política en la Universidad EAFIT de Medellín.
23/09/09.-Medellín, COLOMBIA: Segunda sesión del Seminario “Cómo hacer una estrategia El modelo Estrategar” dentro de la Especialización en Comunicación Política en la Universidad EAFIT de Medellín.
22/09/09.-Medellín, COLOMBIA: Primera sesión del Seminario “Cómo hacer una estrategia El modelo Estrategar” dentro de la Especialización en Comunicación Política que coordina dentro del Departamento de Humanidades el Profesor Jorge Iván Bonilla Vélez en la Universidad EAFIT de Medellín.
16/09/09.- Cartagena de Indias, COLOMBIA: Conferencia magistral “Doble réquiem por la decisión racional. Como los seres humanos elaboramos realmente nuestras estrategias” pronunciada en el VII Encuentro Iberoamericano Sobre Estrategias de Comunicación, organizado por FISEC, la Pontificia Universidad Javeriana y la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
16/09/09.- Cartagena de Indias, COLOMBIA: Con las palabras de los Decanos de ambas Universidades y del Presidente de FISEC, Rafael Alberto Pérez, se ha inaugurado el VII Encuentro Iberoamericano Sobre Estrategias de Comunicación, organizado por FISEC, la Pontificia Universidad Javeriana y la Universidad Jorge Tadeo Lozano. El Encuentro al que han asistido 400 expertos ha sido dedicado al segundo de los cambios que propone la Nueva teoría Estratégica que viene desarrollando FISEC: “El cambio en el sujeto: del actor racional al hombre relacional”.
26/06/09.- Pontevedra, ESPAÑA: Miembro del Tribunal de la lectura de Tesis Doctoral de Jesús Pérez
Seoane, en la Facultad de Ciencias sociales y de la Comunicación de la Universidad de Vigo, Campus de Pontevedra
03/06/09.- Madrid, ESPAÑA: Presentaciones de trabajos y cierre del curso de Doctorado “¿Cómo hacer una estrategia de comunicación? Nuevas perspectivas y modelos”, Universidad Complutense de Madrid, España.
28/05/09.- Madrid, ESPAÑA: Presentación en la sede de la SEGIB del libro “Hacia una Teoría general de la Publicidad” a cargo del Secretario General Iberoamericano, Enrique V. Iglesias, y con la participación de la coautora, Sandra Massoni, Universidad Nacional de Rosario, Argentina y del Director de DIRCOM Sebastián Cebrián, Madrid, España
11/04/09.- Faro, PORTUGAL: Ponencia “Por qué fallan las estrategias de Innovación” en el Seminario Internacional “Empresa e Futuro” que dirige el Prf. Carlos Lopez Cano Vieira, Escola Superior de Gestâo, Hoteleria e Turismo, Universidade do Algarve, Portugal. Nombramiento como Presidente de Honor Permanente de dicho Seminario
06/04/09.- Barcelona, ESPAÑA: Publicación de “Hacia una Teoría General de la Estrategia” Escrito con Sandra Massoni. Introducción de Enrique V. Iglesias, Ed. Ariel
04/03/09.- Madrid, ESPAÑA: Cierre del curso de Doctorado “¿Cómo hacer una estrategia de comunicación? Nuevas perspectivas y modelos”, Universidad Complutense de Madrid
03/03/09: Madrid, ESPAÑA: ESPAÑA.- “Modelos de comunicación para la salud”, en el Experto en Comunicación Social y Salud. Universidad Complutense de Madrid en colaboración con Madrid Salud (organismo autónomo del Ayuntamiento de Madrid) y la Fundación Abbott.
28/02/09: Madrid, ESPAÑA: ESPAÑA.-Segunda y última sesión del Módulo de “Estrategia de Comunicación Política” en el Curso de Especialista en Comunicación Y Gestión Política de la Universidad Complutense de Madrid
21/02/09: Madrid, ESPAÑA: ESPAÑA.-Segunda sesión del módulo de Estrategias de Comunicación en el Master en Comunicación Política e Institucional del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, Madrid
20/02/09: Madrid, ESPAÑA: ESPAÑA.-Primera sesión del módulo de Estrategias de Comunicación en el Master en Comunicación Política e Institucional del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, Madrid
19/02/09.-Valencia, ESPAÑA: Segundo día de sesiones del Congreso Internacional Brand Trends, Universidad CEU-Cardenal Herrera, Valencia
18/02/09.-Valencia, ESPAÑA: Asistencia como Miembro del Comité Académico al Congreso Internacional Brand Trends, que dirige la Profesora Isabel de Salas , Universidad CEU-Cardenal Herrera.
17/02/09: Madrid, ESPAÑA: “De qué hablamos cuando hablamos de estrategia” en el Curso de Experto en Creatividad y Planificación estratégica” que dirige el Prf. Ubaldo Cuesta, en la Universidad Complutense de Madrid
14/02/09: Madrid, ESPAÑA: Primera sesión del Módulo de “Estrategia de Comunicación Política” en el de Curso de Especialista en Comunicación y Gestión Política de la Universidad Complutense de Madrid que dirige el Prf. Alejandro Pizarroso
13/02/09: Segovia, ESPAÑA: “La comunicación social en los tiempos de crisis” en el Master de Comunicación con Fines Sociales, Universidad de Valladolid, campus de Segovia
3/02/09: Madrid, ESPAÑA: Participación en el módulo de marketing del Master en Publicidad y Comunicación de la Universidad Pontificia de Comillas, ICADE (Madrid) con el tema ¿Cómo pasar de la estrategia de marketing a la estrategia de publicidad
Resumen del Balance:
1 nuevo libro, 2 presentaciones, 2 doctorados, 11 Módulos de Master y Seminarios de Postgrado, 3 conferencias y seminarios in house, 2 tribunales, 2 conversatorios, y 41 posts en el blog. Total: 950 páginas escritas y 227 horas impartidas en 16 Universidades, de 11 ciudades, de 6 países,
A todo eso hay que añadir una felicitación, la que ahora le envío a Vd. lector, con motivo de la Navidad y con un cálido deseo de bonanza en el 2010 en compañía de los suyos
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(1) Fue Maturana quien dijo: “vivir es conocer”
Estrategar es una tarea ardua. Creo que fue Juan Carlos Onetti quien dijo aquello de que uno ya no puede fiarse del futuro, hay demasiada gente tratando de influir en él. Y qué razón tenía. Piense el lector en 6.000 millones de personas tratando a la vez de influir en sus futuros.
Pero, para bien o para mal los seres humanos nos creemos al volante de nuestras vidas, libres de elegir aquellas opciones que nos prometan un futuro mejor.
Y todo ello a pesar de que:
a) el futuro no existe, lo que existen son los futuribles
b) en realidad los futuribles tampoco existen más que como “constructos” mentales de nuestra imaginación especulativa
c) estamos condenados a vivir en el presente. Eso sí, en un presente continuo que se desplaza en el espacio/tiempo.
d) lo que vaya a ocurrir en esa sucesión hilvanada de presentes no solo depende de nosotros sino también de otras personas, contextos, y elementos azarosos que escapan a nuestro control pero que con su intervención nos van a ayudar o a perjudicar.
Querer cambiar o construir algo que no existe suena a una cierta locura, y frente al mito del hombre racional nos acerca mas bien al homo demens. Que nuestra humanidad se expresa por sus contradicciones no es nada nuevo. Fue un poeta, Walt Whitman, quien nos hizo ver la multidimensionalidad contradictoria de lo condición humana: “me contradigo, pues bien me contradigo, soy inmenso y contengo multitudes”
En el fonco, todo esto no sisgnifica otra cosa que el hecho de que la capacidad estratégica también forma parte de esa contradictoria condición humana. Sin duda uno de nuestros rasgos más sustantivos es la capacidad para viajar mentalmente a tiempos futuros y de pergeñar nuevas rutas. De hecho, todas las lenguas del mundo tienen un tiempo de futuro. Y casi todas ubican el futuro delante, excepto los aimaras que lo sitúan detrás, tal vez porque podemos “ver” el pasado con los ojos de la memoria, mientras el futuro no se deja visionar con la claridad que algunos desearían para sus proyectos.
Desde hace 25 siglos el hombre comenzó a escribir y a teorizar sobre estrategia pero, por extraño que parezca carecemos a día de hoy de un modelo científico que nos explique de forma adecuada como un ser humano concibe sus estrategias y se confabula (consigo mismo y, tal vez, con otros) para modificar el por-venir.
Hablar hoy del “proceso estratégico” tiene como referencia obligada un libro de Mintzberg, Ahlstrand y Lampel, titulado ”Strategy Safari” (1998) en el que después de analizar y sistematizar la literatura disponible nos explican que no disponemos de un modelo consensuado. Lo que tenemos son 9 diferentes perspectivas teóricas. Lo que les lleva proponer un 10º modelo, el suyo. Pero más importante que ese 10º modelo, que honestamente no cambia demasiado las cosas, es la conclusión a la que llegan los autores y la sinceridad con que la comparten con sus lectores: “Seguimos lejos de entender las acciones complejas y creativas que dan lugar a las estrategias” a lo que añaden “ Las investigaciones nos indican que la creación de estrategias es un proceso tremendamente complejo que comprende los procesos mas sofisticados, sutiles y, a veces, subconscientes del conocimiento humano y social »
Voy a dedicar mis esfuerzos de los próximos años a tratar de llenar, junto con otros investigadores esa carencia. De hecho ya he escrito un modelo, a modo de hipótesis, lleva el nombre de este blog “El modelo estrategar”. Figura en mi último libro, y ya ha sido objeto de seminarios en varias Universidades. Pero hoy no quiero hablarles de hipótesis sino de certezas. Y lo que sí sabemos es que en esa construcción de nuestro devenir, acudimos al pasado para tomar carrerilla y para extraer la experiencia que nos permita atribuir probabilidades a los acontecimientos “futuros”, ya sean éstos consecuencias de acciones presentes o bien alternativas de acción (estrategias) que están por ejecutar.
Y eso a pesar de que, como señala muy bien William James, la razón por la que queremos intervenir en el futuro es precisamente para que este “no se repita imitando idénticamente al pasado”.
Pienso que es esa necesidad de acudir al pasado para iluminar el presente y visionar un futuro probable, es lo que nos lleva a hacer balance en determinados momentos de nuestras vidas, especialmente cuando un ciclo se termina. Fin de año es, pues, una buena ocasión.
Cuando hablamos de balances es importante distinguir entre dos tipos distintos, uno es el balance fáctico, se recuentan los hechos, se hace un inventario, y se deja constancia de nuestra agencialidad y productividad. El otro es el balance moral, se valoran tanto esos hechos como sus carencias. Los aciertos pero también los errores cometidos. Las actuaciones pero también lo que se debería haber hecho y no se ha realizado. La satisfacción de los éxitos pero también el coste de la oportunidad perdida.
Es este segundo balance, el moral el responsable de que la palabra balance asuste un poco. Tal vez porque nos recuerda al juicio final. O peor al juicio banal que nuestros vecinos, es decir la sociedad, formulan cada día sin excesivo fundamento. Pero no tendría por qué asustarnos, uno puede mirar hacia atrás sin ira, sin buscar ni culpas ni culpables, y menos pecado ni pecadores. Sin necesidad de lamentar nada. Ni lo bueno ni lo malo que hayamos hecho o que nos hayan hecho. Nunca me han gustado las lamentaciones y desde que oí por primera vez en 1960 a una mujer frágil, de nombre Edith, cantar en francés aquello de de “ Je ne regrette rien”, hice de su letra mi propio himno. De lo que se trata es de extraer experiencias para reconducir nuestras acciones. Pero eso no tiene que ser necesariamente con premios y castigos, ni tampoco con moraleja.
Lo cierto es que cada cual lo hace a su manera. Para unos será suficiente con confesar- como lo hizo Neruda- que han vivido, que no es poco. Otros comprobarán con regodeo lo bien que han sabido engañar al reloj mientras desgranaban una a una las 8.760 horas del año 2009. Un tercer grupo evaluará si ha metido el suficiente ruido para distraer la banalidad de sus vidas. Habrá quien se recree en su recuento de éxitos materiales. Y otros, contemplarán delante del espejo si además de estar un año más viejos, están también un tanto más solos.
Para mí, un buen balance sería aquel que nos ayudase a entender la deriva de nuestro devenir, a verificar cómo hemos evolucionado, a ver si durante ese periodo hemos sabido autoproducirnos (vivir es autoproducirse, otra vez Maturana) y a sopesar no solo si hemos creado valor añadido para nosotros mismos, sino también para los demás.
Hacer balance no es una idea original. Estos días finales de diciembre son numerosos los blogs que hacen balance, de su sector, del mercado, de sus ideas. De hecho, hay bastantes blogs que incluyen la palabra “balance” en su propio título. Algunos blogeros incluso hacen balance… de sus emociones. No nos puede extrañar, hoy vivimos una época en que lo privado se ha hecho público, en la que las fronteras– como supo ver Habermas- se han diluido. El mal uso que muchos adolescentes hace de su privacidad en las redes sociales es un buen ejemplo de lo que quiero decir. De ahí la importancia de distinguir entre el balance factico y el moral. Para mí el balance moral es algo íntimo, que cada uno hace para sí, y por ello me reservo el mío. Sin duda detrás de esta reserva hay un gesto de prudencia. Dado que soy muy autocrítico puedo salir mal parado. Y como dice un viejo proverbio chino “Uno no debe hablar ni bien ni mal de un mismo, bien porque nadie te creería y mal porque todos estarían dispuestos a creerte”. Hay que tener pues cuidado. En cambio, lo que sí voy a compartir con Vds., en este último post de 2009, es el otro balance, el de las cosas que he hecho, no es nada apasionante, pero es objetivo: los hechos hablan por sí mismos y es a Vds. a quienes les corresponde juzgarlos.
Si uno es lo que hace, esto es lo que yo he sido durante 2009:
> 2009
10/12/09.- Madrid, ESPAÑA: Segunda sesión del Curso de Doctorado y del Módulo de Estrategias de Comunicación del Master de Comunicación Social que dirigen los profesores Manuel Martin Serrano y Francisco Bernete, en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid.
03/12/09.- Madrid, ESPAÑA: Primera sesión del Curso de Doctorado sobre “Cómo hacer una estrategia de comunicación. El modelo estrategar” en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Primera sesión del Módulo de Estrategias de Comunicación del Master de Comunicación social que dirigen los profesores Manuel Martin Serrano y Francisco Bernete
27/11/09.- Buenos Aires, ARGENTINA: Inauguración de la cátedra “FISEC, comunicación y estrategia” con un Seminario en el Doctorado de Psicología de la Universidad de Flores.
27/11/09.- Buenos Aires, ARGENTINA: Ponencia ”Estrategias Comunicación y Acción Social. Por qué no nos sirve la estrategia que hemos heredado”, en la VIII Conferencia Iberoamericana de “TRABAJO CON FAMILIAS” celebrada en el Auditorio de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires,
26/11/09.- Buenos Aires, ARGENTINA: II Sesión del Conversatorio sobre estrategias de comunicación la sede de la Facultad Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Buenos Aires.
25/11/09: .- Buenos Aires, ARGENTINA: Conversatorio con docentes y estudiantes, sobre Estrategias de Comunicación en la sede de la Facultad Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Buenos Aires. Introdujo la temática e hizo las presentaciones el Prf. de dicha Universidad Rubén Canella
17/11/09.- Casapueblo, Punta Ballena, URUGUAY: Conversatorio con el Gerente de Comunicación del Ministerio de Educación de de Uruguay. Dr. Mario Bossolasco, nuevo miembro de FISEC Uruguay. Participaron los Profesores Rubén Canella (Presidente del FIESEC Argentina); Teresa Tsuji (ambos de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora), y Rafael Alberto Pérez. Presidente de FISEC. En la reunión se estudiaron distintas líneas de colaboración futura y de desarrollo para FISEC en Uruguay
14/11/09.- Santiago de Chile, CHILE: Cierre del seminario sobre Pensamiento Estratégico en el Magister en Comunicación de la Universidad Diego Portales,
13/11/09.- Santiago de Chile, CHILE: Segunda sesión del seminario sobre Pensamiento Estratégico en la Universidad Diego Portales, Santiago de Chile
12/11/09: Santiago de Chile, CHILE: Inicio del seminario sobre Pensamiento Estratégico en el Magister en Comunicación que dirige dentro de la Universidad Diego Portales de Santiago de Chile, el Prf. Claudio Avendaño. En esta ocasión el Seminario incorporaba los avances en la Nueva Teoría Estratégica que viene desarrollando FISEC y que figuran en el nuevo libro “Hacia una teoría general de la estrategia”, Ariel, 2009.
04/11/09.- Rosario, ARGENTINA: Cierre del Seminario en el Posgrado en “Especialización en Comunicación Ambiental” de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
03/11/09.- Rosario, ARGENTINA: Segunda sesión del Seminario dentro del Posgrado en “Especialización en Comunicación Ambiental” de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
02/11/09.- Rosario, ARGENTINA: Presentación en Latinoamérica del libro “Hacia una teoría General de la Estrategia” que expone la nueva teoría estratégica que en los 6 últimos años viene desarrollando FISEC. El acto tuvo lugar en el Salón de los Espejos de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina, y en él participaron los dos autores, Dr. Rafael Alberto Pérez y la Dra. Sandra Massoni, profesora de aquella Universidad así como el Vicerrector Seminara y el Profesor de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y Presidente del capítulo argentino de FISEC, Rubén Canella. Un público de docentes y expertos y medios de comunicación acompañaron a los autores
02/11/09.- Rosario, ARGENTINA: Primera sesión del Seminario sobre “¿Cómo hacer una estrategia? El modelo Estrategar” dentro del Posgrado en “Especialización en Comunicación Ambiental” de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
13/10/09.- Lisboa, PORTUGAL: Participación como miembro “arguente” en el tribunal de evaluación del primer trabajo de Maestría Bolonia en Portugal, en la Escola Superior de Comunicaçao Social del Instituto Politécnico de Lisboa.
El trabajo titulado “Teoria dos jogos: um instrumento para a tomada de decisão em Relações Públicas” se presentaba dentro del área de Gestão Estratégica das Relações Públicas. Y su autora, Ana Raposo, alcanzó una de las máximas puntuaciones.
Se dio la curiosa circunstancia de que el trabajo trataba sobre una de las innovaciones que en 1981 aportó el Dr. Rafael Alberto Pérez al adoptar la teoría de los juegos como modelo lógico analítico de la comunicación pública, ocho años antes de que hiciera algo muy similar Priscila Murphy en Estados Unidos.
24/09/09.-Medellín, COLOMBIA: Clausura del Seminario “Cómo hacer una estrategia El modelo Estrategar” dentro de la Especialización en Comunicación Política en la Universidad EAFIT de Medellín.
23/09/09.-Medellín, COLOMBIA: Segunda sesión del Seminario “Cómo hacer una estrategia El modelo Estrategar” dentro de la Especialización en Comunicación Política en la Universidad EAFIT de Medellín.
22/09/09.-Medellín, COLOMBIA: Primera sesión del Seminario “Cómo hacer una estrategia El modelo Estrategar” dentro de la Especialización en Comunicación Política que coordina dentro del Departamento de Humanidades el Profesor Jorge Iván Bonilla Vélez en la Universidad EAFIT de Medellín.
16/09/09.- Cartagena de Indias, COLOMBIA: Conferencia magistral “Doble réquiem por la decisión racional. Como los seres humanos elaboramos realmente nuestras estrategias” pronunciada en el VII Encuentro Iberoamericano Sobre Estrategias de Comunicación, organizado por FISEC, la Pontificia Universidad Javeriana y la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
16/09/09.- Cartagena de Indias, COLOMBIA: Con las palabras de los Decanos de ambas Universidades y del Presidente de FISEC, Rafael Alberto Pérez, se ha inaugurado el VII Encuentro Iberoamericano Sobre Estrategias de Comunicación, organizado por FISEC, la Pontificia Universidad Javeriana y la Universidad Jorge Tadeo Lozano. El Encuentro al que han asistido 400 expertos ha sido dedicado al segundo de los cambios que propone la Nueva teoría Estratégica que viene desarrollando FISEC: “El cambio en el sujeto: del actor racional al hombre relacional”.
26/06/09.- Pontevedra, ESPAÑA: Miembro del Tribunal de la lectura de Tesis Doctoral de Jesús Pérez
Seoane, en la Facultad de Ciencias sociales y de la Comunicación de la Universidad de Vigo, Campus de Pontevedra
03/06/09.- Madrid, ESPAÑA: Presentaciones de trabajos y cierre del curso de Doctorado “¿Cómo hacer una estrategia de comunicación? Nuevas perspectivas y modelos”, Universidad Complutense de Madrid, España.
28/05/09.- Madrid, ESPAÑA: Presentación en la sede de la SEGIB del libro “Hacia una Teoría general de la Publicidad” a cargo del Secretario General Iberoamericano, Enrique V. Iglesias, y con la participación de la coautora, Sandra Massoni, Universidad Nacional de Rosario, Argentina y del Director de DIRCOM Sebastián Cebrián, Madrid, España
11/04/09.- Faro, PORTUGAL: Ponencia “Por qué fallan las estrategias de Innovación” en el Seminario Internacional “Empresa e Futuro” que dirige el Prf. Carlos Lopez Cano Vieira, Escola Superior de Gestâo, Hoteleria e Turismo, Universidade do Algarve, Portugal. Nombramiento como Presidente de Honor Permanente de dicho Seminario
06/04/09.- Barcelona, ESPAÑA: Publicación de “Hacia una Teoría General de la Estrategia” Escrito con Sandra Massoni. Introducción de Enrique V. Iglesias, Ed. Ariel
04/03/09.- Madrid, ESPAÑA: Cierre del curso de Doctorado “¿Cómo hacer una estrategia de comunicación? Nuevas perspectivas y modelos”, Universidad Complutense de Madrid
03/03/09: Madrid, ESPAÑA: ESPAÑA.- “Modelos de comunicación para la salud”, en el Experto en Comunicación Social y Salud. Universidad Complutense de Madrid en colaboración con Madrid Salud (organismo autónomo del Ayuntamiento de Madrid) y la Fundación Abbott.
28/02/09: Madrid, ESPAÑA: ESPAÑA.-Segunda y última sesión del Módulo de “Estrategia de Comunicación Política” en el Curso de Especialista en Comunicación Y Gestión Política de la Universidad Complutense de Madrid
21/02/09: Madrid, ESPAÑA: ESPAÑA.-Segunda sesión del módulo de Estrategias de Comunicación en el Master en Comunicación Política e Institucional del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, Madrid
20/02/09: Madrid, ESPAÑA: ESPAÑA.-Primera sesión del módulo de Estrategias de Comunicación en el Master en Comunicación Política e Institucional del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, Madrid
19/02/09.-Valencia, ESPAÑA: Segundo día de sesiones del Congreso Internacional Brand Trends, Universidad CEU-Cardenal Herrera, Valencia
18/02/09.-Valencia, ESPAÑA: Asistencia como Miembro del Comité Académico al Congreso Internacional Brand Trends, que dirige la Profesora Isabel de Salas , Universidad CEU-Cardenal Herrera.
17/02/09: Madrid, ESPAÑA: “De qué hablamos cuando hablamos de estrategia” en el Curso de Experto en Creatividad y Planificación estratégica” que dirige el Prf. Ubaldo Cuesta, en la Universidad Complutense de Madrid
14/02/09: Madrid, ESPAÑA: Primera sesión del Módulo de “Estrategia de Comunicación Política” en el de Curso de Especialista en Comunicación y Gestión Política de la Universidad Complutense de Madrid que dirige el Prf. Alejandro Pizarroso
13/02/09: Segovia, ESPAÑA: “La comunicación social en los tiempos de crisis” en el Master de Comunicación con Fines Sociales, Universidad de Valladolid, campus de Segovia
3/02/09: Madrid, ESPAÑA: Participación en el módulo de marketing del Master en Publicidad y Comunicación de la Universidad Pontificia de Comillas, ICADE (Madrid) con el tema ¿Cómo pasar de la estrategia de marketing a la estrategia de publicidad
Resumen del Balance:
1 nuevo libro, 2 presentaciones, 2 doctorados, 11 Módulos de Master y Seminarios de Postgrado, 3 conferencias y seminarios in house, 2 tribunales, 2 conversatorios, y 41 posts en el blog. Total: 950 páginas escritas y 227 horas impartidas en 16 Universidades, de 11 ciudades, de 6 países,
A todo eso hay que añadir una felicitación, la que ahora le envío a Vd. lector, con motivo de la Navidad y con un cálido deseo de bonanza en el 2010 en compañía de los suyos
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(1) Fue Maturana quien dijo: “vivir es conocer”
Esta sección de "Voces amigas" se hace eco de las palabras del poeta y ensayista colombiano William Ospina, publicadas en LA JIRIBILLA , Revista de la cultura cubana, Año VIII, La Habana, 28 de noviembre
de 2009. Para aquellos que amamos la America latina, y cada vez que estamos allí nos re-encontramos con un pasado que aquí ya se ido, recuperamos la piel para sentir el presente y soñamos mejores futuros, este texto/mapa de Ospina nos desvela una ruta secreta para entender, o sea para comenzar.
El dibujo secreto de América Latina
William Ospina
Desde los tiempos en que Bolívar escribió su "Carta de Jamaica", una tarea fundamental de este continente es el diálogo entre la unidad y la diversidad. Mentiríamos si dijéramos que nuestra América es una: por todas partes surge la evidencia de su pluralidad: desde los desiertos de coyotes de Sonora hasta los "vértigos horizontales" de la Patagonia, desde los incontables azules del Caribe hasta ese "verde que es de todos los colores" de la cordillera y la selva, desde el aire de fuego de las costas caribeñas hasta la noche blanca de los páramos, desde la fecundidad de valles y de pampas hasta lo que llamaba Neruda "el estelar caballo desbocado del hielo".
Y no hablo solo de la extraordinaria diversidad geográfica y biológica sino, en ella y sobre ella, de la diversidad de los pueblos y de sus culturas, o de algo más sugestivo aún, los muchos matices irrenunciables de una vasta cultura continental.
En esa misma "Carta de Jamaica" Bolívar afirmaba que "somos un pequeño género humano". Dos siglos después, hay que quitarle el adjetivo "pequeño" a esa frase, y afirmar que somos una muestra muy amplia de lo que es el género humano, porque tal vez en ningún otro lugar del planeta está más presente la diversidad de la especie. Alguna vez el doctor Samuel Johnson le dijo a James Boswell: "Amigo mío, si alguien está cansado de Londres, está cansado de la vida, porque Londres tiene todo lo que la vida puede ofrecer". Pero ¿qué es hoy la diversidad de Londres, de París o de Nueva York comparada con la diversidad de Sao Paulo, de México, de Buenos Aires o de las Antillas? Las viejas metrópolis se apresuran a imitarnos y se llenan vertiginosamente de inmigrantes, Londres se llena de caribeños pero sin el mar Caribe a la vista, París se llena de muecines y de senegaleses pero no tiene el desierto ni las praderas fluviales de África, Madrid ve llegar a los sudamericanos, pero siguen estando lejos los Andes y la selva amazónica.
Europa sigue siendo un continente de tamaño humano, como diría George Steiner: el continente de los cafés, el continente que fue medido por las pisadas de los caminantes, el continente que ha convertido sus calles y sus plazas en una memoria de grandes hombres y de hechos históricos, el continente que descubrió que dios tiene rostro humano. Nuestra América es definitivamente otra cosa, aquí la naturaleza no ha sido borrada, aquí sí hay verdaderas selvas y verdaderos desiertos. Allá todos los caminos llevan a Roma, aquí todas las aguas buscan el río, nada tiene unas dimensiones humanas, todo nos excede, y Dios mismo necesita de otros rostros y de otras metáforas para ser concebido, para ser celebrado.
Fue Paul Verlaine, maestro sensorial y musical de los poetas hispanoamericanos, quien escribió en su arte poético que lo importante no es el color sino el matiz, y creo que si a algo nos hemos aplicado los pueblos de este continente es a desplegar y ahondar en los matices locales y particulares de una cultura cuyos trazos generales son similares.
Quiero decir con ello que hay una característica común de la cultura latinoamericana y es que nada en ella puede reclamarse hoy como absolutamente nativo, salvo quizá esos pueblos mágicos del Amazonas que nunca han entrado en contacto con algo distinto. En otras regiones del mundo, hasta hace poco tiempo, podía hablarse de pureza, de razas puras, de lenguas incontaminadas. Aquí las mezclas comenzaron muy temprano, no para llegar a lo indiferenciado sino para producir en todos los casos cosas verdaderamente nuevas. Digamos que en nuestra cultura continental casi nada es nativo pero todo es original.
John Keats decía que explicar un poema puede equivaler a "destejer el arco iris"; lo mismo podríamos decir del proceso de revelar todas las tradiciones, todas las fusiones, que llevaron al nacimiento de la cumbia o del tango, de Pedro Páramo o de Macondo, de la obra de Niemeyer o la de Borges.
Caminaba yo una vez por un museo de México cuando pasaron a mi lado dos personas y alcancé a oír que una decía a la otra: "Hay tres culturas en el mundo, la asiática del arroz, la europea del trigo y la americana del maíz". La frase, recibida así "por los caminos del viento" como dice la canción, no me pareció tan importante por su contenido cuanto por su enfoque. Dejaba al África por fuera, y eso ya era grave, pero atribuir la raíz última de la cultura a la alimentación y a los bienes básicos de la naturaleza me pareció original en el sentido profundo de que habla de orígenes. En esa medida podríamos decir que aunque los pueblos nativos de América eran muy distintos unos de otros, aztecas, incas, muiscas, sioux, arhuacos, tainos, los centenares de pueblos que habitaban el continente compartían la cultura del maíz, y no hablo solo de los hábitos alimenticios sino de los dioses, los ritos y las pautas de civilización que nacen de él.
Hoy se habla mucho de globalización, pero ese proceso comenzó hace siglos. Ya el cristianismo, que fundió en su trinidad mitos hebreos, ideas griegas y ambiciones romanas era un fenómeno de globalización. Y lo que suele llamarse el descubrimiento y la conquista de América fue una de las grandes avanzadas de ese viento global. Hoy, si en algo estamos globalizados, es en el modo como los distintos pueblos del mundo compartimos los productos de la naturaleza: yo he visto maizales en Illinois, en el norte de Italia y en las praderas de Katmandú, he visto trigales en Rosario y en las llanuras de Francia, sé de los arrozales de Birmania y de los del Tolima.
Ello parece decirnos que no reinan ya los dioses del lugar, que muchas cosas que antes eran locales son planetarias, que las divinidades del opio, del vino, de la amonita muscárida o del cornezuelo de centeno hace rato reinan sobre el planeta entero y ya no instauran religiones, en el sentido profundo de ritos que religuen a los seres humanos.
En el humano luchan y dialogan dos tendencias distintas: el interminable deseo de arraigar y la insaciable necesidad de otros mundos y otros cielos. Si hasta el árbol, que parece tan condenado a no moverse, arroja al viento sus nubes de semillas y hace crecer sus hijos muy lejos, qué decir de esta especie nuestra siempre insatisfecha, que arraigada en la patria sueña mundos desconocidos, y extraviada en el exilio añora sin fin el paraíso perdido. Hace unas semanas pude ver cómo los noruegos, grandes caminantes y grandes navegantes, que viven hoy en un país próspero y confortable, sienten su costa como un hermoso barco encallado en la vecindad de los hielos, y viven un anhelo profundo de tierras remotas y de mares tórridos. Esto es tan intenso que incluso beben un Aquavit que tiene que haber ido hacia el sur hasta cruzar la línea ecuatorial y haber vuelto, para tener el gusto adecuado.
La humana es una historia de diásporas. Según dicen las noticias recientes, esos dos mil seres a los que alguna vez se redujo la humanidad, en el momento más vulnerable de su existencia, se dispersaron en pequeñas hordas por el mapa del África hace cientos de miles de años, y cuando volvieron a verse eran ya tan distintos, que parecían a punto de configurar varias especies. Nosotros mismos tenemos que admitir que los nativos de América, los primitivos habitantes del territorio, llegaron algún día por caminos de hielo desde las estepas del Asia, o navegando desde la Polinesia hasta las costas de Chile. Así que todo arraigo es hijo de una diáspora previa, y tal vez todo amor por el suelo nativo oculta la honda nostalgia de una tierra perdida en los meandros del pasado.
William Ospina
Desde los tiempos en que Bolívar escribió su "Carta de Jamaica", una tarea fundamental de este continente es el diálogo entre la unidad y la diversidad. Mentiríamos si dijéramos que nuestra América es una: por todas partes surge la evidencia de su pluralidad: desde los desiertos de coyotes de Sonora hasta los "vértigos horizontales" de la Patagonia, desde los incontables azules del Caribe hasta ese "verde que es de todos los colores" de la cordillera y la selva, desde el aire de fuego de las costas caribeñas hasta la noche blanca de los páramos, desde la fecundidad de valles y de pampas hasta lo que llamaba Neruda "el estelar caballo desbocado del hielo".
Y no hablo solo de la extraordinaria diversidad geográfica y biológica sino, en ella y sobre ella, de la diversidad de los pueblos y de sus culturas, o de algo más sugestivo aún, los muchos matices irrenunciables de una vasta cultura continental.
En esa misma "Carta de Jamaica" Bolívar afirmaba que "somos un pequeño género humano". Dos siglos después, hay que quitarle el adjetivo "pequeño" a esa frase, y afirmar que somos una muestra muy amplia de lo que es el género humano, porque tal vez en ningún otro lugar del planeta está más presente la diversidad de la especie. Alguna vez el doctor Samuel Johnson le dijo a James Boswell: "Amigo mío, si alguien está cansado de Londres, está cansado de la vida, porque Londres tiene todo lo que la vida puede ofrecer". Pero ¿qué es hoy la diversidad de Londres, de París o de Nueva York comparada con la diversidad de Sao Paulo, de México, de Buenos Aires o de las Antillas? Las viejas metrópolis se apresuran a imitarnos y se llenan vertiginosamente de inmigrantes, Londres se llena de caribeños pero sin el mar Caribe a la vista, París se llena de muecines y de senegaleses pero no tiene el desierto ni las praderas fluviales de África, Madrid ve llegar a los sudamericanos, pero siguen estando lejos los Andes y la selva amazónica.
Europa sigue siendo un continente de tamaño humano, como diría George Steiner: el continente de los cafés, el continente que fue medido por las pisadas de los caminantes, el continente que ha convertido sus calles y sus plazas en una memoria de grandes hombres y de hechos históricos, el continente que descubrió que dios tiene rostro humano. Nuestra América es definitivamente otra cosa, aquí la naturaleza no ha sido borrada, aquí sí hay verdaderas selvas y verdaderos desiertos. Allá todos los caminos llevan a Roma, aquí todas las aguas buscan el río, nada tiene unas dimensiones humanas, todo nos excede, y Dios mismo necesita de otros rostros y de otras metáforas para ser concebido, para ser celebrado.
Fue Paul Verlaine, maestro sensorial y musical de los poetas hispanoamericanos, quien escribió en su arte poético que lo importante no es el color sino el matiz, y creo que si a algo nos hemos aplicado los pueblos de este continente es a desplegar y ahondar en los matices locales y particulares de una cultura cuyos trazos generales son similares.
Quiero decir con ello que hay una característica común de la cultura latinoamericana y es que nada en ella puede reclamarse hoy como absolutamente nativo, salvo quizá esos pueblos mágicos del Amazonas que nunca han entrado en contacto con algo distinto. En otras regiones del mundo, hasta hace poco tiempo, podía hablarse de pureza, de razas puras, de lenguas incontaminadas. Aquí las mezclas comenzaron muy temprano, no para llegar a lo indiferenciado sino para producir en todos los casos cosas verdaderamente nuevas. Digamos que en nuestra cultura continental casi nada es nativo pero todo es original.
John Keats decía que explicar un poema puede equivaler a "destejer el arco iris"; lo mismo podríamos decir del proceso de revelar todas las tradiciones, todas las fusiones, que llevaron al nacimiento de la cumbia o del tango, de Pedro Páramo o de Macondo, de la obra de Niemeyer o la de Borges.
Caminaba yo una vez por un museo de México cuando pasaron a mi lado dos personas y alcancé a oír que una decía a la otra: "Hay tres culturas en el mundo, la asiática del arroz, la europea del trigo y la americana del maíz". La frase, recibida así "por los caminos del viento" como dice la canción, no me pareció tan importante por su contenido cuanto por su enfoque. Dejaba al África por fuera, y eso ya era grave, pero atribuir la raíz última de la cultura a la alimentación y a los bienes básicos de la naturaleza me pareció original en el sentido profundo de que habla de orígenes. En esa medida podríamos decir que aunque los pueblos nativos de América eran muy distintos unos de otros, aztecas, incas, muiscas, sioux, arhuacos, tainos, los centenares de pueblos que habitaban el continente compartían la cultura del maíz, y no hablo solo de los hábitos alimenticios sino de los dioses, los ritos y las pautas de civilización que nacen de él.
Hoy se habla mucho de globalización, pero ese proceso comenzó hace siglos. Ya el cristianismo, que fundió en su trinidad mitos hebreos, ideas griegas y ambiciones romanas era un fenómeno de globalización. Y lo que suele llamarse el descubrimiento y la conquista de América fue una de las grandes avanzadas de ese viento global. Hoy, si en algo estamos globalizados, es en el modo como los distintos pueblos del mundo compartimos los productos de la naturaleza: yo he visto maizales en Illinois, en el norte de Italia y en las praderas de Katmandú, he visto trigales en Rosario y en las llanuras de Francia, sé de los arrozales de Birmania y de los del Tolima.
Ello parece decirnos que no reinan ya los dioses del lugar, que muchas cosas que antes eran locales son planetarias, que las divinidades del opio, del vino, de la amonita muscárida o del cornezuelo de centeno hace rato reinan sobre el planeta entero y ya no instauran religiones, en el sentido profundo de ritos que religuen a los seres humanos.
En el humano luchan y dialogan dos tendencias distintas: el interminable deseo de arraigar y la insaciable necesidad de otros mundos y otros cielos. Si hasta el árbol, que parece tan condenado a no moverse, arroja al viento sus nubes de semillas y hace crecer sus hijos muy lejos, qué decir de esta especie nuestra siempre insatisfecha, que arraigada en la patria sueña mundos desconocidos, y extraviada en el exilio añora sin fin el paraíso perdido. Hace unas semanas pude ver cómo los noruegos, grandes caminantes y grandes navegantes, que viven hoy en un país próspero y confortable, sienten su costa como un hermoso barco encallado en la vecindad de los hielos, y viven un anhelo profundo de tierras remotas y de mares tórridos. Esto es tan intenso que incluso beben un Aquavit que tiene que haber ido hacia el sur hasta cruzar la línea ecuatorial y haber vuelto, para tener el gusto adecuado.
La humana es una historia de diásporas. Según dicen las noticias recientes, esos dos mil seres a los que alguna vez se redujo la humanidad, en el momento más vulnerable de su existencia, se dispersaron en pequeñas hordas por el mapa del África hace cientos de miles de años, y cuando volvieron a verse eran ya tan distintos, que parecían a punto de configurar varias especies. Nosotros mismos tenemos que admitir que los nativos de América, los primitivos habitantes del territorio, llegaron algún día por caminos de hielo desde las estepas del Asia, o navegando desde la Polinesia hasta las costas de Chile. Así que todo arraigo es hijo de una diáspora previa, y tal vez todo amor por el suelo nativo oculta la honda nostalgia de una tierra perdida en los meandros del pasado.
Lo nuestro es la edad de las naciones, y entre nosotros esos estados nacionales son un fenómeno tan reciente que casi puede observarse a simple vista. Venimos de formar parte subalterna del primer gran imperio planetario, y hace apenas dos siglos los distintos países emergimos a un intento de vida independiente. Pero ya las sociedades anteriores a la llegada de los europeos habían alcanzado ciertos rasgos distintivos que después la historia no ha podido borrar: el culto al padre mítico y el diálogo con la muerte propio de la cultura mexicana, la fragmentación mítica del territorio propia de la cultura colombiana, la insularidad de la cultura cubana, la noción del triple mundo propia de la cultura incaica, los mundos del cóndor, del puma y de la serpiente, que eran desde temprano la percepción de una realidad en la que tienen que dialogar y entenderse de un modo complejo las montañas nevadas, las fértiles tierras medias y la selva fluvial.
La violenta conquista y la edad colonial rompieron muchas cosas y añadieron muchas otras al mosaico: pienso en la reviviscencia del culto de la diosa madre indígena de las lagunas bajo la forma de las vírgenes mestizas de Guadalupe, o de Chiquinquirá. Hay en el altar mayor de la iglesia de San Francisco en Quito la imagen de una virgen alada y grávida que no es posible encontrar en la iconografía católica europea. Muchos la asocian con la virgen alada que Juan de Patmos describe en el Apocalipsis, pero los estudiosos del arte religioso colonial ven en ella una representación de la Pachamama incaica, y dicen que el artista tallador, Bernardo de Legarda, un indígena quiteño, solo se animó a hacer sus vírgenes aladas, muchas de ellas con rostros indios, cuando vio llegar en barcos a las costas del Pacífico unas muñecas birmanas de madera.
Así son los caminos de nuestra cultura: a veces utilizamos los aportes del mundo entero para expresar lo más profundo y original de nuestro ser. El vistoso politeísmo del santoral católico latinoamericano logra mediante complejas astucias rituales que el culto de un dios único no sea incompatible con el culto de infinitas divinidades menores, identificables y especializadas. Y Derek Walcott argumentó con gran belleza y sabiduría en su discurso para recibir el Premio Nobel de Literatura en 1992, que la mirada colonial, el discurso superficial de las metrópolis, no advierte que en nuestras aparentes imitaciones hay una originalidad nueva, la expresión de algo que no es derivación sino plenitud presente; que la representación del Ramayana que hacen en verano en Trinidad incontables muchachos de origen hindú no es una obra de teatro sino una obra de fe, no es imitación sino originalidad.
En nada se advierte tan nítidamente el modo como lo ajeno se volvió carne y sangre propia como en el vasto tejido de las lenguas europeas llegadas a América, en las que empezaron a circular desde muy temprano las savias del mundo americano, y en cuyas literaturas fue emergiendo la exuberancia de las distintas regiones del continente. Las literaturas americanas son fruto del encuentro de unas lenguas ya formadas con un mundo desconocido. La tensión entre unas lenguas establecidas y un mundo sorprendente representó para nosotros desde el comienzo la tensión entre lo real y lo mágico, ya que la magia no es más que lo que obedece a otras leyes.
Es conveniente recordar que, aunque las civilizaciones del planeta registran una historia varias veces milenaria, hace apenas cinco siglos dos mitades del mundo estaban completamente incomunicadas. La tierra, como la luna, tenía una cara oculta, y el encuentro entre esas dos maneras de lo humano desarrolladas a lo largo de los milenios de un modo independiente planteaba los más apasionantes desafíos para la vida y para la imaginación. Fue algo más extraño aún que si el latín hubiera arraigado en África; fue como si, a consecuencia de las aventuras en el espacio exterior, el inglés arraigarAhora bien, es muy distinto lo que ocurrió en las dos mitades del continente americano. En el norte la lengua inglesa solo tuvo que hacer un esfuerzo por reconocer el mundo físico y por permitir que las culturas llegadas de lejos arraigaran en él, en tanto que en la América Latina, donde florecían diversas y complejas civilizaciones, y donde no fueron exterminados completamente los pueblos indígenas, las lenguas latinas tuvieron que dialogar con las lenguas nativas, aunque ese no fuera su propósito inicial, y todavía hoy siguen haciéndolo. Lo que en los últimos siglos, de un modo creciente, ha mostrado nuestra literatura es el modo gradual como asciende a través de una lengua ajena la savia de un mundo nativo, con sus colores y sus metáforas, con sus sueños más inexplicables y sus recuerdos más profundos, con la radical extrañeza de sus modos de representación. Se siente en ella la profusión, la exuberancia, el colorido y la fragancia de una tierra nueva, de unas selvas que no habían sido taladas jamás, de una fecundidad de los suelos, de una abundancia de mamíferos y de insectos, de reptiles y de aves en la que nuestra época de postrimerías bien puede encontrar las virtudes del Paraíso.
La literatura de la América Latina comenzó con las crónicas de Indias. Detrás de las campañas casi siempre brutales de los conquistadores avanzó una asombrada legión de cronistas describiendo la naturaleza, interrogando las selvas, los suelos, los climas, la fauna, las culturas nativas, sus costumbres y sus mitologías. Dado que los grandes letrados permanecieron en el mundo europeo, la historia tuvo que improvisar sus historiadores, sus narradores y sus poetas, con soldados más llenos de curiosidad que de información, hombres apenas formados en la tradición cultural de sus tierras de origen, pero dueños de un singular espíritu de observación y de esa extraordinaria audacia mental que caracterizaba a los hombres del Renacimiento.
Y allí ocurrió un fenómeno muy significativo: muchos querían solamente cantar las hazañas de los grandes capitanes de conquista, querían pintar sus retratos con el paisaje de fondo del mundo americano, pero ese escenario era tan vigoroso que muchas veces el retrato se perdió detrás de las selvas y las anacondas, de los caimanes y los ríos, de las tempestades y los pájaros. El mundo americano avanzó como una enredadera sobre las páginas de los cronistas, y lo invadió por completo, y les demostró que aquí el hombre no puede llenar todo el cuadro. Los cronistas de Indias no podían bastarse con repetir lo aprendido en su mundo de origen, y dado que "en los comienzos de una literatura nombrar equivale a crear", aquellos aventureros tuvieron que inventar un lenguaje y prepararon el terreno para una extraordinaria literatura.
Desde temprano se empezó a hablar en el arte y en la literatura del barroco latinoamericano. Pero si el barroco, como ha dicho Borges, es la manifestación final de todo arte, ese momento en que un lenguaje extrema sus posibilidades y "linda con su propia caricatura", el arte de nuestros orígenes no podía corresponder a esa definición crepuscular. A los europeos les parecieron barrocas esas fachadas de los templos católicos donde se combinaban de un modo imaginativo y caprichoso los decorados del Renacimiento con los dibujos de las tradiciones indígenas, pero esas cosas no obedecían a razones ornamentales, ostentosas o retóricas, sino a necesidades concretas, una de las cuales era hacer convivir las culturas y fusionar sus símbolos en una estética que difícilmente podía caracterizarse por su austeridad.
Hace poco, visitando la ciudad del Cuzco me contaron que en los primeros tiempos, después de construida la catedral sobre las ruinas del templo del Sol, los sacerdotes católicos les preguntaron a los jefes incas por qué los nativos no entraban al templo, si había sido construido para ellos. Los jefes contestaron que no podían ver como un sitio de culto un lugar donde no entrara el sol. Los sacerdotes tuvieron entonces la idea de abrir unas ventanas hacia el oeste que recibieran la luz de la mañana, y disponer grandes espejos en el interior para que la luz se multiplicara por todas partes. Solo después de esto los indios entraron finalmente en el templo, pero quizá no del todo a adorar al dios cristiano sino porque el dios solar había hecho suyo el recinto. Y ya en la propia España se habían dado por siglos fusiones entre el mundo cristiano y el moro; la realidad estaba ajedrezada y también la imaginación. Eso ayuda a entender la aparición de un poeta tan extraño y fascinante como Luis de Góngora y Argote, nacido en lo que fueron los viejos reinos moros, y cuyo amor por la sonoridad de las palabras parece pertenecer al orden de la poesía árabe, más interesada por la musicalidad que por el sentido.
Una vez más, allí encontramos la leyenda de una influencia. Se atribuye a una imitación del culteranismo de Góngora la obra del magnífico poeta de Tunja, en el siglo XVII, Hernando Domínguez Camargo. Pero hay que añadir que su profusión de metáforas nacía de una zona fronteriza entre lenguas distintas, entre universos mentales distintos, y revela también un esfuerzo extremo por pertenecer a Europa, pero a una Europa inaccesible para un pobre clérigo de las colonias, una Europa magnificada y desdibujada por la distancia. Esos énfasis son más bien la extrema tensión de un creador que no está en el centro de una cultura sino en sus orillas, la lengua de los que sueñan con otros mundos, una aventura de metáforas comparable a la tradición de los skaldos septentrionales.
Parece barroca la ornamentación de los retablos de los templos y de la pintura colonial, llena de frutos, hojas y flores nuevas, de un bestiario a menudo fabuloso. Pero ¿cómo llamar barroca a la representación de las pinas y de los armadillos, si no son exageraciones ni inventos sino la fidelidad clásica a unas formas naturales? Sería tan necio como hablar del barroquismo del pico enorme del tucán, de los colores del papagayo, o de la exuberancia de las selvas equinocciales. Allí donde la naturaleza es exuberante no estamos en presencia de un énfasis estético sino de otro canon de lo natural, de un clasicismo sujeto a otras leyes.
El arte europeo buscó, desde los griegos, la justa medida y el equilibrio. Buscó también sujetarse siempre a un patrón humano, pues Europa no solo pensó que el hombre es la medida de todas las cosas sino que llegó a la conclusión de que lo humano es la medida misma de lo divino. Ese es, me parece a mí, el sentido del Cristianismo. Y solo por esas nociones el arte europeo evolucionó hacia la búsqueda de la perspectiva, del naturalismo, del arte del retrato, del realismo, de la minuciosidad del dibujo, y de la fidelidad a las formas, de un modo que ya en el Renacimiento estaba alcanzando su plenitud.
Pero el descubrimiento de América fue también una metáfora de la necesidad que sentía Europa de salir de sí misma, la sed de descubrir los mundos no europeos que había en este mundo. A partir del siglo XVI, de un modo creciente, comenzaba en Europa en todos los reinos del espíritu, en la filosofía, en la política, en el arte, en la poesía, la crisis del centro, la crisis de la forma y la crisis de la proporción. Empezaron los sueños de la Utopía y del buen salvaje, de las Nuevas Atlántidas y de los Eldorados, creció el gusto por las especias exóticas, y comenzaron las fugas míticas en busca de lo nuevo. No deja de ser significativo que hayan sido los finales descubridores de otras tradiciones estéticas, impresionistas y expresionistas, quienes emprendieron una lucha contra la nitidez del dibujo, un proceso de experimentación y de abandono de cánones estrechos y de normas rígidas.
El arte americano nace de una tensión entre las formas del lenguaje europeo y las convulsiones de un mundo que no logra agotarse en lo humano. Como lo dijo, antes de Steiner, el inglés Auden, hay en América verdaderas selvas y verdaderas tierras vírgenes, ríos desmesurados y civilizaciones incomprendidas. "En Europa —dijo Auden— un viajero, por perdido que se encuentre, está a media hora de un sitio habitado, en tanto que no hay americano que no haya visto con sus ojos comarcas prácticamente intocadas por la historia".
Aquí el patrón humano no logra aprisionar todo el sentido, y los artistas sintieron la necesidad de transgredir la norma áurea, la escala europea de las proporciones. Eso ahora es menos difícil, porque también el arte europeo se ha lanzado a la búsqueda de un nuevo sentido de la belleza, y ya en el siglo XIX el hombre que sintetizó esas búsquedas de la modernidad, Chares Baudelaire, había escrito en uno de sus poemas:
Plonger au fond du gouffre, Enfer ou Ciel, qu'importe?
Au fond de l'inconnu pour trouver du nouveau.
(Hundirse hasta el fondo del abismo, Infierno o Cielo, ¿qué importa? / Al fondo de lo desconocido para encontrar lo nuevo.)
Todo habitante de América, a pesar de sus esfuerzos por habitar en la polis en el sentido urbano del término, vive en la vecindad de una naturaleza no conquistada del todo, a medias innominada, en gran medida desconocida. Cuando pensamos que casi toda la farmacia europea nace del conocimiento de las seis mil especies vegetales que pueblan el continente, y que la América equinoccial tiene cincuenta mil especies de plantas, de cuyas propiedades solo tienen un conocimiento profundo los chamanes amazónicos, entenderemos mejor cuál es el sentido abrumador de la presencia de la naturaleza en el imaginario del hombre americano. La naturaleza no es aquí algo conocido (la verdad es que en ninguna parte lo es), pero en América es más difícil caer en la ilusión de que tenemos al mundo dominado y sometido, de que lo tenemos domesticado. Y ello, que podría parecer un fenómeno exterior, el tipo de relación que establecemos con los bosques y los ríos, con los animales y los climas, es algo que incluye también la relación con nuestro propio sentido de humanidad y con nuestro propio cuerpo.
Nuestra América es todavía el reino de la perplejidad, y a ello contribuyen por igual las tensiones y los desajustes entre la realidad y el lenguaje, los mestizajes y los sincretismos. No deja de ser asombroso que estas tierras ya suficientemente complejas por su composición geográfica y biológica, se hayan enriquecido más aún con el aporte de razas, lenguas, tradiciones, religiones, filosofías, modelos económicos e ideales políticos llegados de otras partes.
Pienso en mi país, Colombia, por ejemplo, donde no somos mayoritariamente blancos europeos, ni indios americanos ni negros africanos sino uno de los países más mestizos del continente, en una región que es a la vez caribeña, de la cuenca del pacífico, andina y amazónica, que habla una lengua que es hija ilustre del latín y del griego, que profesa una religión de origen hebreo, griego y romano, que ha adoptado unas instituciones nacidas de la Ilustración y de la revolución francesa, que fue incorporada al orden de la sociedad mercantil y a la dinámica de la globalización hace ya cinco siglos, y siento que estamos amasados verdaderamente de la arcilla planetaria; pienso en esta América Latina, que produjo buena parte de las riquezas con las que se construyó la moderna civilización europea, y me digo que es apenas comprensible que el arte y la literatura que surgen de esa colorida complejidad estén más llenos de fusiones de lo que uno pueda imaginar, y que esas fusiones pueden alcanzar por momentos apasionantes síntesis de la cultura planetaria.
Uno de los fenómenos más interesantes de nuestro mundo americano y en especial de la región equinoccial es el modo como participamos de la franja ecuatorial, del paralelo cuatro que produce no solo la mayor diversidad biológica sino buena parte del oxígeno que respira el planeta. Es la región donde no hay estaciones, es decir, donde la naturaleza no descansa, donde el suelo no duerme, donde el sol y el agua mantienen, por decirlo de ese modo, en un insomnio permanente. Se diría que es la región perfecta para que los sueños broten de la vigilia. La luz produce otro colorido, el cielo está aborrascado de nubes gigantescas, la lluvia a veces produce diluvios interminables, es región de fantásticas tormentas eléctricas, de truenos ensordecedores, de inundaciones y avalanchas. Los ríos cambian de cauce y la superficie de la tierra se estremece a veces, acomodándose a la actividad de las profundidades.
No somos plenamente indígenas, ni europeos, ni africanos, pero nos nutrimos sin cesar de esos orígenes para al mismo tiempo diferenciarnos de ellos. No hace mucho, un escritor amigo mío, de una población que se afirma cada vez más como afrocolombiana, tuvo la oportunidad de encontrarse con un escritor de África, y le expresó su alegría de estar hablando con alguien con quien podía identificarse plenamente. El otro, con gran cortesía y sabiduría a la vez, le dijo que ellos dos no eran muy semejantes. Y claro que se lo decía sobre todo para formular un desafío tácito. "En realidad somos distintos —le dijo—, nosotros somos africanos, ustedes son negros". Mi amigo lo escuchó con extrañeza. Y el hombre de África añadió: "Ustedes descienden de esclavos. Nosotros nunca hemos sido esclavos".
Es evidente que los negros americanos tienen que afirmarse en algo más que en su común origen africano; sin negarlo, tienen que sentirse más decididamente parte mitológica del mundo americano, y luchar por su originalidad aquí, en diálogo con este mundo en el que viven hace ya cinco siglos. También para ellos son esos versos de Leopoldo Lugones:
Que nuestra tierra quiera salvarnos del olvido,
Por estos cuatro siglos que en ella hemos servido.
Y al mismo tiempo, hay que saber que sin esa savia vital que llegó de África, nadie en América Latina sería lo que es. Todos tenemos derecho a reclamar "la parte de África" en nuestro ritmo, en nuestra carne y en nuestra imaginación. Todo es cuestión de ver bien los matices. Y lo mismo puede decirse de "la parte de Europa" y de "la parte de América". Los hispanoamericanos podemos sentirnos españoles solo hasta el día en que vamos a España, ese día comprendemos para siempre que somos otra cosa, y ese descubrimiento puede ayudarnos incluso a amar a España, a admirar a España, a descubrir España.
Ahora bien, el modo como está lo indígena en nuestra cultura mestiza me resulta más fácil pensarlo recurriendo a la literatura. Siento que hay, por ejemplo, en la obra de Gabriel García Márquez, una manera de discurrir que no es en rigor occidental, que se resuelve en imágenes y en variaciones, como aureola o resplandor de los hechos centrales. Se diría que hay algo de estirpe indígena en cierto modo de presentar los hechos y de no resolverlos mediante argumentaciones, digresiones y teorías, sino mediante trazos y figuras que satisfacen a un tiempo al sentimiento y a la imaginación.
García Márquez pertenece a un mundo profundamente influenciado por ese pensamiento mágico, pero suele repetir que a pesar de saber muy bien cómo era la historia, o el río de historias, que pensaba narrar, encontró con claridad su tono y la certidumbre de sus recursos cuando leyó la novela Pedro Páramo, del mexicano Juan Rulfo. Tal vez lo afectó la libertad con que Rulfo se deja influir por el viento de las voces indígenas, por el modo de estos sueños americanos, por la persistencia en la vida cotidiana de los mitos profundos de su pueblo.
Así, en la novela Cien años de soledad nada sabemos de la singular relación que hay entre la madre, Úrsula Iguarán, y su hijo mayor, José Arcadio, hasta el día en que este decide abandonar el pueblo, enrolado en la tropa de los gitanos. En cuanto se da cuenta de su ausencia, Úrsula sale en su búsqueda abandonando todo lo demás, su marido, su casa, sus otros hijos, dejando de ser el centro de gravedad de su mundo. José Arcadio es el primer nativo que abandona el pueblo y se aleja por el mundo distante con el que su padre siempre ha soñado. Yendo tras él, Úrsula llega a sentirse tan lejos que ya ni piensa en regresar, y encuentra al fin el camino hacia el mundo que todos los hombres del pueblo habían buscado en vano.
Años después el hijo regresa, transformado por la ausencia, cruza el pueblo y la casa y avanza sin detenerse por los pasillos y los cuartos saludando con un gesto a quienes ve, pero solo llega al final de su viaje cuando encuentra a Úrsula. Está desandando el camino de su fuga, el camino por el cual su madre lo había seguido, y solo se detiene al llegar nuevamente junto a ella. Ese doble movimiento que primero nos revela la importancia que tiene para ella el hijo, y después la importancia que la madre tiene para él, muestra el lazo invisible que los une y que nunca delataron sus diálogos.
Y es por este dibujo secreto, intensamente trazado en nosotros por el relato, es por ese surco entre ambos que, sin saberlo, estamos dispuestos a creer uno de los episodios fantásticos más poderosos de la novela, aquel en que un hilo de sangre sale del hijo muerto, va recorriendo pasillos y calles y andenes, y no se detiene hasta encontrar a Úrsula y llevarle el mensaje de la muerte. De nuevo vemos el movimiento contrario, y es ella ahora quien siguiendo el hilo encuentra al final el cadáver de su hijo. Este dibujo ancestral del hilo de sangre que busca su fuente es una de las imágenes más bellas y memorables de la novela, y sospecho que nuestra mente la hospeda con tanta facilidad y gratitud porque no es un trazo arbitrario sino una necesidad de la historia; nos muestra poderosamente, con el poder de la poesía y del mito, la inexpresada relación del hijo con la madre, el lazo de la sangre materna convertida en camino del hijo, sendero de sus fugas y de sus retornos, de su soledad y de su muerte.
Algo en la moderna novela occidental ha tendido a abandonar los juegos libres de la imaginación, a subordinar las historias a las ideas y a abundar en tesis y en teorías. Desde las minuciosas reflexiones de Dostoievski sobre los motivos de la conducta humana, pasando por la sobreabundancia de propósitos intelectuales del infinito Ulises de James Joyce, hasta el tono ensayístico de muchas novelas de Thomas Mann, la narrativa procuró a menudo abandonar el viejo hábito de soñar libremente, de dar vuelo a la imaginación y de permitir que lo fantástico y lo real se combinaran a su antojo. Ese había sido el espíritu de las epopeyas clásicas, de las historias del ciclo de Bretaña, del Nibelungenlied, de la Comedia dantesca y del Orlando Furioso. Y por supuesto ese es el espíritu de las dos obras orientales que más han influido en nuestra civilización: la Biblia y las Mil y una Noches.
Lo que más asombró al barón Alexander von Humboldt en su viaje por la América equinoccial fue la imposibilidad de encontrar como en Europa bosques de una sola especie, porque en cada pequeño espacio proliferaban decenas de especies distintas. Lo que mejor ilustra la correspondencia de nuestra literatura a este mundo es la abundancia febril de las formas de su imaginación; no solo la vivacidad de los elementos y la intensidad del color, eso que Chesterton llamaría, hablando del posible origen criollo de Robert Browning, "una teoría de orquídeas y de cacatúas", sino incluso la tendencia continua a contrastar distintas etapas de la metamorfosis de los hechos y de las cosas.
En nuestro continente el tiempo fluye de un modo vertiginoso. Hemos tenido que pasar en cinco siglos de los altos imperios comunitarios a las disgregaciones de la posmodernidad, de la vasta e indemne selva continental a las paredes apocalípticas de los incendios que cercan y carcomen la selva amazónica para sembrar soya, de las praderas del bisonte y del indio a los aviones estrellándose contra los acantilados de cristal de las torres gemelas.
Durante mucho tiempo, la América Latina se gastó en el esfuerzo de alcanzar una lengua propia, de convertir las arrogantes y rígidas lenguas que llegaron de Europa en lenguas nutridas por la savia del mundo nuevo. Solo a fines del siglo XIX, con la labor de los extraordinarios poetas y narradores a los que llamamos modernistas, simbolizados por el más melodioso de ellos, el nicaragüense Rubén Darío, conquistamos por fin unos recursos literarios capaces de enfrentar el desafío de nombrar plenamente nuestro mundo, y de dialogar con las otras literaturas del planeta.
El siglo XX nos ha visto emprender esa tarea: las obras de los modernistas, de Rubén Darío, del mexicano Alfonso Reyes, de tantos autores en todo el continente, han madurado esos recursos. Y después, entre los numerosos autores del medio siglo y del llamado "realismo mágico", surgieron muchas voces que de algún modo resumen la pluralidad de ese clamor continental. Entre ellas es necesario mencionar a Juan Rulfo, cuya obra breve e inagotable muestra los viajes de la lengua española en la profundidad de la memoria mexicana, a Pablo Neruda, cuyo canto de piedra y de selvas explora y celebra por igual naturaleza y la historia, a Gabriel García Márquez, cuya Biblia pagana del Caribe condensa la elocuencia de la lengua de Cervantes, el pensamiento mágico de los pueblos indígenas y la alegría, el colorido y la sensualidad de los hijos de África, y a Jorge Luis Borges, quien, interesado por la poesía gauchesca y por la cábala judía, por el Islam y por el budismo, por las mitologías del Indostán y por las sagas nórdicas, en el mayor país de inmigrantes, supo recoger la memoria de todas las bibliotecas y sentir el rumor del planeta entero mezclado en nuestras venas y en nuestras almas.
Todavía estamos en el deber de interrogar cómo puede ser ese diálogo nuestro de lo uno con lo diverso, pero yo diría que no lograremos integrar a la América Latina mientras nos neguemos a ver la infinidad de sus matices, la riqueza sutil de sus diferencias. Es urgente abandonar los nefastos conceptos de subdesarrollo y de Tercer Mundo, que pretendían hacer del desarrollo un camino prefijado y exterior. Hijos de la edad de los descubrimientos, engendrados en las primeras avanzadas del mercantilismo, herederos de las lenguas, las religiones y las instituciones de Europa, nosotros somos el primer gran fruto de la globalización.
Pero ahora se hace evidente que el énfasis en lo universal despierta enseguida la necesidad y la defensa de lo local. Desde que comenzó la prédica imperativa de la globalización ya no nos bastan las naciones, cada región del globo, cada aldea, cada tradición pugna por hablar, por diferenciarse, por existir. Hay un verso del poeta León de Greiff, al que él traviesamente llamó: "la fórmula definitiva y paradojal". Esa fórmula dice: "Todo no vale nada si el resto vale menos". Es paradójico que alguien hable del todo y del resto, pero en términos lógicos es comprensible. El todo no solo es la suma de las partes, es también diferente de las partes. Y no se puede hablar del todo, del amor por la totalidad, para predicar el descuido de lo particular y de lo fragmentario.
Creo que esa fórmula significa: el bosque no vale nada si el árbol vale menos, la especie no vale nada si el individuo vale menos, el universo no vale nada si cada lugar en él es deleznable. Las naciones son importantes, pero necesitamos con urgencia un diálogo nuevo, de cada lugar con todos los otros y de lo local con el universo. Se diría que necesitamos un diálogo de los dioses del lugar con el omnipresente y disperso dios de Spinoza, y ello supone no solo el respeto por el universo como un todo, por el planeta como un todo, sino la recuperación del sentido sagrado de cada arroyo y de cada peñasco, de cada árbol y de cada criatura. Y creo que no es la política sino el arte quien sabe ver a la vez el conjunto y el detalle.
Es verdad que los seres humanos no podemos sobrevivir sin perturbar, pero ya empezamos a comprender que tampoco sobreviviremos si perturbamos demasiado. Hoy el mundo siente el peso oneroso de la especie humana, advierte demasiado su presencia, siente la rudeza y la torpeza de nuestra relación con las cosas, y es evidente que se hace necesario el aprendizaje de la levedad, de no pesar mucho, el aprendizaje de cierta invisibilidad, tan contraria a esta manía moderna de lo que es excesivamente visible y estridente, el aprendizaje de la delicadeza, y el aprendizaje de la sutileza. Lo que adivinaron los primeros críticos de la modernidad: que Dios está en los detalles, que lo importante es el matiz más que el color, que frente a la excesiva pretensión de conocimiento no necesitamos entender todo sino comprenderlo, y que no necesitamos saber todo para disfrutarlo y agradecerlo.
De la América Latina podemos decir que es uno de los pocos sitios del planeta donde todavía queda la naturaleza, muy vulnerada pero todavía cargada de sus atributos originales. Nosotros somos, además, la Europa que se fue y que se mezcló de lo distinto, y mucho tenemos que enseñarle a esa Europa que solo ahora está sintiendo la vecindad física del resto del mundo. Nuestra rica cultura continental ha experimentado las fusiones y ha alcanzado poderosas síntesis. Los males del mundo se ven mejor desde las orillas que desde el centro, porque los viejos centros estuvieron siempre demasiado engreídos de su importancia y no veían más allá de su horizonte, y en cambio los nuevos centros de la esfera participan de los atributos del centro y de la orilla. En esa medida es verdad que en los sótanos de nuestras ciudades está el Aleph, está el universo.
Tenemos un mundo a medias conquistado, y a medias demorado, por fortuna, en sus atributos originales. La modernidad, la era tecnológica, el prodigio científico han hechizado nuestra realidad de un modo fascinante y peligroso. Estamos, como dice el poeta Aurelio Arturo, "con un pie en una cámara hechizada y el otro a la orilla del valle, donde hierve la noche estrellada". Y ya nada es tan importante como encontrar un equilibrio entre nuestra capacidad de modificar el mundo y nuestra necesidad de conservarlo, entre la tarea de construir una morada humana y el deber profundo de respetar el universo natural.
Si nuestras naciones fueron los primeros frutos modernos de la globalización, son escenarios propicios para que encontremos también sus límites. Porque la especie humana, envanecida de sus derechos, ha olvidado la pregunta por sus límites y necesita con urgencia un sentido responsable y nítido de esos límites. De esa delicada tarea, bien podría depender el destino del mundo.
Artículo publicado en: http://www.lajiribilla.cu/2009/n447_11/447_02.html
La violenta conquista y la edad colonial rompieron muchas cosas y añadieron muchas otras al mosaico: pienso en la reviviscencia del culto de la diosa madre indígena de las lagunas bajo la forma de las vírgenes mestizas de Guadalupe, o de Chiquinquirá. Hay en el altar mayor de la iglesia de San Francisco en Quito la imagen de una virgen alada y grávida que no es posible encontrar en la iconografía católica europea. Muchos la asocian con la virgen alada que Juan de Patmos describe en el Apocalipsis, pero los estudiosos del arte religioso colonial ven en ella una representación de la Pachamama incaica, y dicen que el artista tallador, Bernardo de Legarda, un indígena quiteño, solo se animó a hacer sus vírgenes aladas, muchas de ellas con rostros indios, cuando vio llegar en barcos a las costas del Pacífico unas muñecas birmanas de madera.
Así son los caminos de nuestra cultura: a veces utilizamos los aportes del mundo entero para expresar lo más profundo y original de nuestro ser. El vistoso politeísmo del santoral católico latinoamericano logra mediante complejas astucias rituales que el culto de un dios único no sea incompatible con el culto de infinitas divinidades menores, identificables y especializadas. Y Derek Walcott argumentó con gran belleza y sabiduría en su discurso para recibir el Premio Nobel de Literatura en 1992, que la mirada colonial, el discurso superficial de las metrópolis, no advierte que en nuestras aparentes imitaciones hay una originalidad nueva, la expresión de algo que no es derivación sino plenitud presente; que la representación del Ramayana que hacen en verano en Trinidad incontables muchachos de origen hindú no es una obra de teatro sino una obra de fe, no es imitación sino originalidad.
En nada se advierte tan nítidamente el modo como lo ajeno se volvió carne y sangre propia como en el vasto tejido de las lenguas europeas llegadas a América, en las que empezaron a circular desde muy temprano las savias del mundo americano, y en cuyas literaturas fue emergiendo la exuberancia de las distintas regiones del continente. Las literaturas americanas son fruto del encuentro de unas lenguas ya formadas con un mundo desconocido. La tensión entre unas lenguas establecidas y un mundo sorprendente representó para nosotros desde el comienzo la tensión entre lo real y lo mágico, ya que la magia no es más que lo que obedece a otras leyes.
Es conveniente recordar que, aunque las civilizaciones del planeta registran una historia varias veces milenaria, hace apenas cinco siglos dos mitades del mundo estaban completamente incomunicadas. La tierra, como la luna, tenía una cara oculta, y el encuentro entre esas dos maneras de lo humano desarrolladas a lo largo de los milenios de un modo independiente planteaba los más apasionantes desafíos para la vida y para la imaginación. Fue algo más extraño aún que si el latín hubiera arraigado en África; fue como si, a consecuencia de las aventuras en el espacio exterior, el inglés arraigarAhora bien, es muy distinto lo que ocurrió en las dos mitades del continente americano. En el norte la lengua inglesa solo tuvo que hacer un esfuerzo por reconocer el mundo físico y por permitir que las culturas llegadas de lejos arraigaran en él, en tanto que en la América Latina, donde florecían diversas y complejas civilizaciones, y donde no fueron exterminados completamente los pueblos indígenas, las lenguas latinas tuvieron que dialogar con las lenguas nativas, aunque ese no fuera su propósito inicial, y todavía hoy siguen haciéndolo. Lo que en los últimos siglos, de un modo creciente, ha mostrado nuestra literatura es el modo gradual como asciende a través de una lengua ajena la savia de un mundo nativo, con sus colores y sus metáforas, con sus sueños más inexplicables y sus recuerdos más profundos, con la radical extrañeza de sus modos de representación. Se siente en ella la profusión, la exuberancia, el colorido y la fragancia de una tierra nueva, de unas selvas que no habían sido taladas jamás, de una fecundidad de los suelos, de una abundancia de mamíferos y de insectos, de reptiles y de aves en la que nuestra época de postrimerías bien puede encontrar las virtudes del Paraíso.
La literatura de la América Latina comenzó con las crónicas de Indias. Detrás de las campañas casi siempre brutales de los conquistadores avanzó una asombrada legión de cronistas describiendo la naturaleza, interrogando las selvas, los suelos, los climas, la fauna, las culturas nativas, sus costumbres y sus mitologías. Dado que los grandes letrados permanecieron en el mundo europeo, la historia tuvo que improvisar sus historiadores, sus narradores y sus poetas, con soldados más llenos de curiosidad que de información, hombres apenas formados en la tradición cultural de sus tierras de origen, pero dueños de un singular espíritu de observación y de esa extraordinaria audacia mental que caracterizaba a los hombres del Renacimiento.
Y allí ocurrió un fenómeno muy significativo: muchos querían solamente cantar las hazañas de los grandes capitanes de conquista, querían pintar sus retratos con el paisaje de fondo del mundo americano, pero ese escenario era tan vigoroso que muchas veces el retrato se perdió detrás de las selvas y las anacondas, de los caimanes y los ríos, de las tempestades y los pájaros. El mundo americano avanzó como una enredadera sobre las páginas de los cronistas, y lo invadió por completo, y les demostró que aquí el hombre no puede llenar todo el cuadro. Los cronistas de Indias no podían bastarse con repetir lo aprendido en su mundo de origen, y dado que "en los comienzos de una literatura nombrar equivale a crear", aquellos aventureros tuvieron que inventar un lenguaje y prepararon el terreno para una extraordinaria literatura.
Desde temprano se empezó a hablar en el arte y en la literatura del barroco latinoamericano. Pero si el barroco, como ha dicho Borges, es la manifestación final de todo arte, ese momento en que un lenguaje extrema sus posibilidades y "linda con su propia caricatura", el arte de nuestros orígenes no podía corresponder a esa definición crepuscular. A los europeos les parecieron barrocas esas fachadas de los templos católicos donde se combinaban de un modo imaginativo y caprichoso los decorados del Renacimiento con los dibujos de las tradiciones indígenas, pero esas cosas no obedecían a razones ornamentales, ostentosas o retóricas, sino a necesidades concretas, una de las cuales era hacer convivir las culturas y fusionar sus símbolos en una estética que difícilmente podía caracterizarse por su austeridad.
Hace poco, visitando la ciudad del Cuzco me contaron que en los primeros tiempos, después de construida la catedral sobre las ruinas del templo del Sol, los sacerdotes católicos les preguntaron a los jefes incas por qué los nativos no entraban al templo, si había sido construido para ellos. Los jefes contestaron que no podían ver como un sitio de culto un lugar donde no entrara el sol. Los sacerdotes tuvieron entonces la idea de abrir unas ventanas hacia el oeste que recibieran la luz de la mañana, y disponer grandes espejos en el interior para que la luz se multiplicara por todas partes. Solo después de esto los indios entraron finalmente en el templo, pero quizá no del todo a adorar al dios cristiano sino porque el dios solar había hecho suyo el recinto. Y ya en la propia España se habían dado por siglos fusiones entre el mundo cristiano y el moro; la realidad estaba ajedrezada y también la imaginación. Eso ayuda a entender la aparición de un poeta tan extraño y fascinante como Luis de Góngora y Argote, nacido en lo que fueron los viejos reinos moros, y cuyo amor por la sonoridad de las palabras parece pertenecer al orden de la poesía árabe, más interesada por la musicalidad que por el sentido.
Una vez más, allí encontramos la leyenda de una influencia. Se atribuye a una imitación del culteranismo de Góngora la obra del magnífico poeta de Tunja, en el siglo XVII, Hernando Domínguez Camargo. Pero hay que añadir que su profusión de metáforas nacía de una zona fronteriza entre lenguas distintas, entre universos mentales distintos, y revela también un esfuerzo extremo por pertenecer a Europa, pero a una Europa inaccesible para un pobre clérigo de las colonias, una Europa magnificada y desdibujada por la distancia. Esos énfasis son más bien la extrema tensión de un creador que no está en el centro de una cultura sino en sus orillas, la lengua de los que sueñan con otros mundos, una aventura de metáforas comparable a la tradición de los skaldos septentrionales.
Parece barroca la ornamentación de los retablos de los templos y de la pintura colonial, llena de frutos, hojas y flores nuevas, de un bestiario a menudo fabuloso. Pero ¿cómo llamar barroca a la representación de las pinas y de los armadillos, si no son exageraciones ni inventos sino la fidelidad clásica a unas formas naturales? Sería tan necio como hablar del barroquismo del pico enorme del tucán, de los colores del papagayo, o de la exuberancia de las selvas equinocciales. Allí donde la naturaleza es exuberante no estamos en presencia de un énfasis estético sino de otro canon de lo natural, de un clasicismo sujeto a otras leyes.
El arte europeo buscó, desde los griegos, la justa medida y el equilibrio. Buscó también sujetarse siempre a un patrón humano, pues Europa no solo pensó que el hombre es la medida de todas las cosas sino que llegó a la conclusión de que lo humano es la medida misma de lo divino. Ese es, me parece a mí, el sentido del Cristianismo. Y solo por esas nociones el arte europeo evolucionó hacia la búsqueda de la perspectiva, del naturalismo, del arte del retrato, del realismo, de la minuciosidad del dibujo, y de la fidelidad a las formas, de un modo que ya en el Renacimiento estaba alcanzando su plenitud.
Pero el descubrimiento de América fue también una metáfora de la necesidad que sentía Europa de salir de sí misma, la sed de descubrir los mundos no europeos que había en este mundo. A partir del siglo XVI, de un modo creciente, comenzaba en Europa en todos los reinos del espíritu, en la filosofía, en la política, en el arte, en la poesía, la crisis del centro, la crisis de la forma y la crisis de la proporción. Empezaron los sueños de la Utopía y del buen salvaje, de las Nuevas Atlántidas y de los Eldorados, creció el gusto por las especias exóticas, y comenzaron las fugas míticas en busca de lo nuevo. No deja de ser significativo que hayan sido los finales descubridores de otras tradiciones estéticas, impresionistas y expresionistas, quienes emprendieron una lucha contra la nitidez del dibujo, un proceso de experimentación y de abandono de cánones estrechos y de normas rígidas.
El arte americano nace de una tensión entre las formas del lenguaje europeo y las convulsiones de un mundo que no logra agotarse en lo humano. Como lo dijo, antes de Steiner, el inglés Auden, hay en América verdaderas selvas y verdaderas tierras vírgenes, ríos desmesurados y civilizaciones incomprendidas. "En Europa —dijo Auden— un viajero, por perdido que se encuentre, está a media hora de un sitio habitado, en tanto que no hay americano que no haya visto con sus ojos comarcas prácticamente intocadas por la historia".
Aquí el patrón humano no logra aprisionar todo el sentido, y los artistas sintieron la necesidad de transgredir la norma áurea, la escala europea de las proporciones. Eso ahora es menos difícil, porque también el arte europeo se ha lanzado a la búsqueda de un nuevo sentido de la belleza, y ya en el siglo XIX el hombre que sintetizó esas búsquedas de la modernidad, Chares Baudelaire, había escrito en uno de sus poemas:
Plonger au fond du gouffre, Enfer ou Ciel, qu'importe?
Au fond de l'inconnu pour trouver du nouveau.
(Hundirse hasta el fondo del abismo, Infierno o Cielo, ¿qué importa? / Al fondo de lo desconocido para encontrar lo nuevo.)
Todo habitante de América, a pesar de sus esfuerzos por habitar en la polis en el sentido urbano del término, vive en la vecindad de una naturaleza no conquistada del todo, a medias innominada, en gran medida desconocida. Cuando pensamos que casi toda la farmacia europea nace del conocimiento de las seis mil especies vegetales que pueblan el continente, y que la América equinoccial tiene cincuenta mil especies de plantas, de cuyas propiedades solo tienen un conocimiento profundo los chamanes amazónicos, entenderemos mejor cuál es el sentido abrumador de la presencia de la naturaleza en el imaginario del hombre americano. La naturaleza no es aquí algo conocido (la verdad es que en ninguna parte lo es), pero en América es más difícil caer en la ilusión de que tenemos al mundo dominado y sometido, de que lo tenemos domesticado. Y ello, que podría parecer un fenómeno exterior, el tipo de relación que establecemos con los bosques y los ríos, con los animales y los climas, es algo que incluye también la relación con nuestro propio sentido de humanidad y con nuestro propio cuerpo.
Nuestra América es todavía el reino de la perplejidad, y a ello contribuyen por igual las tensiones y los desajustes entre la realidad y el lenguaje, los mestizajes y los sincretismos. No deja de ser asombroso que estas tierras ya suficientemente complejas por su composición geográfica y biológica, se hayan enriquecido más aún con el aporte de razas, lenguas, tradiciones, religiones, filosofías, modelos económicos e ideales políticos llegados de otras partes.
Pienso en mi país, Colombia, por ejemplo, donde no somos mayoritariamente blancos europeos, ni indios americanos ni negros africanos sino uno de los países más mestizos del continente, en una región que es a la vez caribeña, de la cuenca del pacífico, andina y amazónica, que habla una lengua que es hija ilustre del latín y del griego, que profesa una religión de origen hebreo, griego y romano, que ha adoptado unas instituciones nacidas de la Ilustración y de la revolución francesa, que fue incorporada al orden de la sociedad mercantil y a la dinámica de la globalización hace ya cinco siglos, y siento que estamos amasados verdaderamente de la arcilla planetaria; pienso en esta América Latina, que produjo buena parte de las riquezas con las que se construyó la moderna civilización europea, y me digo que es apenas comprensible que el arte y la literatura que surgen de esa colorida complejidad estén más llenos de fusiones de lo que uno pueda imaginar, y que esas fusiones pueden alcanzar por momentos apasionantes síntesis de la cultura planetaria.
Uno de los fenómenos más interesantes de nuestro mundo americano y en especial de la región equinoccial es el modo como participamos de la franja ecuatorial, del paralelo cuatro que produce no solo la mayor diversidad biológica sino buena parte del oxígeno que respira el planeta. Es la región donde no hay estaciones, es decir, donde la naturaleza no descansa, donde el suelo no duerme, donde el sol y el agua mantienen, por decirlo de ese modo, en un insomnio permanente. Se diría que es la región perfecta para que los sueños broten de la vigilia. La luz produce otro colorido, el cielo está aborrascado de nubes gigantescas, la lluvia a veces produce diluvios interminables, es región de fantásticas tormentas eléctricas, de truenos ensordecedores, de inundaciones y avalanchas. Los ríos cambian de cauce y la superficie de la tierra se estremece a veces, acomodándose a la actividad de las profundidades.
No somos plenamente indígenas, ni europeos, ni africanos, pero nos nutrimos sin cesar de esos orígenes para al mismo tiempo diferenciarnos de ellos. No hace mucho, un escritor amigo mío, de una población que se afirma cada vez más como afrocolombiana, tuvo la oportunidad de encontrarse con un escritor de África, y le expresó su alegría de estar hablando con alguien con quien podía identificarse plenamente. El otro, con gran cortesía y sabiduría a la vez, le dijo que ellos dos no eran muy semejantes. Y claro que se lo decía sobre todo para formular un desafío tácito. "En realidad somos distintos —le dijo—, nosotros somos africanos, ustedes son negros". Mi amigo lo escuchó con extrañeza. Y el hombre de África añadió: "Ustedes descienden de esclavos. Nosotros nunca hemos sido esclavos".
Es evidente que los negros americanos tienen que afirmarse en algo más que en su común origen africano; sin negarlo, tienen que sentirse más decididamente parte mitológica del mundo americano, y luchar por su originalidad aquí, en diálogo con este mundo en el que viven hace ya cinco siglos. También para ellos son esos versos de Leopoldo Lugones:
Que nuestra tierra quiera salvarnos del olvido,
Por estos cuatro siglos que en ella hemos servido.
Y al mismo tiempo, hay que saber que sin esa savia vital que llegó de África, nadie en América Latina sería lo que es. Todos tenemos derecho a reclamar "la parte de África" en nuestro ritmo, en nuestra carne y en nuestra imaginación. Todo es cuestión de ver bien los matices. Y lo mismo puede decirse de "la parte de Europa" y de "la parte de América". Los hispanoamericanos podemos sentirnos españoles solo hasta el día en que vamos a España, ese día comprendemos para siempre que somos otra cosa, y ese descubrimiento puede ayudarnos incluso a amar a España, a admirar a España, a descubrir España.
Ahora bien, el modo como está lo indígena en nuestra cultura mestiza me resulta más fácil pensarlo recurriendo a la literatura. Siento que hay, por ejemplo, en la obra de Gabriel García Márquez, una manera de discurrir que no es en rigor occidental, que se resuelve en imágenes y en variaciones, como aureola o resplandor de los hechos centrales. Se diría que hay algo de estirpe indígena en cierto modo de presentar los hechos y de no resolverlos mediante argumentaciones, digresiones y teorías, sino mediante trazos y figuras que satisfacen a un tiempo al sentimiento y a la imaginación.
García Márquez pertenece a un mundo profundamente influenciado por ese pensamiento mágico, pero suele repetir que a pesar de saber muy bien cómo era la historia, o el río de historias, que pensaba narrar, encontró con claridad su tono y la certidumbre de sus recursos cuando leyó la novela Pedro Páramo, del mexicano Juan Rulfo. Tal vez lo afectó la libertad con que Rulfo se deja influir por el viento de las voces indígenas, por el modo de estos sueños americanos, por la persistencia en la vida cotidiana de los mitos profundos de su pueblo.
Así, en la novela Cien años de soledad nada sabemos de la singular relación que hay entre la madre, Úrsula Iguarán, y su hijo mayor, José Arcadio, hasta el día en que este decide abandonar el pueblo, enrolado en la tropa de los gitanos. En cuanto se da cuenta de su ausencia, Úrsula sale en su búsqueda abandonando todo lo demás, su marido, su casa, sus otros hijos, dejando de ser el centro de gravedad de su mundo. José Arcadio es el primer nativo que abandona el pueblo y se aleja por el mundo distante con el que su padre siempre ha soñado. Yendo tras él, Úrsula llega a sentirse tan lejos que ya ni piensa en regresar, y encuentra al fin el camino hacia el mundo que todos los hombres del pueblo habían buscado en vano.
Años después el hijo regresa, transformado por la ausencia, cruza el pueblo y la casa y avanza sin detenerse por los pasillos y los cuartos saludando con un gesto a quienes ve, pero solo llega al final de su viaje cuando encuentra a Úrsula. Está desandando el camino de su fuga, el camino por el cual su madre lo había seguido, y solo se detiene al llegar nuevamente junto a ella. Ese doble movimiento que primero nos revela la importancia que tiene para ella el hijo, y después la importancia que la madre tiene para él, muestra el lazo invisible que los une y que nunca delataron sus diálogos.
Y es por este dibujo secreto, intensamente trazado en nosotros por el relato, es por ese surco entre ambos que, sin saberlo, estamos dispuestos a creer uno de los episodios fantásticos más poderosos de la novela, aquel en que un hilo de sangre sale del hijo muerto, va recorriendo pasillos y calles y andenes, y no se detiene hasta encontrar a Úrsula y llevarle el mensaje de la muerte. De nuevo vemos el movimiento contrario, y es ella ahora quien siguiendo el hilo encuentra al final el cadáver de su hijo. Este dibujo ancestral del hilo de sangre que busca su fuente es una de las imágenes más bellas y memorables de la novela, y sospecho que nuestra mente la hospeda con tanta facilidad y gratitud porque no es un trazo arbitrario sino una necesidad de la historia; nos muestra poderosamente, con el poder de la poesía y del mito, la inexpresada relación del hijo con la madre, el lazo de la sangre materna convertida en camino del hijo, sendero de sus fugas y de sus retornos, de su soledad y de su muerte.
Algo en la moderna novela occidental ha tendido a abandonar los juegos libres de la imaginación, a subordinar las historias a las ideas y a abundar en tesis y en teorías. Desde las minuciosas reflexiones de Dostoievski sobre los motivos de la conducta humana, pasando por la sobreabundancia de propósitos intelectuales del infinito Ulises de James Joyce, hasta el tono ensayístico de muchas novelas de Thomas Mann, la narrativa procuró a menudo abandonar el viejo hábito de soñar libremente, de dar vuelo a la imaginación y de permitir que lo fantástico y lo real se combinaran a su antojo. Ese había sido el espíritu de las epopeyas clásicas, de las historias del ciclo de Bretaña, del Nibelungenlied, de la Comedia dantesca y del Orlando Furioso. Y por supuesto ese es el espíritu de las dos obras orientales que más han influido en nuestra civilización: la Biblia y las Mil y una Noches.
Lo que más asombró al barón Alexander von Humboldt en su viaje por la América equinoccial fue la imposibilidad de encontrar como en Europa bosques de una sola especie, porque en cada pequeño espacio proliferaban decenas de especies distintas. Lo que mejor ilustra la correspondencia de nuestra literatura a este mundo es la abundancia febril de las formas de su imaginación; no solo la vivacidad de los elementos y la intensidad del color, eso que Chesterton llamaría, hablando del posible origen criollo de Robert Browning, "una teoría de orquídeas y de cacatúas", sino incluso la tendencia continua a contrastar distintas etapas de la metamorfosis de los hechos y de las cosas.
En nuestro continente el tiempo fluye de un modo vertiginoso. Hemos tenido que pasar en cinco siglos de los altos imperios comunitarios a las disgregaciones de la posmodernidad, de la vasta e indemne selva continental a las paredes apocalípticas de los incendios que cercan y carcomen la selva amazónica para sembrar soya, de las praderas del bisonte y del indio a los aviones estrellándose contra los acantilados de cristal de las torres gemelas.
Durante mucho tiempo, la América Latina se gastó en el esfuerzo de alcanzar una lengua propia, de convertir las arrogantes y rígidas lenguas que llegaron de Europa en lenguas nutridas por la savia del mundo nuevo. Solo a fines del siglo XIX, con la labor de los extraordinarios poetas y narradores a los que llamamos modernistas, simbolizados por el más melodioso de ellos, el nicaragüense Rubén Darío, conquistamos por fin unos recursos literarios capaces de enfrentar el desafío de nombrar plenamente nuestro mundo, y de dialogar con las otras literaturas del planeta.
El siglo XX nos ha visto emprender esa tarea: las obras de los modernistas, de Rubén Darío, del mexicano Alfonso Reyes, de tantos autores en todo el continente, han madurado esos recursos. Y después, entre los numerosos autores del medio siglo y del llamado "realismo mágico", surgieron muchas voces que de algún modo resumen la pluralidad de ese clamor continental. Entre ellas es necesario mencionar a Juan Rulfo, cuya obra breve e inagotable muestra los viajes de la lengua española en la profundidad de la memoria mexicana, a Pablo Neruda, cuyo canto de piedra y de selvas explora y celebra por igual naturaleza y la historia, a Gabriel García Márquez, cuya Biblia pagana del Caribe condensa la elocuencia de la lengua de Cervantes, el pensamiento mágico de los pueblos indígenas y la alegría, el colorido y la sensualidad de los hijos de África, y a Jorge Luis Borges, quien, interesado por la poesía gauchesca y por la cábala judía, por el Islam y por el budismo, por las mitologías del Indostán y por las sagas nórdicas, en el mayor país de inmigrantes, supo recoger la memoria de todas las bibliotecas y sentir el rumor del planeta entero mezclado en nuestras venas y en nuestras almas.
Todavía estamos en el deber de interrogar cómo puede ser ese diálogo nuestro de lo uno con lo diverso, pero yo diría que no lograremos integrar a la América Latina mientras nos neguemos a ver la infinidad de sus matices, la riqueza sutil de sus diferencias. Es urgente abandonar los nefastos conceptos de subdesarrollo y de Tercer Mundo, que pretendían hacer del desarrollo un camino prefijado y exterior. Hijos de la edad de los descubrimientos, engendrados en las primeras avanzadas del mercantilismo, herederos de las lenguas, las religiones y las instituciones de Europa, nosotros somos el primer gran fruto de la globalización.
Pero ahora se hace evidente que el énfasis en lo universal despierta enseguida la necesidad y la defensa de lo local. Desde que comenzó la prédica imperativa de la globalización ya no nos bastan las naciones, cada región del globo, cada aldea, cada tradición pugna por hablar, por diferenciarse, por existir. Hay un verso del poeta León de Greiff, al que él traviesamente llamó: "la fórmula definitiva y paradojal". Esa fórmula dice: "Todo no vale nada si el resto vale menos". Es paradójico que alguien hable del todo y del resto, pero en términos lógicos es comprensible. El todo no solo es la suma de las partes, es también diferente de las partes. Y no se puede hablar del todo, del amor por la totalidad, para predicar el descuido de lo particular y de lo fragmentario.
Creo que esa fórmula significa: el bosque no vale nada si el árbol vale menos, la especie no vale nada si el individuo vale menos, el universo no vale nada si cada lugar en él es deleznable. Las naciones son importantes, pero necesitamos con urgencia un diálogo nuevo, de cada lugar con todos los otros y de lo local con el universo. Se diría que necesitamos un diálogo de los dioses del lugar con el omnipresente y disperso dios de Spinoza, y ello supone no solo el respeto por el universo como un todo, por el planeta como un todo, sino la recuperación del sentido sagrado de cada arroyo y de cada peñasco, de cada árbol y de cada criatura. Y creo que no es la política sino el arte quien sabe ver a la vez el conjunto y el detalle.
Es verdad que los seres humanos no podemos sobrevivir sin perturbar, pero ya empezamos a comprender que tampoco sobreviviremos si perturbamos demasiado. Hoy el mundo siente el peso oneroso de la especie humana, advierte demasiado su presencia, siente la rudeza y la torpeza de nuestra relación con las cosas, y es evidente que se hace necesario el aprendizaje de la levedad, de no pesar mucho, el aprendizaje de cierta invisibilidad, tan contraria a esta manía moderna de lo que es excesivamente visible y estridente, el aprendizaje de la delicadeza, y el aprendizaje de la sutileza. Lo que adivinaron los primeros críticos de la modernidad: que Dios está en los detalles, que lo importante es el matiz más que el color, que frente a la excesiva pretensión de conocimiento no necesitamos entender todo sino comprenderlo, y que no necesitamos saber todo para disfrutarlo y agradecerlo.
De la América Latina podemos decir que es uno de los pocos sitios del planeta donde todavía queda la naturaleza, muy vulnerada pero todavía cargada de sus atributos originales. Nosotros somos, además, la Europa que se fue y que se mezcló de lo distinto, y mucho tenemos que enseñarle a esa Europa que solo ahora está sintiendo la vecindad física del resto del mundo. Nuestra rica cultura continental ha experimentado las fusiones y ha alcanzado poderosas síntesis. Los males del mundo se ven mejor desde las orillas que desde el centro, porque los viejos centros estuvieron siempre demasiado engreídos de su importancia y no veían más allá de su horizonte, y en cambio los nuevos centros de la esfera participan de los atributos del centro y de la orilla. En esa medida es verdad que en los sótanos de nuestras ciudades está el Aleph, está el universo.
Tenemos un mundo a medias conquistado, y a medias demorado, por fortuna, en sus atributos originales. La modernidad, la era tecnológica, el prodigio científico han hechizado nuestra realidad de un modo fascinante y peligroso. Estamos, como dice el poeta Aurelio Arturo, "con un pie en una cámara hechizada y el otro a la orilla del valle, donde hierve la noche estrellada". Y ya nada es tan importante como encontrar un equilibrio entre nuestra capacidad de modificar el mundo y nuestra necesidad de conservarlo, entre la tarea de construir una morada humana y el deber profundo de respetar el universo natural.
Si nuestras naciones fueron los primeros frutos modernos de la globalización, son escenarios propicios para que encontremos también sus límites. Porque la especie humana, envanecida de sus derechos, ha olvidado la pregunta por sus límites y necesita con urgencia un sentido responsable y nítido de esos límites. De esa delicada tarea, bien podría depender el destino del mundo.
Artículo publicado en: http://www.lajiribilla.cu/2009/n447_11/447_02.html
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